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CAPÍTULO TRES

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—¿Servirán pollo entonces?

Fue una pregunta inocente, pero igual enojó mucho a Chloe. Se mordió la mejilla para evitar hacer algún mal comentario.

Sally Brennan, la madre de Steven, estaba sentada frente a ella con una sonrisa perfecta en su rostro envejecido.

—Sí, mamá —dijo Steven—. Es comida… comida que probablemente ni siquiera coma por los nervios. Si alguien quiere quejarse de la comida en mi boda, que se vayan. Pueden comprar tacos en camino a casa.

Chloe apretó la mano de Steven debajo de la mesa. Al parecer se había percatado de que estaba incómoda. Steven casi nunca se enfrentaba a su madre, pero parecía un héroe cuando sí lo hacía.

—Esa no es una buena actitud —dijo Sally.

—Steven tiene razón —dijo Wayne Brennan, el padre de Steven, desde el otro extremo de la mesa. La copa de vino a su lado estaba vacía por tercera vez, y ya se encontraba alcanzando la botella de vino tinto en medio de la mesa para servirse otro trago—. Honestamente, a nadie le importa un bledo la comida en una fiesta nupcial. Todos andan pendientes de la bebida. Y tendremos barra libre, así que…

Dejaron la conversación inconclusa. La mirada amarga en el rostro de Sally dejaba en claro que no le agradaba nada que se habían decidido por pollo.

Pero eso no era nada nuevo. No había estado de acuerdo con ninguna de las decisiones que Chloe y Steven habían tomado. Y nunca dejaba de recordarles disimuladamente quién estaba pagando por la boda.

Pinecrest también era el hogar de los padres de Steven. Se mudaron allí hace cinco años, técnicamente a las afueras de Pinecrest a un pueblo pequeño llamado Elon. Aparte del trabajo de Steven, esa había sido una de las razones por las cuales Chloe y Steven habían decidido mudarse a Pinecrest. Steven trabajaba como desarrollador de software para una contratista del gobierno y había sido ofrecido un puesto demasiado bueno como para rechazarlo. En cuanto a Chloe, actualmente estaba de pasante en el FBI mientras terminaba su maestría en justicia penal. Y lo mejor de todo era lo cerca que quedaba Pinecrest de la sede del FBI en Baltimore.

Sin embargo, Chloe ya se estaba arrepintiendo de vivir tan cerca de los padres de Steven. Wayne casi siempre se portaba bien. Pero Sally Brennan era, por decirlo suavemente, una perra arrogante a quien le gustaba meterse en donde nadie la estaba llamando.

Los Brennan, como pareja, eran bastante agradables. Ambos estaban jubilados, eran pudientes y estaban felices. Pero también mimaban demasiado a Steven. Steven le había admitido a Chloe muchas veces que sus padres lo habían consentido mucho ya que era hijo único. Aunque tenía veintiocho años, lo seguían tratando como un niño. Sus padres simplemente lo sobreprotegían mucho. Esa era la razón principal por la que Chloe sufría cada vez que querían hablar de la boda.

Y lo peor del caso era que, esta vez, lo habían hecho durante la cena. Sally no había perdido tiempo en hablar de qué servirían de comida en la fiesta nupcial.

—¿Qué tal la casa? —preguntó Wayne, tan ansioso como Chloe de cambiar de tema.

—Es genial —dijo Chloe—. Terminaremos de desempacar dentro de unos días.

—Y oigan esto… una compañera de secundaria de Chloe vive a dos casas de la nuestra. ¿Qué loco, no? —dijo Steven.

—Tal vez no tan loco como parece —dijo Wayne—. Este pueblo es demasiado pequeño. Es inevitable encontrarte con algún conocido.

—Sobre todo en esos vecindarios donde las casas están todas hacinadas —dijo Sally con una sonrisa de superioridad, sutilmente rechazando el lugar en el que habían elegido vivir.

—Nuestras casas no están hacinadas —dijo Steven.

—Sí, tenemos un patio de buen tamaño —añadió Chloe.

Sally se encogió de hombros y tomó otro sorbo de vino. Luego pareció pensar en su siguiente comentario, tal vez incluso hasta pensando que lo mejor sería no decir nada, pero igual soltándolo de todos modos.

—Tu amiga de secundaria no es la única persona que conoces en Pinecrest, ¿verdad? —preguntó Sally—. Tu hermana también vive por aquí, si mal no recuerdo.

—Sí, es cierto —respondió Chloe con firmeza, pero sin ser grosera.

Sally Brennan nunca había tratado de disimular su disgusto por Danielle, a pesar de que solo se habían visto dos veces. Lastimosamente, Sally era una de esas amas de casa cliché que estaban tan aburridas que vivían del escándalo y el chisme. Por eso había sentido intriga al descubrir que Chloe tenía una hermana con un pasado difícil y oscuro.

—Cambiemos de tema, mamá —dijo Steven.

Chloe deseaba que eso la hiciera sentirse defendida pero, en todo caso, solo la hacía sentirse menospreciada. Cuando salía a relucir el tema de Danielle, Steven usualmente se ponía del lado de su madre. Sin embargo, tenía la sensatez de saber cuándo callarse, pero su madre por lo general no.

—¿Será la dama de honor? —preguntó Sally.

—Sí.

Sally no puso los ojos en blanco, pero su expresión facial mostraba lo que pensaba al respecto.

—Ella es mi hermana —dijo Chloe—. Así que sí, le pedí que fuera mi dama de honor.

—Sí, tiene sentido —dijo Sally—. Sin embargo, a mi parecer, la dama de honor debe elegirse con cuidado. Es un gran honor y responsabilidad.

Chloe tuvo que agarrarse del borde de la mesa para no responderle mal.

Al darse cuenta de su tensión, Steven hizo todo lo posible para apaciguar la situación: —Mamá, ya basta. Danielle hará un buen trabajo. E incluso si algo sale mal, me aseguraré de que todo esté cubierto. Es mi boda, mamá. No dejaré que nada malo suceda.

Esta vez fue Chloe la que estuvo a punto de poner los ojos en blanco. Una vez más, esa era su forma de defenderla sin molestar a sus padres. Chloe esperaba que algún día Steven realmente defendería a Danielle. Ella sabía que Steven no tenía problemas con ella, sino que estaba haciendo todo lo posible para apaciguar la inquietud de su madre hacia ella. Todo el asunto era un poco desagradable.

—Basta ya de tonterías —dijo Wayne, alcanzando para servirse una segunda porción de patatas—. Hablemos de fútbol americano. Chloe... eres fan de los Redskins, ¿cierto?

—No, para nada. Soy de los Giants.

—Igual de malo —dijo Wayne con una carcajada.

Y así no más, la inquietud de la noche se esfumó. Chloe siempre había valorado la audacia de Wayne en ser capaz de ignorar las groserías de su esposa y sacar otro tema a relucir para apaciguar la situación. Era algo que Chloe deseaba que Steven aprendiera de su padre.

Aun así, a medida que avanzaba la noche, Chloe no pudo evitar preguntarse si Sally tenía razón. A Danielle no le gustaba vestirse elegante, permanecer en silencio y estar en frente de la gente. Danielle no estaría en su zona de confort en la boda y Chloe se había preguntado más de una vez cómo saldrían las cosas.

Mientras esas preocupaciones flotaban por su cabeza, pensó en las niñas sentadas en los escalones mientras la bolsa de plástico era sacada de su apartamento. Recordaba la mirada en blanco en la cara de Danielle. Supo que algo se había quebrantado dentro de ella en ese momento. Que había perdido a su hermana en un abrir y cerrar de ojos.

Y en ese mismo momento supo que Danielle nunca volvería a ser la misma.

Al lado

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