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Presentación

Mateo, el evangelista, ha agrupado en un capítulo de su evangelio algunas de las parábolas que Jesús ha predicado y que tienen como hilo conductor el Reino de los cielos. Nos cuenta que Jesús cuando llega al final de este discurso –llamémosle parabólico– pregunta a los discípulos oyentes:

«“¿Habéis entendido todo esto?”. Ellos le responden: “Sí”. Él les dijo: “Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo”». (Mt 13,51-52)

Ya sabemos que cuando está diciendo esto quiere hablar de la relación que existe entre el Antiguo Testamento y el Evangelio para dejar bien claro que lo que había sido anunciado en la antigüedad es lo que ahora se realizaba plenamente. Por eso el Antiguo Testamento tiene validez y sirve para comprender con mucha más profundidad lo que Jesús está predicando. No hay contradicción, eso es lo que quiere dejar bien claro. El seguidor de Jesús mantiene todas las riquezas de la alianza antigua y añade la gozosa novedad del Reino. Su tesoro está hecho de lo nuevo y lo antiguo. Es lo que sucedía cuando un escriba se hacía cristiano, lo que ocurrió en los inicios, en las primeras comunidades cristianas eclesiales; pero es también una invitación a conseguir que cada cristiano sea como este escriba convertido. Lo aparentemente antiguo lo enriquecerá para vivir mejor la novedad del Reino. Su tesoro estará hecho de «lo nuevo y lo antiguo» que se interpretarán mutuamente haciendo más viva la luminosidad del Reino.

Los autores cristianos, y de una manera muy especial los de los inicios, sacaron a la luz las perlas bíblicas antiguas y nuevas, deseosos de mostrar cómo formaban todas juntas el único tesoro del Reino que Dios ha puesto a disposición de la humanidad y que precisamente por eso no se agota nunca. Los comentarios bíblicos que hacen, las homilías que predican en estos tiempos iniciales que conocemos como la época de los Padres de la Iglesia, constituyen las perlas del tesoro confiado por Jesús y las brindan como un maravilloso regalo. Son eternamente nuevas, llenas de sabiduría y de conocimiento de Dios y, por eso mismo, son siempre actuales, aunque nos puedan parecer que son viejas por el paso del tiempo. Como ocurre con las joyas, su antigüedad hace más evidente su valía.

Tras la privilegiada época inicial esta tarea continúa en la Iglesia a través de los doctores inspirados que sacan a la luz para cada momento histórico la riqueza eterna del Evangelio. Y la Iglesia la ofrece como lectura espiritual para hacernos sentir más viva la joya del tesoro del cual Dios nos ha hecho depositarios. Son perlas nuevas, cinceladas por el paso de la historia, que nos hacen llegar de nuevo el Evangelio de siempre.

Así, después del único e inmenso tesoro bíblico, tenemos un verdadero tesoro de textos teológicos de gran profundidad espiritual y a menudo de una belleza incomparable.

Con este libro que ahora tiene en sus manos ha pasado algo parecido a lo que la parábola decía del preciado cofre cerrado. Un «padre de familia», el P. Bernabé Dalmau, ha sacado para nosotros de este tesoro de textos que la Iglesia ofrece para la oración del Oficio de lectura de la Liturgia de las Horas unas verdaderas perlas. Las ha seleccionado con su criterio bien probado a lo largo de años y años de lectura espiritual y nos las ofrece.

Son joyas del tesoro eclesial que vienen después de la lectura bíblica, sobre todo del Antiguo Testamento pero también del Evangelio y de los otros textos del Nuevo. Y desde aquí nos acompañan en la vida de cada día, llenos de una frescura siempre nueva.

Joan Torra

Director de la colección Dossiers CPL

Los mejores textos eclesiales de la Liturgia de las Horas

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