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Hageo 1.1–4

Dios nos llama a un diálogo honesto

Era el tiempo del retorno, Dios había conseguido un cambio en la política imperial. El rey Ciro ii decide decretar el regreso de los judíos y permitir la reconstrucción del templo y la ciudad de Jerusalén. Cincuenta mil personas regresaron lideradas inicialmente por Sesbassar, el gobernador de Judá designado por el rey; posteriormente, por Zorobabel, con quien se inició la reconstrucción del templo.16

Un tiempo después se sucedieron dos caravanas comprometidas con el rey para algunas tareas específicas. La liderada por Esdras se ocupó de la restauración de la reeducación y la enseñanza, a partir de la interpretación de la ley de Moisés. Había que darle sentido a la nueva oportunidad que tenía el pueblo de Dios tras el exilio y a las nuevas generaciones, en un contexto diferente.17 El segundo grupo, liderado por Nehemías, se ocupó de la reconstrucción de la ciudad y de sus muros.18

Los primeros capítulos de Esdras hablan de los grandes sacrificios del primer grupo de exiliados, pero también de las grandes esperanzas que se habían despertado en ellos por las profecías de Isaías sobre un anhelado siervo de Jehová, que habría de irrumpir en la historia. Cuando llegaron a Jerusalén no había más que ruinas y pobreza, además de la oposición de los samaritanos y la población local. Como consecuencia de ello, poco se hizo para lograr la reconstrucción del templo en aquellos primeros dieciséis años, entre el 536 y el 520 a. C.

Era evidente que no se había oído en Jerusalén voz profética hacía mucho tiempo. Podemos imaginar el impacto del pueblo al saber que Dios con un diálogo honesto se presenta y rompe el silencio para hacer preguntas francas y directas por medio del profeta Hageo. ¿Era el tiempo para lo que estaban haciendo? ¿Por qué no les iba bien en lo que hacían?

A Hageo le toca la tarea de concientizar al pueblo acerca del sentido de su espiritualidad y la fuerza de su esperanza, por el pacto de Dios aún vigente para su pueblo.

Resignación histórica para continuar los proyectos

En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, diciendo […] (Hag 1.1)

Algo estaba sucediendo en la relación del pueblo con Dios. El entusiasmo del regreso por un lado, y luego la clara intervención divina en la política del Imperio, favoreciendo el retorno, no habían sido suficientes para priorizar la gratitud y la adoración, expresada inicialmente en la preocupación por la reconstrucción del espacio de culto. La obra había sido paralizada y los líderes políticos, representados por Zorobabel, se desentendieron de la misión encomendada; y aun los líderes religiosos, representados por Josué, estaban resignados a una realidad: la obra era grande y por eso lo mejor era comenzar por acomodar mejor las viviendas y más tarde se vería lo que se podía hacer.

Era el primer día del sexto mes, de elul19, día de luna nueva, el día en que el pueblo se juntaba para adorar a Dios. Esto iba a realizarse en un templo en ruinas. Después de tantos años de silencio profético, la voz de Dios vino al pueblo en un día de adoración. El día de luna nueva era día santo, un nuevo año se iniciaba. Las actividades relacionadas con el trabajo eran suspendidas, de la misma forma que en el día de reposo20, y una ofrenda en sacrificio especial era ofrecida al Señor para reparación de la ofensa y reconciliación.21

La Palabra de Dios estaba dirigida, primeramente, a los líderes políticos y religiosos de la época. El profeta habló de parte de Dios a los hombres principales de la comunidad en presencia del pueblo que estaba en adoración, en medio de circunstancias contradictorias y preocupantes. Fue un llamado a un diálogo honesto con Dios, una resonante convocación a la acción para un pueblo que resignado por causas internas y externas había decidido no continuar con el proyecto encomendado.

El encuentro con la tierra fue más un desencuentro. En primer lugar, la ciudad los recibía con una gran escasez. El desencanto y la pobreza les hicieron recapacitar en si había valido la pena el retorno. Reiniciar la vida en un país en escombros no les dio espacio para pensar en invertir su tiempo y sus escasos recursos en el templo. Además, el pueblo estaba acostumbrado a vivir sin el templo en Babilonia.

En segundo lugar, los exiliados estaban solos en el desafiante proyecto de reconstrucción y recibieron tentadoras propuestas para alianzas estratégicas que eran sumamente peligrosas. Más adelante Esdras nos relata una de estas propuestas; los samaritanos, primos hermanos de los judíos, pero de una religiosidad sincrética e idólatra, les propusieron unirse para llevar adelante el proyecto de reconstrucción.22 Esto significaba un camino sin retorno hacia la apostasía religiosa, hacia el abandono de la adoración al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Los judíos se negaron rotundamente a aceptar la propuesta de cooperación. Esto llevó a los samaritanos a tornarse enemigos de este proyecto y a incitar, por medio de engaños y falsas acusaciones, al rey Artajerjes de Persia (465–423), quien había sucedido a Darío, a promulgar un decreto prohibiendo la reconstrucción23; sin embargo, más tarde, apoyó financieramente a Esdras.24 La actitud de los samaritanos podría reflejar algo del trasfondo del diálogo de Jesús con la samaritana sobre el lugar de la verdadera adoración.25

En tercer lugar, el profeta Hageo también observó que en el pueblo había un recuerdo exagerado de los tiempos mejores del templo de Jerusalén. Los judíos jamás podrían construir uno con el esplendor del de Salomón, y el proyecto de un templo menos suntuoso y más modesto desanimaba a los más entusiastas y apegados a sus raíces e historia de su pueblo. Una gloria superior en un templo menos elegante era inconcebible para su religiosidad, y aún menos que esa gloria llegue más allá de los muros del templo.

En cuarto lugar, una interpretación inexacta de la pro­fecía de los setenta años del cautiverio babilónico decía: […] No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada (v. 2). Así, en vez de ser una bebida energética, se fue convirtiendo en un narcótico para los judíos. La interpretación equivocada de la profecía terminó por reafirmar el sentimiento de inevitabilidad irreversible de las cosas. Esto los llevó a pensar que no serviría nada de lo que hicieran, y que deberían esperar que el reloj de la profecía divina marcara la fecha predestinada para la reedificación.

El resultado fue la resignación y, por lo tanto, la paralización de la obra. El pueblo se fue acostumbrando a no tener un templo o, peor aún, a ver cada día un templo a medio terminar. El esqueleto del templo en ruinas era como un cadáver que se descomponía en Jerusalén y lo contaminaba todo. Históricamente, cuando las circunstancias favorables no lo han acompañado, el pueblo de Dios se ha entregado a un sentimiento de resignación que termina por matar finalmente su fe y esperanza.

El pueblo de Dios es siempre proclive a sufrir este tipo de resignación histórica que le impide continuar con los proyectos divinos en la historia. Los creyentes contem­poráneos se resignan cuando la falta de recursos les impiden iniciar e invertir en proyectos que están en el corazón de Dios para la expansión de su reino; cuando ceden a las tentadoras propuestas de alianzas dudosas que los llevan a una distorsión del verdadero culto a Dios; cuando el pasado y su apego a las tradiciones los aprisionan y les impiden mirar el futuro con esperanza y expectativa de cambio; cuando la falta de integridad en la interpretación bíblica los lleva a discursos religiosos distorsionados que conducen semanalmente a congregaciones enteras hacia la frustración y el abandono progresivo de la fe.

Dios tiene un proyecto para su pueblo y busca un diálogo honesto con él que lo motive e impulse nuevamente a la acción cuando lo ve resignado frente a la adversidad. El cristianismo debe apropiarse de la palabra profética frente al silencio de su resignación, pues necesita una espiritualidad que madure hacia la recuperación del servicio y la santidad como parte de su experiencia como pueblo de Dios.

Distorsión teológica para obstaculizar los planes divinos

Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada (Hag 1.2).

La resignación histórica del pueblo de Dios comúnmente ha venido de la mano del falso discurso profético, de la distorsión teológica producto de una interpretación antojadiza de la historia y la Escritura.

Recordemos que en los exiliados sobrevivía una teolo­gía que albergaba la esperanza de la restauración plena del pueblo de Dios, como lo había profetizado Isaías, en la que esperaban nada menos que una repetición de los sucesos del Éxodo, la reconstitución de tribus de Jacob y el estable­cimiento de la conciencia del gobierno real de Jehová en el mundo. Pero, al parecer, se habían concebido esperanzas demasiado elevadas, pues el “nuevo éxodo” triunfal no guardaba ningún parecido con lo que había sido el Éxodo y el paso del Mar Rojo.

En la mayor parte del pueblo de Dios se había diluido la esperanza; se comenzaba a dudar de la eficacia del poder de Jehová y se había internalizado una nueva forma de ver a Dios. Entonces, Dios mismo se coloca en la escena sociopolítica y religiosa por medio del profeta Hageo, y sus primeras palabras son decidoras en relación con el sen­timiento del pueblo de Dios. El profeta lo presenta como “Jehová de los ejércitos”. Este nombre es utilizado siempre que se desea realzar la imagen de Aquel que tiene dominio sobre las huestes celestiales y los reinos de este mundo. Jehová Señor del universo26 es quien tiene poder absoluto y ninguna fuerza humana, o cósmica, ningún decreto o rey terreno, puede resistirse a su poder y a su soberana voluntad.

El principio de la profecía también contempla la moles­tia de Dios Todopoderoso frente a la actitud de su pueblo. Esto es evidente cuando Dios lo llama “este pueblo”, en lugar de “mi pueblo”, transparentando así la distancia que existía en esta relación. Las interpretaciones absurdas que el pueblo había elaborado y la actitud de los exiliados que colocaron sus intereses por encima de los intereses de Jehová de los Ejércitos, terminaron por distanciarlos. Sin embargo, como insistía el profeta Oseas, Dios va detrás de su pueblo, y cuanto más se aparta de Él, más recursos utiliza el Señor para atraerlo hacia su amor, liberándolo del yugo y proveyéndole para su sustento, sin que tomen conciencia de quien lo hace.27

Al no encontrar una relación entre su teología y sus circunstancias, el pueblo judío postergó los planes de Dios para priorizar sus propios proyectos. Abandonaron la casa de Dios para invertir en sus propias casas. Ellos no decían que la reedificación no debía ser realizada, sino que “aún no había llegado el tiempo oportuno” para reconstruir. Crearon un falso justificativo para aminorar la voz de su conciencia. Juzgaron que la oposición para hacer la obra era una señal de que no era el tiempo para reconstruir. Hicieron una lectura de las circunstancias a su propia conveniencia, la cual los llevó a suscribir una teología distinta a la que Dios había expresado por medio de los profetas antes y durante el exilio.

Una doctrina teológica tiene el poder de convencer y afirmar nuestra fe en el Dios de la historia, pero también de distraer, confundir, y hacer tambalear proyectos divinos que pueden transformar las circunstancias. El pecado de los judíos fue la conformidad, postergar el proyecto de Dios para priorizar sus propios proyectos e ideologías. La presencia de dificultades no debería llevar al pueblo de Dios a desertar de la restauración del reino de Dios en la historia, sino, por el contrario, debería animarlo a construir lo que a algunos les parece imposible.

La Palabra de Dios está llena de desafíos y planteamientos radicales que instan al pueblo de Dios a tomar una postura frente a la coyuntura sociopolítica y religiosa del país, y luchar contra la resignación. Por ello, por medio de Hageo, Dios comienza hablándoles al gobernador y al sumo sacerdote, “despertándoles su espíritu”.28 El pueblo de Dios se caracteriza por ser perseguido; por ello, si en algún momento de la historia no lo es, debe comenzar a preocuparse. Los judíos pensaron, desde su comodidad, que la oposición que pretendía impedir la reconstrucción era la voz de Dios, y se convencieron de que insistir sería estar fuera del “tiempo de Dios”.

Nosotros vivimos en ese tipo de conformidad, nuestras interpretaciones bíblicas sufren la tentación de rendirse fácilmente ante a las situaciones difíciles, pero necesitamos creerle a Dios cuando habla por medio de una voz profética valiente, que encara la realidad de desobediencia y transgresión. Al pueblo de Dios lo ha perseguido el miedo a realizar una interpretación más contestataria, y vive peudosatisfecho con el paquete de doctrinas que ya se le ha entregado, con las experiencias que lo han marcado, y una cosmovisión que finalmente oprime a los creyentes porque se conforman con lo que ya han alcanzado como expresión del reino de Dios y ya no tienen visión ni sueños por un mundo distinto. Dios debe cansarse de algunas de nuestras teorías teológicas que sólo minan la obra de expansión de su reino y de su gloria aquí en la tierra.

Provocación divina para movilizar a su pueblo

Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? (Hag 1.3–4).

El pueblo tenía pruebas suficientes de que la voluntad de Dios los guiaba a la reconstrucción del templo. Darío había confirmado lo que Ciro había decidido hacía unos años29. Dios ya había tocado su corazón para liberarlos y enviarlos a Jerusalén, además de brindarles los recursos30 para llevar adelante su proyecto, recuperar la conciencia de su presencia y restaurar su gloria en medio de su pueblo.

Dios pone en juicio las prioridades del pueblo, cuestiona que hayan ido tan lejos en su abandono e indiferencia hacia su gloria y denuncia una temible incoherencia. Por medio de su profeta, denuncia la procrastinación del pueblo, que ha postergado irresponsablemente la reedificación del templo, sin estar atento a los acontecimientos políticos, a los signos del reino de Dios favorables para hacer la mejor inversión en la casa de Dios, redoblar esfuerzos y alterar las prioridades. Buscar primero lo sagrado en la época de Hageo era como buscar primero el reino de Dios en la enseñanza de Jesús31.

El sentido de la palabra “artesonada” nos lleva a su signi­ficado original de ‘colocar un forro’, relativo a los acabados en la construcción, algunas veces extravagantes. Cuando ellos llegaron, reubicaron el altar y pusieron las bases del templo de Dios, pero el resto continuaba en ruinas, sin techo. Los judíos expatriados eran de los sectores acomodados de la sociedad judía, estaban acostumbrados a un estilo de vida descrito por Jeremías en la siguiente cita bíblica. “Ay del que se edifica su casa espaciosa, salas airosas, grandes ventanales, cubiertas de cedro y pintadas, sin justicia”32. Los acabados de las casas eran lujosos; las paredes se cubrían con maderas finas, similares a los acabados de los palacios reales.33 Inclusive podemos sospechar que utilizaron para sus edificaciones la madera de cedro destinada para el templo, ya que para reiniciar el proceso de reconstrucción se necesitó subir a buscar más madera, autorizada por Ciro.34 No sólo las prioridades se alteraron; también el uso de los recursos previstos por Dios a través del rey persa, para quien “Jehová es Dios de los cielos que le ha concedido todos los reinos de la tierra y le ha mandado que le edifique casa en Jerusalén”.35

El valor que le daban a lo sagrado estaba a tal punto de­teriorado que dejaron el templo en ruinas. La postergación de lo prioritario y el mal uso de los recursos, son problemas que aquejan al pueblo de Dios aun hoy. Para la casa de los adoradores, material importado, de primera calidad, sin escatimar gastos; para la casa de Aquel a quien debían ado­rar permanente, por el momento, nada.

El profeta continuó expresando la Palabra inspirada; lo hace con una tremenda declaración, que suena a provo­cación divina. Dios ironiza a su pueblo y, con una pregunta provocadora, les dice: “Mi casa está desierta y ustedes están decorando las suyas” (v. 4). Dios deseaba que el pueblo ordenara sus prioridades. Cuando desordenamos el orden de nuestras prioridades, a Dios le parece inconcebible que no tomemos conciencia del desorden una vez que Él ha reordenado nuestras vidas.

Es evidente que el evangelio trata de la gloria de Dios, de la conciencia de su presencia en nuestra historia, no de templos como espacios sagrados suntuosos y lugares de culto funcionales. El cristianismo necesita permanecer claro en su austeridad, sencillez y humildad, por más heredero que sea de obras arquitectónicas. La gloria de Dios sobrepasa el espacio de culto, y Dios se muestra más glorioso en la funcionalidad, eficiencia y practicidad del avance de la conciencia de su reinado. Debemos seguir siendo ese pueblo especial, esa comunidad que sirve para la gloria de Dios. Por lo mismo, es incompatible con el evangelio de Jesucristo la extravagancia de algunos pastores, ministerios e iglesias que muestran y ofrecen a las personas lo que ellos quieren como sujetos de consumo, para la gloria de sí mismos. Dios nos llama a un diálogo honesto para interrogarnos acerca del valor que le estamos dando a su gloria, pues en “algunos espacios” se ha tornado visible que el templo aún está en ruinas.


Notas: Preguntas para la reflexión:

1. ¿Cuáles fueron las causas internas y externas que llevaron al pueblo a no continuar el proyecto de reconstrucción?

2. ¿Qué sucede con nosotros cuando no nos acompañan circunstancias favorables en los proyectos que emprendemos para el reino de Dios?

3. ¿Por qué es importante realizar una buena interpretación de la Biblia? ¿A dónde nos podría llevar una distorsión teológica de los tiempos de Dios?

4. ¿Cuáles eran las pruebas que demostraban que Dios guiaba a su pueblo a la reconstrucción del templo?

5. ¿Qué significado tenía para la espiritualidad del pueblo de Dios la reconstrucción del templo?

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16 Esdras 5.14.

17 Esdras 7.6–25; Nehemías 8.1–8.

18 Nehemías 1.

19 Elul (“cosecha”) es el sexto mes según el ordenamiento de los meses en la Biblia, que comienzan por Nisán, en conmemoración de la salida de los hebreos de la esclavitud en Egipto. Elul es un mes de contrición y penitencia, llamado “el mes de la piedad y el perdón”. Es el comienzo de un año nuevo propio, pues Babilonia les había inducido otro Año Nuevo.

20 Amós 8.5.

21 Números 28.11–15.

22 Hageo 2.10–14 parece referirse a esta oferta.

23 Esdras 4.5–7, 21.

24 La reconstrucción del nuevo templo se terminó durante el reinado del segundo de los tres reyes que, según Esdras 6.14, promulgaron decretos relacionados con el templo: Ciro, en torno al 537; Darío i, alrededor del 520; y Artajerjes i, en 458/57. Al parecer, se siguió trabajando en el templo debido, precisamente, a este tercer decreto, el de Artajerjes (Hag 7.11–26; 27; Neh 1 y 2).

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