Читать книгу Reflexiones y trascendencia de la formación filosófico-metodológica y epistemológica en el desempeño de los profesionales de la salud - Blanca Miriam Torres Mendoza - Страница 22
Teoría crítica y educación
ОглавлениеLa fundamentación teórica del quehacer del personal de salud parte de una diversidad de teorías relacionadas con las ciencias de la salud y la reflexión del individuo, pero por su impacto social no debemos dejar a un lado la teoría crítica. Diferentes autores como Jürgen Habermas se proponen una teoría crítica de la sociedad, donde se parte de un contexto histórico y de su posición en la sociedad, pero con un carácter crítico-reflexivo, que lleva a que el individuo identifique los “ideales del hombre” a través del entendimiento para conocer, basado en la comunicación, la experiencia y la reflexión de la teoría, que permiten generar la ciencia.
Esta teoría crítica ha tenido un impacto en la educación, donde se evita la teoría y la práctica desvinculadas y se propone una relación dialéctica. Rechaza la enseñanza dogmáticas donde el maestro participa en una comunicación sin dominación ni imposición de ideas; al contrario, fomenta la reflexión desde perspectivas globalizadoras hasta el conocimiento oculto, considerando la historia y el desarrollo curricular del individuo, con preguntas que implican los por qué y los para qué de las cosas. La posibilidad de no sólo observar la realidad pasivamente sino “individuos que estén en condiciones de observar el mundo en que vivimos y contextualizarlo en el marco social de vida que determinan el camino que se debe seguir” (McLaren, 1992).
Acorde a la educación dirigida a desarrollar un pensamiento crítico, cada vez se extiende más la automatización y función pasiva de los individuos. Lluís Duch, antropólogo de la comunicación, propone que se debe identificar las imposiciones de las sociedades y que a través del empoderamiento de la palabra es posible gestionar y dirigir los esfuerzos hacia una transformación social: “Actualmente la salud se ve también reflejada por la crisis actual bien definida como la crisis de ‘estructuras de acogida’ que implica el deterioro de la transmisión, la falta de testimonio y la incapacidad de ‘empalabramiento’” (Lluís Duch, 2010).
Es aquí donde el profesional de la salud no puede quedar excluido: la gestión de lo que le pasa y vive la sociedad le corresponde, no se puede evadir. Se debe hacer conciencia de una transformación social justa que le abra paso a la reflexión y la acción del individuo. En particular, el personal de salud tiene acción directa sobre el sufrimiento humano, pues la carencia en el acceso a la salud lleva a tener una población cada vez más dispuesta a violar los códigos morales y éticos para sobrevivir. ¿Estaremos regresando a la barbarie?
Usemos el ejemplo de la obesidad: no es el obeso culpable directamente de su condición, él quiere dejar de ser obeso, pero los profesionales de la salud, ¿qué hemos hecho para trabajar en forma transdisciplinaria para atender este detonador de enfermedades más complejas, crónicas, mortales y de alto costo económico y social? Se ha logrado gestionar y educar para reducir el alto consumo de azúcares refinados y hasta los no refinados. No se puede dejar al individuo solo; somos nosotros, los teóricos del conocimiento, los que tenemos la información para gestionar y ayudar a construir una sociedad más sana desde sus hábitos, desde su educación.
En definitiva, no creo que los tratamientos o abordajes curativos tengan impacto en las enfermedades crónicas no transmisibles como la obesidad o la diabetes, como hasta la fecha se ha demostrado, sin embargo, el entendimiento de los procesos fenomenológicos que analizan a la sociedad y su existencia, así como los medios de comunicación que anuncian el consumo de alimentos de alto contenido calórico, sugieren que más que los grandes descubrimientos de fármacos se destaca el análisis de estudios fenomenológicos que permitan interpretar y no sólo conocer la existencia de estos individuos.