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Prólogo: la vida es cuántica
ОглавлениеSin la fenomenología cuántica la vida no sería posible. Existen muchos otros imposibles, de no ser por la cuántica. Mencionemos unos cuantos: i) sin ella el universo no podría ser lo que es (téngase en cuenta que hoy solo sabemos de qué está constituido cerca de un 5 %); ii) la materia, a nivel atómico y molecular, sería inestable; iii) la fotosíntesis, esencial para mantener la vida, en el supuesto de que alguna vez hubiera surgido sin ayuda de un mecanismo cuántico no trivial, es rigurosamente un fenómeno cuántico; iv) la evolución de la vida, desde las macromoléculas que permitieron la aparición de los protistas y los eucariotas hasta lo que llamamos hoy inteligencia natural, cualquiera que ella sea, no habría sido posible sin la cuántica; v) la denominada “inteligencia artificial” tampoco habría surgido, de hecho ninguna de las tecnologías que le dan soporte. La lista podría continuar, pero los ejemplos citados son suficientes para la hipótesis central, título de esta nota introductoria: la vida es cuántica.
Pensar en la vida desde la física cuántica es entender que el tema no se circunscribe a la física, mucho menos a la mecánica, una rama de aquella. La química es en rigor cuántica. Hoy se habla, cada vez con más fuerza, de la biología cuántica. Si bien la mayor parte de los fenómenos cuánticos que tienen que ver con la biología (o con la vida, para el caso da igual) son los denominados “fenómenos cuánticos triviales”, hay otros que son la esencia misma de la fenomenología cuántica, en particular los que caen en la categoría calificada por Einstein como “acciones fantasmagóricas a distancia” (“spooky actions at a distance”, lo decía sarcásticamente), en general los fenómenos no locales.
En Salud pública y teoría cuántica: un puente para la investigación, volumen editado por el profesor Carlos Eduardo Maldonado Castañeda, con capítulos escritos por estudiantes del Doctorado en Salud Pública, adscrito a la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque, los autores están asumiendo un reto mayúsculo que se sale de la ortodoxia: el mundo es cuántico. Yendo todavía más lejos, desde la perspectiva del físico estadounidense John Archibald Wheeler, el universo es producto del procesamiento cuántico de la información. Dicho esto, es necesario advertir también que lo que el lector encontrará en este volumen no guarda relación con los avances, ciertamente formidables, en las tecnologías de origen cuántico que favorecen el ejercicio de la medicina convencional, limitada casi siempre a la cura de las enfermedades. Tampoco el tema de la “sanación cuántica”, invocado por no pocos “curanderos”, se aborda en estas páginas.
Como menciona el editor en la introducción, la metodología (del seminario) no consiste, en absoluto, en técnicas de investigación. “Esto es herramental; aquello otro es fundamental, pues implica el cruce entre las ciencias y la filosofía”. La metodología de la investigación propuesta “es un laboratorio para aprender a pensar, siempre, de nuevo. Esto es, para arriesgar, apostar, exponerse, equivocarse, corregirse, y crecer siempre”.
De la mano de su maestro, como debe ser, el estudiante da un primer paso. El siguiente lo lleva a andar, bajo su propio riesgo. Para el caso, andar es pensar. El camino no es expedito. Quienes se atrevieron a recorrerlo por primera vez cometieron errores. Ahora sabemos que la interpretación que le dio Schrödinger a su función de onda no podía ser correcta. Tampoco Heisenberg estuvo en lo cierto cuando explicó con su microscopio mental el principio que lleva su nombre. La interpretación estadística que Einstein le dio a la nueva teoría no es la apropiada. ¿Por qué habría de ser correcta la interpretación de Copenhague, propuesta inicialmente por Bohr, a pesar de que haya sobrevivido hasta el presente? Un aliciente nuevo, los efectos no locales, es lo que impulsa la segunda revolución cuántica: la verdadera revolución en la energía, pero sobre todo en el manejo de la información.
La humanidad asiste, atónica, al derrumbe de sus máximas conquistas. La Cuarta Revolución Industrial amenaza con dejar sin empleo a tres cuartas partes de la población, mientras que el calentamiento global, acelerado desde la primera, parece no dar tregua: o se aborda el problema en forma definitiva, o no podremos resolverlo a tiempo.
Pensar la salud y no la enfermedad, como propone Maldonado, es un camino promisorio. El reto es grande, los riesgos son enormes. El resultado puede ser altamente satisfactorio, pero exige elaborar propuestas no convencionales desde puntos de vista que tampoco lo son.
En los dos asuntos que acabamos de mencionar, la investigación requiere de un trabajo inter- y transdisciplinario, como nunca antes tan siquiera se había intentado. Base fundamental de este proceso no ortodoxo de investigación, divulgación y difusión es fortalecer las relaciones de las ciencias de la salud, las sociales y las humanas con las ciencias cuánticas, en particular con la naciente biología cuántica. El beneficio es recíproco si se supera el reduccionismo y si se logra eliminar el determinismo mecanicista, tan dañino para todas.
Desde hace poco más de una década, el autor de esta nota “a modo de aperitivo”, ha adoptado parcialmente el criterio metodológico anterior en un curso de contexto que se ofrece a estudiantes de pregrado de todos los programas académicos de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá. Algunos estudiantes de posgrado se animan a tomar el curso, denominado “Cuántica para todos y para todo”. Con el segundo adjetivo (cuántica también lo es) se quiere expresar el hecho de que el curso se hace, rigurosamente hablando, sin matemáticas (valga la pena enfatizarlo con las cursivas). El “para todo”, si se quiere, se puede extender a la literatura. El Aleph de Jorge Luis Borges es un clásico ejemplo de cómo hacerlo con maestría sin mencionar el tema, como lo demuestra Alberto Rojo en su ensayo Borges y la física cuántica: un científico en la biblioteca infinita.
Casi desde el comienzo el profesor Maldonado Castañeda nos ha acompañado en el CPTPT (así abreviamos el curso para los estudiantes) con una conferencia invitada. Estas constituyen una parte esencial del curso: desde diversas disciplinas, participan especialistas en un campo de la física, de áreas relacionadas (química, biología, astrofísica, cosmología) y de otras que lo son menos. Es el caso de Maldonado, aunque no resulta fácil precisar su especialidad, pues ha sido renuente a dejarse identificar. De él puede decirse que es filósofo o complejólogo, lógico o naturalista, tal vez filósofo de la naturaleza en el estricto significado del término, sin que por ello deje de lado la metafísica, una ciencia en sentido kantiano que habría que reformular a la luz de las implicaciones cuánticas. La estética no le es indiferente y mucho menos la ética. Para decirlo sin tapujos, es la conferencia que los estudiantes del CPTPT más disfrutan. Dicho sea de paso, cada semestre su contribución es diferente a la del anterior y enormemente enriquecedora.
La alusión al curso de contexto, más allá de llamar la atención sobre la experiencia, tiene como propósito estimular este tipo de vínculos académicos que se puede establecer con los estudiantes y entre los estudiantes, y que tan exitosamente promueve Maldonado. Por otra parte, la relación entre la vida y la salud debería ser obvia. Usualmente se ha entendido esta última como ausencia de enfermedad, pero ese concepto a todas luces se queda corto si se piensa en la medicina preventiva, la más rentable de todas. Como lo afirma Maldonado, el concepto mismo de salud no ha sido pensado, solo la enfermedad. “La vida misma no ha sido pensada”, enfatiza categóricamente. “Enférmate que yo te curaré” parece ser el eslogan del mercado. Esto lo he aprendido participando en algunos seminarios en el Doctorado en que se inscribe esta reseña.
Bienvenido, pues, este singular llamado a pensar la vida y la salud y a buscar los vínculos naturales que a ellas les corresponden con las ciencias cuánticas.
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Jairo Giraldo Gallo Profesor titular Departamento de Física Universidad Nacional de Colombia