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CAPÍTULO SIETE

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Jake condujo el vehículo prestado por un laberinto de caminos de grava desde Dighton hacia el pueblo de Hyland. El jefe Messenger le había prestado el auto para que Jake pudiera irse antes de que el helicóptero de prensa aterrizara.

No tenía idea de qué esperar en Hyland, pero estaba agradecido de haber evadido los invasores. Odiaba ser asediado por reporteros haciéndole preguntas que no podía responder. A la prensa le encantaba los asesinatos sensacionales en lugares aislados. El hecho de que la víctima era la esposa del alcalde sin duda hacía la historia aún más irresistible para ellos.

Condujo con la ventana abierta, disfrutando del aire fresco del campo. Messenger había marcado un mapa para él, y Jake estaba disfrutando del lento recorrido por estas carreteras rurales. El hombre que estaba en camino a entrevistar no se iba a ningún lado.

Quizá el sospechoso en la cárcel de Hyland no tenía nada que ver con ninguno de los asesinatos. Había estado encarcelado durante el asesinato de la segunda víctima.

«Sin embargo, eso no demuestra su inocencia», pensó Jake.

Era probable que dos o más asesinos estuvieran trabajando juntos. Hope Nelson podría había sido tomada por alguien que estaba imitando el asesinato de Alice Gibson.

Nada de eso sorprendería a Jake. Había trabajado en casos más extraños durante su larga carrera.

A lo que Jake llegó a Hyland, lo primero que notó fue lo pequeño que era, mucho más pequeño que Dighton, con una población aproximadamente de un millar. El letrero que acababa de pasar indicaba que solo un par de cientos de personas vivían aquí.

La comisaría no era más que otro escaparate en la corta calle comercial.

Mientras se estacionaba junto a la acera, Jake vio a un hombre obeso uniformado apoyado en la puerta, pareciendo que no tenía mucho qué hacer.

Jake se salió del auto. Mientras se acercaba a la comisaría, notó que el gran policía estaba mirando a alguien directamente al otro lado de la calle. Era un hombre que llevaba una bata médica blanca y estaba con los brazos cruzados. Jake tuvo la extraña impresión de que los dos habían estado mirándose el uno al otro en silencio por un buen rato.

«¿De qué trata todo esto?», se preguntó.

Se acercó al hombre uniformado en la puerta y le mostró su placa. El hombre se presentó como el sheriff David Tallhamer. Estaba masticando tabaco.

Le dijo a Jake en un tono aburrido: —Adelante, déjame presentarte a nuestro invitado, Phil Cardin.

Mientras Tallhamer abría el camino, Jake miró hacia atrás y vio que el hombre de la bata blanca seguía en su lugar.

Una vez adentro, Tallhamer introdujo a Jake a un oficial que tenía los pies sobre su escritorio, leyendo un periódico. El policía le asintió con la cabeza a Jake y siguió leyendo.

La pequeña comisaría parecía estar saturada de aburrimiento. Si Jake ya lo no supiera, jamás habría pensado que estos dos policías hastiados habían estado trabajando en un caso espantoso de asesinato.

Tallhamer llevó a Jake hasta la parte trasera de la comisaría que llevaba a la cárcel. La cárcel en sí solo estaba compuesta por dos celdas frente a frente a lo largo de un pasillo estrecho. Ambas celdas estaban ocupadas.

En una de las celdas, un hombre en un traje de negocios raído yacía en su cama roncando. En la otra, un hombre de aspecto sombrío con jeans y una camiseta estaba sentado en su litera.

Tallhamer sacó sus llaves, abrió la celda del prisionero sentado y dijo: —Tienes visita, Phil. Un agente del FBI de buena fe, según él.

Jake entró en la celda, mientras que Tallhamer se situó justo fuera, manteniendo la puerta de la celda abierta.

Phil Cardin entrecerró los ojos y le dijo: —FBI, ¿eh? Bueno, tal vez usted pueda enseñarle a esta gentuza cómo hacer su maldito trabajo. No maté a nadie, mucho menos a mi ex esposa. Yo sería el primero en alardear de ello si lo hubiera hecho. Así que déjeme salir de aquí.

Jake se preguntó: «¿Alguien le habrá hablado del otro asesinato?»

Jake percibió que Cardin no sabía nada al respecto. Supuso que eso era lo mejor, al menos por el momento.

Jake le dijo: —Tengo algunas preguntas, señor Cardin. ¿Quiere que esté un abogado presente?

Cardin rio, señaló al hombre que dormía en la celda opuesta y dijo: —Él ya está presente, de cierta forma. —Luego le gritó al hombre—: Oye, Ozzie. Espabílate. Necesito representación legal. Asegúrate de que mis derechos no sean violados. Aunque supongo que de ese tren ya salió de la estación, borracho incompetente.

El hombre del traje se sentó, se frotó los ojos y dijo: —¿Por qué demonios estás gritando? ¿No ves que estoy durmiendo? Dios mío, me duele mucho la cabeza.

Jake quedó boquiabierto. El sheriff gordo se echó a reír de buena gana ante su evidente sorpresa.

Tallhamer dijo: —Agente Crivaro, te presento a Oswald Hines, el abogado del pueblo. Cada cierto tiempo se requieren sus servicios. Convenientemente, fue arrestado hace poco por ebriedad y alteración del orden público, así que está más que disponible. No es que eso es un hecho inusual.

Oswald Hines tosió, gruñó y luego dijo: —Sí, supongo que esa es la verdad. Este es mi hogar lejos del hogar, o más bien mi segunda oficina. En momentos como este, es un lugar muy práctico. No quiero caminar para ningún lado por lo mal que me siento. —Hines respiró profundo, mirando a los demás con ojos legañosos. Luego le dijo a Jake—: Escuche, agente como sea que se llame. Como abogado de este hombre, insisto que lo deje en paz. Lleva una semana respondiendo preguntas. De hecho, está siendo retenido sin causa. —El abogado bostezó y añadió—: En realidad, esperaba que ya no estuviera aquí. Más les vale que ya no esté aquí para cuando despierte de nuevo.

Cuando el abogado se volvió a acostar, el sheriff dijo: —No te duermas, Ozzie. Tienes trabajo que hacer. Te buscaré una taza de café. ¿Quieres que te deje salir de tu celda para que puedas estar más cerca de tu cliente?

—No, estoy bien aquí —dijo Ozzie—. Apúrate con el café. Sabes cómo me gusta.

Echándose a reír, sheriff Tallhamer dijo: —¿Cómo es que te gusta?

—En cualquier taza —gruñó Ozzie—. Ve a buscarlo ahora.

Tallhamer regresó a la oficina. Jake miró fijamente al prisionero y dijo: —Sr. Cardin, entiendo que no tiene una coartada para el asesinato de su ex esposa.

Cardin se encogió de hombros y dijo: —No sé por qué todos dicen eso. Estaba en casa. Comí una cena congelada, vi televisión un rato y luego dormí hasta el otro día. No estaba ni cerca de donde ocurrió, dondequiera que fue.

—¿Alguien puede corroborarlo? —dijo Jake.

Cardin sonrió y dijo: —No, pero nadie puede corroborar lo contrario tampoco, ¿cierto?

Al ver la expresión sarcástica de Cardin, Jake se preguntó: «¿Es culpable y solo burlándose de mí? ¿O simplemente no entiende la gravedad de la situación?»

Jake preguntó: —¿Cómo era su relación con su ex esposa al momento de su muerte?

El abogado gritó: —Phil, no respondas a esa pregunta.

Cardin miró a la otra celda y dijo: —Cállate, Ozzie. No voy a decirle algo que no le he dicho al sheriff un centenar de veces. No importará de todos modos. —Luego, mirando a Jake, Cardin dijo en un tono sarcástico—: Las cosas eran color de rosa entre Alice y yo. Nuestro divorcio fue amistoso. Nunca la lastimaría.

El sheriff regresó, le entregó una taza de café al abogado y le dijo a Cardin: —Mentiroso. El día de su asesinato, irrumpiste en el salón de belleza en el que trabajaba, gritando en frente de su clientela que había arruinado tu vida, que la odiabas y que la querías muerta. Es por eso que estás aquí.

Jake se metió las manos en los bolsillos y dijo: —¿Le importaría decirme por qué hizo eso?

Cardin dijo enfurecido: —Bueno, es que ella arruinó mi vida. Me ha ido muy mal desde que la perra me echó y se casó con ese maldito médico. Justo ese día me despidieron de mi trabajo como cocinero de comida rápida en la Cafetería Mick.

—¿Y eso fue su culpa? —dijo Jake.

Cardin miró a Jake a los ojos y dijo con los dientes apretados: —Todo fue su culpa.

Jake sintió un escalofrío al oír el odio en su voz.

«Le encanta hacerse la víctima», pensó.

Jake había lidiado con muchos asesinos que no aceptaban la responsabilidad de todo lo que salía mal en su vida. Jake sabía que el resentimiento de Cardin no probaba su culpabilidad. Pero sin duda entendía por qué había sido detenido.

Aun así, Jake sabía que no debía seguir en custodia, ahora que había habido otro asesinato. Por lo que el jefe Messenger le había dicho a Jake en Dighton, no había ninguna evidencia física que vinculara a Cardin con el crimen. La única prueba era comportamiento amenazante, especialmente la explosión reciente en el salón de belleza donde Alice había trabajado. Todo era circunstancial…

«A menos que diga algo comprometedor aquí y ahora», pensó Jake.

Jake le dijo a Cardin: —Supongo que no está afligido por su muerte.

Cardin gruñó y dijo: —Tal vez sí lo estuviera si Alice no se hubiera portado tan mal conmigo. Pasó todo nuestro matrimonio llamándome perdedor, como si el feo con el que se casó fuera mejor que yo. Bueno, solo me convertí en perdedor cuando se divorció de mí. Las cosas empezaron a ir mal cuando estuve por mi cuenta. No es justo…

Jake siguió escuchando a Cardin quejarse de su ex. Su amargura era palpable, al igual que su angustia. Jake sospechaba que Cardin nunca dejó de amar a Alice. Una parte de él había albergado la esperanza de que volverían.

Sin embargo, su amor por ella era obviamente enfermizo, retorcido y obsesivo. Jake había lidiado con un montón de asesinos cuya motivación era eso que llamaban «amor».

Cardin dejó de despotricar por unos momentos para decir: —¿Es cierto que la encontraron envuelta en alambre de púas? —Sacudiendo la cabeza con una sonrisa, añadió—: Vaya, qué creativo.

Esas palabras sacudieron a Jake un poco.

¿Qué había querido decir Cardin con eso?

¿Estaba admirando la obra de otra persona?

¿O estaba astutamente regodeándose con su propio ingenio?

Jake supuso que había llegado el momento de tratar de hacerlo hablar del otro asesinato. Si Cardin tenía un cómplice que había matado a Hope Nelson, tal vez Jake podría hacerlo admitirlo. Pero sabía que tenía que tener cuidado.

Jake dijo: —Sr. Cardin, ¿conoce a una mujer llamada Hope Nelson, de Dighton?

Cardin se rascó la cabeza y dijo:

—Nelson… el nombre me parece conocido. ¿No es la esposa del alcalde?

Apoyado en las barras de la celda, sheriff Tallhamer gruñó y dijo: —Ella está muerta.

Jake contuvo un gemido de desaliento. No había planeado decirle la verdad de forma tan contundente. En su lugar, había planeado tomarse su tiempo para tratar de averiguar si ya sabía lo que le había pasado a Hope Nelson.

El abogado se puso de pie en la otra celda.

—¿Muerta? —gritó—. ¿De qué diablos estás hablando?

Tallhamer escupió un poco de tabaco en el piso de cemento y dijo: —Fue asesinada anoche, exactamente de la misma forma que Alice. Colgada de un poste, envuelta en alambre de púas.

De repente pareciendo sobrio, Ozzie espetó: —¿Entonces qué demonios sigue haciendo mi cliente aquí? No me digan que creen que mató a otra mujer anoche mientras estuvo encerrado aquí.

En ese momento, Jake se sintió desesperanzado. Sabía que sus tácticas ya no servirían de nada.

Sin embargo, le volvió a preguntar a Cardin: —¿Conocía a Hope Nelson?

—¿Qué le dije? —preguntó Cardin, sorprendido.

Pero Jake no sabía si estaba mintiendo o no.

Ozzie agarró los barrotes de su celda y gritó: —¡Si no sueltan a mi cliente ahora mismo, los demandaré!

Jake contuvo un suspiro.

Ozzie estaba en lo cierto, por supuesto, pero…

«Escogió el peor momento para ser competente», pensó.

Jake se volvió a Tallhamer y dijo: —Suelta a Cardin, pero asegúrense de vigilarlo de cerca.

Tallhamer le dijo a su ayudante que trajera las pertenencias de Cardin. A lo que el sheriff abrió la celda de Cardin, se volvió hacia Ozzie y dijo:

—¿Quieres irte también?

Ozzie bostezó y se recostó en su litera. —No, ya trabajé mucho por hoy. Si no necesitan esta celda, me volveré a dormir.

Tallhamer sonrió y dijo: —Adelante.

A lo que Jake salió de la comisaría con Tallhamer y Cardin, vio que el hombre de bata blanca seguía al otro lado de la calle en exactamente el mismo lugar que antes.

En ese momento, el hombre comenzó a acercarse a ellos.

Tallhamer le dijo a Jake en voz baja: —Prepárate.

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