Читать книгу El condado de Dénia en tiempos de Alfonso el Viejo - Bernardo Tomás Botella - Страница 7
ОглавлениеINTRODUCCIÓN
Si hay dos nombres propios importantes para cualquier investigador que pretenda acercarse al estudio del condado de Dénia y de su primer señor, Alfonso de Aragón y Foix, son sin duda los de Julia Campón y Jaume Castillo. Partiendo de historias locales clásicas que intentó completar, corregir y superar,1 Campón ofreció por vez primera una imagen de conjunto, analizando la creación del condado, definiendo sus límites, y abordando distintos aspectos de su historia, todo ello en un buen número de trabajos publicados desde mediados de los años ochenta.2 Por su parte, en 1999 veía la luz el trabajo de Jaume Castillo sobre la figura de Alfonso el Viejo, uno de los grandes señores feudales de las coronas castellana y aragonesa en la baja Edad Media. Marqués de Villena, conde de Ribagorza y Dénia, barón de Arenós, señor de los valles de Ayora y Cortes y duque de Gandia desde 1399, aglutinó un inmenso patrimonio que permaneció intacto, salvo algunas modificaciones puntuales y poco significativas, desde 1366 hasta que el marquesado de Villena fue confiscado y revirtió al reino de Castilla en 1395, para finalmente reintegrarse en la Corona de Aragón tras la desaparición de la dinastía de los primeros duques de Gandia a la muerte de Alfonso el Joven en 1425. El autor, además de compendiar y revisar una larga lista de publicaciones, aportaba gran cantidad de información nueva sobre un personaje que abordaba en el sentido más amplio del término, tanto desde la perspectiva familiar y señorial, como en el papel protagonista que jugó en la alta política de su tiempo, reconstruyendo así, con todas sus derivaciones e implicaciones, una apasionante trayectoria vital marcada por las luces y sombras propias de su relevancia histórica.3
Como no podía ser menos, nuestro estudio es deudor de las aportaciones de Campón y Castillo, más aún si tenemos en cuenta que la fuente utilizada por ambos, en el primer caso de manera casi exclusiva, y en el segundo como parte importante del conjunto de la masa documental consultada, es la misma que nutre el presente trabajo: los registros contables que los dos receptores del condado de Dénia compusieron entre 1369 y 1419. Nuestro objetivo es presentar las diversas fuentes de ingresos señoriales gestionadas por esos oficiales y el numerario efectivo que de ellas recibían, el líquido que cada ejercicio administrativo entraba físicamente en los cofres de las receptorías.
Para la organización de sus dominio señoriales, Alfonso de Aragón tomó como modelo la hacienda real, algo lógico si tenemos en cuenta que tanto él como sobre todo su padre fueron educados a la sombra de la corte regia, que constituía un ejemplo excelente del que extraer el organigrama de gestión y las herramientas administrativas necesarias para vertebrar un señorío tan vasto y disperso. Al frente de los territorios alfonsinos encontramos tres bailes generales (para el condado de Ribagorza, para la baronía de Arenós, y para los valles de Ayora y Cortes) y tres receptores (uno para el marquesado de Villena, otro para los cristianos, judíos y ciertas morerías de la circunscripción fiscal del condado de Dénia, y un tercero para el resto de musulmanes de dicho condado). Estos seis oficiales confeccionaban anualmente unas memorias financieras de similar estructura interna: divididas en sendos capítulos de entradas y salidas, los ingresos se agrupaban por lugares, y dentro de cada uno de éstos según el concepto por el que se percibían, anotándose quienes lo hacían efectivo y la suma abonada; por su parte, en el apartado de gastos se anotaba la fecha, el destinatario del pago, su importe y el motivo del mismo.
Fue el estado de conservación de las cuentas expedidas por los receptores del condado de Dénia lo que condicionó la cronología del presente trabajo. Estos registros, junto con los confeccionados por los bailes de Ribagorza y Arenós, se custodian actualmente en el fondo Maestre Racional del Archivo del Reino de Valencia, donde forman parte de una vasta serie documental catalogada como «marquesado de Villena».4 En cuanto a la fecha inicial, nuestra decisión quedó supeditada a las propias circunstancias históricas: además de afectar a la economía señorial, la llamada Guerra de los Dos Pedros también se llevó por delante el archivo de Alfonso de Aragón (com cremaren los castellans la major part de Gandia, en special l’arxiu ab les escriptures qe·y eran, foren cremats los comptes tots e altres cauteles),5 y por tanto, la información que aportan los registros de Maestre Racional es posterior a 1365 en su práctica totalidad.6 Pudimos elegir, por el contrario, el período cronológico a abarcar, aunque a la postre esta fue una de las decisiones más difíciles de tomar.
La cantidad y calidad de la fuente (que en el caso de las cuentas del receptor de los cristianos del condado de Dénia está prácticamente completa hasta el momento en que los señoríos de Alfonso el Joven revirtieron a la corona) se hizo patente desde el primer momento en que nos aproximamos a su estudio. La idea de cubrir toda la extensión cronológica que ofrecía era muy atractiva, pero pronto fuimos conscientes de que la tarea rebasaba con mucho las posibilidades de este trabajo. Por último, y tras barajar distintas posibilidades, decidimos centrarnos en el lapso temporal comprendido entre 1369, cuando estaba recién terminada la Guerra de Castilla y se compuso el libro de cuentas más antiguo que conservamos, y el año de la liberación de Alfonso el Joven, 1392, con lo que abarcábamos las consecuencias directas del conflicto sobre la hacienda de Alfonso de Aragón y la mayor parte de sus años de esplendor. Durante las tres últimas décadas del Trescientos, el poder del ambicioso primer conde de Dénia alcanzó su máxima expresión, convirtiéndose en uno los personajes más importantes de su tiempo, pero también en esos años se sentaron las bases de su posterior declive. El descomunal rescate al que hubo que enfrentarse tras ser capturado en el campo de batalla de Nájera, en 1367, pesó como una losa durante los siguientes 25 años, pues abrió un complejo proceso de pago que no concluyó hasta 1392, con la puesta en libertad de su hijo Alfonso el Joven, que había sido entregado como rehén en uno de los acuerdos conducentes a la liberación de su padre, y que permaneció en manos de los ingleses durante veinte años: un hecho que provocó continuos choques entre padre e hijo desde el mismo momento en que este último abandonó su cautiverio.7 A los problemas financieros se sumó el declive de la influencia que Alfonso de Aragón tenía en la corte castellana, patente tras su destitución como condestable (una dignidad que le había otorgado Juan I de Castilla en 1382 y de la que fue desposeído en 1392) y agravado por la confiscación del marquesado de Villena en 1395.
Entre 1369 y 1392 fue Pere Carbonell, ciudadano de Gandia, quien regentó una de las dos receptorías que conformaban la administración del condado de Dénia, la conocida como receptoria dels cristians (aunque, como veremos, también se encargaba de la población judía y de una parte de la musulmana). Carbonell estuvo al frente del cargo durante más de 25 años y de su gestión se han conservado un total de once cuentas para el periodo estudiado.8 Baile general de la baronía de Arenós desde 1365, accedió a la receptoria dels cristians dos años más tarde, cuando el anterior responsable, Berenguer Salelles, pasó a ocuparse de las morerías del condado. De hecho, Salelles ya actuaba como receptor de los musulmanes desde la muerte del anterior oficial al cargo, Bartomeu Boïgues, el 15 de agosto de 1366, aunque su nombramiento no se produjo hasta 1367, año en que tanto él como Carbonell presentaron la primera cuenta en sus nuevas ocupaciones.9 Mientras que Carbonell se mantuvo en el oficio como mínimo hasta 1394, Salelles fue sustituido en 1375 por l’honrat Bernat Torres, de cuyas cuentas se han conservado tan sólo las correspondientes a los ejercicios fiscales de 1376 y 1379.10 Tras el fallecimiento de Torres, ocurrido en algún momento de 1391, la receptoría de los musulmanes fue administrada algun temps del dit any por el propio Pere Carbonell, hasta que se designó como nuevo receptor a Pere Martorell, que aún llegó a ejercer el cargo durante algunos meses de ese año 1391.11
Por último, y aunque pueda parecer algo más que evidente, no podemos terminar esta introducción sin subrayar que aún queda mucho por decir acerca de Alfonso de Aragón, de su sucesor y de sus posesiones señoriales; aquí hemos trabajado tan sólo uno de los tipos de documentación que integran la serie «marquesado de Villena»: los ingresos producidos por algunas de las posesiones de Alfonso el Viejo, y eso durante un periodo cronológico relativamente breve. Queda pendiente el análisis de las entradas en una cronología más amplia y también el estudio sistemático de los gastos, además de las cuentas conservadas para otros territorios. Pero además, en ese mar de registros que conforman la serie, encontramos la contabilidad doméstica del linaje, dotada de un enorme potencial que poco a poco está siendo explotado, como demuestran los recientes trabajos de Jorge Sáiz sobre la estructura y funcionamiento de la clientela militar de Alfonso de Aragón entre las décadas de 1360 y 1390,12 y de Juan Vicente García Marsilla sobre la alimentación cortesana, donde se estudian tanto los propios alimentos como el ritual que acompañaba su consumo y los oficios implicados en la compra, manipulación y presentación, además de definir los cargos que controlaban el servicio doméstico y los que se encargaban de gestionar el resto de provisiones.13 Tenemos a nuestro alcance una fuente extraordinaria que no está, ni de lejos, agotada: quedan por conocer las pautas de servicio y formas de retribución tanto del resto de domésticos como de quienes ocupaban los cargos administrativos, es decir, de todos aquellos con una presencia regular en las distintas cortes.14 Hablamos de los artesanos (sastre, sabater, argenter, pellisser, obrer), médicos, barberos, doncellas, amas de cría y bufones que integraban el séquito de domésticos, y de los tesoreros, escribanos, abogados, mensajeros, porteros y correus que poblaban las oficinas condales; en definitiva, todo un universo humano que sigue esperando ser desentrañado.
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1. Nos referimos a estudios como los de Roque Chabás, Marcelino Gutiérrez del Caño o Salvà Ballester, de los que citamos la publicación original y entre paréntesis la última reedición, en caso de que se haya producido: R. Chabás Llorens: Historia de Denia, Dénia, 1874-1876 (reed. Alicante-Dénia, 1985); M. Gutiérrez del Caño: Monografía histórica de la villa de Altea, Valencia, 1920 (reed. Altea, 1998); A. Salvà Ballester: La villa de Callosa de Ensarrià: monografía histórica documentada, Alicante, 1960.
2. J. Campón Gonzalvo: «Denia, su incorporación al señorío nobiliar y problemas con la ciudad de Valencia», Dianium, 3, 1984, pp. 69-84, íd.: «Consecuencias de la Guerra de los Dos Pedros en el condado de Denia», Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, 8, 1990-1991, pp. 57-68, íd.: «El condado de Dénia en la Edad Media», en Historia de la Marina Alta, Alicante, 1999, vol. I, pp. 313-324, íd.: «Organización administrativa del condado de Dénia», en Historia de la Marina Alta, cit., pp. 325-336.
3. J. Castillo Sainz: Alfons el Vell. Duc reial de Gandia, Gandia, 1999.
4. Rafael Conde Delgado de Molina ya apuntaba en su inventario de la documentación procedente del archivo de los duques reales de Gandia, la forma en que todos esos libros y legajos llegaron a su actual ubicación: tras la muerte de Alfonso el Joven (hijo primogénito y sucesor de Alfonso el Viejo) sin descendencia legítima en 1425, sus señoríos revirtieron a la corona de Aragón, un hecho que se explica por las condiciones en que su abuelo Pedro recibió tales posesiones. Se trató de un tipo de donación patrimonial conocida como apanage, hecha a favor de un hijo no primogénito del monarca y que implicaba el retorno de esos territorios al dominio de la corona una vez extinguido el linaje. Junto con las posesiones, también llegó a manos reales toda la memoria escrita de la familia, transportada ese mismo año desde Gandia a Valencia, donde se integró en varias secciones del Archivo Real (el actual Archivo del Reino de Valencia), una documentación que se empezó a inventariar y, de alguna manera, reunificar, ya en el siglo xx, véase R. Conde Delgado de Molina: «El Archivo de los duques reales de Gandia», en Primer Congreso de Historia del País Valenciano, Valencia, 1976, vol. I, pp. 429-437 y J. L. Pastor Zapata: «Un ejemplo de apanage hispánico: el Señorío de Villena (1250-1445)», Anales del Instituto de Estudios Alicantinos, 31, 1980, pp. 15-40 y Gandia en la Baixa Edat Mitjana: la vila i el senyoriu dels Borja, Gandia, 1992, pp. 127-139.
5. ARV, MR, 9.599, f. 142.
6. Campón recoge una noticia similar relacionada con la cuenta del año 1362 de Pere d’Orriols, «capellà e tinent loch de dispenser del senyor comte», la cual «ab les cauteles e diverses comptes, encartaments, foren cremats, que eren a l’arxiu de l’alberch del senyor compte, com los castellans lo cremaren» (J. Campón Gonzalvo y J. Pastor Fluixà: Nuevas aportaciones a la historia de Calp, Calp, 1989, p. 105). Recordemos que la llamada Guerra de los Dos Pedros enfrentó a mediados del siglo XIV a la Corona de Aragón y al reino de Castilla, en una lucha por la hegemonía peninsular que tuvo en las comarcas meridionales valencianas uno de sus principales teatros de operaciones, y que, además de un grave conflicto entre ambas monarquías, fue también una ramificación de la Guerra de los Cien Años. Iniciada con el ataque y toma de Alicante por parte de Pedro I de Castilla en septiembre de 1356, la guerra se recrudeció entre 1363 a 1366, periodo en que las posesiones de Alfonso de Aragón cambiaron de manos en más de una ocasión hasta que, finalmente, el conflicto se trasladó a tierras castellanas en ese último año. A este respecto, las informaciones que aportan los coetáneos pueden presentar ocasionales contradicciones en las fechas concretas, pero nunca respecto a los hechos: en aquella época «la terra se perd» ante las tropas castellanas, que prendieron y «desenpararen tots los castells e lochs del comtat de Dénia», véase J. Castillo Sainz: Alfons el Vell, cit., pp. 55-56 y 71-72.
7. Inmediatamente después de ser liberado, Alfonso el Joven recibió el título de conde de Dénia de manos de su padre; sin embargo, tal y como afirma Castillo, sólo se trataba de la transferencia de la dignidad condal, la cual no llevaba consigo asignación económica alguna, ya que el control de la recaudación y las rentas de las tierras del condado quedaban en manos de Alfonso el Viejo, junto con los títulos de conde de Ribagorza y marqués de Villena, véase J. Castillo Sainz: Alfons el Vell, cit., p. 102. En ese momento, Alfonso el Viejo no podía ni imaginar el impacto personal y económico que supondría la llegada del heredero a tierras gandienses: a los ya de por si elevados gastos llevados a cabo por Alfonso de Aragón para hacer valer su posición en la pirámide feudal, se sumó el despilfarro que suponía el nivel de vida pretendido por Alfonso el Joven y su corte, todo un séquito de individuos que pronto provocaron la aversión del padre. Ante los controles y restricciones que intentaba imponer Alfonso el Viejo, el indisciplinado hijo recurrió al endeudamiento, al cobro sin autorización de rentas de lugares de su padre y otras acciones similares, mientras la relación entre ambos se deterioraba a pasos agigantados. Año tras año, los 50.000 sueldos anuales que Alfonso el Viejo le había asignado en 1403 eran rápidamente desbordados, antes incluso del comienzo del ejercicio fiscal, y la situación no haría más que empeorar. Los últimos años de vida del ya por entonces duque de Gandia, estuvieron marcados por un rosario de luctuosos episodios que terminaron de vencer a uno de los personajes más poderosos de su tiempo, fallecido el 5 de marzo de 1412 entre las disputas familiares y traiciones que preludiaban el desmoronamiento de su linaje.
8. ARV, MR, 9.599, ff. 1-35v (1369), 9.599, ff. 94-130 (1370), 9.585, ff. 28-63 (1373), 9.598, ff. 129-174 (1376), 9.595, ff. 1-62v (1382), 12.551, ff. 1-57 (1384), 9.586, ff. 1-72v (1387), 9.602, ff. 113-177v (1388), 12.552, ff. 1-58 (1389), 9.608, ff. 126-198v (1391), 9.586, ff. 105-159 (1392).
9. ARV, MR, 9.599, ff. 144v y 146v.
10. ARV, MR, 9.599, ff. 43-90v (1376) y 9.824, ff. 1-48 (1379), esta última publicada por J. Argente Vidal: «Un libro de cuentas de las morerías del condado de Dénia», Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, 63, 1988, pp. 285-329.
11. ARV, MR, 9.599, f. 210.
12. J. Sáiz Serrano: «Una clientela militar entre la Corona de Aragón y Castilla a fines del siglo XIV: caballeros de casa y vasallos de Alfons d’Aragó, conde de Dénia y marqués de Villena», En la España Medieval, 29, 2006, pp. 97-134.
13. J. V. García Marsilla: La taula del senyor duc. Alimentació, gastronomia i etiqueta a la cort dels ducs reials de Gandia, Gandia, 2010; parte de la documentación de este trabajo ya fue utilizada en su momento por el propio autor para la confección de su tesis de licenciatura, Los sistemas alimentarios en la sociedad bajomedieval: el modelo de la ciudad de Valencia, Universidad de Valencia, 1992, publicada en parte en La jerarquía de la mesa. Los sistemas alimentarios en la Valencia bajomedieval, Valencia, 1993. Sobre este asunto cabe destacar también la aportación de J. Campón Gonzalvo: «La dieta cotidiana de la casa ducal de Gandia», en Ier Col·loqui d’Història de l’Alimentació a la Corona d’Aragó, Lleida, 1995, vol. II, pp. 347-356.
14. Al estilo de los linajes reales, existían y funcionaban de una manera más o menos independiente tantas cases como miembros adultos tenía la familia en cada momento; así, en vida de Alfonso de Aragón llegaron a funcionar cuatro casas con sus propios cargos y contabilidad: la suya, la de su esposa Violant de Arenós, la de su hijo Pedro de Villena, desde que este se casó hasta el momento en que murió, y la de Alfonso el Joven desde que fue liberado, véanse J. Castillo Sainz: Alfons el Vell…, op. cit., p. 153 y J. V. García Marsilla: La taula del senyor duc, cit., p. 14.