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CAPÍTULO NUEVE

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Todos dejaron de reírse, y Larson seguía mirando a Riley, Bill y Lucy. Su expresión era penetrante y poderosa, como si estuviera evaluándolos de alguna manera. Riley se preguntó si la comandante estaba a punto de hacer algún anuncio extremo.

En su lugar, Larson preguntó: “¿Ya desayunaron?”.

Todos dijeron que no.

“Bueno, esa situación es inaceptable”, dijo Larson con una sonrisa. “Vamos a remediarla antes de que se queden sin energía. Vengan conmigo. Yo les mostraré lo acogedores que podemos ser en el fuerte Mowat”.

Larson luego dejó a su equipo atrás y procedió a guiar a los tres agentes del FBI al club de oficiales. Riley vio de inmediato que la coronel no estaba bromeando. El comedor era como un restaurante de lujo y Larson no los dejó pagar por su comida.

Discutieron el caso mientras desayunaron. Riley cayó en cuenta de que definitivamente había necesitado el café. La comida fue agradable también.

La coronel Larson comenzó a darles su opinión del caso. “Las características más sobresalientes de estos asesinatos son el método utilizado y los rangos de las víctimas. Rolsky, Fraser y Worthing eran sargentos. Todos fueron asesinados desde una larga distancia con un rifle de alta potencia. Y las víctimas fueron fusiladas de noche”.

Bill preguntó: “¿Qué más tienen en común?”.

“No mucho. Dos de ellos eran blancos y uno era negro, así que no es una cuestión racial. Estaban al mando de unidades separadas, así que no tenían reclutas en común”.

Riley agregó: “Supongo que ya buscaron los archivos de soldados amonestados por cuestiones disciplinarias o psicológicas. ¿Ausentados sin permiso? ¿Dados de baja en formas deshonrosas?”.

“Sí”, respondió Larson. “Es una lista muy larga y ya terminamos de investigar a todos que figuraban en ella. Pero se las enviaré a ver qué opinan”.

“Me gustaría hablar con los hombres de cada unidad”.

Larson asintió. “Por supuesto. Pueden hablar con algunos de ellos después del funeral y puedo coordinar todas las reuniones que deseen”.

Riley vio que Lucy estaba tomando notas. Asintió con la cabeza para que la agente joven hiciera sus propias preguntas.

Lucy preguntó: “¿De qué calibre eran las balas?”.

“De calibre OTAN”, dijo la coronel Larson. “7,62 milímetros”.

Lucy miró a la coronel Larson con interés. Dijo: “Parece que el arma podría ser un rifle de francotirador M110. O posiblemente una Heckler y Koch G28”.

La coronel Larson sonrió un poco, obviamente impresionada con los conocimientos de Lucy.

“Debido a la distancia, suponemos que una M110”, dijo Larson. “Todas las balas parecen haber provenido de la misma arma”.

A Riley le gustaba que Lucy participara mucho en las investigaciones Riley consideraba a Lucy su protegida y sabía que Lucy la consideraba una mentora.

“Está aprendiendo rápido”, pensó Riley con orgullo.

Riley miró a Bill de reojo. Sabía por su expresión que también estaba satisfecho con Lucy.

Riley tenía sus propias preguntas, pero decidió no interrumpir.

Lucy le dijo a Larson: “Me imagino que están suponiendo que se trata de alguien con entrenamiento militar. ¿Un soldado de la base militar?”.

“Posiblemente”, dijo Larson. “O un ex soldado. Alguien con una excelente formación. No es un tirador normal”.

Lucy tamborileó el borrador de su lápiz contra la mesa.

Sugirió: “¿Alguien que quiere vengarse de las figuras de autoridad? ¿Especialmente de sargentos de instrucción?”.

Larson se rascó la barbilla pensativamente.

“He estado considerándolo”, dijo.

Lucy dijo: “Estoy segura de que también están considerando el terrorismo islámico”.

Larson asintió.

“Esa es nuestra teoría por los momentos”.

“¿Un ermitaño?”, preguntó Lucy.

“Tal vez”, dijo Larson. “Pero podría estar actuando en nombre de algún grupo, ya sea una pequeña célula cerca de aquí, o algo internacional, como ISIS o Al Qaeda”.

Lucy pensó por un momento.

“¿Cuántos reclutas musulmanes tienen actualmente en el fuerte Mowat?”, preguntó Lucy.

“En este momento, trescientos cuarenta y tres. Obviamente un porcentaje muy pequeño de nuestros reclutas. Pero tenemos que tener cuidado. En general, nuestros reclutas musulmanes han sido excepcionalmente dedicados. Nunca hemos tenido ningún problema con el extremismo, si eso es lo que es esto”.

Larson miró a Riley y Bill y sonrió.

“Ustedes dos están muy callados. ¿Cómo quieren proceder?”.

Riley miró a Bill de reojo. Como de costumbre, sabía que estaba pensando lo mismo que ella.

“Vamos a echarles unos vistazos a las escenas del crimen”, dijo Bill.

*

Unos minutos más tarde, la coronel Larson conducía a Riley, Bill y Lucy por el fuerte Mowat.

“¿Qué ubicación quieren ver primero?”, preguntó Larson.

“En el orden en que ocurrieron”, dijo Riley.

Mientras Larson condujo, Riley vio a soldados entrenando, corriendo carreras de obstáculos y practicando puntería con varias armas. Se veía que lo que estaban haciendo era riguroso y exigente.

Riley le preguntó a Larson: “¿Qué tan avanzados en su formación se encuentran estos reclutas?”.

“Están en la segunda fase, la fase blanca”, dijo Larson. “Tenemos tres fases: roja, blanca y azul. Las dos primeras, la roja y blanca, duran tres semanas cada una, y estos reclutas están en su quinta semana. Pasarán sus últimas cuatro semanas en la fase azul. Esa es la más difícil. Allí es cuando los reclutas descubren si tienen lo necesario para ser un soldado del ejército”.

Riley notó un poco de orgullo en su voz, el mismo orgullo que a menudo había oído en la voz de su padre cuando hablaba de su servicio militar.

“Ella ama lo que hace”, pensó Riley.

Tampoco tenía duda de que la coronel Larson era excelente en lo que hacía.

Larson se estacionó cerca de un sendero que atravesaba el campo. Se bajaron del auto, y Larson los llevó a una mancha en el camino. Estaba en un área abierta, sin árboles que podrían bloquear la vista.

“El sargento Rolsky fue asesinado aquí”, dijo Larson. “Nadie vio ni lo oyó suceder. La herida ni la posición de su cuerpo nos dijeron de dónde provino el disparo, excepto que debió haber sido de una distancia considerable”.

Riley miró a su alrededor, estudiando la escena.

“¿A qué hora fue asesinado?”, preguntó.

“A las diez de la noche”, dijo Larson.

Se imaginó cómo se vería este lugar a esas horas de la noche. Había un par de lámparas a unos nueve metros de la mancha. Aun así, la luz aquí habría sido bastante tenue. El tirador debió haber utilizado una mira nocturna.

Se volvió lentamente, tratando de adivinar de dónde provino el disparo.

Había edificios al sur y norte. Era poco probable que un francotirador tuviera la oportunidad de disparar desde dentro de cualquiera de esos lugares.

Al oeste pudo ver el Océano Pacífico a una gran distancia.

Había colinas rugosas al este.

Riley señaló las colinas y dijo: “Mi conjetura es que el tirador se posicionó en algún lugar allá arriba”.

“Esa es una buena conjetura”, dijo Larson, señalando otro lugar en el suelo. “Encontramos la bala aquí, y eso indica que el disparo debió haber venido de algún lugar en esas colinas. Juzgando por la herida, disparó desde unos setenta y cinco a unos noventa metros. Recorrimos la zona, pero no dejó atrás ninguna evidencia”.

Riley se quedó pensando por un momento.

Después le preguntó a Larson: “¿Es permitido cazar en el fuerte Mowat?”.

“Durante la temporada, con permisos”, respondió Larson. “Ahora estamos en la temporada de pavo salvaje. También se permite cazar cuervos de día”.

Riley obviamente sabía que estas muertes eran cualquier cosa menos accidentes de caza. Siendo la hija de un hombre que había sido a la vez un marine y un cazador, sabía que nadie podría utilizar un rifle de francotirador para matar a cuervos y pavos. Una escopeta era probablemente el arma de caza preferida alrededor del fuerte Mowat durante esta época del año.

Le pidió a Larson que los llevara a la siguiente ubicación. La coronel los condujo a unas colinas bajas en el extremo de una ruta de senderismo. Cuando todos se bajaron de su vehículo de nuevo, Larson señaló el lugar en un sendero que se abría paso cuesta arriba.

“El sargento Fraser fue asesinado allí”, dijo. “Había salido a caminar. El disparo parece haber provenido aproximadamente de la misma distancia que el anterior. Nadie oyó ni vio lo que pasó. Sin embargo, suponemos que fue asesinado a las once de la noche”.

“Once de la noche”, pensó Riley.

Señalando otro lugar, Larson agregó: “Encontramos la bala por aquí”.

Riley luego miró en la dirección opuesta, hacia donde el tirador debió haber estado. Vio más colinas, e innumerables lugares donde un tirador podría haberse escondido. Estaba segura de que Larson y su equipo habían recorrido el área exhaustivamente.

Finalmente se dirigieron a la zona de alojamiento de los reclutas. Larson los llevó detrás de una de las barracas. Lo primero que Riley vio fue una enorme mancha oscura en la pared cerca de la puerta de atrás.

Larson dijo: “Aquí fue asesinado el sargento Worthing. Parece que salió a fumarse un cigarrillo antes del entrenamiento matutino de su pelotón. El tiro fue tan limpio que el cigarrillo nunca cayó de sus labios”.

Riley se sintió más interesada. Esta escena era diferente a las demás, y mucho más informativa. Examinó la mancha y la otra mancha que se extendía por debajo de ella.

Ella dijo: “Parece que estaba apoyado contra la pared cuando la bala le alcanzó. Debieron haber sido capaces de obtener una mejor idea de la trayectoria de la bala aquí que en las otras escenas”.

“Sí, mucho mejor”, concordó Larson. “Pero no la ubicación exacta”.

Larson señaló al otro lado del campo, detrás de las barracas, donde había algunas colinas.

“El tirador debió haberse posicionado en algún lugar entre esos dos pequeños árboles”, dijo. “Pero dejó todo perfecto. No pudimos encontrar ni un rastro de él en cualquier lugar”.

Riley vio que la distancia entre los pequeños árboles era de unos seis metros. Larson y su equipo han hecho un buen trabajo limitando su búsqueda a esa área.

“¿Cómo estuvo el tiempo?”, preguntó Riley.

“Muy claro”, dijo Larson. “Hubo una luna cuarto menguante casi hasta el amanecer”.

Riley sintió un cosquilleo de emoción. Era una sensación familiar que sentía cuando estaba a punto de conectarse realmente con una escena del crimen.

“Me gustaría ir para allá y echarle un vistazo por mi cuenta”, dijo.

“Por supuesto”, dijo Larson. “Yo te llevo”.

Riley no sabía cómo decirle que quería ir sola.

Afortunadamente, Bill habló por ella.

“Dejemos que la agente Paige vaya sola. Es lo suyo”.

Larson asintió con aprecio.

Riley caminó por el campo. Con cada paso, ese hormigueo se volvió más intenso.

Finalmente se encontró entre los dos árboles. Entendió por qué el equipo de Larson no había sido capaz de encontrar el punto exacto. El terreno era muy irregular y había una gran cantidad de arbustos más pequeños. Justo en esa zona había por lo menos media docena de excelentes lugares para ponerse en cuclillas o tumbarse y disparar un tiro limpio hacia las barracas.

Riley comenzó a caminar entre los árboles. Sabía que no estaba buscando algo que el tirador pudo haber dejado atrás, ni siquiera pisadas. Larson y su equipo no habrían pasado por alto algo así.

Respiró lentamente y se imaginó a sí misma aquí en las primeras horas de la mañana. Las estrellas estaban empezando a desaparecer y la luna todavía proyectaba sombras por todas partes.

La sensación se intensificó cada segundo… la sensación de la presencia del asesino.

Riley siguió respirando profundamente y se preparó para entrar en la mente del asesino.

Una Vez Acechado

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