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Notas a la edición

Sylvia Saítta [1]

Este libro busca recuperar la historia y la experiencia de un momento fundamental en la reconstrucción de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires después de los años de universidades intervenidas por la dictadura militar de 1976. A partir de la llegada de Raúl Alfonsín a la presidencia del país en diciembre de 1983, intelectuales, científicos y científicas, psicoanalistas, investigadores de todas las áreas volvían a la universidad pública para intervenir, también desde ese ámbito, en los debates culturales, políticos y sociales que signaron la transición democrática. De este modo, regresaron quienes habían pasado años de exilio o de cárcel; quienes habían sido expulsados, o habían renunciado a sus cargos, después de la Noche de los Bastones Largos de 1966 o del corto período de la universidad nacional y popular de 1973; quienes habían integrado los diversos grupos de formación e investigación de la denominada “universidad de las catacumbas”, que transcurría en los ámbitos cerrados que imponía la dictadura.

Académicos, investigadores y científicos recuperaron la confianza en que, desde la propia especialidad, podían pensarse los problemas políticos, sociales, culturales que los diferentes sectores de la sociedad estaban debatiendo, y consideraron que esa tarea era parte inherente del ser universitario: “Me parece peligroso” –afirmaba Beatriz Sarlo en esos años–

que un universitario no pueda, dicho sea entre comillas, “perder su tiempo” dedicándose a pensar la política, la cultura, los medios de comunicación, los sectores populares. Que la crítica literaria sea un discurso autosuficiente me parece sumamente peligroso. Los grandes críticos de este siglo no han ejercido este discurso, si es que los grandes críticos son para nosotros Auerbach, Sartre, Roland Barthes, Bajtín.[2]

En este marco, David Viñas, Josefina Ludmer, Ramón Alcalde, Beatriz Sarlo, Enrique Pezzoni, Beatriz Lavandera, Noé Jitrik, Eduardo Prieto, María Teresa Gramuglio, Nicolás Rosa, Eduardo Romano, entre muchos otros, ingresaron como profesores de la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras. Eran los años de la primavera alfonsinista; los años en que docentes y estudiantes discutieron y modificaron el plan de la carrera; los años en que se buscaron otros modos de reflexionar sobre la literatura, la teoría y la crítica literarias, la lingüística, la lengua y la cultura clásicas.

En 1984, Beatriz Sarlo dictó por primera vez la materia sobre literatura argentina del siglo XX, que en la Universidad de Buenos Aires se llama Literatura Argentina II. Desde ese primer programa, propuso el diálogo entre la literatura argentina y la teoría literaria, la sociología de la cultura, la historia y la política argentinas, las grandes tradiciones nacionales y extranjeras, la historia cultural contemporánea. En los diecinueve programas que Sarlo pensó entre 1984 y 2002 –acompañada por Gramuglio hasta 1989–, se abordaron diferentes núcleos problemáticos que implicaron nuevos modos de leer en el ámbito académico argentino: nacionalismo y cosmopolitismo; lengua extranjera y traducción; los cruces entre la cultura popular y la cultura letrada; los procesos de modernización urbana; criollismo y modernidad; vanguardia estética y vanguardia política; el rol de las instituciones, los grupos y las formaciones en el campo literario. En sus programas de estudio, Sarlo proponía también algo por completo novedoso: intervenir críticamente en la literatura argentina que se estaba escribiendo en el mismo momento en que dictaba sus clases y, desde luego, en los modos de leer esa literatura.

Semana a semana, Sarlo armaba las piezas de un marco teórico, conformado principalmente por Roland Barthes, Pierre Bourdieu, Raymond Williams, Edward Said, los estudios culturales ingleses –cuyos libros, muchas veces, no habían sido todavía traducidos–, que se complementaban con las tareas de edición y traducción que venía realizando desde años atrás tanto en su trabajo en Eudeba, CEAL o Hachette como en Punto de Vista, la revista que dirigía desde 1978. Y a la vez, presentaba en sus clases un sistema literario –el denominado “canon Sarlo”, tantas veces comentado, criticado, discutido, por escritores y escritoras, colegas, la crítica literaria o las páginas del periodismo cultural– en el que convivían quienes ahora el público general reconoce como los grandes clásicos del siglo XX –Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Juan José Saer, Manuel Puig, Silvina Ocampo, Rodolfo Walsh– con los más contemporáneos: Fogwill, César Aira, Sergio Chejfec, Marcelo Cohen, Matilde Sánchez, Alan Pauls. Al mismo tiempo, para pensar la literatura argentina, Sarlo proponía hipótesis y categorías que rápidamente se convertirían en “lugares comunes” de la crítica literaria: el regionalismo no regionalista (en las narrativas de Saer o Héctor Tizón), la modernidad periférica (en el estudio de los procesos de modernización de los años veinte y treinta), el ideologema de las orillas (en los poemas de Borges), los saberes del pobre (como enciclopedia para leer a Roberto Arlt).

Quienes cursamos la materia en esos años aprendimos que el momento de enunciación de un texto explica mucho de lo que dice, o calla, una novela o un ensayo de crítica literaria; que la literatura construye sentidos, muchas veces fragmentarios o inconclusos, sobre la sociedad en la que se inscribe; que la crítica literaria es un ámbito de disputa ideológica y confrontación de sentidos; que la literatura y la historia de la literatura se escriben en los libros, pero también en las revistas, los diarios, los folletines sentimentales, las publicaciones periódicas; que reflexionar sobre literatura argentina es pensar la cultura nacional. Aprendimos también que las clases universitarias son ámbitos de imaginación razonada y de puesta a prueba de hipótesis de lectura; fuimos testigos de cómo lo que habíamos escuchado en las clases del programa de la materia que se llamó “Procesos de modernización cultural: Buenos Aires 1920-1930”, de 1987, se convertía, poco después, en el libro Una modernidad periférica. Buenos Aires 1920-1930, de 1988; vimos, en vivo y en directo, el modo en que mucho de lo que Sarlo había desplegado mientras dictaba los cursos de 1999, 2000 y 2001 –titulados “La pasión en la literatura argentina del siglo XX” y “Sujetos bajo influencia: Inscripciones en la literatura argentina del siglo XX”– reaparecía en La pasión y la excepción, de 2003.

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Para este libro, seleccioné algunas de las clases que Beatriz Sarlo dictó entre 1984 y 1988. No incorporé las clases introductorias a los sucesivos programas de la materia ni las referidas a escritores o textos literarios sobre los cuales Sarlo escribió artículos o capítulos de libros. Por eso no están en este volumen las clases dedicadas al Borges de las orillas, las vanguardias de los años veinte o las modernidades urbanas y las utopías rurales. Tampoco opté por reproducir las estructuras de los diferentes programas de estudio: como antes se señaló, María Teresa Gramuglio enseñaba una parte importante de sus contenidos.

Fijé una versión de esas clases a partir de las desgrabaciones existentes e intenté preservar la oralidad de la Sarlo-profesora de literatura argentina, evitando los ripios de la repetición –tan necesaria en términos didácticos pero inoportuna en un texto escrito–, así como las preguntas de los estudiantes y las interrupciones que se producían en el escenario del aula por parte de militantes de agrupaciones estudiantiles, vendedores ambulantes, o a causa de los tantos paros gremiales de finales de la década, cuyas marcas quedan en la extensión más reducida de algunas. Organicé los capítulos del libro siguiendo el orden de publicación de los textos literarios, y no el del dictado de las clases que, por eso mismo, aparecen fechadas. Sumé notas bibliográficas y completé las citas literarias.

Cursé la materia Literatura Argentina II en los años ochenta, siendo una muy joven estudiante de la carrera de Letras; en la actualidad, desde hace años, soy su profesora titular. Este recorrido no habría sido posible sin Beatriz Sarlo, gracias a quien descubrí, en sus clases, sus artículos críticos, sus investigaciones, sus libros, la inmensa generosidad con la que dirigió mi tesis de doctorado, que la literatura argentina es mi lugar en el mundo.

Tal vez, como dijo la misma Sarlo en su prólogo a Escritos sobre literatura argentina que edité en 2007, algunos lectores juzguen que este libro puede ser un error. Aun si así fuera, espero que logre transmitir lo que significaron esas míticas clases dictadas en los años ochenta, cuando todo estaba por hacerse y aprendimos, de una vez y para siempre, que la universidad pública es una pieza fundamental en la construcción de una sociedad más igualitaria.

Agradezco a Martina Delgado su minucioso trabajo de transcripción; a Siglo XXI y a Beatriz Sarlo, el haberme confiado la edición de este libro.

Ciudad de Buenos Aires, julio de 2021

[1] Investigadora del Conicet y profesora titular de Literatura Argentina II de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde integra la Comisión de Posdoctorado. Dirige Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas, <www.ahira.com.ar>, y proyectos de investigación sobre literatura, revistas culturales y prensa aprobados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y la Universidad de Buenos Aires. Escribió Regueros de tinta y El escritor en el bosque de ladrillos. Una biografía de Roberto Arlt; dirigió El oficio se afirma, tomo 9 de la Historia crítica de la literatura argentina; editó Hacia la revolución. Viajeros argentinos de izquierda, Escritos sobre literatura argentina de Beatriz Sarlo y numerosas compilaciones de la obra inédita de Roberto Arlt. Es integrante del Directorio de Eudeba, editorial en la que dirige, junto con José Luis de Diego, la colección “Serie de los dos siglos” desde 2010.

[2] Mónica Reynoso, “Beatriz Sarlo. Entrevista”, Revista de Lengua y Literatura, nº 3, mayo de 1988; pp. 55-60.

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