Читать книгу La Libertad en el encierro - Carlos Gustavo Álvarez - Страница 29

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También la historia del papel higiénico es digna de fisgoneo. Si el COVID - 19 salió en un estornudo de China para el mundo, allá, también, y como casi todas las cosas que conocemos, nació el papel higiénico. Y no fue ayer. Aunque fue inventado por el conocidísimo Cai Lun, en el siglo II D.C., está probado que, cuatro centurias antes, ya servía para lo mismo que sirve ahora.

Wikipedia reseña que, en el siglo XIV, durante la Dinastía Yuan, la producción del adminículo ya era cuantiosa: diez millones de paquetes de 1.000 a 10.000 hojas de papel higiénico cada uno. El estrato imperial lo usaba perfumado en el receptáculo y los de más abajito “se limpiaban con la mano y agua, trapos viejos, virutas, hojas, hierba, paja, piedras, arena, musgo, nieve, cáscaras de plantas, helechos, pieles de frutas, conchas o corazones de maíz, según el país, las condiciones climáticas y costumbres sociales”. El aguante in situ era mayúsculo.

Estados Unidos es el mayor consumidor. Por cada persona, al año, 12,7 kilogramos y 141 rollos. Resulta minúsculo, porque otra fuente refiere 22 kilos por gringo. Le siguen en el montículo, Alemania y el Reino Unido.

En mi opinión, el papel higiénico es el símbolo del desperdicio. Tal vez por su condición de rollo, como lo vendieron en 1890 los inolvidables hermanos Scott, años después de que su compatriota Joseph Gayetty lo comercializara como “papel medicinal”, le pusiera alóe vera y lo recomendara para las hemorroides.

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