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LA CORZA BLANCA
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En un pequeño lugar[1] de Aragón,[1] y allá por los años de mil trescientos y pico, vivía retirado en su torre señorial un famoso caballero llamado don Dionís, el cual, después de haber servido á su rey[3] en la guerra contra infieles, descansaba á la sazón, entregado al alegre ejercicio de la caza, de las rudas fatigas de los combates.
[Footnote 1: un pequeño lugar. Veratón, a feudal town in the neighborhood of the Moncayo (see p. 8, note 1). Population (1900), 484.]
[Footnote 2: Aragón. "An ancient kingdom, now a captaincy-general of Spain, capital Saragossa, bounded by France on the north, by Catalonia on the east, by Valencia on the south, and by New Castile, Old Castile, and Navarre on the west, comprising the provinces of Huesca, Saragossa, and Teruel. It is traversed by mountains and intersected by the Ebro. During the middle ages it was one of the two chief Christian powers in the peninsula. In 1035 it became a kingdom; was united to Catalonia in 1137; rose to great influence through its acquisitions in the thirteenth and fourteenth centuries of Valencia, the Balearic Islands, Sardinia, and the Sicilies; and was united with Castile in 1479 through the marriage of Ferdinand of Aragon with Isabella of Castile." Century Dict.]
[Footnote 3: The kings who reigned in Aragon during the fourteenth century were as follows: Jaime II el Justo (1291–1327), Alfonso IV el Benigno (1327–1336), Pedro IV el Ceremonioso (1336–1387), Juan I el Cazador (1387–1395), and Martín (1395–1410).]
Aconteció una vez á este caballero, hallándose en su favorita diversión acompañado de su hija, cuya belleza singular y extraordinaria blancura le habían granjeado el sobrenombre de la Azucena, que como se les entrase á más andar el día engolfados en perseguir á una res en el monte de su feudo, tuvo que acogerse, durante las horas de la siesta, á una cañada por donde corría un riachuelo, saltando de roca en roca con un ruido manso y agradable.
Haría[1] cosa de unas dos horas que don Dionís se encontraba en aquel delicioso lugar, recostado sobre la menuda grama á la sombra de una chopera, departiendo amigablemente con sus monteros sobre las peripecias del día, y refiriéndose unos á otros las aventuras más ó menos curiosas que en su vida de cazador les habían acontecido, cuando por lo alto de la más empinada ladera y á través de los alternados murmullos del viento que agitaba las hojas de los árboles, comenzó á percibirse, cada vez más cerca, el sonido de una esquililla semejante á la del guión de un rebano.
[Footnote 1: Haría = 'it must have been.' See p. 5, note 2, and p. 42, note 1.]
En efecto, era así, pues á poco de haberse oído la esquililla, empezaron á saltar por entre las apiñadas matas de cantueso y tomillo, y á descender á la orilla opuesta del riachuelo, hasta unos cien corderos, blancos como la nieve, detrás de los cuales, con su caperuza calada para libertarse la cabeza de los perpendiculares rayos del sol, y su atillo al hombro en la punta de un palo, apareció el zagal que los conducía.
–Á propósito de aventuras extraordinarias, exclamó al verle uno de los monteros de don Dionís, dirigiéndose á su señor: ahí tenéis á Esteban el zagal, que de algún tiempo á esta parte anda más tonto que lo que naturalmente lo hizo Dios, que no es poco, y el cual puede haceros pasar un rato divertido refiriendo la causa de sus continuos sustos.
–¿Pues qué le acontece á ese pobre diablo? exclamó don Dionís con aire de curiosidad picada.
–¡Friolera! añadió el montero en tono de zumba: es el caso, que sin haber nacido en Viernes Santo[1] ni estar señalado con la cruz,[2] ni hallarse en relaciones con el demonic, á lo que se puede colegir de sus hábitos de cristiano viejo, se encuentra sin saber cómo ni por dónde, dotado de la facultad más maravillosa que ha poseído hombre alguno, á no ser Salomón,[3] de quien se dice que sabía hasta el lenguaje de los pájaros.
[Footnote 1: Viernes Santo = 'Good Friday,' the Friday of Holy Week, anniversary of the death of Jesus Christ. Friday has long been considered an unlucky day, and Good Friday, in spite of its name, has been regarded by popular superstition as a fatal day. One born on that day might have particular aptitude for witchcraft.]
[Footnote 2: señalado con la cruz = 'marked with the cross.' The reference here is doubtless to a birth-mark in the form of a cross, which would indicate a special aptitude for thaumaturgy or occultism. This might take the form of Christian mysticism, as in the case of St. Leo, who is said to have been "marked all over with red crosses" at birth (see Brewer, Dictionary of Miracles, Phila., 1884, p. 425), or the less orthodox form of magic, as is suggested here.]
[Footnote 3: Salomón = 'Solomon.' "A famous king of Israel, 993–953 B.C. (Duncker), son of David and Bathsheba.... The name of Solomon, who was supposed to have possessed extraordinary magical powers, plays an important part in Eastern and thence in European legends," Century Dict. "His wisdom enabled him (as legend informs us) to interpret the speech of beasts and birds, a gift shared afterwards, it was said, by his descendant Hillel (Koran, sura 37, Ewald, Gesch. Isr., iii, 407)." M'Clintock and Strong, Cyclopedia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature, N.Y., 1880, vol. ix, p. 871.]
—¿Y á qué se refiere esa facultad maravillosa?
–Se refiere, prosiguió el montero, á que, según él afirma, y lo jura y perjura por todo lo más sagrado del mundo, los ciervos que discurren por estos montes, se han dado de ojo para no dejarle en paz, siendo lo más gracioso del caso, que en más de una ocasión les ha sorprendido concertando entre sí las burlas que han de hacerle, y después que estas burlas se han llevado á término, ha oído las ruidosas carcajadas con que las celebran.
Mientras esto decía el montero, Constanza, que así se llamaba la hermosa hija de don Dionís, se había aproximado al grupo de los cazadores, y como demostrase su curiosidad por conocer la extraordinaria historia de Esteban, uno de éstos se adelantó hasta el sitio en donde el zagal daba de beber á su ganado, y le condujo á presencia de su señor, que para disipar la turbación y el visible encogimiento del pobre mozo, se apresuro á saludarle por su nombre, acompañando el saludo con una bondadosa sonrisa.
Era Esteban un muchacho de diecinueve á veinte años, fornido, con la cabeza pequeña y hundida entre los hombros, los ojos pequeños y azules, la mirada incierta y torpe como la de los albinos, la nariz roma, los labios gruesos y entreabiertos, la frente calzada, la tez blanca pero ennegrecida por el sol, y el cabello que le caía en parte sobre los ojos y parte alrededor de la cara, en guedejas ásperas y rojas semejantes á las crines de un rocín colorado.
Esto, sobre poco mas ó menos, era Esteban en cuanto al físico; respecto á su moral, podía asegurarse sin temor de ser desmentido ni por él ni por ninguna de las personas que le conocían, que era perfectamente simple, aunque un tanto suspicaz y malicioso como buen rústico.
Una vez el zagal repuesto de su turbación, le dirigió de nuevo la palabra don Dionís, y con el tono más serio del mundo, y fingiendo un extraordinario interés por conocer los detalles del suceso á que su montero se había referido, le hizo una multitud de preguntas, á las que Esteban comenzó á contestar de una manera evasiva, como deseando evitar explicaciones sobre el asunto.
Estrechado, sin embargo, por las interrogaciones de su señor y por los ruegos de Constanza, que parecía la más curiosa é interesada en que el pastor refiriese sus estupendas aventuras, decidióse éste á hablar, mas no sin que antes dirigiese á su alrededor una mirada de desconfianza, como temiendo ser oído por otras personas que las que allí estaban presentes, y de rascarse tres ó cuatro veces la cabeza tratando de reunir sus recuerdos ó hilvanar su discurso, que al fin comenzo dó esta manera:
–Es el caso, señor, que según me dijo un preste de Tarazona,[1] al que acudí no ha mucho, para consultar mis dudas, con el diablo no sirven juegos, sino punto en boca, buenas y muchas oraciones á San Bartolomé,[2] que es quien le conoce las cosquillas, y dejarle andar; que Dios, que es justo y está allá arriba, proveerá á todo. Firme en esta idea, había decidido no volver á decir palabra sobre el asunto á nadie, ni por nada; pero lo haré hoy por satisfacer vuestra curiosidad, y á fe á fe que después de todo, si el diablo me lo toma en cuenta, y torna á molestarme en castigo de mi indiscreción, buenos Evangelios llevo cosidos á la pellica, y con su ayuda creo que, como otras veces no me será inútil el garrote.
[Footnote 1: Tarazona. A venerable town of some 8800 inhabitants situated on the river Queiles, northeast of the Moncayo (see p. 8, note 1) and northwest of the town of Borja.]
[Footnote 2: San Bartolomé—'St. Bartholomew,' one of the twelve apostles, deemed by some to be identical with Nathanael. "Little is known of his work. According to tradition he preached in various parts of Asia, and was flayed alive and then crucified, head downward, at Albanopolis in Armenia. His memory is celebrated in the Roman Catholic church on August 24." Century Dict. In popular superstition St. Bartholomew is supposed to have had particular power over the devil, and prayers to this saint are thought to be specially efficacious against the wiles of the evil one. For a detailed account of St. Bartholomew's power over the devil, see Jacobi a Voragine, Legenda Aurea (Th. Graesse), Lipsiae, MDCCCL, cap. cxxiii, pp. 540–544.]
—Pero, vamos, exclamó don Dionís, impaciente al escuchar las digresiones del zagal, que amenazaban no concluir nunca; déjate de rodeos y ve derecho al asunto.
–Á él voy, contestó con calma Esteban, que después de dar una gran voz acompañada de un silbido para que se agruparan los corderos, que no perdía de vista y comenzaban[1] á desparramarse por el monte, torno á rascarse la cabeza y prosiguió así:
[Footnote 1: que no perdía de vista y comenzaban. Compare the use of the relative in this phrase with that to which attention has been called on p. 10, note 1.]
—Por una parte vuestras continuas excursiones, y por otra el dale que le das de los cazadores furtivos, que ya con trampa ó con ballesta no dejan res á vida en veinte jornadas al contorno, habían no hace mucho agotado la caza en estos montes, hasta el extremo de no encontrarse un venado en ellos ni por un ojo de la cara.
Hablaba yo de esto mismo en el lugar, sentado en el porche de la iglesia, donde después de acabada la misa del domingo solía reunirme con algunos peones de los que labran la tierra de Veratón,[1] cuando algunos de ellos me dijeron:
[Footnote 1: Veratón. See p. 25, note 1.]
—Pues, hombre, no sé en qué consista el que tú no los topes, pues de nosotros podemos asegurarte que no bajamos una vez á las hazas que no nos encontremos rastro, y hace tres ó cuatro días, sin ir más lejos, una manada, que á juzgar por las huellas debía componerse de más de veinte, le segaron antes de tiempo una pieza de trigo al santero de la Virgen del Romeral.[1]
[Footnote 1: la Virgen del Romeral. A hermitage in the locality.]