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A Isabel y a Carles, mis padres, los mejores del mundo.

Y a Adela, Josep Maria y Bruna, los maestros de los que más he aprendido.

EN TAN BUENA COMPAÑÍA

Hace veintiún años que soy padre. De cada vez más hijos, hasta cuatro. Y en estas dos décadas tan intensas, apasionantes y ocupadísimas, he desarrollado un curioso método de conciliación laboral y familiar: llevarme a los niños al trabajo. Literalmente, cuando puedo, como hacía mi padre, a quien cuando yo era un crío observaba boquiabierto en su taller de carpintería. Y también en un sentido más metafórico. He escrito en clave humorística sobre la paternidad, he impulsado programas de radio y televisión sobre la educación, y hace una década que doy charlas para padres desesperados en escuelas e institutos de toda España, para que vean que todos estamos más o menos igual. Y algunos peor, que siempre nos sirve de consuelo.

Cada vez estoy más convencido, y tengo muchas pruebas de ello, de que no hay nada más transformador que hablar en positivo de la labor educativa, desdramatizándola, ayudando a que los que educamos a los niños tengamos más seguridad y alegría, y menos miedo y complejos. Se trata de compartir batallitas, de reírnos de nuestros fracasos y de aprender de los demás. Este libro trata de esto. Intenta ayudar a educar mejor, porque mejorar, como aprender, son objetivos esenciales de la vida. Solo pretendo, humildemente, acompañar a las familias y a los maestros. Recuperar los que considero cinco sentidos básicos: el sentido común, el del ridículo, el del deber, el sentido moral y por supuesto el sentido del humor.

No busquéis en este libro métodos personalistas ni recetas mágicas ni soluciones espectaculares. Encontraréis, eso sí que os lo garantizo, la sabiduría de once expertos y muchas pistas para que seáis vosotros mismos los que lleguéis a las conclusiones, ya que, al fin y al cabo, seréis los que tomaréis las decisiones. Son once profesionales con trayectorias diversas y visiones diferentes. Y me siento orgulloso de mi labor como director de casting, porque en los últimos años he conocido a decenas de expertos, y aquí he elegido a algunos de mis preferidos, los que más me han inspirado y ayudado, los que pontifican poco pero iluminan mucho.

De hecho, la lectura de estas páginas es una invitación al debate, porque en algunos aspectos encontraréis puntos de vista opuestos; no piensan lo mismo, pero les unen algunas virtudes básicas: la pasión por la educación, la experiencia práctica, el contacto con las familias y los docentes, y la firme voluntad de empoderar a los padres y a los maestros en vez de asustarlos o aleccionarlos. El respeto a los que cada día procuramos educar.

Me encanta conversar. Y hacerlo sobre el modo en que educamos me parece extraordinario. La dialéctica es la base de la educación, ir definiendo los temas, propiciar un acercamiento, profundizar. He aprendido tanto de estas once personas que tengo la certeza de que este libro puede resultaros muy útil, en el sentido práctico, y muy enriquecedor, desde un punto de vista más intelectual. Son personas con criterio, aman su profesión, que mayoritariamente es vocacional, y transmiten ganas de hacerlo bien y una voluntad optimista para conseguirlo.

Cada conversación acaba poniendo un montón de ideas sobre la mesa, que suponen un reto mental a la hora de abordarlas y que reclaman un corazón dispuesto a combinar nuestra delicada misión con el amor incondicional, la esencia de la educación. Amar lo que tenemos entre manos es siempre el primer paso. El libro quiere hacer un buen servicio a padres y a maestros. Y a abuelos y a abuelas, naturalmente, y a tíos y a todos aquellos que están decidiendo si se atreven con la aventura de la procreación, que algunos insisten en pintar como un túnel oscuro y que otros pensamos que es una fuente de alegrías y contradicciones. Nada nos enfrenta tanto a nosotros mismos como intentar educar a nuestros hijos, espabilarlos y controlarlos, estimularlos y ponerles límites.

Empiezo por Carme Thió porque con ella empezó todo. Es la primera que conocí de los once entrevistados y la quiero mucho. Pero también empiezo con ella –aunque cualquier orden tiene un rasgo aleatorio– porque he intentado que las primeras conversaciones estén más enfocadas al ámbito práctico, y que en la segunda mitad haya más reflexión sobre la educación profesional, sobre los maestros y sobre la necesidad de innovación en la escuela. Pero el libro es lo suficientemente flexible y los entrevistados solventes en ideas para que cada conversación ofrezca motivos de reflexión a cualquier lector.

Además, la frontera entre padres y maestros es muy porosa si consideramos que la mayoría de docentes también tiene hijos en casa, que los padres y madres tenemos a los profesores como nuestros aliados y que todo lo que les afecta a ellos también debería afectarnos a nosotros. A lo largo del recorrido veréis que busco verbos que sean sinónimos de educar: impulsar, tirar, empujar, provocar, estimular, escuchar, respetar… Son un montón y resulta muy interesante hacer una lista mental. Hay un verbo clave, acompañar. El educador acompaña a la criatura y para hacerlo debe saber encontrar la distancia exacta. Sin estar encima, pero tampoco sin quedarse lejos. Tiene que ir modulando esa distancia, hasta convertirse en prescindible, que es el mayor éxito que se puede lograr. También por eso he elegido este subtítulo para el libro. Acompañar a familias y maestros es el objetivo, es el propósito. Los educadores tenemos que acompañarnos, nos tenemos que animar mutuamente, debemos ayudarnos. Si estas conversaciones os hacen reflexionar y os ayudan a vivir vuestra tarea con mayor seguridad y espontaneidad, los doce que hemos participado en este libro estaremos contentos y agradecidos a la vida por permitir que nos dediquemos a aquello que nos hace más felices, y además en tan buena compañía.

CARLES CAPDEVILA

Educar mejor

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