Читать книгу Jahuel - Bruno Cuneo - Страница 10

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Una palmada, un llanto las primeras efusiones del amor la sangre, las lágrimas el rubor de la que ha dejado de pujar y la mano de la que dicen que no suelta. La primera imagen es ésta: un rayo de luz que cae sobre la cómoda rebota en el espejo y llega hasta mi corral sumándose a los barrotes de madera. Partículas de polvo agitándose en orden el día en su más leve despertar la memoria desprovista de recuerdos el futuro desprovisto de esperanza.

Un alma sola solamente en su mirada.


La primera palabra rara que aprendí fue sauce llorón y en el plano de los conceptos fue tetrápodo una curiosa forma de cemento que impide que el mar azote la costa como el poliedro aquél del grabado famoso. Agrietada y sin agua la vieja piscina trae la felicidad desvanecida, la algarabía, el verano ido cuando la escena no era aún un cuadro de época y el tiempo parecía detenido en la humedad de las toallas. Sobre el parrón el tiempo parece no pasar: hoja, cielo, perspectiva un futuro abierto por las cuatro puntas y un presente cerrándolo cada vez que miro para abajo. En la cocina a menudo habían llantos seguidos de una voz trémula que nos invitaba a la mesa.

En silencio tomábamos la sopa

confundidos

con el lento batir de una ventana.


En una de las páginas de la Enciclopedia Barsa aparece la imagen de Laocoonte muriendo junto a sus hijos entre los gruesos anillos de una serpiente gigantesca.

Jahuel

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