Читать книгу Al lado - Блейк Пирс - Страница 11

CAPÍTULO CINCO

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Danielle estaba sentada en su sofá, recostada sobre Martin, su pierna sobre la de él, y estaba muy consciente de que no llevaba ropa interior debajo de sus shorts de pijama. Sin embargo, eso no importaba. La había rechazado la noche anterior, a pesar de que no había llevado sostén. Parecía que Martin se estaba tomando en serio el asunto de ir despacio.

Ella también estaba empezando a creer que o bien simplemente era un caballero o no se sentía sexualmente atraído por ella. Sin embargo, lo último era muy difícil de creer porque sentía su erección en sus piernas y caderas cada vez que se besaban.

Trató de no dejar que eso la molestara. Aunque sí estaba sexualmente frustrada, valía la pena un hombre que quería algo más que sexo.

Esta noche era un gran ejemplo de eso. Habían decidido quedarse en su apartamento viendo una película. Antes de eso, habían hablado del día de Martin. Sin embargo, como era subgerente en una imprenta, no hubo mucho qué discutir. Era como escuchar a alguien explicar cómo se seca la pintura. En cuanto a Danielle, odiaba hablar de su día. Como barman en un restaurante local, sus días eran aburridos. Pasaba casi todos sus días leyendo. Sus noches estaban llenas de historias que compartir, pero a veces ni le quedaban ganas de contarlas.

Una vez que terminaron de hablar, se besaron un poco, pero hasta ahí. Y a Danielle no le molestó eso en nada. Además, había estado desanimada desde la visita de Chloe. El estabilizador del estado de ánimo probablemente ni siquiera surtiría efecto hasta que se tomara la segunda pastilla antes de dormir.

Gracias a la visita de Chloe, Danielle había estado pensando en su madre, su padre y en su infancia que había pasado volando. En realidad, lo único que quería era estar en los brazos de Martin… y eso era muy difícil de admitirse a sí misma.

Habían elegido la película Cadena perpetua y estaban acurrucados en el sofá como un par de escolares nerviosos e inexpertos. La mano de Martin se deslizó por su hombro varias veces y Danielle se preguntó si estaba tratando de seducirla. Pero él no hizo más nada, lo que a la vez fue refrescante y exasperante.

Ella también notó que su teléfono sonó en algunas ocasiones. Estaba en la mesa de centro frente a ellos, pero él decidió no revisarlo. Al principio, asumió que estaba siendo educado. Pero después de un tiempo, lo que Danielle supuso fueron siete u ocho pitidos, empezó a ser desagradable.

Justo cuando Tim Robbins se encerró en la oficina del alcaide y puso a sonar ópera para los presos de la prisión de Shawshank, el celular volvió a sonar. Danielle miró al teléfono y luego a Martin.

—¿Vas a revisarlo? —preguntó—. Por lo visto, alguien te necesita.

—No, no te preocupes —dijo Martin. La acercó más a su cuerpo y se estiró. Estaban tendidos uno al lado del otro. Si quisiera, pudiera besar su cuello fácilmente. Miró el espacio expuesto allí y lo pensó. Se preguntó cómo reaccionaría si ella lo besaba allí, tal vez pasaba su lengua por su cuello.

El teléfono volvió a sonar. Danielle soltó una risita y, sin ningún tipo de advertencia, saltó sobre el pecho de Martin. Cogió el teléfono y se lo llevó a su pecho. A lo que vio su pantalla de bloqueo, dijo: —¿Cuál es tu…?

Martin le quitó el teléfono violentamente. Se veía más sorprendido que furioso. —¿Qué fue eso? —le preguntó.

—Nada —dijo Danielle—. Solo estaba jugando. Puedes revisar tu teléfono cuando estás conmigo. No me molesta. Si es tu otra novia, bueno… allí sí perderé los estribos.

—No quiero que estés viendo mi teléfono —espetó Martin.

—Eh, cálmate. No tienes que ponerte así. Solo estaba jugando.

Martin la miró con desprecio y se metió el celular en el bolsillo. Suspiró y se enderezó. Al parecer ya no estaba interesado en abrazarla.

—Ah, entonces eres uno de esos — dijo ella, bromeando pero siendo un poco más persistente—. De los que protegen sus teléfonos como si fueran sus penes o algo así.

—Cambiemos de tema —dijo él—. No te pongas rara.

—¿Yo? Martin, casi me rompiste la mano cuando me quitaste el teléfono.

—Bueno, no es tu teléfono. ¿No confías en mí?

—No sé —dijo ella, levantando la voz—. No llevamos mucho tiempo saliendo. No tienes que ponerte tan defensivo, carajo.

Él puso los ojos en blanco y miró la televisión. Fue un gesto desdeñoso, uno que la molestó. Negó con la cabeza y, haciendo todo lo posible para para seguir juguetona, lo montó a horcajadas. Bajó la mano como si fuera a bajar su cremallera, pero luego la movió hacia el bolsillo donde había guardado el celular. Con la otra mano, comenzó a hacerle cosquillas.

Esto sorprendió a Martin, y fue evidente que no sabía cómo responder. Sin embargo, accionó justo cuando sus dedos tocaron el borde de su celular. La agarró del brazo y lo jaló con fuerza. Luego la empujó hacia el sofá, sin soltarle el brazo. Le dolió mucho, pero Danielle no lo dejaría tener la satisfacción de escucharla gritar de dolor. La velocidad y la fuerza que mostró la hicieron recordar que había sido boxeador amateur.

—¡Suelta mi puto brazo!

Martin lo hizo y la miró con sorpresa. La expresión en su rostro la hizo pensar que no había querido ser tan brusco con ella. Se había sorprendido incluso a sí mismo. Pero también estaba enojado. Sus cejas fruncidas y hombros temblorosos lo demostraban.

—Me voy —dijo.

—Sí, buena idea —dijo Danielle—. Y no se te ocurra volver a llamarme a menos que esa llamada empiece con unas disculpas.

Él negó con la cabeza. Danielle no estaba segura si había negado con la cabeza por como se había comportado o por lo que ella había dicho. Danielle lo vio caminar rápidamente hacia la puerta, cerrándola de golpe detrás de él. Ella se quedó mirando la puerta por varios minutos mientras trataba de darle sentido a lo que había pasado.

«No tiene ningún interés en follarme y de paso tiene un mal genio —pensó—. Lo único que me traerá son problemas.»

Bueno, ella siempre se había sentido atraída por ese tipo de hombre.

Miró su brazo y vio manchas rojas donde la había agarrado y empujado. Estaba bastante segura de que se convertirían en moretones. No sería la primera vez que un chico la moreteaba, pero realmente no lo había visto venir de Martin.

Consideró ir detrás de él para preguntarle qué había sido todo eso. Pero luego decidió quedarse en el sofá y seguir viendo la película. Su pasado al menos le había enseñado que no valía la pena perseguir a ningún hombre. Ni siquiera a los que parecían demasiado buenos para ser verdad.

Ella terminó de ver la película sola y luego decidió irse a dormir. Mientras apagaba todas las luces, sintió que alguien la estaba vigilando, que no estaba sola. Ella sabía que eso era ridículo, pero igual no pudo evitar mirar la puerta principal, donde había aparecido la carta ayer, y el resto de las cartas anteriormente, en un abrir y cerrar de ojos.

Se quedó en el sofá y siguió mirando la puerta, casi esperando que otra carta se deslizara por debajo. Y veinte minutos después, cuando se levantó y comenzó a prepararse para el trabajo, lo hizo con todas las luces encendidas.

Sentía mucha paranoia. Era una paranoia familiar, la sensación que se había convertido en su amiga cercana, una amiga aún más cercana desde que había empezado a recibir esas notas.

Ella pensó en las pastillas y se preguntó por un momento si solo se estaba imaginando todo. Todo… incluyendo las notas.

¿Qué era real y qué no?

No pudo evitar recordar su pasado y la oscuridad que creía haber superado.

¿Estaba perdiendo la cabeza?

Al lado

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