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CAPÍTULO SEIS

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El jefe Belt dio un paso hacia el hombre que se acercaba.

Le dijo: “Señor, esta área está cerrada. ¿No vio la cinta policial?”.

“Está bien”, dijo Riley. “Este es el agente especial Bill Jeffreys. Él está con nosotras”.

Riley corrió hacia Bill y lo alejó lo suficiente como para no ser escuchados por los demás.

“¿Qué pasó?”, preguntó. ¿Por qué no respondiste mis mensajes de texto?”.

Bill sonrió con timidez.

“Me comporté como un idiota. Yo…”. Su voz se quebró y él apartó la mirada.

Riley esperó su respuesta.

Finalmente, dijo: “Cuando recibí tus mensajes de texto, no sabía si estaba preparado para esto o no. Llamé a Meredith para que me diera más detalles, pero todavía no sabía si estaba listo. Caray, no sabía si estaba listo cuando empecé a conducir hasta aquí. No sabía si estaba listo hasta ahora mismo cuando vi…”.

Señaló el cuerpo.

Y agregó: “Ahora lo sé. Estoy listo para volver al trabajo. Cuenta conmigo”.

Su voz era firme y su expresión le decía que iba en serio. Riley dio un gran suspiro de alivio.

Llevó a Bill de nuevo a los funcionarios agrupados alrededor del cuerpo en el hoyo. Lo introdujo al jefe de policía y al médico forense.

Jenn ya conocía a Bill y se veía contenta de verlo, y esto agradó a Riley. Lo último que necesitaba era que Jenn se sintiera marginada o resentida.

Riley y los demás le dijeron a Bill lo poco que sabían hasta ahora y Bill escuchó con gran interés.

Finalmente, Bill le dijo al forense: “Creo que ya pueden llevarse el cuerpo, si la agente Paige está de acuerdo”.

“Estoy de acuerdo”, respondió Riley. Le alegraba el hecho de que Bill parecía el mismo de siempre, con ganas de afirmar su autoridad.

Mientras el equipo del forense comenzó a sacar el cuerpo del hoyo, Bill estudió el área.

Le preguntó a Riley: “¿Revisaste el área del otro asesinato?”.

“Todavía no”, respondió ella.

“Entonces deberíamos ir a hacer eso”, dijo.

Riley le dijo al jefe Belt: “Vamos a echarle un vistazo a la otra escena del crimen”.

El jefe asintió con la cabeza. “Queda a unos tres kilómetros dentro de la reserva natural”, agregó.

Todos ellos lograron abrirse paso por los reporteros de nuevo sin hacer comentarios. Riley, Bill y Jenn se metieron en la camioneta del FBI y el jefe se llevó otro auto. El jefe los alejó de la playa, a lo largo de un camino de arena a una zona boscosa. Estacionaron sus autos cuando llegaron al final del camino. Riley y sus colegas siguieron a los dos funcionarios a pie por un sendero entre árboles.

El jefe mantuvo al grupo a un lado del camino, señalando unas huellas distintas aquí en la tierra firme.

“Tenis deportivas comunes y corrientes”, comentó Bill.

Riley asintió. Veía las huellas en ambas direcciones. Pero se sintió segura de que no les ofrecerían mucha información, excepto la talla de zapato del asesino.

Sin embargo, algunas marcas interesantes se intercalaban con las huellas. Dos líneas movidas fueron excavadas en el suelo.

“¿Qué opinas de esas líneas?”, le preguntó Riley a Bill.

“Huellas de una carretilla, yendo y viniendo”, dijo Bill. Miró por encima del hombro hacia el camino y agregó: “Mi conjetura es que el asesino se estacionó cerca de donde nos estacionamos nosotros y llevó sus herramientas por este camino”.

“Eso es lo que dedujimos nosotros también”, concordó Belt. “Y se fue también por este camino”.

En poco tiempo llegaron a un lugar donde el camino se cruzaba con uno más estrecho. En medio de este camino más pequeño había un hoyo largo y profundo. Era aproximadamente igual de ancho que el camino en sí.

El jefe Belt señaló el lugar donde el nuevo camino salía de los árboles circundantes. “Parece que la otra víctima llegó trotando de esa dirección”, dijo. “El hoyo estaba camuflado, y cayó adentro”.

Terzis agregó: “Su tobillo estaba muy fracturado, probablemente de la caída. Así que no pudo hacer nada cuando el asesino empezó a echarle tierra”.

Riley volvió a estremecerse al pensar en esa muerte horrible.

Jenn dijo: “Y todo esto sucedió ayer”.

Terzis asintió y dijo: “Estoy seguro de que el momento del fallecimiento fue idéntico al del asesinato en la playa, probablemente a las seis de la mañana”.

“Antes del amanecer”, agregó Belt. “Habría estado bastante oscuro. Un trotador que pasó por aquí después del amanecer vio que la tierra había sido movida y nos llamó”.

Mientras Jenn comenzó a tomar más fotos, Riley estudió la zona. Se fijó en unos matorrales aplastados que habían sido atravesados por la carretilla. Veía el lugar donde el asesino había amontonado tierra a unos cuatro metros del sendero. Había bastantes árboles por esos senderos, así que la trotadora no vio ni el asesino ni la tierra.

Ahora el hoyo había sido re-excavado por los policías, quienes habían amontonado la tierra a un lado.

Riley recordó que Meredith había mencionado el nombre de la víctima en Quántico, pero no podía recordarlo en este momento,

Ella le dijo al jefe Belt: “Supongo que pudieron identificar a la víctima”.

“Así es”, dijo Belt. “Tenía su identificación encima, al igual que Todd Brier. Su nombre era Courtney Wallace. Ella vivía en Sattler, pero no la conocía personalmente. Así que no puedo decirles nada más de ella por los momentos, excepto que era joven, probablemente veinteañera”.

Riley se arrodilló junto al hoyo y miró dentro. De inmediato vio cómo el asesino había tendido la trampa. En el fondo del hoyo había una manta pesada con hojas y desechos enredados en ella. Había sido extendida sobre el hoyo, imperceptible para un trotador incauto, especialmente en la luz antes del amanecer.

Hizo una nota mental para llamar al equipo forense de la UAC para que revisaran ambas escenas del crimen. Tal vez podrían rastrear el origen de la manta.

Mientras tanto, Riley estaba sintiendo la misma sensación que había sentido en la playa, de poder meterse en la mente del asesino. La sensación no era tan vívida esta vez. Pero podía imaginar al asesino posado donde ella estaba de rodillas en este momento, mirando a su presa indefensa.

Entonces ¿qué hizo en esos momentos antes de empezar a enterrarla viva?

Recordó su impresión de antes, que el asesino era encantador y agradable.

Probablemente fingió sorpresa al encontrar a la joven en el fondo de este hoyó al principio. Es posible que incluso le haya dado la impresión a la mujer de que la ayudaría a salir.

“Ella confió en él”, pensó Riley. “Aunque solo por un momento”.

Luego empezó a burlarse de ella.

Y, después de poco, comenzó a verter carretillas llenas de tierra sobre ella.

Debió haber gritado cuando finalmente se dio cuenta de lo que sucedía.

¿Cómo respondió al sonido de sus gritos?

Riley sintió que su crueldad emergió por completo. Se detuvo para verter una sola palada de tierra en su rostro, no tanto para que dejara de gritar, sino para atormentarla.

Todo el cuerpo de Riley se estremeció.

Sintió alivio cuando esa sensación de conexión comenzó a desvanecerse.

Ahora podía volver a analizar la escena del crimen con una opinión más objetiva.

La forma del hoyo le parecía extraña. El extremo donde ella estaba parada había sido cavado en forma de cuña afilada. El otro extremo reflejaba la misma forma, solamente invertida.

Parecía que el asesino se había esforzado por hacer esa forma.

“Pero ¿por qué?”, se preguntó Riley. “¿Qué podría significar?”.

En ese momento, oyó la voz de Bill desde algún lugar detrás de ella.

“Encontré algo. Vengan a echarle un vistazo”.

Una Vez Enterrado

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