Читать книгу La Pirámide de la Sabiduría - Brett McCracken - Страница 9

Capítulo 1

Оглавление

LA GLOTONERÍA INFORMÁTICA

«¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?

¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?».

T. S. ELIOT, EL PRIMER CORO DE LA ROCA

LA EXPLOSIÓN EXPONENCIAL DE la información en la «era de la información» es alucinante. Considera una muestra de las cifras. En 2019, en un solo minuto de Internet se enviaron 188 millones de correos electrónicos, 18,1 millones de mensajes de textos y se vieron 4,5 millones de videos en YouTube.1 Para el año 2020, había 40 veces más bytes de datos en Internet que estrellas en el universo observable. Algunos cálculos sugieren que para el año 2025, se crearán 463 exabytes de datos por día en línea, el equivalente a 212 765 957 DVD por día.2 ¿Y qué es un exabyte? Bueno, considera esto: cinco exabytes equivalen a todas las palabras dichas por los seres humanos desde el comienzo de los tiempos.3 En 2025, esa cantidad de datos se creará cada 15 minutos.

Esto es lo más descabellado: todo está en nuestros bolsillos, a solo unos clics de distancia. Nuestros teléfonos ahora son enciclopedias, bibliotecas, universidades, universos; pero por más conveniente que sea tener dicho acceso —respuestas a cualquier pregunta que tengamos, resultados para cualquier pintura o video que queramos ver, innumerables recursos para lo que sea que deseemos investigar— el exceso de información en línea también es abrumador y no nos hace sabios.

Así como demasiada comida enferma el cuerpo, demasiada información enferma el alma. La glotonería informática es un problema real en la era de Google, sus síntomas se han extendido y son preocupantes. A continuación, se presentan cinco de ellos.

Síntoma 1: ansiedad y estrés

Demasiado de algo causa problemas en nuestra salud. Esto es cierto tanto para la información que ingerimos como para los alimentos que consumimos. El bombardeo de información al que nos enfrentamos cada vez más, caracterizado por deslizar, desplazar, ver, escuchar, leer, enviar mensajes de texto y realizar tareas múltiples de la mañana a la noche sin parar, está creando estrés en nuestros cerebros y contribuyendo a aumentar los niveles de ansiedad. Nuestros cerebros son sorprendentemente adaptables y resilientes, pero tienen límites.

El panorama frenético de la información actual hace que nuestros cerebros estén más ocupados que nunca: la cantidad de información que nuestros cerebros sobrecargados deben clasificar constantemente consume de forma natural grandes cantidades de energía. Realizar tareas múltiples de manera constante también consume energía: reservas una cena a través de Yelp mientras contestas un mensaje de texto de mamá, envías un correo electrónico de trabajo y miras un video «imperdible» que un amigo acaba de compartir en Facebook todo en un lapso de cinco minutos. Este tipo de multitarea extrema, observa el neurocientífico Daniel Levitin, sobreestimula y estresa nuestro cerebro:

Al pedirle al cerebro que cambie la atención de una actividad a otra, la corteza prefrontal y el cuerpo estriado queman glucosa oxigenada, el mismo combustible que necesitan para permanecer activos. Y el tipo de cambio rápido y continuo que hacemos con las multitareas hace que el cerebro queme el combustible tan rápido que nos sentimos agotados y desorientados incluso después de un breve período de tiempo. Hemos agotado, literalmente, los nutrientes de nuestro cerebro. Esto compromete el rendimiento cognitivo y físico. Entre otras cosas, cambiar de tarea de forma repetida conduce a la ansiedad, lo que aumenta los niveles de cortisol, la hormona del estrés en el cerebro, lo que a su vez puede llevar a un comportamiento agresivo e impulsivo.4

Otra forma en que el exceso de información causa estrés y ansiedad es que nos cargamos con grandes cantidades de conocimiento innecesario y, a menudo, preocupante. Cuando nos enfermamos físicamente buscamos en páginas relacionadas a la salud, como WebMD, para encontrar respuestas y, por lo general, solo encontramos más preocupaciones. Como si nuestras propias luchas y complejidades familiares no fueran lo suficientemente agobiantes en lo emocional, las noticias en nuestro Instagram y Facebook nos llevan a las súplicas, los comentarios llenos de enojo y los torbellinos emocionales de cientos de personas a lo largo del día. Las constantes notificaciones de noticias de Amber Alerts, los tornados mortales, los brotes de sarampión, los tiroteos en las escuelas, las «actividades sospechosas» en nuestros vecindarios (gracias a aplicaciones como NextDoor) y todo tipo de titulares de crímenes horribles se acumulan en nuestra conciencia, sobrecargando nuestros cerebros con ansiedad por la creciente cantidad de formas en que el mundo nos puede matar. Nuestros FitBits, aplicaciones sobre dietas y otros dispositivos de salud brindan información sobre nuestro cuerpo que puede ser útil con moderación, pero que con facilidad puede convertirse en una obsesión que avive la ansiedad.

No es que la información de este tipo sea siempre mala o de poca ayuda. Es solo que el efecto acumulativo de demasiada información, de tan fácil y constante acceso para nosotros, crea una carga que nuestras mentes y almas no pueden soportar porque no fueron creadas para eso.

Síntoma 2: desorientación y fragmentación

Todos los días nos llega un aluvión de información de todas partes y en formas desconectadas e indiferenciadas. Un ejemplo de esto son las noticias en nuestras redes sociales que no respetan el flujo lógico o la necesidad de síntesis. Si abres tu Facebook, Twitter o Instagram en este momento, verás esto: un avance de una película seguido por un artículo sobre el aborto; una foto del viaje de un amigo por Texas seguida por otra persona que promociona su pódcast.

Desde luego, esto nos deja la cabeza dando vueltas y, con el tiempo, hace daño al corazón y, finalmente, lo anestesia. Obituarios seguidos por anuncios de bebés, gritos de auxilio para llamar la atención seguidos por fotos de vacaciones que muestran «una mejor vida», resultados deportivos seguidos por citas de san Agustín, música para adorar seguida por los videos de iguanas que persiguen serpientes, sermones de John Piper entre sesiones de Fortnite y clases para aprender idiomas en Duolingo. En palabras del grupo de rock Arcade Fire, es «¡todo ya!».

Además de causar mareos cognitivos, esta variedad indistinguible de información erosiona nuestra capacidad para distinguir entre lo trivial y lo verdaderamente importante. Con el tiempo, llegamos a valorar la información más por su espectáculo, infoentretenimiento, que por las complejas realidades que conlleva. Nuestras fuentes de noticias son los parques de atracciones, las salas de juegos y los escenarios de vodevil de la era digital.

El crítico de medios, Neil Postman, vio venir esto en la década de 1980 cuando observó que las noticias televisadas se habían convertido en una especie de programa de varietés de diversiones desconectadas destinadas a mantener a los espectadores sintonizados:

«¡Y ahora… esto!» se usa comúnmente en los noticiarios de la radio y la televisión para indicar que lo que uno acaba de escuchar o ver no tiene punto de comparación con lo que está a punto de escuchar o ver, ni posiblemente con nada de lo que alguna vez uno pueda escuchar o ver. La frase es un medio de reconocer el hecho de que el mundo, tal como ha sido diseñado por los medios electrónicos acelerados, carece de orden o significado y no debe ser tomado seriamente. No hay ningún asesinato que sea tan brutal, ningún terremoto tan devastador, ningún error político tan costoso —si vamos al caso, ningún tanteo entusiasma tanto, o un informe sobre el estado del tiempo es tan amenazador— que no sea posible borrar de nuestras mentes con un «¡Y ahora… esto!» de un presentador.5

Además de estos efectos que adormecen e insensibilizan, el zumbido constante de nuestras fuentes de información fragmenta nuestras vidas. En vez de estar presentes con nuestras familias, estamos presentes con las hordas que reclaman nuestra atención en el correo electrónico, mensajes de texto, Voxer, WhatsApp, Messenger y otras innumerables plataformas de comunicación. En lugar de estar presentes en los lugares donde vivimos, estamos presentes en las crisis alrededor del mundo y en los debates que están de moda en el poco interesante Twitter. Nuestras fuentes de noticias traen el mundo y todo su caos a nuestras mentes, dividiendo nuestra atención en cientos de formas diferentes.

No fuimos hechos para esto. Cuando el teólogo protestante francés, Jacques Ellul, escribió hace medio siglo en The Technological Society, observó:

«[El hombre] fue hecho para ir a seis kilómetros por hora, y va a mil kilómetros por hora. […] Fue creado para tener contacto con los seres vivos, y vive en un mundo de piedra. Fue creado con una cierta unidad esencial, y está fragmentado por todas las fuerzas del mundo moderno».6

Irónicamente, por mucho que la era de la información (y su «aldea global») prometa ampliar nuestros horizontes y crear ciudadanos del mundo sanos, integrados y bien informados, en realidad, ha tenido el efecto contrario. La hiperconexión y el exceso de conciencia del espacio conquistado de un mundo nos fragmenta y nos desconecta del lugar: los contextos locales donde podemos conocer y ser conocidos y efectuar todos los cambios que sea posible. Como afirma Ellul: «La paradoja es característica de nuestros tiempos, que a la conquista abstracta del Espacio por el Hombre (en mayúsculas) corresponde la limitación del lugar para los hombres (en minúsculas)».7

Síntoma 3: impotencia

Nuestra exposición más amplia al espacio, junto con una conexión disminuida con el lugar, nos deja sintiéndonos sobrestimulados, pero con poca actividad. En un día normal, nos sentimos exacerbados por cualquier agravio al que Internet nos ha expuesto, pero no podemos hacer mucho, si es que podemos hacer algo, al respecto. La interminable cinta transportadora de contenido pone más cosas en nuestro radar en un día de lo que la gente de hace un siglo encontraría en un año, a menudo sobre lugares de los que nunca habíamos oído hablar y problemas que no sabíamos que eran problemas.8

Postman habla de cómo nuestro acceso a la información y a las noticias de todo el mundo «nos proporciona algo de lo que hablar, pero que no nos conduce a ninguna acción significativa». Este es el legado del telégrafo, dice: «… al generar en forma abundante información irrelevante, alteró dramáticamente lo que podríamos llamar la “relación información-acción”».

Históricamente, observa Postman, la información se consideraba valiosa si tenía el potencial de conducir a la acción. Sin embargo, el telégrafo y las tecnologías posteriores volvieron a esa relación abstracta y remota: «Por primera vez en la historia de la humanidad la gente se enfrentó con el problema del exceso de información, lo que significó, simultáneamente, enfrentarse con el problema de potencial social y político disminuido».9

Las redes sociales personifican esto. Nuestras fuentes nos informan de manera constante de noticias lejanas sobre las que tenemos muy poco contexto e incluso menos recurso a la acción: protestas políticas en Venezuela, erupción volcánica en Nueva Zelanda, una serpiente encontrada en un baño en Florida, entre otras. Podemos llegar fácilmente al punto en el que pasamos horas leyendo titulares sobre cosas que nunca nos afectarán, debates sobre cosas de las que sabemos poco y problemas que no podemos resolver. Mientras los dramas «lejanos» de nuestros espacios en las redes sociales nos consumen, descuidamos las realidades tangibles de nuestro lugar inmediato: las noticias locales, los debates próximos y los problemas cercanos que podríamos abordar de manera más significativa.

Después del telégrafo, argumenta Postman, «todo se convirtió en responsabilidad de todos». Por primera vez recibíamos información que respondía a preguntas que no habíamos hecho y que, en todo caso, no daba lugar al derecho de réplica».10 Las redes sociales, por supuesto, nos dan permiso para «responder», pero ¿con qué fin? Podemos tener la sensación de que nuestra participación es una acción significativa, que está haciendo algo, pero la mayoría de las veces solo estamos agregando ruido, enojándonos innecesariamente y aportando más información irrelevante a nuestros cerebros ya sobrecargados y agotados.

El panorama de la información actual, que nos bombardea con agravios y trivialidades que no buscamos, pero que, sin embargo, nos absorben, dignifica la irrelevancia y amplía la impotencia, argumenta Postman. Todo se suma a una sensación exagerada de lo terrible que es el mundo y a una angustia por no poder hacer mucho al respecto.

Síntoma 4: parálisis de decisión y compromiso

Otro síntoma de la enfermedad de la glotonería informática es una sobreabundancia de opciones que debilita. Con todo a tu disposición digital, ¿cómo eliges? Tal vez hayas experimentado una «parálisis de elección» mirando Netflix, ese momento en el que estás tratando de decidir qué mirar, pero te paralizas porque hay demasiadas opciones y no hay una guía externa que te ayude en tu selección. Te preocupa perder el tiempo y la pregunta «¿Será la elección perfecta?» pesa mucho.11

Cuando todo está a nuestra disposición y a nuestro gusto, naturalmente experimentamos estrés por miedo a perdernos algo. ¿Tomaremos la decisión equivocada? De los quince programas que tus amigos han estado hablando en las redes sociales, ¿cuál deberías ver?

Estas preguntas pueden ser debilitantes y se suman a la ansiedad que surge de lo que Alvin Toffler acuñó como «sobrecarga de información» en su libro de 1970 El shock del futuro.12

La sobrecarga de información en el mundo de la transmisión de video no es una broma. La cantidad de contenido nuevo que se publica cada mes en YouTube, Facebook, Hulu, HBO, Disney+, Netflix, Amazon Prime y todos los demás son abrumadoras. Y a medida que nos volvemos cada vez menos capaces de tomar decisiones en medio de esta abrumadora variedad de opciones, los algoritmos «sugeridos para ti» serán cada vez más hábiles para hacer el trabajo por nosotros y nos mostrarán con un entusiasmo personalizado contenido para que miremos a continuación y nos mantenga en la plataforma. De hecho, el estrés de tener que examinar activamente las opciones de visualización tiende a hacernos más pasivos, con poca capacidad para lo que Tony Reinke llama «resistencia al espectáculo»: «Los creadores de espectáculos alimentan felizmente nuestros ojos perezosos y nuestra mirada indiferente. Ya no buscamos nuevos espectáculos; los nuevos espectáculos nos buscan a nosotros».13

Los efectos de la sobrecarga de información también plantean problemas más allá de la información digital. Donde hay abundancia de opciones podemos tener dificultades para comprometernos con cualquier cosa. A menudo, veo esto en la iglesia, por ejemplo. Con una «opción» de iglesia para todos los gustos, preferencias, inclinaciones políticas y estéticas (sin mencionar la opción de no ir a la iglesia), el seguidor de Cristo se posiciona como un consumidor cuyo apego a una iglesia es tan fuerte como un comprador se apega a una marca. Cuando nuestros gustos cambian, también lo hacen nuestros compromisos. Así como en Netflix podemos ver solo dos episodios de una serie, o 20 minutos de una película, antes de perder el interés y cambiamos a otra cosa, así nos acercamos a la iglesia y abordamos la espiritualidad como algo fluido que debe adaptarse a nuestras necesidades y estados de ánimo cambiantes.

El filósofo, Charles Taylor, llama a esta abundancia de opciones espirituales «el efecto nova», una «variedad cada vez mayor de opciones morales / espirituales»14 que ocupa un lugar destacado en su relato de la secularidad en su monumental obra La era secular. Reformulando las ideas de Taylor, Alan Noble observa que «la sobrecarga de decisiones es un problema tanto para la espiritualidad como para la multitarea digital. […] Una era distraída y secular nos hace esto: estamos cognitivamente abrumados por el horizonte en expansión de posibles creencias».15

Estamos tan abrumados con posibles caminos, posibles fuentes de verdad y teorías de la buena vida, que no elegimos ningún camino. O cambiamos de camino en pocos meses. O improvisamos nuestro propio camino espiritual solo para nosotros, extrayendo fragmentos de teología, filosofía, moralidad y estética de todo tipo de fuentes desconectadas, simplemente porque podemos.

Síntoma 5: Sesgo de confirmación

Debido a que en línea existe un espacio ilimitado, cada teoría conspirativa, cada nicho peculiar y cada comunidad de culto tiene un espacio para florecer. Sea lo que sea que creas o te sientas tentado a creer, hay información en línea que te respalda. Y aquí no solo estamos hablando de la internet oculta, donde los troles y los terroristas encuentran apoyo para sus creencias extremistas. Todos somos susceptibles de elegir el camino de menor resistencia cognitiva: seleccionar fuentes que armonicen con nuestras creencias existentes y no compliquen nuestros paradigmas ni nos irriten.

¿Quién nos puede culpar? Probablemente esa sea la razón por la que los estadounidenses que viajan a un país extranjero optan por comprar café en un Starbucks en lugar de en una de las cafeterías locales (seguramente mucho mejores). En espacios ruidosos y cognitivamente abrumadores, hay comodidad en productos conocidos. Maryanne Wolf lo expresa de esta manera:

«Necesitamos enfrentar la realidad de que cuando nos bombardean con demasiadas opciones, nuestro valor predeterminado puede ser confiar en información que impone pocas exigencias al pensamiento. Más y más de nosotros pensamos entonces que sabemos algo basado en información cuya fuente fue elegida porque se ajusta a cómo y a qué pensábamos antes».16

En un mundo con cada vez más sobrecarga de información, este es un mecanismo de afrontamiento cada vez más peligroso, aunque comprensible. Clasificamos nuestro caos de información personal cultivando fuentes llenas de voces que nos brindan comodidad en lugar de voces que hacen que hierva nuestra sangre. ¿Quién tiene tiempo o espacio mental para eso? Y lo dejamos de seguir.

Reconociendo la dificultad de la persona del siglo XXI por filtrar el exceso de información, las empresas de redes sociales, incentivadas para hacer de sus plataformas espacios agradables y no tóxicos, empeoran el problema del sesgo de confirmación mediante algoritmos personalizados.

El resultado son espacios únicos para cada usuario que crean un mundo en el que no hay dos personas que vean la misma información. Todos vivimos en islas de fantasía impulsada por algoritmos y sesgo de confirmación. No es de extrañar que el tribalismo esté en aumento. No es de extrañar que todos estén hablando por encima de los demás.

El informático, Jaron Lanier, autor de Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato, llama a esta fragmentación impulsada por algoritmos como un «acontecimiento histórico» que hace que sea más difícil entender al otro y empatizar.

«La versión del mundo que vemos es invisible para quienes nos malinterpretan, y viceversa. […] Lo que sucede es que vemos menos que nunca las cosas que otros ven, y por eso tenemos una capacidad menor de entendernos».17

El placer del diablo

Es fácil imaginar al diablo deleitándose con todo esto: tribalismo enojado, trivialidad adictiva, diversión hasta el cansancio. El caos reina a medida que los seres humanos se vuelven más estresados, anestesiados, desorientados, distraídos y paralizados por el insondable exceso de información. Mientras el caos reina, el pecado aumenta.

Es curioso que la caída del hombre en Génesis 3 se produjo por las tentaciones del conocimiento: el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. También en nuestra era, el atractivo del conocimiento divino e infinito causa estragos. A veces pienso que el logo de mi iPhone, un dispositivo que se aproxima al conocimiento divino, si es que alguna vez hubo algo así, es una manzana con un mordisco. ¿Un guiño al pecado original de Eva? ¿Una oda al hambre insaciable de conocimiento infinito de la humanidad? Quizás.18 Pero al igual que como fue para Adán y Eva en el Edén, así es para nosotros: el deseo de saberlo todo solo conduce al dolor.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

1. ¿Cuáles de los «síntomas» del exceso de información analizados en este capítulo experimentas más?

2. ¿En qué áreas sientes que tener acceso a demasiada información ha sido una carga o ha hecho más daño que bien?

3. ¿Por qué es importante tener una conexión entre información y acción? Piensa ejemplos de tu propia vida en los que haya una conexión entre información y acción, y en los que no haya una conexión.

La Pirámide de la Sabiduría

Подняться наверх