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Holoseres

Corría el Siglo III de la era de la globalización. El planeta estaba superpoblado y con limitaciones energéticas. Dentro de ese contexto se había desarrollado una forma de inmortalidad, al momento de la muerte física los datos de cada persona eran almacenados en la Gran Computadora y se creaba un cerebro virtual equivalente, nutrido de los recuerdos, más una estructura algorítmica que replicaba el funcionamiento del cerebro real.

También se almacenaban los datos físicos, los que permitían reproducir la imagen en forma holográfica sobre una plataforma circular móvil, con cierta autonomía de movimiento. Esa plataforma tenía sensores para captar todo tipo de cambios físicos, incorporando nuevas experiencias al ser holográfico, que evolucionaba de manera cuasi humana post mortem. Los medios se referían a estos seres artificiales como los holoseres. Con el tiempo, habían alcanzado un status social casi tan importante como el de los humanos.

A los problemas relacionados con la superpoblación en todos los lugares de la Tierra se sumaba el crecimiento de la población de holoseres. Su mantenimiento tenía un costo medido en Unidades de Energía Normalizada (UENs), que muchas veces era demasiado alto, de allí que muchas familias sin suficientes recursos debieran finalmente apagarlos.

–¡No podemos desconectar al abuelo!. 10 UENs diarias son difíciles de sostener. ¡Sería una gran pérdida en lo emotivo y en lo cultural, máxime teniendo en cuenta la experiencia acumulada! – dijo Matías.

–Lo de la experiencia – respondió Mora – puede ser guardado como simple memoria sin que necesitemos la presencia holográfica. Eso abarataría.

–Sería como matarlo. Bueno, es matarlo. Acordate que la conciencia se mantiene gracias a que puede interactuar con el entorno.

–Es sólo intelecto, en lo físico es un espectro inmaterial...

–Aún así me entusiasma verlo hacer ademanes cuando cuenta alguna de sus historias. ¿Te acordás?. Las manos se le mueven como palomas y la expresión le cambia según el relato.

Matías calló por un momento, se dejó llevar por los pensamientos y los recuerdos. Concluyó que el abuelo no solo aportaba el dato frío, sino vivencias llenas de humanidad. Para él significaba un reservorio del pasado que lo conectaba con lo que hoy era. También transmitía la nostalgia por lo que había sido y si se lo apagara, se apagarían las luces que le iluminaban el camino a seguir. Recordó que siendo niño el abuelo solía levantarlo con sus manos, pero ahora esa materialidad estaba sólo en su memoria. También recordó, quiso recordar, el interés por los objetos que rodeaban la personalidad potente del abuelo: la Parker de oro, la pipa con el león tallado, el quejido ronco del saxo. Todo eso había desaparecido; la magia que rodeaba su figura perduraba, aún bajo la forma holográfica.

–Estás confundido insistió Mara. En realidad lo que tratás es de mantener el recuerdo vivo, pero vos sabés que el holoser se parece cada vez menos al original, porque incorpora información y la procesa mediante una inteligencia artificial, que no la vive como los humanos.

–Esa es tu interpretación Mara. Vos no estás dentro de él para saberlo. Creo que ha desarrollado una forma de sensibilidad.

–¡Ya no es un ser vivo! ¡Tenés que entenderlo! A él no lo condiciona el miedo. En cambio a nosotros el miedo nos delimita y entonces nos define.

El abuelo había captado la discusión entre Matías y Mara. Entendió, con la mente artificial, que ya era una molestia. Por su naturaleza, si cabe el término, no temía que lo desconectaran. Lo emotivo en él era un recuerdo, no era real. Se guiaba sólo por un pensamiento lógico, que respondía a principios éticos incluidos en su algoritmo de socialización.

–Matías, quiero que entiendas que, más allá de lo que piense cada uno de ustedes, yo estoy harto de esta forma de existencia. Tengo derecho a disfrutar de una mortalidad humana. ¿No te parece?. Tampoco quiero empañar un lindo recuerdo con la degradación artificial a la que me somete esta forma de existencia.

–Abuelo ¡Te voy a extrañar! ¡Necesito tu presencia aunque sea parcialmente!

–No podés aferrarte al pasado. Tenés que poner tu energía en disfrutar del presente y en proyectar con entusiasmo el futuro. Lo que vivimos juntos quedará siempre en tu memoria acompañándote, sin necesidad de un holograma para recordártelo.

Matías llora, y acepta finalmente los argumentos.

Entonces Mara desconecta al abuelo.

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