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Elementos de demografía morisca

El tema de la demografía morisca es inagotable. Desde los escritos polémicos y venenosos de los contemporáneos, los de Damián de Fonseca, de Marcos de Guadalajara y Javier, de Aznar Cardona, hasta los estudios más recientes, las reflexiones sobre la nupcialidad y la fecundidad de los cripto-musulmanes no han faltado.[1] Dos ejemplos entre las últimas aportaciones: en primer lugar, en su tesis sobre los moriscos de Ávila, Serafín de Tapia ha demostrado que la fecundidad de los moriscos era superior a la de los cristianos viejos. Atribuye el fenómeno a la precocidad del casamiento entre las mujeres de la comunidad minoritaria.[2] Sin embargo, observa también que la mortalidad infantil, sensiblemente más elevada entre los moriscos, tiende a reducir la diferencia inicial. Por otra parte, Eugenio Ciscar Pallarés ha estudiado la demografía de las poblaciones valencianas de Catadau y Llombai, la primera habitada exclusivamente por moriscos, la segunda, una entidad mixta. Llega a la conclusión de que los criptomusulmanes tienen una fecundidad y una densidad ligeramente más elevadas que las de los cristianos viejos.[3]

Si bien Serafín de Tapia y Eugenio Ciscar Pallarés se muestran con razón extremadamente prudentes en la utilización de sus datos, aportan confirmaciones a los resultados obtenidos por muchos investigadores de los últimos veinte años. La edad del primer casamiento de las mujeres, factor esencial de la fecundidad, es un poco más baja entre las moriscas que entre las cristianas viejas. A este respecto las opiniones de los adversarios de los cripto-musulmanes son fundadas. Por el contrario, poca atención ha merecido la segunda afirmación de los polemistas, a saber, la generalización del matrimonio. Se ha limitado a exponer la evidente banalidad de la inexistencia del celibato eclesiástico y a demostrar la débil difusión de la poligamia.

Es preciso volver a las prácticas matrimoniales. Ciertamente el estudio de la nupcialidad es difícil porque los registros parroquiales apenas nos informan sobre el tema. Pero es posible recurrir a otros documentos como las confesiones registradas por los inquisidores en período de edicto de gracia. Por la extensión de las preguntas planteadas sobre la identidad de todos los miembros de una misma familia y por el gran número de las personas interrogadas, que permite confrontar las respuestas y detectar los errores voluntarios o involuntarios, estos testimonios son preciosos. Ahora disponemos para varias localidades de la Ribera Alta valenciana, a unos cuarenta kilómetros al sur de la ciudad del Turia (Benimodo, Benimuslem, Carlet), de series que permiten a la vez un estudio cuantitativo sólido y una fina aproximación cuantitativa.[4]

Primer caso, el de Carlet, villa de 200 vecinos aproximadamente, donde la inmensa mayoría de la población es morisca. De las 317 declaraciones conservadas y encontradas, 210 fueron realizadas por mujeres de las cuales la más joven tiene 11 años,[5] 164 están casadas o lo han estado. Sobre todo, si se examina la edad de las declarantes, constatamos que únicamente cuatro de las mayores de 25 años permanecen solteras. ¡Y aún más! Sólo el caso de Axa Tarrabona, 40 años, no plantea ninguna incertidumbre. Porque, si Zoyra Mandet, 50 años, afirma que «no tiene marido ni hijos», el escribano añade al margen «viuda de Fernando Amete», anotación proveniente sin duda de verificaciones hechas por el inquisidor. ¿Se trata de una unión que la interesada ha intentado ocultar? Nexma Pozanquet, 30 años, y Nexma Caxut, 40 años, presentan su situación en términos diferentes. La primera confiesa tener tres hijos de 12, 9 y 6 años cuyo padre es un cierto Cacim Ferrer. Nexma Caxut dice con desenfado haber tenido unas traviesas con Hierónimo Alasdrach de las que tiene tres hijos de 11, 9 y 5 años. Concubinatos o casamientos a la musulmana que estas mujeres no quieren revelar y no podemos resolver. El caso es que no queda más que un único ejemplo de celibato comprobado. La más alta tasa de nupcialidad está realzada por el hecho conocido de que las moriscas se casan tempranamente. En el caso presente vemos que casi todas las mujeres de más de 20 años (24 de las 27, que tienen de 21 a 25 años) y la mitad de las que tienen entre 16 y 20 años (22 de las 43 de este tramo de edad) han contraído ya segundas nupcias. Localmente hay una generalización del matrimonio.

Una comprobación idéntica pude hacer en Benimodo y en Benimuslem. Disponemos de 80 confesiones femeninas –dentro de un conjunto de 159– para la primera de estas dos villas, cifra que debe representar seguramente más de los dos tercios de todas las que tienen la obligación de presentarse al interrogatorio. Ahora bien, 65 de estas mujeres tienen o han tenido un cónyuge. ¡De las otras 15, una sola tiene más de 21 años! Se trata de Axa Segarreta, 70 años, que según anotó el escribano «no tiene hijos porque no es casada ni lo ha sido». Sólo ella escapa a la norma. Y, sin embargo, en este caso aún tenemos una ligera duda ya que es calificada como viuda doncella. Extraña mención que quizás descubre un momento de descuido de quien hizo el registro. Parece, pues, que las solteras adultas sean probablemente tan raras entre ellas que no hemos encontrado sus declaraciones. El examen del estado civil de las madres, hermanas o hijas de las declarantes revela la existencia de otra soltera de más de veinticinco años. Nuzeya Granati es, según su hermana Fute, una doncella de 30 años, pero para Xumeica, otra hermana, es una moza por casar de 25 años. Por tanto, todas las esperanzas no se han perdido.

Idéntico escenario en Benimuslem. 21 mujeres vienen a confesarse. Una sola, 17 años, es soltera. Entre las casadas, una no tiene más que 14 años y otra, 15. Así pues, en las tres villas estudiadas, no sólo el matrimonio es precoz (en un trabajo anterior habíamos dado una edad media de 18 años y un mes para Carlet, de 16 años y 8 meses para Benimodo), sino que el casamiento concierne, con algunas raras excepciones, a casi todas las jóvenes.[6] Con seguridad no encontramos, entre estas moriscas, huella alguna de vocación eclesiástica que venga a frenar la nupcialidad, ni incluso de esas doncellas que, tan numerosas en un medio cristiano viejo, permanecen junto a sus padres ancianos o se incorporan al hogar de un hermano (o de una hermana) mayor.

Estos primeros datos se ven reforzados por otros que no son menos dignos de atención. En primer lugar, las segundas nupcias, cuya importancia es patente en la sociedad morisca de la Ribera Alta. Del grupo de las 121 mujeres casadas de Carlet de las que conocemos todos los detalles del casamiento, 16 son viudas. En Benimodo, se enumeran 6 viudas entre las 65 mujeres casadas y en Benimuslem, 5 entre las 20 mujeres casadas de nuestra muestra. Globalmente para las tres comunidades, las viudas representan el 13,1 % de las mujeres casadas. Ahora bien, en la España del Antiguo Régimen, se ha constatado muchas veces la existencia de viudas a la cabeza de un número elevado de hogares. Bartolomé Bennassar ha evaluado su porcentaje en el 15 % para Valladolid y 25 localidades del territorio de esta ciudad, el 19 % para Segovia, 20 % para Burgos y 21 % para Medina del Campo.[7] Para Annie Molinié-Bertrand, représentent dans la Castille du xvie siècle près du cinquième du total des vecinos.[8] Es evidente que Carlet, Benimodo y Benimuslem se separan de este modelo. Los hogares bajo la responsabilidad de viudas son, según toda probabilidad, muy inferiores al 15 %, porque en ningún caso, de todos los que hemos identificado, se encuentra una viuda a la cabeza de una célula autónoma. Inversamente, en cualquier localidad castellana había viudas que no eran jefes de familia. La diferencia entre el mundo morisco y la realidad del cristiano viejo, en esta materia, no debe ser despreciable.

Afinemos el análisis, Annie Molinié-Bertrand, a partir del examen de los registros parroquiales de la zona cantábrica señala que los casos de segundas nupcias de las viudas son raros. Ahora bien, volvamos de nuevo a las villas de la Ribera Alta. Doce de las 121 mujeres de Carlet se han casado dos veces y todas tenían al menos un hijo vivo en el momento del segundo matrimonio. La mitad de ellas incluso tenían dos o más. He descubierto también a dos mujeres de Benimodo y cinco de Benimuslem que se han casado una segunda vez. Dos de estas últimas, Zaara Pachot y Xuxa Marcet, 50 años la una y la otra, han contraído además una tercera unión. ¿Quién se vuelve a casar y quien permanece viuda? La pregunta es de las más interesantes. Recordemos que hemos enumerado, entre las tres villas, 27 viudas que quedaban solas y 19 que encontraron un nuevo marido. La diferencia entre estas dos cifras no es considerable. Sólo dos de las 27 mujeres sin cónyuge tienen una edad declarada inferior a 40 años: una habitante de Benimodo tiene 35 años, otra de Carlet, 36 años. Y esta última, Fátima Alami, ha dado a luz un sexto hijo hacía pocos meses. Su marido, con toda probabilidad, había fallecido recientemente. Por su parte, Xuxa Corcox, 60 años, de Benimodo, señala que su marido ha muerto diez u once años antes. Tenía, por tanto, con seguridad más de 40 años en el momento de la ruptura de la unión. En cambio, las viudas vueltas a casar pueden ser claramente más jóvenes. Axa Bonet, de Carlet, tiene 30 años, Fátima Sale, de Benimodo, 28 años y Nuzeya Barber, de Benimuslem, 25 años.

Es igualmente claro que los tiempos de viudedad de las mujeres jóvenes es breve. 5 años separan los nacimientos del tercer y cuarto hijo de Meriem Xinú. El tercero es fruto de su primer matrimonio, el siguiente del segundo. La separación se reduce a 3 años para Nexma Alami, 2 años para Axa Titi, todas de Carlet, y a un año para Zaara Pachot, de Benimuslem. Un último hecho: los segundos esposos de las viudas pueden ser de cualquier edad. Sin, de Benimuslem, el nuevo esposo de Nuzeya Barber, tiene, con sus 35 años, diez más que ella; el de Fátima Chaan, 40 años, tiene 60; y en Benimodo, el de Fátima Sale, 28 años, tiene 70. Pero también el segundo marido de Xuxa Marcet, de Benimuslem, no tiene más que 28. De este conjunto de datos se desprende la convicción de una utilización máxima de las posibilidades de reproducción.

Los moriscos que ignoran el celibato se casan entre ellos. Sus más feroces adversarios denuncian la endogamia y los legisladores intentan ponerle un freno. En vano. El ejemplo de las tres villas de la Ribera Alta es una perfecta ilustración del fracaso de las autoridades. El conjunto estudiado representa, teniendo en cuenta los ascendientes y los colaterales de las declarantes, cerca de 500 uniones. Una sola ha unido a una morisca y un cristiano viejo. Se trata precisamente de Xuxa Marcet quien, en primeras nupcias, se ha casado con un cierto Soler, cristiano viejo, del que no se conoce su origen geográfico. La pareja ha tenido una hija, Joana Delfina, casada también con un cristiano viejo e instalada en Alcira, importante localidad próxima a Benimuslem donde la comunidad morisca es muy reducida. Sin embargo, Xuxa Marcet, después de la muerte de su primer marido, vuelve al redil. Sus otros dos esposos son moriscos y el hijo de la segunda unión, Homaynad Marrad, contrae matrimonio con una morisca de Ènova, villa situada a una decena de kilómetros al sur de Benimuslem.

Xuxa Marcet y sus hijos no han ido nunca muy lejos para encontrar a sus cónyuges, lo que sucede con todos sus conciudadanos. Las 43 uniones analizadas de Benimuslem, tanto de quienes residen en la localidad, como las formadas por un nativo del lugar y de su cónyuge, así lo atestiguan. El examen del cuadro II, que enumera todos los lugares de donde son originarios los cónyuges, muestra que, si se omiten dos localidades que no he sabido identificar, sólo una mitad de los interesados están ya instalados en Benimuslem o viven en núcleos de población situados a menos de diez kilómetros. Alrededor de una cuarta parte viven o pertenecen a dos lugares distantes entre 10 y 20 kilómetros; y una última cuarta parte en otros núcleos a más de 20 kilómetros, los más lejanos, a menos de 100 kilómetros, en Teresa y Vall d’Uixò. El rasgo principal es aquí una relativa exogamia geográfica. Que un cuarto de los habitantes de Benimuslem encuentre cónyuge en su localidad es poco y contrasta con las realidades de Benimodo y Carlet. En Benimodo, para 82 uniones contempladas, 65 unen a dos habitantes de la población. Y las otras 17 personas no vienen de muy lejos: 8 son originarias de las localidades inmediatas de Carlet, Recelain y Llombay; 5 han recorrido entre 15 y 20 kilómetros (Antella, Corbera, Navarrés) para cambiar de residencia; otra, alrededor de 40 kilómetros (Manises); y una última, 80 kilómetros (Vall d’Uixò). Dos excepciones, sobre las que volveremos, deben atraer nuestra atención: dos mujeres vienen de la región de Granada. Para Carlet, me exponía, por causa de las grandes dimensiones de la encuesta, a los riesgos de contabilizar repeticiones; de ahí que me haya limitado a un sondeo de 62 casos en los que el lugar de origen estaba especificado. 52 de estas uniones atañen a habitantes de Carlet. Cuatro cónyuges son de Benimodo, muy próximo, 2 res-pectivamente de Albalat de la Ribera y de Picassent, distantes una veintena de kilómetros. Los otros cuatro pertenecen a localidades situadas a unos cincuenta kilómetros de Carlet. Puedo asegurar que la lectura de todas las declaraciones confirma la fuerte tendencia a la endogamia. Una sola desviación al respecto, dos «granadinas» han contraído matrimonio con hombres de la población de la Ribera. Este caso es un signo que no engaña. Estas mujeres son huidas del levantamiento morisco que, entre 1568 y 1570, ha asolado el conjunto del reino de Granada, y que, a pesar de las prohibiciones, han podido establecerse en el seno del reino de Valencia. Su presencia revela la fuerte solidaridad intermorisca, practicándose aquí en favor de unas mujeres consideradas por las autoridades como indefectiblemente ligadas al islam.

Otro aspecto de la endogamia en Benimodo y Carlet se descubre por los tipos de alianza privilegiados por los habitantes. Buscar un cónyuge en el lugar para su hijo o su hija permitía a menudo estrechar unos lazos ya existentes entre dos familias, o crear alguno nuevo especialmente sólido. Conviene insistir sobre la extensión de la práctica del matrimonio entre primos hermanos, tan a menudo prohibida por la legislación, y también, sobre la de las alianzas cruzadas entre dos familias. En Carlet, he observado al menos cinco matrimonios entre primos hermanos y otros ocho probables en Benimodo. La frecuencia al recurso de los matrimonios cruzados o múltiples es impresionante. Entre las dos villas de Carlet y Benimodo, he enumerado 19. Y pueden habérseme escapado otros. Algunos ejemplos: en Benimodo, Homaymad Pili, 30 años, se casa con Axa Tace, 26 años, mientras que su hermana Nuzeya, 26 años, une su vida a la de Zaad Taxe, hermano de Axa, de 32 años de edad. Las modalidades del acuerdo son perfectamente similares. También en Benimodo, tres hermanos Zolaytan contraen matrimonio con tres hermanas Perell, y una de sus sobrinas, hija de una hermana, se une a su vez con un Perell. Acen e Yceff Castellano toman como esposas a Meriem y Fátima Ratal, mientras que su hermana, Meriem, se casa con Acanet Mandrani, probablemente su primo hermano. La red de alianzas, reactivadas sin interrupción, debe mucho a las oportunidades que ofrece el matrimonio. En Carlet, Azmet Bonany y su sobrina Axa Burret se unen a dos hermanos, Jaled y Futey Mundi. Para Azmet, se trata evidentemente de una segunda unión. Del mismo modo, en Benimodo, Homaymad Mandet y su hijo Azmet se casan con dos hermanas Morrut. Detengámosnos para terminar con un caso en apariencia complejo pero ejemplar. Zoayra Mofferrig ha contraído nupcias dos veces. De Zaad Ratal, ha tenido a Meriem, que tiene 44 años en 1574, y de Cilim Pili, a Fátima, 24 años; Cilim Pili había tenido una primera unión con una cierta Fátima, de la que había nacido Azmet Pili, de 40 años en el momento de la encuesta. Ahora Azmet es el marido de Meriem Ratal. He aquí a los dos hermanos convertidos en cuñados. Añadamos que Fátima Pili se casa a su vez con Yceff Mofferrig.

Celibato casi desconocido, casamiento precoz, frecuencia de las segundas nupcias son rasgos que no han escapado a los detractores de la comunidad morisca. A partir de estos comportamientos comprobados, estigmatizan la elevada fecundidad de los criptomusulmanes. Se tendría la tentación de darle la razón en este punto, pero el estado de los registros parroquiales no nos permite hacer puntualmente las verificaciones oportunas. No obstante, podemos reflexionar a partir de los datos que suministra el expediente de los interrogatorios de Carlet, Benimodo y Benimuslem. He contabilizado en Carlet 290 niños vivos para 121 mujeres casadas, o sea, una media de 2,39; en Benimodo, 142 niños vivos para 65 mujeres casadas –una media de 2,18–; y en Benimuslem, 27 niños para 13 mujeres –una media de 2,08. Es preciso confesar que si bien estas cifras traducen la existencia de una fecundidad elevada, no hay, sin embargo, en ellas nada de excepcional. Sobre esas bases la población morisca crece con una rapidez poco diferente de la del conjunto de la sociedad, en este siglo XVI de progresión demográfica general.

¿Cómo explicar la diferencia? Sin duda alguna, se puede afirmar que la mortalidad, la mortalidad infantil esencialmente, viene a corregir los efectos de la fecundidad. En Benimodo, Homaymad Pili, 26 años, viudo, indica que no tiene ya ningún hijo vivo. Fátima Sale, 28 años, declara no tener hijos vivos de sus dos maridos sucesivos. Xameica Xat es madre de cuatro hijos, «que le quedan». En Carlet, Fátima Aniff, 55 años, Xuxa Ayet, 60 años, Geyma Dor­mes, 45 años, Axa Gomiri, 40 años, Fátima Alani, 36 años, emplean esta misma fórmula «los hijos que les quedan». En cuanto a Meriem Albayez, 20 años, y Axa Comixi, 27 años, una y otra hablan de un hijo que han perdido. No po­demos evaluar nada porque los inquisidores se desinteresan de este aspecto, pero las numerosas confidencias espontáneas de las interesadas no pueden ser ignoradas.

Otro freno a la expansión demográfica, la movilidad. No sabemos gran cosa de las ausencias más o menos prolongadas de habitantes de las villas estudiadas. Mas, de aquí y de allá, rebuscamos algunas informaciones sobre el exilio deliberado y sin duda definitivo hacia el Norte de África: Zaad Firen y Edarn Mandet, de Benimodo, el marido y el yerno de Zoayara Comanda, Zaad Querfe, los tres de Carlet, se encuentran todos instalados en Argel. Aunque sean muy impresionistas y muy parcelarias, estas indicaciones testimonian un movimiento que afecta únicamente a los hombres y que, por tanto, separa a lo largo del tiempo a los miembros de una unión. ¿Se podrá un día descubrir las fuentes que nos permitan medir este fenómeno?

En todo caso los polemistas no quieren tomar en cuenta estos datos a fin de no disminuir el alcance de su demostración. De la emigración no retienen más que la dimensión religiosa, la enunciación de un ataque profundo al islam. En este nivel también, los moriscos son a sus ojos altamente culpables. Los lazos que la menor localidad de los reinos de Valencia y de Granada tejen con los berberiscos revelan la realidad e importancia del peligro. De hecho el atractivo de las tierras musulmanas no hacía más que confirmar la intencionalidad y la nocividad del conjunto de los comportamientos demográficos de los minoritarios. Estos moriscos de modo continuo casados y vueltos a casar manifestaban permanentemente su profundo desprecio por el estado de celibato. Incapaces de dominar sus impulsos, se burlaban de los valores a los que unos eclesiásticos como Fonseca y Aznar Cardona estaban particularmente ligados.

Asustados, estos últimos no quisieron en absoluto comprender la significación profunda de las prácticas matrimoniales moriscas. Además de la adhesión a costumbres ancestrales, es preciso ver en ello un reflejo de supervivencia. He intentado subrayar que la generalización del matrimonio, la frecuencia de las segundas nupcias, la edad precoz del primer casamiento eran comunes a las tres villas de Benimodo, Benimuslem y Carlet. Pero, a la vez, también he contrapuesto la exogamia de Benimuslem a la endogamia de las otras comunidades. Recordemos que hemos detectado el único caso de matrimonio mixto, precisamente en Benimuslem y en esta villa hemos observado algún ejemplo de emigración al Norte de África y alguna presencia de moriscos granadinos. Ahora bien, casi la mitad de los habitantes de Benimuslem, al presentarse ante el inquisidor, invocan una ortodoxia cristiana absoluta. Y el inquisidor parece convencido.

Es verdad que diversos indicios, como el retroceso muy claro de la circuncisión –contrariamente a Benimodo y Carlet– incita a creer a los declarantes. Me parece que aporto otros que también han de tenerse en cuenta. La exogamia matrimonial es innegablemente un factor que ha minado la cohesión de Benimuslem. En Benimodo y en Carlet desconfían instintivamente de toda persona llegada de otra parte, no sin razón. Casarse entre sí es el mejor medio de preservarse. La preservación de la identidad tiene este precio.

NOTA: Publicado en E. Sarasa y E. Serrano (eds.), La Corona de Aragón y el Mediterráneo, s XV-XVI. Zaragoza, 1997, pp. 145-153.

[1] Pedro Aznar Cardona, Expulsión justificada de los moriscos españoles, Zaragoza, 1612; Damián Fonseca, Justa expulsión de los moriscos de España con la instrucción apostasía y traición dellos y respuesta a las dudas que se ofrecieron acerca desta materia, Roma, 1612; Marcos de Guadalajara y Javier, Memorable expulsión y justísimo destierro de los Moriscos de España, Pamplona, 1613.

[2] Serafín de Tapia Sánchez, La comunidad morisca de Ávila, Salamanca, 1991, pp. 68 y ss.

[3] Eugenio Ciscar Pallarés, Moriscos, nobles y repobladores, Valencia, 1993, pp. 111-112.

[4] La documentación se encuentra repartida entre el Archivo Histórico Nacional de Madrid, sección Inquisición, legajos 544 y 803/20 y algunos archivos privados.

[5] 5 Las edades indicadas hay que tomarlos con cierta precaución, pero tenemos muchos ejemplos de la voluntad del inquisidor de llegar a la realidad más certera. Doy por tanto los años sin la menor corrección.

[6] R. Carrasco y B. Vincent, «Amours et mariage chez les morisques au xvie siècle», en Amours légitimes, amours illégitimes en Espagne (xvie-xviie siècles), ed. A. Redondo, París, 1985, p. 147; traducción española en B. Vincent, Minorías y marginados en la España del XVI, Granada, 1987, pp. 50-51.

[7] Bartolomé Bennassar, Valladolid au siècle d’or, París, 1967, p. 191.

[8] Annie Molinié-Bertrand, Au Siècle d’Or, l’Espagne et ses hommes, la population du Royaume de Castille au XVIe siècle, París, 1985, p. 341.

El río morisco

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