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Introducción Ideas, signos y “crucigramas” para un psicoanálisis en transformación

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En la transición que va desde el siglo XIX al siglo XX, un innovador y genial médico neurólogo y científico biomédico llamado Sigmund Freud, futuro creador del psicoanálisis, se proponía integrar la psicología al campo de las ciencias naturales.

Al respecto, el psicoanalista francés Jean Laplanche (2006) advertirá, con razonable sentido crítico, acerca de la tentación biologizante de las teorías de Freud sobre la sexualidad.

En efecto, en la introducción al “Plan General” del manuscrito pre-psicoanalítico avant-garde finalmente llamado “Proyecto para una psicología científica” (1895), el maestro de Viena esboza el propósito de “representar los procesos psíquicos como estados cuantitativamente determinados de partículas materiales distinguibles (las neuronas), a fin de que se vuelvan (a la luz de los procesos psíquicos) evidentes e incontestables”. Explica, a continuación, la tesis central de su Proyecto según la cual “lo que diferencia a la actividad del reposo es de orden cuantitativo. La cantidad (Q) está sujeta a las leyes generales del movimiento” (1895, p. 315).

Esta ubicación del psicoanálisis como psicología científica basada en la representación de redes de conexión neuronal del cerebro como procesos asociativos donde las cantidades de energía externas (ϕ) son transformadas por el sistema perceptivo (ω) en cualidades psíquicas yoicas (Ψ) formalmente investidas en el lenguaje, el pensamiento y la acción cognitiva, constituyó la “marca indeleble” originaria de la teoría y la praxis psicoanalíticas.

Grubrich-Simitis (1997) considera que el libro Estudios sobre la histeria (1895), escrito a medias entre Breuer y Freud, es “el primer libro de psicoanálisis” donde se valoriza el abordaje prínceps de algunos conceptos inaugurales del método psicoanalítico tales como procesos primarios y secundarios, catexis, falsa conexión, sueño diurno o trabajo de duelo y se prioriza la reflexión sobre el trabajo psicoterapéutico en pacientes histéricas. Sin embargo, no deja de ser verdad que tanto el modo de raisonnement como la iniciación teórica a los conceptos-clave que construirán el futuro científico del psicoanálisis ya están presentes en el Proyecto.

El Proyecto sostiene, en efecto, la tesis epistemológica central según la cual los elementos ϕ (estímulos sensorio-motores y perceptivos, emociones, instintos sexuales y agresivos, sueños, síntomas) activan la operación de funciones Ψ (resistencia, represión, inhibición, defensas del Yo, así como el desplazamiento o la condensación, deseo, investimiento-catexis, representación) aptas para transformar procesos primarios en procesos secundarios (atención, notación, memoria, interpretación, pensamiento reflexivo, lenguaje comunicativo).

Se puede ya identificar en este texto el estilo expositivo de Freud, riguroso, elaborado y fluido al mismo tiempo, así como la práctica de escritura científica que aun cuando concluye deja las conclusiones abiertas.

Por otra parte, ya en 1895 (más precisamente entre 1893-1897, años de gradual elaboración de Estudios sobre la histeria, desde la “Comunicación preliminar” a “Psicoterapia de la histeria”, este último capítulo de exclusiva autoría de Freud) es posible percibir al metódico intelectual crítico, observador y positivista que inspirará los importantes textos que, sobre todo entre 1905 y 1925 enunciarán de manera sistemática los fundamentos teórico-empíricos de la psicología del inconsciente de la única manera científicamente posible, es decir como metapsicología.

Incluso antes de situar la importancia seminal de los textos metapsicológicos (a los cuales podríamos asociar la heptalogía compuesta por Interpretación de los sueños, de 1900, Sobre la psicopatología de la vida cotidiana, de 1901, Tres ensayos de una teoría sexual y Los chistes y su relación con el inconsciente, de 1905, Tótem y tabú de 1913, Malestar en la cultura, de 1930 y Moisés y el monoteísmo, de 1939), es importante referirse a la lógica de la escritura simbólica y la topología a las que Freud recurre para ilustrar sus inferencias científicas (que mantendrá, con pequeñas alteraciones, a lo largo de su extensa obra).

Lógica coherente con la finalidad originaria de incorporar la psicología al área de las ciencias naturales. La topología se inspira en la representación gráfica del flujo de corrientes (cantidades) de energía por conexión sináptica y los signos griegos son la representación abstracta de los elementos psíquicos neuronales (ϕ, Ψ, ω). Más adelante, los términos griegos (topos, ego, id, imago) y el término del latín libido (deseo) serán usados para designar instancias y funciones de un aparato psíquico metafórico, modelado según los principios generales de la anatomofisiología de los aparatos y sistemas del organismo humano (topos significa intencionalmente “el lugar donde”).

El inconsciente es entonces tomado filosóficamente como estructura dinámica –topológicamente representable– y las grandes ideas y principios filosóficos de la mitología griega y de los filósofos antiguos (sobre todo Sócrates, Platón y Aristóteles) sumados a los clásicos (sobre todo los fenomenólogos Hegel y Kant, así como Bergson y Nietzsche) servirán de base e inspiración al progresivo relegamiento del pensamiento mecanicista original, basado en la aplicación de los principios teóricos de la física helmholtziana respecto de los intercambios energéticos (pulsionales, libidinales) entre sujeto y ambiente, entre ego y realidad externa.

Textos como Formulaciones sobre los dos principios del funcionamiento mental de 1911, Introducción al narcisismo de 1914, Los instintos y sus vicisitudes de 1915, Duelo y melancolía, de 1917, Más allá del principio del placer de 1920 y El Yo y el Ello de 1923, entre otros, habrán de inspirar fecundamente a los discípulos y seguidores más destacados.

En la tradición del pensamiento filosófico francés, Jacques-Marie Lacan se perfila, hacia finales de 1940, como un pensador profundamente original que investiga y teoriza, a partir de la metapsicología establecida por Freud, sobre las maneras en que los procesos de lenguaje revelan la estructura psíquica del inconsciente.

A partir de la reflexión sobre la importancia fenomenológica estructurante de la experiencia sensorial en el contacto especular con la madre in statu nascendi, Lacan (1949) infiere un trazo unario matricial que es abarcador de la imago, del otro y a la vez creador del sujeto. Este trazo unario sólo podrá ser significado, es decir traído al campo de la conciencia dialéctica de sí y del otro, a través del acceso al lenguaje.

Para Lacan el lenguaje es por lo tanto la concatenación ordenada de símbolos sustitutivos (metonímicos) que construye el sujeto de palabra y lo inscribe en una historia que le es propia y que implica la nominación (en el doble sentido de atribución de nombre propio y de elección) de la imago materna fálica idealizada. Este nombre, intuido por el imaginario infantil como “Nombre-del-Padre”, el Otro del registro psíquico del objeto (A. Green, 1990) y significante del deseo materno, funciona entonces como metáfora paterna y falo imaginario, e inaugura la cadena de significantes que resignificará los estados mentales y corpóreos del sujeto a lo largo de su existencia, siempre en relación intersubjetiva con el otro (R. Moncayo, 2012).

En la importante conferencia pronunciada en Roma en 1953 con el título “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, que constituyó una manifestación decisiva de la contribución teórica de Lacan a la causa científica de la “psicología de las profundidades” (Freud, 1923), Lacan sintetiza su pensamiento al afirmar que “la función paterna concentra en sí relaciones imaginarias y reales, siempre más o menos inadecuadas a la función simbólica que la constituye esencialmente” (Lacan, 2953, 1966: 157).

En un pasaje anterior de la misma obra se puede leer otra frase significativa del pensamiento lacaniano: “Luego, el hombre habla, pero porque el símbolo lo hizo hombre” (Ibídem: 155).

La epistemología lacaniana refunda, de esta manera, el legado freudiano a partir de la hermenéutica crítica y exhaustiva de los textos teóricos y metapsicológicos (una lectura “talmúdica”, como refiere B. Fink (1995) en analogía con la interpretación del Antiguo Testamento por el Talmud), e instituye una topología y un sistema de notación que le son propios. Y que provienen de las disciplinas científicas que servirán de soporte teórico a la formulación de tesis más importantes, cuya finalidad explícita es analizar el inconsciente a partir del lenguaje.

Desde 1936 Lacan, por entonces un joven psicoanalista, es influenciado por el neohegelianismo (A. Koyré, J. Whal) y la fenomenología, en la que sobresalen los filósofos E. Husserl, E. Levinas y M. Merleau-Ponty. A partir de 1940 el contacto con la lingüística estructural de F. de Saussure le servirá de inspiración para establecer la dialéctica de palabra-enunciado con reglas de enunciación propias del lenguaje y para elaborar un sistema complejo de conjugación del concepto (lenguaje) y fonema (palabra); realizará también una adopción crítica de los ejes diacrónico y sincrónico en el proceso de significación de los fenómenos-signos lingüísticos. Sobre este particular hay que retener la dialéctica de significante (S1 para las instancias Real e Imaginario y S2 para la instancia simbólica) y de significado (s), cuya representación como fracción algebraica se inspira parcialmente en el pensamiento filosófico y matemático de G. Frege. La lógica y los principios operativos de la antropología estructural, del contemporáneo C. Lévi-Strauss, contribuirán también a perfeccionar el eje diacrónico en la teoría de la cadena de significantes.

En la década de 1950 se aproxima a la fenomenología ontológica (M. Heidegger) y busca en las matemáticas modernas (teoría de los conjuntos, teoría de los nudos matemáticos y topología) el rigor y la consistencia para las tesis que va elaborando y difundiendo entre alumnos y seguidores en los Seminarios, que con un discurso rico y denso en referencias filosóficas y literarias dicta durante más de veinte años. Muy en particular estudia la Banda de Moebius, por tratarse de una superficie unilateral replegable sobre sí misma en corte sagital y cuya plasticidad permite representar gráficamente la tenue línea que une al separar y separa al unir el inconsciente con la conciencia.

La topología tricíclica (tri-anular) del Nudo Borromeo se inspira, por su parte, en el diseño producido en el emblema heráldico de la familia Borromeu. Este nudo se caracteriza por entrelazar tres aros redondos, de manera tal que si un solo aro fuera cortado, los otros dos se desatarían automáticamente. Sobre este principio, Lacan usa el nudo borromeo (lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario) como configuración estructurante del Sujeto hablante y de deseo con todas las instancias psíquicas que se le vinculan, comenzando por la a minúscula, objeto del deseo. El nudo borromeo asegura así, en una estructura integral, la articulación del conjunto temático lacaniano, ya que permite la representación geométrica y figurativa de la dinámica de las conexiones y desconexiones de los tres ciclos (instancias Imaginaria, Real y Simbólica) cuya configuración determina, a cada momento, el estado del funcionamiento mental del sujeto psíquico y la calidad de su relación con la realidad (Lacan, Seminario sobre el “Síntoma”, Libro XXIII, 2005 1975-76]). Por cierto, la elección de una figura no constituye automáticamente una prueba de veracidad sino más bien una auténtica ilustración de verdad apodíctica.

Ahora bien, la verdad, o más precisamente la búsqueda de la verdad psíquica, es el vector que une a Freud y a Lacan con Wilfred Ruprecht Bion, otro pensador genial y científico original, constructor de una teoría del pensamiento, o metateoría del pensamiento, según J. Grotstein, para la psicología del inconsciente.

Aun cuando fueron contemporáneos, Bion y Lacan nunca se cruzaron a lo largo de sus vidas ni confrontaron su pensamiento teórico-clínico; difieren tanto en trayectoria personal y entorno cultural como en su bagaje filosófico. Sin embargo, además de una enorme curiosidad intelectual y una formación humanística rigurosa sumadas a la educación médica (Lacan en filosofía y literatura, Bion en historia y filosofía), y del interés epistemológico por los conceptos desarrollados en los textos metapsicológicos de Freud y la valorización del rigor matemático, ambos pensadores comparten la teoría de conjuntos, aunque Lacan profundiza más en la geometría topológica y Bion lo hace en álgebra y geometría algebraica.

Por cierto, si bien la búsqueda de la verdad es un aspecto filosófico común a Bion y Lacan, mientras éste busca en la hermenéutica inconsciente el enunciado (falso) del sujeto de palabra, aquél busca por vía del análisis sistemático la veracidad científica de la función psicoanalítica de la personalidad, en una pragmática inspirada, entre otros filósofos y matemáticos, por F. Bacon, J. Stuart Mill, D. Hume, H. Poincaré o A. Whitehead, y que encuentra representación gráfica en la Tabla de los elementos y funciones psíquicas. Esta Tabla, que por su forma evoca a la tabla periódica de los elementos químicos de D. Mendeleiev pero por su contenido se asemeja a las tablas de presencia-ausencia en la gnoseología de F. Bacon, es una pieza central para la comprensión de la teoría de las transformaciones.

La Tabla propone la representación abstracta de colaboración inconsciente entre analista (Ta) y paciente (Tp) en el proceso de decodificación del significado oculto (llamado O) de una experiencia emocional significativa, por el proceso de realización-observación (llamado Tα), operado por el analista en la interpretación (llamado Tβ) que transforma la realidad psíquica del paciente, aproximándola a O, es decir, al significado verdadero de la experiencia emocional traída a sesión (Bion, Transformaciones, 1965).

En el camino de búsqueda de la verdad psíquica, el símbolo O podrá entonces representar filosóficamente o bien el objetivo absoluto, si no el último, del enigma “ontológico” subjetivista de G. Berkeley (siglo XVII-XVIII), o bien el “cero de la experiencia” de una realidad última incognoscible, inspirada, esta última, en el concepto kantiano de “cosa-en-sí”.

La arquitectura geométrica de la Tabla de elementos y de funciones psíquicas recurre, entonces, a la notación por números (numeración arábiga de 1 a 6) en columna (ordenadas) indicando, cada uno de ellos, una función psíquica particular (por ejemplo, 3 para notación, 4 para atención, 6 para acción) y a la notación por letras (A a H) en líneas (abscisas) que, respetando la lógica evolucionista (inspirada en la teoría filogenética de Darwin que Freud admiraba y retomó en la geometría de la segunda tópica, también llamada estructural o psicológica) indican, cada una de ellas, un elemento psíquico particular (por ejemplo, A para elementos β, B para elementos α, C para sueños y mitos, D para preconcepción, H para cálculo algebraico).

Esta Tabla, que en la perspectiva de la teoría del pensamiento de Bion se organiza en un eje horizontal para los diferentes usos del pensamiento y en un eje vertical que da cuenta de la génesis de los pensamientos, comienza a ser esbozada a inicios de 1960 y es una referencia crucial tanto para la investigación del proceso terapéutico como para el desarrollo de modelos teóricos e instrumentos de trabajo clínico más relevantes que Bion desarrolló a lo largo de su obra (transformación de la experiencia emocional, continente-contenido, función α, barrera de contacto, rêverie, teorías de los vínculos L-H-K y F, visión binocular).

Todo este desarrollo teórico es la realización de una extraordinaria capacidad conceptual (cogitativa) que sintetiza extraordinariamente la lectura creativa de los textos de Freud y la interpretación expansiva de las geniales contribuciones de Melanie Klein a la metapsicología, tales como los conceptos de objeto interno y de alternancia de las posiciones esquizoparanoide (SP) y depresiva (D), o la teoría de la identificación proyectiva (M. Klein, 1946).

Más allá de los artículos seminales (como Differentiation of the psychotic from the non-psychotic personalities de 1957, Attacks on linking de 1959) y de la pléyade de libros que corresponde al desarrollo de la riquísima conceptualización teórico-clínica (Learning from experience de 1962, Elements of psychoanalysis de 1963, Transformations de 1965, Second thoughts de 1967 y Attention and interpretation de 1970) y de actas publicadas de conferencias y seminarios de supervisión (Brasil, Argentina, Estados Unidos, Italia), merecen una distinción particular otros dos libros, uno pre-psicoanalítico (Experiences in groups de 1961) y otro pos-psicoanalítico (A memoir of the future de 1975-1977).

El primero proviene de la reflexión de la experiencia personal de las dramáticas situaciones de guerra en que estuvo involucrado (como joven oficial Comandante de Blindados en la Primera Guerra Mundial) y también de la experiencia profesional como médico psiquiatra en la observación de las dinámicas grupales de militares-pacientes que padecían de traumas en el “escenario” en la Segunda Guerra Mundial, y aun en el contacto teórico y práctico de análisis de grupos (en particular con S. Foulkes). A partir de la síntesis teórica reflexiva de estas experiencias y de la lectura crítica del Proyecto para una psicología científica y Más allá del principio del placer de Freud, Bion desarrolla la tesis neuro-psico-social sobre el sistema protomental (del que derivará la conceptualización de los elementos β como elementos sensorio-motores formalmente impensables).

La tesis del sistema protomental pudo haber sido inspirada, por una parte, en la teoría antropológica acerca del carácter gregario fundamental del ser humano y, por otra parte, en el concepto cartesiano de ideas innatas, basándose en el principio de que el pensamiento grupal es una extensión del pensamiento individual. A partir de este principio teoriza la simultaneidad de dos vértices en la mentalidad del grupo, la mente de trabajo (racional y cooperativa) y la mente de supuesto básico (irracional y omnipotente-individualista) que se puede presentar sobre tres formas momentáneas (de acuerdo al vector psíquico del grupo): supuestos básicos de ataque y fuga, mesiánico-apareamiento y dependencia.

Más allá del interés de estas reflexiones sobre el trabajo psicoterapéutico con grupos, nos interesa destacar la intuición teórica que lo llevó a la tesis de la simultaneidad de los procesos primarios y secundarios, que revolucionó la formulación de Freud (también de Klein) según la cual los procesos primarios precederían siempre a los procesos secundarios en el psiquismo humano (Cf. entre otros, J. & N. Symington, 1996, P. C. Sandler, 2005, J. Grotstein, 2007).

Finalmente Memoria del futuro es una obra de síntesis teórico-existencial que une un conjunto de relatos-textos reflexivos en una escritura dialógica y un estilo narrativo dramatúrgico. Se trata, más precisamente, de una reflexión sobre el psicoanálisis que tiene un carácter, simultáneamente, místico y metapsicoanalítico.

Con la lectura creativa de su legado y cada uno a su manera, Bion y Lacan han contribuido a establecer un método de suficiente consistencia para que el psicoanálisis, ya sea como ciencia o como área de conocimiento, se eleve a pesar de las contradicciones internas que podrían ceder a la tentación de grandeza, más que de mística, de instituirlo como grado último de sabiduría o como realización total (filosófica, científica u otra).

Ambos autores se dedicaron a la tarea de pensar el sujeto más allá del cognoscente, no solo el sujeto existente, el ser-en-el-mundo (Heidegger), sino también y sobre todo el sujeto psíquico, sujeto de palabra para Lacan, sujeto capaz de albergar una función psicoanalítica de la personalidad para Bion.

Ambos autores lograron incluso pensar más allá del psicoanálisis, examinaron críticamente el intento de formulación de los conceptos más importantes de la epistemología freudiana (como las innovaciones producidas por la metapsicología kleiniana en el caso de Bion) y produjeron innovaciones revolucionarias en la teoría y en la praxis psicoanalíticas.

En efecto, aun cuando el nudo del encuentro de ambos se afirma en los entrelazados del descubrimiento freudiano del inconsciente, en el consecuente tratamiento de las afecciones psíquicas más invalidantes y en la clarificación sobre la constitución individual de los vínculos sociales, cada uno procedió, en su propio recorrido, a la reformulación creativa de la hermenéutica (Lacan) y de la heurística (Bion) originarias.

Por eso concebimos este libro como el encuentro de una pléyade de psicoanalistas interesados en pensar el psicoanálisis; pensarlo simultáneamente desde adentro y más allá de las balizas teórico-clínicas, ya sea de la cura-tipo o del proceso psicoanalítico.

Por supuesto que esta exigente tarea se torna más fácil a partir de un juego de “crucigramas” en que las ideas y signos descubiertos o redescubiertos, pensados y repensados por Bion y Lacan, con Freud de fondo, serán puestos en evidencia de forma dialógica, libre y creativa.

De ahí la sugerencia a la idea de psicoanálisis en transformación por un lado, para homenajear la riquísima herencia que Wilfred Bion y Jacques-Marie Lacan nos legaron, y que nos enseña a interrogarnos permanentemente sobre lo que es, el cómo es, el porqué y el para qué del psicoanálisis; lo que Freud, en tanto su descubridor, no hubiera podido hacer, sino más bien invitar discretamente a sus seguidores a hacerlo... lo que finalmente hicieron, cada uno a su modo, Lacan y Bion.

Por otra parte, es el leitmotiv más estimulante en este juego de crucigramas que los psicoanalistas y estudiosos del psicoanálisis Carlos Amaral Dias, Carlos Barredo, Carlos Farate, Laura Ward da Rosa, Leonardo Francischelli, Luis Carlos Uchoa Junqueira Filho, Manuel dos Santos Jorge y Ricardo Spector hayan decidido emprender este cruce alrededor de las ideas que Bion y Lacan nos transmitieron para pensar el psicoanálisis más allá del psicoanálisis..., ¡siempre!

Bion y Lacan más allá de Freud

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