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AL PRINCIPIO DE MI MINISTERIO PASTORAL surgió una gran necesidad. La iglesia a la que servía experimentó un crecimiento constante en los primeros años, incluyendo la atracción de varios estudiantes de un seminario local. A medida que me relacionaba con estos jóvenes en el ministerio pastoral, descubrí que tenían muchas cualidades maravillosas. Cada uno de ellos amaba a Dios. Sus vidas habían sido transformadas por el evangelio. Amaban a la iglesia local. Cada uno de ellos sintió el llamado de Dios a seguir el ministerio ocupacional a tiempo completo. Y cada uno había tomado la decisión de inscribirse en el seminario con la expectativa de ser entrenado y equipado para la obra del ministerio pastoral.

Sin embargo, a medida que fui conociendo a estos jóvenes, también había algunos elementos comunes en sus historias que me preocupaban. La mayoría había llegado al seminario sin ningún tipo de confirmación corporativa por parte de la iglesia local. Al igual que la mayoría de los seminarios, como parte del proceso de admisión, la escuela a la que asistían requería una confirmación del llamado por parte de una iglesia local. No obstante, después de investigar, me enteré de que en la mayoría de los casos su confirmación eclesiástica no era más que una carta de aprobación para que asistieran a la escuela. Ninguno de ellos había experimentado una confirmación corporativa de sus dones para el ministerio. Ninguno de ellos había sido entrenado ni puesto a prueba por una iglesia local. Tenían el permiso para asistir, pero no tenían la confirmación ni el respaldo de un cuerpo local de creyentes.

También descubrí que estos estudiantes esperaban que el seminario se encargara de esta responsabilidad por ellos, ayudándoles a confirmar y prepararse para los retos y luchas del ministerio. Pero como Albert Mohler, presidente del Southern Baptist Theological Seminary, ha declarado en más de una ocasión, ese no es el papel o la responsabilidad de un seminario:

Creo enfáticamente que el mejor y más apropiado lugar para la educación y preparación de los pastores es la iglesia local. Deberíamos avergonzarnos de que las iglesias fracasen miserablemente en su responsabilidad de entrenar a los futuros pastores. Los pastores consolidados deberían avergonzarse si no están dedicándose a las vidas de los jóvenes que Dios ha llamado al ministerio de enseñanza y liderazgo de la iglesia.1

En otras palabras, los seminarios no son, ni deben considerarse, responsables de seleccionar, probar y confirmar los llamados ministeriales. De manera acertada, hay seminarios que consideran eso como el papel y la responsabilidad de la iglesia local. Así que, si los seminarios esperan que las iglesias locales hagan esto, y si las iglesias locales (y los estudiantes) pretenden que los seminarios se hagan cargo, ¿quién es realmente responsable (y en última instancia, responsable ante Dios) por todo esto? La falta de respuesta a estas preguntas esenciales ha ejercido una presión innecesaria sobre los seminarios y los institutos bíblicos, ha provocado una confusión generalizada entre los que buscan una vocación pastoral para el ministerio, y ha permitido que la iglesia local descuide su mandato divino de preparar a la próxima generación de pastores encargados de la grey de Dios.

Podría decirse que no hay un mejor trabajo acerca de la responsabilidad y acerca del proceso para evaluar el llamado de Dios que los escritos de Charles Bridges (1794 - 1869). En su libro The Christian Ministry [El Ministerio Cristiano], Bridges pone la responsabilidad de la determinación del llamado de una persona, tanto en la conciencia del individuo como en la de la iglesia local a la que ese hombre está comprometido. Bridges se refiere a estos dos aspectos del llamado como el llamado interno y el llamado externo de Dios:

El llamado externo es una comisión recibida y reconocida por la Iglesia (...) evidentemente, eso no cualifica al Ministro, pero sí lo acredita, y confirma que Dios lo ha cualificado interna y adecuadamente. Por lo tanto, este llamado indica únicamente la autoridad oficial. El llamado interno es la voz y el poder del Espíritu Santo, dirigiendo la voluntad y el juicio, y transmitiendo las cualificaciones personales. Sin embargo, ambos llamados (aunque sean esencialmente distintos en su carácter y fuente) son indispensables para el ejercicio de nuestra comisión.2

Bridges dice que un individuo debe recibir un llamado interno para saber que es verdaderamente llamado por Dios a servir en el ministerio. Este es un deseo dado por Dios para hacer la obra del ministerio, combinado con su propia convicción de que ha sido dotado y facultado por el Espíritu de Dios para hacer este trabajo.

Sin embargo, además del llamado interno, un individuo también debe poseer un llamado externo. Este llamado externo es la confirmación de una iglesia local de que posee los dones y el carácter piadoso adecuados para ser un ministro cristiano. En ese sentido, Bridges, Charles Spurgeon y muchos otros hombres piadosos, a quienes Dios usó en el pasado para preparar a los llamados al ministerio, todos están de acuerdo en que tanto el llamado interno como el externo son necesarios para que una persona entre a la obra del ministerio.

Desafortunadamente, muy pocos hombres hoy en día experimentan este tipo de llamado doble. Durante el último siglo, el papel de la iglesia local y la importancia del llamado externo han disminuido, y se podría argumentar que incluso la necesidad de un llamado interno es menos importante hoy en día, ya que la gente trata el ministerio pastoral como una mera elección de carrera profesional entre muchas otras. Necesitamos urgentemente recuperar la enseñanza bíblica acerca de estos asuntos, y esa es la razón por la que he escrito este corto libro.

Como verán en las páginas siguientes, la Biblia revela claramente que tanto el llamado interno como el externo deben estar centrados y fundamentados en el diseño de Dios y en sus propósitos para Su pueblo. Dios ha dado la responsabilidad de hacer un llamado externo a Su iglesia, y ha dado requisitos específicos en cuanto a quién debe recibirlo. Además de examinar la responsabilidad y los requisitos para hacer un llamado, también veremos la manera en la que una iglesia local cumple con el papel de entrenar y preparar a las personas; y lo que está en juego si una iglesia se rehúsa a hacerlo. Debido a que a menudo hay confusión al respecto, los subtítulos de cada capítulo han sido estructurados en forma de preguntas, para ayudarle al lector.

Así pues, el objetivo de este libro es desafiar tu visión del ministerio de la iglesia local y cambiar la forma en la que los individuos son preparados, entrenados, probados y enviados al ministerio hoy en día. El llamado de Dios para cada uno de nosotros es que seamos seguidores de Cristo. Este llamado común nos debería inspirar para servir y ministrar a otros en el cuerpo de Cristo. Pero también debemos tratar de ser fieles al examinar el llamado que Dios pone en los individuos para dirigir, enseñar y cuidar a su pueblo en la iglesia local como pastores, buscando la mejor manera de prepararlos y equiparlos para servir en las primeras filas de su gloriosa y eterna obra de la extensión de Su reino en la tierra.

Prepararlos para pastorear

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