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ESCOLIO
ОглавлениеLos hay que fingen un Dios a la manera de un hombre que consta de mente y de cuerpo y [que está] sometido a las pasiones. Pero cuán lejos vagan de un verdadero conocimiento de Dios es algo que ya consta suficientemente en virtud de las anteriores demostraciones. Mas prescindo de ellos, pues cuantos de alguna manera han considerado la naturaleza divina niegan que Dios sea corpóreo. Lo cual prueban de manera óptima en virtud de que por cuerpo entendemos toda cantidad larga, ancha y profunda, limitada según alguna cierta figura. Nada más absurdo que esto puede ser dicho de Dios, a saber, del ente absolutamente infinito. Sin embargo, al mismo tiempo, con otras razones, con las que se esfuerzan por demostrar esto mismo, muestran claramente que apartan por completo de la naturaleza divina la misma sustancia corpórea o extensa, y sostienen que esta ha sido creada por Dios. Pero ignoran completamente en virtud de qué potencia divina haya podido ser creada, lo que muestra con claridad que no entienden lo que ellos mismos dicen. Yo al menos he demostrado con suficiente claridad, a mi juicio (véanse el corolario de la proposición 6 y el escolio 2 de la proposición 8), que ninguna sustancia puede ser producida ni creada por otra cosa. Además, hemos mostrado en la proposición 14 que aparte de Dios no puede darse ni ser concebida ninguna sustancia, y de aquí11 hemos concluido que la sustancia extensa es uno de los infinitos atributos de Dios. En cualquier caso, para una explicación más completa, refutaré los argumentos de estos adversarios, todos los cuales se reducen a lo siguiente. Primero, a que la sustancia corpórea, en la medida en que es sustancia, consta, según piensan, de partes; por ello niegan que pueda ser infinita y, en consecuencia, que pueda pertenecer a Dios. Y esto lo explican con muchos ejemplos; aduciré alguno que otro. Si la sustancia corpórea, sostienen, es infinita, concíbasela dividida en dos partes. Cada una de esas partes será, o bien finita, o bien infinita. Si lo primero, entonces un infinito se compone de dos partes finitas, lo que es absurdo. Si lo segundo12, entonces se da un infinito dos veces mayor que otro infinito, lo que es igualmente absurdo. Además, si se mide una cantidad infinita mediante partes iguales a un pie, deberá constar de infinitas partes como esa, de la misma manera que si se midiese mediante partes iguales a una pulgada. Y, por tanto, un número infinito será doce veces mayor que otro infinito13. Por último, si se concibe que, a partir de un punto de cierta [58] cantidad infinita, se prolongan hasta el infinito dos líneas, como AB, AC, separadas al principio por cierta y determinada distancia, es cierto que la distancia entre B y C aumentará continuamente y que de determinada pasará a indeterminable.
Así pues, como estos absurdos se siguen, según piensan, de que es supuesta una cantidad infinita, concluyen que la sustancia corpórea debe ser finita y que, en consecuencia, no pertenece a la esencia de Dios. Un segundo argumento es sacado también de la suma perfección de Dios. Como Dios, afirman, es un ente sumamente perfecto, no puede padecer. Ahora bien, la sustancia corpórea, dado que es divisible, puede padecer; se sigue de ello, entonces, que esta no pertenece a la esencia de Dios. Estos son los argumentos que encuentro en los escritores, con los cuales se esfuerzan por mostrar que la sustancia corpórea es indigna de la naturaleza divina y que no puede pertenecer a ella. Pero en realidad, quien atienda rectamente advertirá que yo ya he respondido, pues estos argumentos solo se fundan en la suposición de que la sustancia corpórea se compone de partes, lo cual ya he mostrado (proposición 12 con el corolario de la proposición 13) que es absurdo. Además, si se quiere sopesar la cosa rectamente, se verá que todos estos absurdos (supuesto que todos sean absurdos, de lo cual ahora no disputo) a partir de los cuales quieren concluir que una sustancia extensa es finita, para nada se siguen
de la suposición de una cantidad infinita, sino de que ellos suponen que esa cantidad infinita es mensurable y que consta de partes finitas. Por lo cual, de los absurdos que se siguen de eso nada pueden concluir sino que la cantidad infinita no es mensurable y que no puede constar de partes finitas. Pero esto es lo mismo que más arriba nosotros (proposición 12, etc.) ya hemos demostrado. Por tanto, el dardo que nos lanzan lo arrojan en realidad contra ellos mismos. Así pues, si quieren concluir de este absurdo suyo que la sustancia extensa debe ser finita, no hacen, en verdad, otra cosa que aquel que, por fingir un círculo con las propiedades de un cuadrado, concluyese que el círculo no tiene un centro partiendo del cual todas las líneas trazadas hasta la circunferencia son iguales. Pues la sustancia corpórea, que no puede ser concebida sino como infinita, sino como única, [59] sino como indivisible (véanse las proposiciones 8, 5 y 12), la conciben ellos, para poder concluir que es finita, como constando de partes finitas, como múltiple y como divisible. Así también otros, tras fingir que la línea se compone de puntos, saben encontrar muchos argumentos con los que muestran que la línea no puede ser dividida hasta el infinito. No es menos absurdo suponer que la sustancia corpórea se compone de cuerpos o partes, que [suponer que] el cuerpo se compone de superficies, las superficies de líneas, las líneas, por último, de puntos. Y esto lo deben admitir todos los que saben que una razón clara es infalible, y en primer lugar cuantos niegan que se dé el vacío. Pues si la sustancia corpórea pudiese dividirse de manera que sus partes fuesen realmente distintas, ¿por qué no podría entonces aniquilarse una parte permaneciendo el resto, como antes, conectadas entre sí? ¿Y por qué deben todas ajustarse de manera que no se dé el vacío? Ciertamente, las cosas que son realmente distintas unas de otras pueden ser la una sin la otra y permanecer en su estado. Mas como en la naturaleza no se da el vacío (de lo cual he tratado en otro lugar14), sino que todas sus partes deben concurrir de suerte que no se dé el vacío, se sigue de esto también que [esas partes] no pueden distinguirse realmente, esto es, que la sustancia corpórea, en tanto que es sustancia, no puede dividirse. Si alguien, con todo, preguntase ahora por qué somos por naturaleza tan propensos a dividir la cantidad, le respondo que la cantidad es concebida por nosotros de dos maneras, a saber, abstractamente, o superficialmente, como cuando15 la imaginamos, o bien como sustancia, lo que solo hace el intelecto16. Si atendemos a la cantidad tal como está en la imaginación, que es lo que hacemos más a menudo y nos resulta más fácil, la encontraremos finita, divisible y compuesta de partes. Sin embargo, si atendemos a ella tal como está en el intelecto y la concebimos en tanto que es sustancia, lo cual es dificilísimo, entonces, como ya hemos demostrado suficientemente, la encontraremos infinita, única e indivisible. Lo cual será lo bastante manifiesto para todos los que sepan distinguir entre la imaginación y el intelecto. Sobre todo si también atienden a esto, a que la materia es la misma en todo lugar y a que en ella no se distinguen partes sino en tanto que la concebimos afectada de diversos modos, por lo que sus partes solo se distinguen modalmente, pero no realmente. Por ejemplo, concebimos que el agua, en tan-[60] to que es agua, se divide y que sus partes se separan unas de otras. Pero no en tanto que es sustancia corpórea, pues en cuanto tal ni se separa ni se divide. Además, el agua, en tanto que agua, se genera y se corrompe, pero en tanto que sustancia ni se genera ni se corrompe. Y pienso haber respondido con esto también al segundo argumento, pues se funda también en que la materia, en tanto que sustancia, es divisible y consta de partes. Y aun cuando esto no fuese así, desconozco por qué sería indigna de la naturaleza divina, pues (por la proposición 14) fuera de Dios no puede darse ninguna sustancia por la que padeciese. Digo que todas las cosas son en Dios y que todas las que se hacen, se hacen por las solas leyes de la infinita naturaleza de Dios, y que se siguen de la necesidad de su esencia (como enseguida mostraré). Por lo que no hay ninguna razón para poder decir que Dios padece en virtud de otra cosa o que la sustancia extensa es indigna de la naturaleza divina, aunque se la suponga divisible, con tal de que se conceda que es eterna e infinita. Pero sobre esto basta por ahora.