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Agradecimientos

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Hace ocho años, cuando acometí la labor de investigación para redactar este libro, los debates acerca de «las mujeres negras y el feminismo» y «el racismo y el feminismo» eran poco frecuentes. Tanto amistades como desconocidos se apresuraban a cuestionar y ridiculizar mi preocupación por la situación de la mujer negra en Estados Unidos. Recuerdo una cena en la que hablé del libro y una persona, con voz estentórea y ahogándose de la risa, exclamó: «¡Pero ¿qué se puede decir de las mujeres negras?!». Otros se sumaron a sus carcajadas. Yo había escrito en el manuscrito que la existencia de las mujeres negras solía olvidarse, que con frecuencia se las ignoraba o denostaba, y mi vivencia en el momento de compartir las ideas recogidas en este libro me demostró que tales afirmaciones eran ciertas.

En la mayoría de las fases de mi trabajo conté con la ayuda y el apoyo de Nate, mi amigo y compañero. Fue él quien, al verme regresar de las bibliotecas enfadada y decepcionada por el hecho de que hubiera tan pocos libros sobre mujeres negras, me dijo que debería escribir uno. Y también buscó documentación y me ayudó de modos diversos. Otra fuente impresionante de aliento y apoyo a mi trabajo procedió de las compañeras negras con quienes trabajé en la Oficina Telefónica de Berkeley entre 1973 y 1974. Cuando dejé el trabajo para matricularme en el curso de posgrado universitario en Wisconsin, perdí el contacto con aquellas mujeres, pero su energía y su sensación de que había mucho que explicar acerca de las mujeres negras, así como su creencia en que yo podía hacerlo, me ha servido siempre de puntal. Durante el proceso de edición, Ellen Herman, de South End Press, ha sido de suma ayuda. Nuestra relación ha sido política; hemos trabajado para tender puentes entre lo público y lo privado y convertir el contacto entre una escritora y una editora en una experiencia reafirmante, en lugar de deshumanizadora.

Este libro está dedicado a Rosa Bell Watkins, quien nos enseñó a mí y a mis hermanas que las mujeres debemos tratarnos con respeto, protección, aliento y amor entre nosotras y que la sororidad empodera.

¿Acaso no soy yo una mujer?

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