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A MANERA DE INTRODUCCIÓN: EL INTERCAMBIO POLÍTICO A REVISIÓN
ОглавлениеCarlos Ricardo Aguilar Astorga*
Son varias las razones centrales que explican la existencia de este libro; en primer lugar porque hacer una valoración a poco menos de 10 años de haber comenzado los estudios sobre el intercambio político. A partir de estos se hicieron varios proyectos de investigación y surgieron trabajos colectivos de colegas y amigos que vieron en esta categoría una forma de describir las tensiones entre los actores de la sociedad civil y el gobierno. Asimismo, surgió un entusiasmo entre tesistas de varias universidades y de distintos grados académicos, quienes vieron en la categoría una oportunidad de desarrollar investigaciones que tenían como objeto de estudio las relaciones de poder, sin relacionarlas con los habituales temas de corporativismo, gremialismo, negociación de grupos, etcétera. En su lugar, mediante el intercambio político se podía explicar una pugna por el poder pero también por las condiciones necesarias para lograr y explicar los acuerdos colectivos.
De lo anterior se desprende la segunda razón de este libro: un trabajo colectivo que pudiera reunir, sistematizar y presentar los resultados de los estudios que el alumnado ha realizado durante estos años. No obstante, se debe advertir que esta empresa no pudo concluir de modo pleno pues, a pesar del entusiasmo de los convocados, el momento actual de pandemia ha puesto a todos en una situación donde las prioridades primarias concentran la mayor parte de las energías. Incluso con estos los obstáculos se pudo realizar un seminario que hizo converger a los involucrados y socializar algunos puntos en común; sobre todo, se logró entablar una discusión a la luz de la actual pandemia sobre la pertinencia y vigencia del intercambio político.
Por otro lado, y sin buscar eternizar las reflexiones en estudios de caso, nosotros creemos que se puede lograr cierta saturación teórica por medio de un método alterno a dichos estudios. Esto nos conduce también a la autocrítica, pues nos obliga a repensar colectivamente las variables del intercambio en función de reflexiones ulteriores y también, a proponer nuevos componentes y variantes que nutran la discusión.
Finalmente, el texto que tiene el lector en sus manos es resultado de los factores anteriores y, si bien teóricamente se nutre de mucho de lo que se había escrito, también trata de crear sobre estos pilares y repensar otros, tal es el caso de una nueva variable que, de hecho, sería central. Ya Cacciari y Rusconi insistían en el carácter detonante del factor crisis y aunque en estudios previos no habíamos dilucidado su importancia, preveíamos su centralidad. Sin embargo, sigue habiendo un problema con esta variable; consideramos que, en efecto, es un factor detonante y que favorece lo nuevo y los reacomodos, pero también es un elemento que crispa las energías, pues muchas de las acciones se contraen y se arrinconan en las brechas conservadoras. Para muestra tenemos lo que ha dejado ver el Covid en varios rubros; en el político, por ejemplo, quedó claro que lo alternativo de un sector de la izquierda tuvo que estandarizarse en la doxa de aquello que criticaba y, más allá de atreverse a usar el poder para generar transformaciones de gran escala, lo cierto es que una parte muy conservadora se reveló en el pensamiento de nuestros políticos supuestamente alternativos e innovadores.
Como este caso podemos documentar muchos más, cosa que no es objeto de estudio de este trabajo, pero sirven para destacar que la variable crisis es muy importante en el intercambio político. Empero, no estamos seguros de poder contenerlo como variable independiente sino más bien como factor causal o correlacional. Como sea el caso, es necesario repensar el intercambio político como posibilidad de proyecto político aunque sus elementos constitutivos puedan ser variados tanto en su gradualidad como en su ponderación.
De manera previa se habían realizado trabajos sobre temas muy variados como el Programa de DDHH del entonces DF; el Programa de Acción Climática de la CDMX; las políticas de telecomunicaciones y radiodifusión; la movilidad como derecho humano en el valle de Toluca; la Iniciativa de Ley General de Transparencia (2015); los movimientos sociales como el Movimiento Yo soy 132 y el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad; la participación del Sindicato Mexicano de Electricistas frente al decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro; los comités comunitarios del entonces programa emblema de la pasada gestión federal, la Cruzada Nacional contra el Hambre, y más recientemente, la metodología para indagar los procesos electorales.
No menos importante resulta el hecho de que varios trabajos terminales de distintos niveles académicos, recurrieron al intercambio político para abordar temas como la movilidad urbana en las metrópolis, la participación política de las mujeres, el mecanismo de seguimiento y evaluación del programa de Derechos Humanos del DF, cuestiones de migración e incluso temas internacionales (con una tesis de licenciatura sobre los acuerdos de paz en Colombia que utilizó la categoría para hacer una estupenda descripción del conflicto).
La pregunta obligada: intercambio político, ¿para qué? En virtud de que ello nos remite a la dimensión utilitaria del término; creemos que la pregunta correcta es ¿qué podemos explicar con el intercambio político? Este cuestionamiento nos conduce al carácter metodológico e instrumental de la categoría, que también puede asociarse a los ámbitos teórico y empírico. Consideramos que ésta es otra de las grandes cualidades del concepto. En fin, abordemos su parte teórica que, como decíamos, recopila lo descrito en trabajos previos y abona algunas precisiones.
Tal como se ha presentado en trabajos previos (Aguilar, 2015, 2020), desarrollamos a continuación un esbozo teórico, el cual agradeceríamos al lector que reflexionara con la mayor de las críticas, en tanto el concepto todavía queda por discutir y, lejos de tener definiciones, variables e indicadores definitivos, pensamos que estos deben arrojar mayor solidez.
Más adelante en esta introducción describiremos brevemente los contenidos sintéticos de los cinco capítulos que conforman este manuscrito, a saber: 1) “Incidencia de la sociedad civil en la construcción e implementación del Sistema Estatal Anticorrupción en Jalisco” (Fernández Andrade); 2) “Participación ciudadana e intercambio político en el espacio local” (Ham Ramírez); 3) “El intercambio político y la estrategia contra la Covid-19 en México” (Mundo y Aguilar); 4) “Intercambio político y movilidad como derecho: el caso de Toluca de Lerdo y Lerma de Villada” (Guillermo Santana) y 5) “La evaluación de políticas con enfoque de derechos y las relaciones de poder” (Aguilar).
Esta publicación finaliza con un balance crítico de los estudios que se han realizado en los últimos años a la luz de la crisis actual, proponiendo algunos derroteros para trabajos futuros.
El intercambio político es un proceso en el cual diferentes actores redefinen el sentido de su actuar de manera colectiva, son acuerdos conjuntos entre actores de diversa índole en medio de relaciones asimétricas de poder. Los actores involucrados tienen en común un asunto o situación que desean cambiar o mantener; por lo regular estos enfoques son diferentes y obligan a los demandantes a negociar bienes de naturaleza diversa. A su vez, obliga a generar alianzas, acuerdos o pactos que suponen una conducción de las particularidades a una lógica colectiva. Es decir, el intercambio político no es la suma de las particularidades sino que supone un resultado dialógico en el que las singularidades quedan reafirmadas al mismo tiempo que se construye un proceder común.
Este concepto tiene su origen en el marxismo italiano (Cacciari, Rusconi), mismo que se inserta en el debate sobre sistemas políticos (Cupolo, Bodei, Giacomini, Nubili, Zolo). Su marco histórico corresponde al contexto de finales de los años sesenta e inicios de los setenta del siglo XX, durante el cual se asociaba la idea de cambio social con la de revolución marxista. Este vínculo producido en medio de un eurocomunismo —que buscaba estar al día— concebía a la historia sujeta a las leyes inmutables, dentro de las cuales la revolución figuraba como algo que en algún momento tenía que suceder.
Esta perspectiva fue sustituida por la idea de proyecto político, en el que la multiplicidad conformaba un entorno más complejo y diverso que abría la necesidad de intercambiar factores que asociarán al sujeto con su entorno: proyectos, ideas sobre la concepción del futuro, los límites de la conciencia de clase, deseos, ambiciones, etcétera.
Tanto Rusconi como Cacciari hablaban, en los años setenta, de proyectar la realidad. Sin embargo, en ese proyecto político la incertidumbre generaba que no hubiese un centro explicativo de la conducción. El talante marxista orientaba la proyección hacia lo colectivo por encima de lo individual. Recordemos que el sujeto marxista está en la clase social, no en el individuo; no obstante, nuestros autores ubican un punto intermedio, un proyecto colectivo en el que se lucha por el poder. Esta forma de ver la colectividad es diferente a la del mundo anglosajón donde el individuo tiene sus derechos anclados en las garantías individuales. Para los italianos, el individuo tiene que ser parte de una discusión colectiva. Es por ello que Rusconi entiende el intercambio político como un conflicto de clases institucionalizado (Rusconi), donde se incluyen tanto los derechos civiles (rechtsstaat) como los sociales (sozialsstaat).
CRISIS, EL FACTOR DETONANTE DEL INTERCAMBIO POLÍTICO
Uno de los aspectos importantes respecto de estudios anteriores sobre intercambio político es la ubicación de la crisis como un detonante; aunque lo suscribimos, creemos que su importancia podría estar inserta como la primera variable independiente de las que este libro plantea. En efecto, si en algo han coincidido los estudios de estos últimos 10 años es que hay mayores posibilidades de insertar cambios cuando hay crisis, son éstas las que enmarcan muchos de los reacomodos de los que dan cuenta los estudios de caso.
Consideramos que el asunto está en el hecho de que, si bien los cambios pueden darse fuera del detonante del factor crisis, es ésta la que da forma y estructura tanto a las capacidades técnico políticas como a la materia de intercambio. Variables que desarrollaremos metodológicamente más adelante.
Regresando al abordaje teórico, el conflicto de clases que puede distinguirse en Rusconi, plantea tácitamente el concepto de crisis, ¿cuál es su relación con el intercambio político?, que el intercambio es resultado de un reacomodo necesario que surge de un momento crítico en el que se concibe la posibilidad de transformación. La crisis es el momento que hace evidente un cambio.
[...] la crisis debe leerse simultáneamente, como proyecto político y como resultante de conflictos entre proyectos políticos. Implica una decisión sobre la crisis —o un conjunto de decisiones— de cuya confrontación la crisis obtiene sus características determinadas [...] es entonces recomposición productiva y de clase, redistribución de renta de poder, definición de nuevos bloques dominantes, desarticulación de los precedentes. La crisis produce, y las diversas “ciencias sociales” deben analizar cómo ha producido y cómo puede producir (Cacciari, 1980:4).
Con ello se quiere decir que la crisis es transformable y analizable como “factor proyectual”, como proyecto político, resultante de conflictos entre proyectos políticos; es una decisión sobre la crisis que deriva en características determinadas. Como trataremos de esclarecer más adelante, el intercambio político es pertinente para su observación y análisis.
La crisis implica cambios en la connotación de lo político que permiten el surgimiento de procesos decisorios dirigidos a transformar las relaciones político–económicas.
Lo que se deriva de lo anterior resulta fundamental, pues la crisis como factor proyectual de lo político necesariamente es constituido por lo contrario a la monodecisión y, más aún, el Estado permite la autonomía de sujetos civiles, construyendo una acción colectiva identitaria de varios de ellos. La identidad no disuelve al sujeto civil ni al gubernamental, sino que refuerza su autonomía. Para Cacciari:
[…] el Estado se define como agente no–neutral de crisis, a fin de producir determinadas transformaciones del ordenamiento social y económico. […] Sus decisiones se fundan concretamente no solo sobre el resultado de las transformaciones precedentes y de las relaciones de fuerza que éstas han determinado, sino sobre la ratio específica de sus objetivos y estrategias. Las transformaciones que se producen no pueden valer como recomposiciones generales, tampoco como neutralizaciones o decisiones absolutas, sino que constituyen afirmaciones momentáneas de los objetivos y los intereses que las determinaron. […] Lo político, es multiplicidad de organizaciones políticas que se confrontan en concreto con los contenidos del proceso decisorio; erga omnes, que el Estado produce. El Estado por su parte, es al mismo tiempo producto de tal confirmación y “autónomo” respecto de ella, en el sentido de que su decisión es productiva de transformaciones en el ordenamiento de lo político, innovando continuamente las reglas del juego de la relación (Cacciari, 1980: 11-12).
Por lo tanto, el sujeto civil no es producto del Estado, sino un organismo autónomo que permite libertad real, como sistema racional-legítimo.
Hemos visto cómo el factor proyectual tiene su origen en la crisis, lo que a su vez identifica a los sujetos sociales en una lógica común; dice Rusconi, es un sistema de acción colectiva que puede entenderse como una situación en la que se negocian bienes de naturaleza diversa ubicados entre la economía y la política. Los protagonistas de la transacción son los grupos sociales organizados y el Estado, en varias combinaciones. Los bienes de naturaleza diversa intercambiados pueden ser salarios, la ocupación, las inversiones, la facilidad de crédito, etcétera, pero también la lealtad política, el consenso democrático o sencillamente la detención del disenso activo, el aplazamiento de las sanciones (Rusconi, 1985:68).
El mecanismo del intercambio político funciona como un canal de legitimación, y por consiguiente de integración social, respecto del sistema político en general y de las formas de gobierno. En el caso de relaciones industriales —que es uno de los escenarios que el autor toma como referencia para desarrollar el concepto—, consiste en un acuerdo mínimo para no alterar los términos de su relación de fuerzas; no es un equilibrio de los sistemas sino un territorio de confín. Así, se logra establecer transacciones con el Estado valorizando el potencial de disenso o de ofensa del que dispone, el cual es transformado en un bien negociable.
La reflexión del intercambio político no pretende sustituir a las evaluaciones ético–políticas, sino entender cómo funciona efectivamente en un punto neurálgico la sociedad capitalista avanzada. No es una degeneración o un subproducto de las democracias contemporáneas, es un todo con la práctica política de los sistemas democrático–parlamentarios occidentales.
Es interesante que este concepto haya sido desarrollado en una tesitura marxista pues, aunque el prusiano nunca hizo mención explícita del intercambio político, abunda en el intercambio en tanto que:
El interés general es precisamente la generalidad de los intereses egoístas. De modo que, así como la forma económica, el intercambio, pone en todos los sentidos la igualdad de los sujetos, el contenido o sustancia —tanto individual como colectivo— pone la libertad. No sólo se trata, pues, de que la libertad y la igualdad son respetadas, en el intercambio basado en valores de cambio, sino que el intercambio de valores de cambio es la base productiva, real, de toda igualdad y libertad. Estas como ideas puras, son meras expresiones idealizadas de aquél al desarrollarse en relaciones jurídicas, políticas y sociales, éstas son solamente aquella base elevada a otra potencia (Marx, 2007:183).
Es claro que los desdoblamientos de Marx son en el sentido de equivalentes, de intercambio de equivalentes los cuales va a criticar como ficción, pues el intercambio es lo que requiere el capital en su forma de dinero para convertirse en sujeto. Por ser parte, Rusconi va más allá del intercambio qua mercado.
El intercambio político no se deja reducir a la dimensión convencional político–económica. Abarca los contenidos de la subjetividad o de la identidad colectiva. Es un sistema de acción colectiva en que diversos contratantes ponen en juego el sentido de su actuar, en una lógica de reciprocidad de la cual puede salir confirmada, reducida o desmentida, su propia identidad. En esta relación no hay manipulación ni represión. Lo que sí hay es una micro mutación interna que impone siempre nuevas soluciones de funcionamiento y crea nuevos desequilibrios que, a su vez, reactivan no solamente mecanismos de compensación sino también nuevas oportunidades y nuevas motivaciones de prestación e integración. Es un poderoso mecanismo de reducción de esta forma de complejidad.
Para Rusconi es importante distinguir entre intercambio y mercado (para así definir el mercado de la autoridad). La expresión intercambio político deviene de Joseph Schumpeter, y se encuentra fundada en la idea de que la competencia es el resorte tanto del mercado económico como del político. “El método democrático es el instrumento institucional para alcanzar decisiones políticas, conforme al cual unos individuos obtienen el poder de decidir a través de una competencia que tiene como objetivo el voto popular” (Rusconi, 1985:69-70). Esta idea tuvo su éxito sobre todo en Estados Unidos. La intención inicial de Schumpeter era evidenciar la impotencia del elector frente a las decisiones políticas de fondo, lo que a su vez fundaba la crítica a la doctrina liberal clásica: no es verdad que el elector decide soberanamente, se limita a elegir a quien decida por él. Tampoco interesa profundizar en los motivos que llevan a Schumpeter a esta concepción de la democracia reducida a un “mecanismos de competencia elitista”. En este sentido, la crítica que hace Rusconi no se dirige tanto al austro–estadounidense, sino al enfoque dominante de la politología estadounidense; así, señala que no se puede reducir la política simplemente entendida como el mercado del bien – voto, por cuya adquisición y valoración los partidos y hombres políticos desarrollan el papel de empresarios, donde se hace una apología a la idea liberal de un equilibrio óptimo entre entradas y salidas (inputs/outpouts) (recursos invertidos/ventajas obtenidas); para el italiano “el bien político es más heterogéneo” (Rusconi, 1985:70).
Para dejar esto en claro veamos la definición de Schumpeter sobre intercambio democrático:
El método democrático es aquel arreglo institucional para llegar a las decisiones políticas mediante el cual los individuos adquieren el poder para decidir por medio de una lucha competitiva por el voto de la población [...] por supuesto, todos los partidos, en algún momento, se presentarán con una serie de principios o plataformas, y tales principios o plataformas podrán ser el sello del partido que los adopte y tan importantes para su éxito como las marcas de las mercancías son el sello de una tienda departamental e importantes para su éxito [...] Los políticos al servicio del partido y los políticos al servicio de la maquinaria partidaria no son sino la respuesta ante el hecho de que la masa electoral es incapaz de hacer nada que no sea salir en estampida [...] La psicotecnia en la administración de un partido y en su publicidad, lemas e himnos no es un simple accesorio; es la esencia de la política (Schumpeter, 1974:269-283).
De acuerdo con lo anterior, para Schumpeter las políticas (policy) son la expresión de una racionalidad política; es decir, en un mercado electoral, equivalen a postular problemas–soluciones viables y factibles que lleven al elector a mejorar su decisión en cuanto al voto. Es así como se participaba en “política”, ofreciendo a los votantes alternativas frente a otras élites políticas, lo que viene siendo algo así como ofrecer políticas de la forma en que un comercio ofrece insumos para atraer a sus compradores.
Pero en este tenor, ¿cómo definir el bien político? Rusconi rescata a Charles Lindblom y Pizzorno. Para el primero, el intercambio en política consiste en ver que en política no se cambian los favores usuales personales como sucede entre individuos comunes, sino favores de autoridad. Por su parte, Pizzorno habla de una “teoría de los aspectos políticos del mercado del trabajo”, en este caso el intercambio político corresponde a un sistema simétrico.
Schumpeter efectúa una especie de vuelco del mercado económico en la política sobre la base del principio de competencia, mientras que Lindblom mantiene separados mercado y Estado. Por su parte, Pizzorno reconstruye la lógica del mercado político sobre la base del comportamiento de la fuerza del trabajo organizada, haciendo del problema de su gestión el sostén de todo el sistema.
De hecho, Lindblom es uno de los precursores del término hoy tan en boga de “analista de políticas públicas”, el cual ponía de manifiesto la creencia en las ciencias sociales como una medicina, en cuyo entramado la sociedad puede aportar a la mejora de los problemas públicos. No menos importante es el hecho de que Lindblom fue uno de los pioneros que vio a la política pública como un proceso de etapas, a la que incorpora la variable poder, la cual “carece de un principio y un fin” pues las políticas están condicionadas a factores de peso que requieren un análisis más profundo.
Retomemos la idea original de la discusión relativa a la relación entre mercado e intercambio. El intercambio político no es el equivalente en política a lo que se realiza en el mercado económico; el intercambio político es más bien una combinación entre la lógica del mercado y la lógica de autoridad. La lógica de mercado es la que rige la economía capitalista moderna. Dicho de otra manera, lo que para Schumpeter es un sistema mercado (intercambio) para Lindblom es un sistema Estado (autoridad).
En la perspectiva marxista, la relación entre el trabajo y el capital del intercambio desigual de la mercancía–trabajo se encuentra al revelar la necesidad, la no–libertad y la constricción política que es inherente estructuralmente al bien trabajo vendido en el mercado libre. Para Rusconi, ésta sí es la contradicción de la lógica liberal que proclama la justicia inmanente del intercambio de los equivalentes en el mercado capitalista. Así, la lógica del mercado nos lleva sin solución de continuidad con la autoridad.
En cuanto al concepto de autoridad, está comprendida en el momento de la coerción, aquí la autoridad se entiende con la atribución de la legitimidad, también si la legitimidad no está asegurada de una vez para siempre. Además, la autoridad o poder legítimo no se expresa siempre, indispensablemente, en la forma de mando.
Por lo tanto, el intercambio político trata más bien de fijar una situación híbrida, móvil, media, que no sólo combina, sino que hace posibles los dos sistemas de acción: autoridad y mercado. La calificación de “político” referida al intercambio se justifica por el hecho de que considera “bienes de autoridad” que tienen la forma de mando (leyes, normas administrativas), pero estos se vuelven eficaces, es decir, obtienen obediencia y consenso sólo porque están contratados, reconocidos, a través de la forma mercado.1
En cuanto al consenso y legitimación, Pizzorno dice del intercambio político que difiere de la contratación colectiva definida en tres momentos, a saber: a) los beneficios que se obtienen bajo la amenaza a la continuidad del trabajo; b) el poder del intercambio es una función de la necesidad de consenso, no de la demanda trabajo; c) más de un actor puede concurrir con los sindicatos en la obra de mediación de consenso. En este caso, el intercambio político para Pizzorno se concentra casi exclusivamente en el comportamiento sindical y en su problemática, dejando (dice Rusconi) teóricamente desenfocadas otras dimensiones del modelo. De esta manera, el Estado queda calificado simplemente como “sujeto capaz sobre todo de otorgar beneficios de mediano y largo plazo”, tocando la reserva de legitimación del sistema político.
Por otro lado, la “crisis de legitimación” de Habermas (1975, citado por Rusconi, 1985:74), se produce cuando las exigencias de compensación conformes al sistema aumentan más rápidamente que la masa de valores disponibles, o cuando engendran expectativas imposibles de satisfacerse con compensaciones conformes al sistema; es el signo del “empobrecimiento de las posibilidades de expresión y de comunicación que son también necesarias en las sociedades complejas, de manera que los hombres puedan aprender a encontrase de nuevo, a asumir conflictos y a resolver en común problemas comunes, es decir, a través de la formación de una voluntad colectiva”.2
De este modo, la identidad colectiva puede cambiar los estándares respecto de los cuales mide los costos de su acción; puede revisar los criterios de su actuar cambiando las relaciones de fuerza existentes. Es un recurso que ocasiona motivos no–utilitaristas sino solidarios que se expresan en una lógica discursiva y dialógica; por eso se señala que intercambio político no es una mera transacción tipo mercado liberal.
Hay que destacar que si bien Lindblom coincide con Habermas en cuanto a las causas de la dominación elitista, no estará de acuerdo con la solución que propone el filósofo de Düsseldorf en cuanto al “discurso ideal” pues, al entender de Lindblom, hay un orden social que tiene que revolucionar para que funcionen las situaciones del discurso ideal (1977, citado por Rusconi, 1985:70). Pensar en acciones más efectivas llevaría a que las élites políticas por lo menos tuvieran una disminución de la influencia de las empresas, menor desigualdad en el proceso de formulación de las políticas, decremento de los obstáculos a la investigación e incentivos a la competencia equitativa de ideas y diversidad. De allí que sea importante analizar por qué es tan complicado generar identidades colectivas.
El problema de la identidad no perturba mínimamente aquellas teorías de la acción colectiva que están basadas en la determinación unívoca de las finalidades y de los medios, de los costos y de los beneficios. Para Offe (1980, citado por Rusconi, 1985:77), el propósito de un tipo de conflicto no es obtener algo, sino ubicarse en una posición desde la cual se pueda ver mejor qué es realmente lo que se quiere y donde se vuelve posible liberarse de las nociones ilusorias y falseadas de su propio interés. Sin embargo, Rusconi critica a Offe y Wiesenthal porque no les surge la sospecha de que la falta de un actuar “dialógico” sea fruto no ya del burocratismo sindical, sino por el contrario, de la presión desde abajo de los crecientes grupos de trabajadores quienes contraponen su propia identidad particular (profesional, cultural, social) en una supuesta identidad en común (esto es lo que olvidan Offe y Wiesenthal).
Recordemos que Offe es un autor marxista y que afirmó que, en el sistema capitalista, las luchas anticapital son filtradas y excluidas a priori. Por eso Rusconi ve problemático este esquema proto paralelo al que induce Offe.
Por lo tanto, para Rusconi el núcleo del intercambio político, donde la negociación transcurre a través de un bien de intercambio (consenso), es sumamente peculiar. No es una mercancía negociable como otras, porque su valor real se puede medir sólo como un cálculo de daños posibles (Rusconi, 1985:78).
Rusconi se pregunta: ¿qué sentido (científico) tiene teorizar un modelo “dialógico” de la acción colectiva obrera? ¿Por qué poner énfasis en su “identidad colectiva” frente a otros grupos sociales? Para contestar, el autor propone salir de las ópticas que privilegian el supuesto de un solo contratante del intercambio político e intentar situarse dentro de la lógica de acción compleja y global que lo constituye.
En cuanto al incentivo de grupo e identidades colectivas, Rusconi señala que es necesario precisar que los contratantes del intercambio político no se dejan ubicar en los rasgos genéricos de los “grupos de interés”, análogamente a la acción colectiva tipo rational choice (elección racional). Este cálculo se basa simplemente en una racionalidad costo-beneficio, propio del “Homo œconomicus”, donde según Gian Enrico, Offe y Wiesenthal creyeron haber superado, aunque en realidad, manifiesta la pluralidad en los contratantes del intercambio político del movimiento obrero.
Rusconi hace una severa crítica a la “lógica de la acción colectiva” de Mancur Olson, resaltando que un bien público o colectivo no se logra sin un beneficio específico para el individuo. O mejor, individuos “racionales” orientados según su propio provecho no se esforzarán ni siquiera en agregar intereses comunes o de grupos si no existen incentivos particulares para su ventaja. La comunidad de los intereses no es suficiente para producir acción colectiva. Una acción de grupo se puede obtener sólo a través de un incentivo que opera no de manera indistinta, como un bien colectivo, sobre el grupo como todo, sino con selectividad respecto de los individuos en el grupo. No se trata de contraponer estas ideas con acciones solidarias desinteresadas; dice Rusconi: “solo abramos el periódico”, la lógica olsoniana no es la del intercambio político.
Olson (1986) sostenía la tesis de que, posterior al periodo de postguerra, naciones como Japón o Alemania experimentaron un auge porque habían posibilitado una ruptura con su pasado que era el factor que aventajaba a ciertas élites. No obstante, casos como el de Estados Unidos o Gran Bretaña no tuvieron esa irrupción por lo que cayeron en una “esclerosis corporativa” generando así un “Estado corporativo”.
Sobre todo porque en el intercambio político está en juego la capacidad de evaluar el bien colectivo o de grupo como un bien “diverso”, en cuanto implica la identidad que no es una cantidad calculable como las demás. El “rational choice” procede verticalmente de la ideología clásica burguesa del individuo libre y poseedor, que dispone de sus bienes con un dominio completo de lo que es y de lo que quiere. Un individuo así catalogado no necesita formarse una identidad colectiva, social y política por medio de un proceso de integración con otros sujetos colectivos (Rusconi, 1985:80).
En este sentido, la clase capitalista no puede más que autolegitimarse gracias al mercado, o sea, al principio del intercambio de los equivalentes. Debe legitimarse en una lógica de reciprocidad con otros sujetos sociales, lo que no refleja de manera simétrica la jerarquía del poder económico. El intercambio político en este caso es una paridad formal en la sociedad política; sin embargo, contiene una asimetría real que se traduce en modalidades y urgencias diversas con las cuales los sujetos sociales se enfrentan a la cuestión de identidad.
No obstante, la ideología es un factor común en los intercambios pero que no coincide con la identidad; éste es, tan solo, el componente más fácil de capturar desde el exterior. La identidad existe precisamente para mantener juntos elementos en apariencia incompatibles. A diferencia de la identidad individual, la identidad colectiva experimenta los confines de su “poder” con un proceso que cambia objetivos, estructuras, tácticas (Rusconi, 1985:82).
El intercambio político es uno de los grandes mecanismos que permite este proceso. Dice Rusconi: “si no se abusara de la expresión, podría llamarse un reductor de la complejidad que los actores sociales organizados crean dentro y alrededor de sí”. El intercambio político presupone y confirma la no equivalencia de los sujetos y de los bienes en juego. Los diversos contratantes invierten en ello el sentido de su actuar colectivo, experimentando al adversario en sus recursos y límites, reconociendo así realmente sus propios límites y recursos. La identidad resulta, finalmente, el producto de una reciprocidad entre los contratantes, que no es sinónimo de paridad, sino de lo contrario, de la comparación y de la confirmación de su disparidad.
Para Rusconi, algunos autores acentúan el aspecto de la soberanía del Estado admitiendo la inevitabilidad y la funcionalidad de la lógica negociadora, aunque a costa de ofuscar la sustancia. Otros autores, de tendencia conservadora, consideran la idea del intercambio político como un valnus (herida) al Estado soberano. El papel del Estado en el intercambio político no significa ignorar los fundamentos no mercantiles de su autoridad, el intercambio político no predefine los intereses, su solución: más bien permite y favorece la redefinición. Los contratantes se presentan como un conjunto de intereses en contraste con identidades contrapuestas, en una colocación de poder asimétrico que, sin embargo, no predetermina el resultado final.
El propio papel del Estado le obliga a despojarse de toda cualidad sustantiva. Su legitimación no se apoya en contenidos constitucionales de principio, sino en procedimientos decisionales pragmáticos que deben aparecer como prejuzgados y no prejuzgantes para los intereses de aquellos que acceden al Intercambio político. Pero esto no es ideologización de la política; al contrario, tal política pragmática necesita de un énfasis ideológico que subrogue, en un nivel simbólico–demostrativo, la limitación de los espacios en movimiento.
La lógica del intercambio político ofrece soluciones diversas de las sugeridas por la resignación sólo si se enfrenta mediante el análisis científico y la iniciativa política. El Estado es entendido como “garante del acceso al intercambio político”; no se trata de disminuir su autoridad sino que designa el estatus intermedio que une su papel de contratante en el mercado con la posición de autoridad, que le deriva por ser sede legítima de la institucionalización de las reglas de intercambio. El Estado actúa como un órgano ejecutivo–administrativo de gobierno efectivo; en el papel de autoridad, actúa como representante de las voluntades de los ciudadanos, filtradas por los procedimientos democrático–parlamentarios, gestionados de hecho por el sistema de partidos. La función de garantía de intercambio es el modo concreto de mantener juntas las dos dimensiones del Estado, la ejecutiva–administrativa (decisiones en el sentido corriente) y la representativa general, de la que depende la predisposición a aceptar las decisiones corrientes (las decisiones sobre las decisiones luhmanianas).
Es necesario reafirmar que cualquier estrategia que reduzca la lógica de intercambio (por el miedo de perder los medios de la autoridad estatal) está destinada a fracasar. El intercambio político es también el momento de la lucha por la autoridad legítima que determina sus reglas, construyendo así la plataforma de todo plan ulterior.
Las voluntades colectivas no necesariamente se agotan en un sistema castigo–estímulo, sino que lo trascienden, porque la lógica racional–económica no da cuenta de que en una identidad colectiva existan disensos. Este criterio economicista se funda en la idea de homogeneidad, de minimizar la incertidumbre, de negar la crisis; por el contrario, en el intercambio político, la incertidumbre permite el acuerdo. El consenso deriva de la crisis. Las identidades son a la vez autónomas y a la vez compartidas; es decir, en el enfoque que se propone, tanto las OC como el gobierno pueden reidentificarse en el campo de la política en general, al tiempo que confirman su disparidad, la identidad del proyecto en común sostiene ideologías irreconciliables.
Las crisis actuales hacen parecer como imposible el consenso democrático, pero este problema aparece como refundador de nuevas relaciones. Donde antes existía la simple consolidación de la democracia electoral, su propia crisis ha permitido que los electores ya no sólo voten por quién va a tomar decisiones por ellos, sino que ahora exigen participar legitimando el poder.
Tampoco se trata de desplazar la autoridad del Estado, ni de herir su soberanía, sino de institucionalizar que este garantice el intercambio político. El intercambio político serio no neutraliza el disenso sino que lo conduce, es un factor que permite la participación en la acción de gobierno. Incluso, puede ser la puerta que traspase la mera gobernabilidad llevando la conducción política a espacios deliberativos donde sea posible la gobernanza como integración social.
Para Rusconi, el papel del Estado en el IP no significa ignorar los fundamentos no mercantiles de su autoridad. El IP no predefine intereses, más bien permite y favorece la redefinición. Los contratantes se presentan como un conjunto de intereses en contraste con identidades contrapuestas, en una colocación de poder asimétrico que, sin embargo, no predetermina el resultado final.
ESTRUCTURA METODOLÓGICA DEL CONCEPTO
La pregunta central que se ha trabajado desde hace unos años y que este texto pretende enfatizar se puede expresar a través de la siguiente interrogante: ¿se alcanzan los objetivos previstos por los actores y estos, conducen a la redefinición de un proyecto político? La propuesta es que depende de ciertos criterios de análisis formulados como hipótesis con sus respectivas desagregaciones.
Son cinco variables las que se plantean para el análisis del IP en tanto secuencia metodológica, a saber: i) capacidades decisorias de las organizaciones civiles; ii) materia de IP; iii) institucionalización del intercambio en la estructura organizacional; iv) estrategias y herramientas y v) redefinición del proyecto político.
Como se puede notar, los cinco componentes de las hipótesis que están contenidas en la parte superior del cuadro (H1...H5) dan respuesta cada una a lo que reflexionan, a su funcionalidad, conceptos asociados, ejes de debate y, finalmente, a la relación que existe entre las categorías que constituyen la hipótesis.
CUADRO 1. HIPÓTESIS.
VARIABLES CONSTITUTIVAS DEL INTERCAMBIO POLÍTICO
H1 | H2 | H3 | H4 | H 5 | |
Categorías principales | Capacidades decisorias | Materia de intercambio político | Estructura organizacional para la institucionalización del intercambio | Estrategias (herramientas y mecanismos) de las organizaciones civiles | Redefinición de proyecto político |
Reflexionado: | Cuáles son las habilidades técnico–políticas en la articulación de las fases de las políticas con los niveles de participación. | Cómo se intercambia el bien a intercambiar no sólo bajo criterios de los equivalentes. | Qué procesos logran asentarse e institucionalizarse en la estructura organizacional y gubernamental. | Cuáles son las estrategias de los agentes organizacionales para lograr un intercambio mutuamente provechoso. | Cómo el intercambio político permite micromutaciones internas que dan cuenta de la reafirmación de las identidades particulares en un proyecto colectivo (política social). |
Con la función de: | Describir las habilidades técnico–políticas de los actores organizacionales. | Explicar el funcionamiento y operatividad del bien a intercambiar. | Conocer las rutinas organizacionales más institucionalizadas asociadas al intercambio. | Analizar empíricamente las acciones de las organizaciones civiles que más inciden. | Explicar si el intercambio político tiene la capacidad de transformación en la política logrando una identidad colectiva. |
Conceptos asociados: | Habilidades técnico–políticas, niveles de participación, fases de la política. | Existencia y posesión de un bien a intercambiar. | Rutinas, institucionalización de prácticas, organizaciones. | Mecanismos, estrategias, herramientas, instrumentos. | Identidad particular–colectiva, micro mutaciones internas, autonomía, independencia. |
Ejes de debate: | Limitantes de los actores en cuanto a su presencia en todas las fases y todos los niveles. | No tener consciencia clara del bien a intercambiar. Ceder a cualquier oferta. | Estructuras administrativas rígidas que no permitan la institucionalización de gestiones alternativas y emergentes. | Mal aprovechamiento de herramientas e instrumentos determinando así una estrategia débil o fortuita. | Trasmutación de identidades sin alcanzar la reconfiguración del proyecto; autonomía con poder de trasformación en la política pública. |
Relacionando: | Las identidades particulares de los actores civiles y gubernamentales tienden a trasfigurarse mediante el intercambio político, logrando así una identidad colectiva observable en la política social de los casos estudiados. |
FUENTE: elaboración propia.
Para entender de mejor manera las hipótesis, se desglosa a continuación cada una de sus categorías para dar cuenta de sus variables e indicadores.3
a) Capacidades decisorias para el intercambio político
En el cuadro dos se puede ver la primera categoría hipotética para entender el intercambio Político, a saber: Capacidades decisorias, que se entienden como las habilidades técnico–políticas en la articulación de las fases de la política (gestación, formulación, implementación, evaluación) y los niveles de la participación (información, consulta, decisión, delegación, asociación, control).
En este momento analítico son tomados los a priori que existen en la articulación señalada, pues si bien se entiende que ésta es un asunto con importancia técnica, lo político lo determina, más aún cuando el intercambio político en abstracto es una relación de poder.
b) Materia de intercambio político
La materia de intercambio no es otra cosa que la existencia y posesión de un bien a intercambiar. Como se desarrollará más adelante, a ésta no se refiere únicamente al intercambio de equivalentes, sino que incluye bienes de naturaleza diversa que van desde los ofrecimientos laborales hasta la generación de consenso, pasando por lealtad política, disenso, etcétera.
c) Institucionalización del intercambio en la estructura organizacional
Este apartado refiere en un primer momento el conocimiento de la estabilidad y solidez del orden organizacional en relación con el intercambio político. Posteriormente interesa analizar cómo en esta estructura se pueden arraigar prácticas y comportamientos que favorezcan la institucionalización del intercambio, ello supone analizar el orden de la estructura organizacional y el arraigo institucional en dicha estructura.
CUADRO 2
CAPACIDADES DECISORIAS (H1)
Capacidades decisorias (habilidades técnico–políticas para la articulación entre fases de las políticas con los niveles participativos). | |||
Variables técnicas | Indicadores | Variables políticas | Indicadores |
Gestación y formulación | • Interpretación del contexto. • Concepción del problema público. • Diseño de la propuesta. • Elaboración de diagnósticos. • Análisis y construcción de alternativas. (C-B, C-E, C-I). • Articulación entre indicadores, metas y objetivos (ex ante). | Negociación entre actores | • Conocimiento y manejo de redes. • Mapa de actores líderes. • Claridad en las responsabilidades de cada actor. • Cálculo de riesgos. • Agenda conjunta. |
Implementación | • Gestión de la opción elegida. • Monitoreo de procesos. Mecanismos de control. • Desvío de dinero. • Distorsión de objetivos, resistencia de unos ante el control administrativo de otros. Disipación de energías. • Experiencia. • Especificidad en las tareas de cada actor. | Habilidades para co-gobernar. Corresponsabilidad | • Fases de la política en las que se incide. • Nivel de participación. • Vías para construir relaciones. |
Evaluación | • Logro de metas y objetivos. • Logro de indicadores intermedios y finales. • Sistematización de la experiencia. • Tipo de evaluación. | Estrategias de comunicación como contrapeso | • Presencia de las organizaciones en prensa, radio, TV, internet, etcétera. • Presencia de las organizaciones en movimientos sociales. |
FUENTE: elaboración propia.
CUADRO 3
MATERIA DE INTERCAMBIO (H2)
Materia de intercambio. | |
Variable | Indicador |
Existencia y posesión de un bien a intercambiar | Salarios, ocupación, inversiones, facilidades de crédito, lealtad política, consenso democrático, detención del disenso, aplazamiento de sanciones, prestigio, recursos, prestigio, alianzas, gasto, legislación, criterios de orientación de la política social, coaliciones. |
FUENTE: elaboración propia.
CUADRO 4
ESTRUCTURA ORGANIZACIONAL
Institucionalización del intercambio en la estructura organizacional. | |
Variable | Indicador |
Estructura organizacional | • Organigrama. • Jerarquías. • Flujo del bien intercambiado dentro de la estructura. • Líderes operativos, morales. • Profesionalización (finanzas, ciencias políticas, economía, etcétera). • Presupuestos asignados. • Marco normativo y administrativo. • Trayectoria de la organización. • Formas de gestión y de organización alternativas y emergentes. |
Marcos y procesos institucionales | • Tipo de racionalización (individual, social, colectivo, etcétera). • Factores de contención del acuerdo (convenios, acuerdos, contratos). • Tipos de relación (formal, informal, discrecional, institucional). • Rendición de cuentas. |
FUENTE: elaboración propia.
d) Mecanismos estratégicos para el intercambio político
Analizar la estrategia implica describir los mecanismos con los que cuenta la organización civil para encaminar la intención del intercambio político con el fin de obtener un logro mutuamente provechoso.
CUADRO 5
ESTRATEGIAS
Estrategias (herramientas y mecanismos) de las organizaciones civiles. | |
Variable | Indicador |
Herramientas e instrumentos | • Convenio. • Acuerdo. • Contrato. • Planeación. • Presupuestación. • Evaluación. • Participación comunitaria – social. |
Mecanismos | • Espacios de interlocución, consejos, asambleas, reuniones, etcétera. |
FUENTE: elaboración propia.
e) La redefinición del proyecto político
La categoría final es la redefinición del proyecto político. Dicho de manera resumida, es la explicación de la transformación de la política social como proyecto político a partir de la construcción de las identidades colectivas surgidas del intercambio político.
El intercambio político presupone teóricamente que el comportamiento individual es distinto al colectivo, por la razón de que un interés individual es distinto de uno colectivo. Este interés denota cierta identidad; es decir, al cambiar de un interés individual a uno colectivo se tiene un cambio en las identidades. Pero, como el intercambio político no se reduce al mero intercambio de equivalentes, sino que implica bienes de naturaleza diversa, estamos hablando de que el intercambio político es un sistema de acción colectiva con método dialógico, en el cual, si bien hay niveles y jerarquías, existe la posibilidad de influir en las decisiones de otro, no de manera despótica y unilateral sino de manera en que las partes en cuestión, al entrar en contraposición y logran un acuerdo colectivo, al tiempo que reafirman su autonomía partiendo del supuesto hegeliano de redefinirse en sus contrarios.
Por lo tanto, la redefinición de un proyecto político no es sino la transformación que puede haber en una política social, donde diferentes partes, al entrar en intercambio político, logran redefinirse en lo particular y cogobernar. Esto supondría prácticas democratizadoras de manera mutua, así como el arraigo de responsabilidades políticas por parte de los ciudadanos. En suma, el intercambio político es un sistema capaz de disminuir la incertidumbre sociopolítica. La redefinición del proyecto político es la manifestación teórico–empírica de que esto es posible.
En suma, el intercambio político puede entenderse como la consecución de cinco variables, las cuales tienen sus propios indicadores. Tanto variables como indicadores son elementos con los cuales pueden analizarse las alianzas político–electorales. Este trabajo trata de sostener que las alianzas son implícitamente un intercambio, aunque no siempre político sino meramente mercantil; es por ello que muchas de las herramientas y elementos de la economía neoclásica han predominado y se han posicionado en las reflexiones politológicas.
ESTRUCTURA CAPITULAR DEL LIBRO
El capítulo que abre este libro corre a cargo de la maestra Angélica Cristal Fernández Andrade, quien presenta el el trabajo “Incidencia de la sociedad civil en la construcción e implementación del Sistema Estatal Anticorrupción en Jalisco”. Se trata de un escrito que forma parte sustantiva de su tesis de maestría en Política y Gestión Pública del ITESO; fue dirigida por el doctor Alberto Bayardo y trata de un caso de estudio de corte cualitativo, el cual aborda la incidencia de la sociedad civil en la construcción e implementación del Sistema Estatal Anticorrupción (SEA) en Jalisco. El trabajo pretende explicar las interacciones ocurridas entre las organizaciones de la sociedad civil y el gobierno, situación que implicó un amplio debate y la participación activa por parte de los actores involucrados.
CUADRO 6
REDEFINICIÓN DEL PROYECTO POLÍTICO
Redefinición del proyecto político. | |
Variable | Indicador |
Identidad | • Autonomía organizacional. • Apropiación colectiva del proyecto. • Capacitación retroactiva. • Métodos de coparticipación. • Valores particulares y colectivos armónicos. • Micromutaciones internas. • Redefinirse en la contraparte. • Nuevos desequilibrios–nuevas oportunidades. • Valores organizacionales confirmados, reducidos o desmentidos. |
Apropiación y generación de métodos participativos | • Incremento de las responsabilidades públicas. • Democratización recíproca. • Sensibilización a nuevas demandas concomitante. • Diagnósticos participativos. • Legitimación de la propuesta y representatividad de la demanda. |
FUENTE: elaboración propia.
Dicho proceso fue ampliamente considerado como un referente en el nivel nacional debido a los alcances y el nivel de participación que se logró en Jalisco. La pregunta central que se pretendió responder fue: ¿qué factores explican que el SEA de Jalisco se convirtiera en un referente nacional, incluso en comparación con los alcances del Sistema Nacional Anticorrupción? De acuerdo con esto, se abordan elementos conceptuales respecto del acercamiento de las teorías que refieren las relaciones entre sociedad y gobierno, pasando de la gobernanza al intercambio político, teoría en la que los actores redefinen el sentido de su actuación en medio de relaciones asimétricas de poder.
CUADRO 7
VARIABLES CONSTITUTIVAS DEL IP
Variable | Concepto | Indicadores |
Variables técnicas y variables políticas. Variable independiente | Se entienden como las habilidades técnico–políticas en la articulación de las fases de la política (gestación, formulación, implementación, evaluación) y los niveles de la participación (información, consulta, decisión, delegación, asociación, control). | Interpretación del contexto. Concepción del problema público. Diseño de la propuesta. Elaboración de diagnósticos. Análisis y construcción de alternativas. (C-B, C-E, C-I). Articulación entre indicadores, metas y objetivos. (ex ante). Gestión de la opción elegida. Monitoreo de procesos. Mecanismos de control. Desvío de dinero. Distorsión de objetivos, resistencia de unos ante el control administrativo de otros. Disipación de energías. Experiencia. Especificidad en las tareas de cada actor. Logro de metas y objetivos. Logro de indicadores intermedios y finales. Sistematización de la experiencia. Tipo de evaluación |
Existencia y posesión de un bien a intercambiar. Variable independiente | La materia de intercambio no es otra cosa que la existencia y posesión de un bien a intercambiar. No refieren únicamente al intercambio de equivalentes, sino a bienes de naturaleza diversa. | Salarios, ocupación, inversiones, facilidades de crédito, lealtad política, consenso democrático, detención del disenso, aplazamiento de sanciones, prestigio, recursos, prestigio, alianzas, gasto, legislación, criterios de orientación de la política social, coaliciones. |
Institucionalización del intercambio en la estructura organizacional. Variable dependiente | Este apartado refiere en un primer momento conocer la estabilidad y solidez del orden organizacional en relación con el intercambio político. | Organigrama. Jerarquías. Flujo del bien intercambiado dentro de la estructura. Líderes operativos, morales. Profesionalización (finanzas, ciencias políticas, economía, etcétera.). Presupuestos asignados. Marco normativo y administrativo. Trayectoria de la organización. Formas de gestión y de organización alternativa y emergentes. |
Estrategias (herramientas y mecanismos) del actor civil y social. Variable dependiente | Analizar la estrategia implica describir el mecanismo con los que cuenta la organización civil para encaminar la intención del intercambio político con el fin de lograr un logro mutuamente provechoso. | Convenio. Acuerdo. Contrato. Planeación. Presupuestación. Evaluación. Participación comunitaria–social. |
Redefinición del proyecto político. Resultante. | El intercambio político presupone teóricamente que el comportamiento individual es distinto al colectivo. Este interés denota cierta identidad. Hablamos del intercambio político como sistema de acción colectiva con método dialógico, en el cual, si bien hay niveles y jerarquías hay garantía de lo independiente y autónomo. | Autonomía organizacional. Apropiación colectiva del proyecto. Capacitación retroactiva. Métodos de coparticipación. Valores particulares y colectivos armónicos. Micromutaciones internas. Redefinirse en la contraparte. Nuevos desequilibrios–nuevas oportunidades. Valores organizacionales confirmados, reducidos o desmentidos. Incremento de las responsabilidades públicas. Democratización recíproca. Sensibilización a nuevas demandas concomitante. Diagnósticos participativos. Legitimación de la propuesta y representatividad de la demanda. |
FUENTE: elaboración propia.
El trabajo de la maestra Fernández establece que el intercambio político permitió indagar en la capacidad de las organizaciones de la sociedad civil, mismas que presentaron estrategias combinadas entre habilidades técnicas y políticas. Ello con el fin de hacer efectivos los bienes de intercambio, los cuales, por sí solos, no son suficientes, sino que echan mano de una intención colectiva para lograr la reciprocidad. En este sentido, en Jalisco las organizaciones de la sociedad civil comprendieron que es posible intercambiar capital social por control ciudadano, endosar poder de decisión a cambio de inmunidad política y mantener un ejercicio de negociación de equivalentes diversos, con distintos actores, con el objetivo de incidir en las decisiones públicas de un tema preocupante para los jaliscienses. El IP se mostró como la lucha por la supervivencia, incidencia, permanencia y trascendencia de los actores, tanto sociales como políticos, en la escena pública jalisciense.
El estudio de caso se realizó mediante entrevistas semi estructuradas a diferentes actores involucrados. Entre otras cosas, la investigación hace visibles las particularidades que permitieron que en Jalisco el arranque del SEA fuera un ejemplo en cuanto a la forma en que la sociedad civil y el gobierno lograron definir el rumbo de las decisiones públicas en conjunto. Del mismo modo, aporta indicios de los factores que frenaron la consolidación en materia anticorrupción en Jalisco.
El capítulo siguiente corre a cargo del maestro Carlos Ham con su trabajo “Participación ciudadana e intercambio político en el espacio local”, el cual deriva de su tesis de maestría en Estudios Políticos y Sociales de la UNAM. El texto presenta el análisis de dos mecanismos de participación ciudadana institucional que se ofertan en los municipios del Estado de México: las autoridades auxiliares y los Consejos de Participación Ciudadana. El análisis se realiza de manera descriptiva y emplea la perspectiva de las interfaces socioestatales y las capacidades decisorias; en conjunto, estas aproximaciones permiten reconocer las características principales del tipo de interacción que se presenta entre ciudadanía y gobierno municipal, así como los alcances de la participación para la toma de decisiones. El análisis también permite reconocer que la participación ciudadana institucional se limita al intercambio de información en las distintas etapas de la política pública, sin que representen un ejercicio efectivo de distribución del poder. En este sentido, el autor utiliza el intercambio político para analizar las estrategias que emplea la ciudadanía para lograr incidir en las decisiones que se toman en el nivel municipal y que afectan el espacio público en el que conviven. Para realizar el análisis se identificaron los bienes políticos y la materia de intercambio con la que cuentan los ciudadanos y que les permiten equilibrar su posición en las discusiones públicas.
Mundo y Aguilar presentan el tercer capítulo, denominado “El intercambio político y la estrategia contra la Covid-19 en México”. El texto busca describir y analizar la postura del gobierno mexicano frente al Covid, tratando de sostener que la ortodoxia gubernamental obedece a una forma o estilo de gobierno que pretende intercambiar acciones e inacciones específicas, las cuales atraen simbólicamente a un público mayoritario pese a tener costos para sectores específicos.
El capítulo aborda la numeralia en la pandemia y la relaciona con las acciones selectivas del gobierno federal señalando que la materia de intercambio concierne, justamente, a esa selectividad de las acciones que van dirigidas al control del voto, tanto las del 2021 como las del 2024.
“Al momento de escribir estas líneas —señala el capítulo—, México supera los dos millones de contagios y se aproxima a las 200 000 mil muertes4 ocasionadas por dicha enfermedad y, pese a ello, las autoridades han mantenido, en general, la misma estrategia que cuando la pandemia arribaba al país”. Así, los autores se preguntan por la “posición prácticamente ermitaña en torno a la toma de decisiones” que han mostrado las autoridades, a pesar de las cifras. Luego añaden: “¿Qué ocasiona que las distintas voces, con autoridad académica o moral que han llamado a un cambio de estrategia sean obliteradas?”.
El cuarto capítulo se titula “Intercambio político y movilidad como derecho humano” de Guillermo Santana, egresado de la Licenciatura en Políticas Públicas de la UAM Lerma, quien reflexiona sobre la posibilidad de transformación de políticas de nivel local; para ello, Santana detona su estudio desde las siguientes interrogantes: ¿La categoría intercambio político permite explicar las relaciones entre sociedad civil y gobierno? ¿Qué papel juega la sociedad civil en el derecho a la movilidad en términos de intercambio político? ¿El proceso de intercambio permite la transformación de las políticas públicas en los niveles municipal y estatal?
Estas interrogantes sirven para proponer una hipótesis principal, que las estrategias de las organizaciones sociales y civiles (OSC) no inciden en las políticas públicas municipales y estatales porque los actores involucrados no tienen las habilidades técnicas ni las capacidades políticas necesarias para encaminar sus proyectos, además de que no han definido de manera correcta su materia de intercambio. De ese modo, el objetivo del que da cuenta el escrito de Santana es el análisis del intercambio político que se produce entre organizaciones sociales y civiles y el gobierno, considerando la incidencia en políticas públicas estatales y municipales, haciendo hincapié en el reconocimiento de la movilidad como un derecho humano.
Una vez revisada la situación que guarda el derecho a la movilidad en el Estado de México se puede afirmar que la hipótesis no se comprueba, ya que si bien es cierto que las organizaciones han visto limitadas sus habilidades políticas, esto no ha sido un impedimento para impulsar su proyecto; es decir, han tenido las habilidades técnicas suficientes para la construcción de su materia de intercambio y si bien no han podido hacer que se logre el intercambio político, están muy cerca de conseguirlo.
Carlos Aguilar presenta el quinto capítulo titulado “La evaluación de políticas con enfoque de derechos y las relaciones de poder”. Este trabajo, busca esclarecer la problematización que implica el enfoque de derechos en las políticas. Trata de dilucidar en la no neutralidad del proceso, sosteniendo que ni la relación multidisciplinar de las políticas con enfoque de derechos ni los agentes involucrados son imparciales, sino que los grupos y personas buscarán influir usando parcial e imparcialmente su conocimiento o dominio sobre diferentes disciplinas, principalmente de las ciencias sociales. La fase de evaluación ha dado cuenta de ello y es de esperar que la evaluación de políticas con enfoque de derechos antes de consolidarse tienda a generar estas tensiones; es por ello que resulta prioritario visualizarla y explicarla desde el intercambio político, ya que constituye un parámetro válido tanto para prever escenarios como para abordarlos en la praxis.
De este modo, se establece que los requerimientos estatales para posibilitar las políticas con enfoque de derechos requieren del acompañamiento de las facultades estatales y no necesariamente del poder ejecutivo. Aquí radica una tensión que poco se ha abordado y que el IP podría ayudar a describir.
Finalmente —y con la intención de favorecer la comprensión de una metodología—, se presenta una valoración respecto de la evaluación de políticas públicas con enfoque de derechos y sus intrínsecas relaciones de poder. Es posible que no se pueda concretar dicha metodología, sino una noción de que lo que se requiere es una postura sistémica que permita explicar el flujo de las múltiples interacciones.
En suma, son cinco trabajos que en fechas recientes retomaron el intercambio político como categoría explicativa para analizar diferentes escenarios conflictivos. Como habremos de dar cuenta en las conclusiones, las diferentes gradualidades de las observaciones en las cinco variables arrojan resultados distintos, no obstante, todos los trabajos coinciden en que las dos variables pueden ser las independientes, las dos siguientes las dependientes y la quinta variable el proceso resultante de las anteriores, tal como se puede apreciar en el cuadro 7.
No está por demás señalar que en estos últimos 10 años se han producido tesis de licenciatura, maestría y doctorado en diferentes instituciones del país; ello evidencia la emergencia y auge que el IP ha adquirido con el paso del tiempo. Ésta es la principal razón por la que se conformó este volumen, por un lado invitando a los licenciados y maestros y, por otro, aprovechando los estudios que realizaron para concluir sus tesis correspondientes. Asimismo, se tomó la decisión de añadir un capítulo de coyuntura, como lo evidencia el estudio que trata sobre el IP y la Covid-19.
Dicho auge también ha servido para explicar casos de estudio, tanto de movimientos sociales, actuar de personajes del ámbito político y social, conflictos sindicales, asuntos organizacionales, transformaciones institucionales, procedimientos en programas políticos y planes gubernamentales, etcétera. Por lo tanto, podemos constatar la pertinencia de un término que tiene la cualidad de explicar más que de convencer, pues descifra a los agentes sociales en una situación en la que sus asimetrías de poder no tienen relación con sus presupuestos o tamaño organizacional, sino con las habilidades técnico–políticas de sus integrantes. De este modo queda ciertamente rebasada la idea del poder empírico tan alabado y anhelado en la época actual, el cual queda reducido a cuantificaciones que no explican la profundidad del mundo complejo.
Por el contrario, el intercambio político tiene la característica de comprender algo que se considera marginal en los estudios sobre relaciones de poder actuales, tal es el caso de la materia de intercambio. Como se ha dado cuenta en los estudios de este lustro, la posesión y existencia de un bien a intercambiar tiene que ver no necesariamente con habilidades de negociación y de “intercambiar al más bajo costo”, sino que muchas veces se trata de formular el bien a intercambiar. Dicho de otro modo, esta segunda variable independiente posibilita que los agentes reduzcan las brechas de acceso a la negociación a través del cambio de las reglas del juego, pues el agente que es capaz de formular o reformular bienes de naturaleza diversa para intercambiar tiene mayores oportunidades de establecerlo como factor común.
Algo que sin duda permea en los estudios, y que es materia de precisiones teóricas y empíricas, es que se sigue entendiendo al intercambio político como intercambio en lo político o intercambio basado en cierto equilibro de la oferta de unos con la demanda de otros; al respecto, ya hemos dicho en todas las publicaciones de intercambio político que los intercambios no son quid pro quo. Allí radica una de las confusiones más recurrentes del término. Es probable que esto se deba a la influencia del derecho y la economía en las ciencias sociales, las cuales, no está por demás decir, tienden a reducirse al mero cálculo del costo–beneficio, algo que, como hemos insistido, no es el caso del intercambio político. Por el contrario, quienes esto escribimos nos sumamos a la postura de que el intercambio político tiene un momento de reciprocidad equivalente pero que no se reduce a éste, tal como en la economía neoclásica tiende a ser su fin. Más bien, aquí lo abordaremos como un momentum y no como la conclusión de una relación social y más aún política.
Auguramos salud y plenitud a la categoría de intercambio político pues, como dicen Cacciari y Rusconi, el momento fundante se da en las crisis y qué mejor momento que la época actual, llena de incertidumbres y de replanteamientos urgentes y sensatos. Hemos visto el declive de la otrora doctrina de la economía neoclásica y de su apropiación del sentido individualista que le dio a la libertad y al conocimiento. Nos encontramos en un momento de crisis en el que es posible recuperar otros parámetros y horizontes de la comprensión de lo político y de las políticas; no obstante, la crisis en tanto que factor detonante del intercambio es eso, un elemento disparador, aunque no siempre sabemos en qué dirección.
Tal vez la crisis deba ser la primera variable del intercambio político.
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1 De esta forma, Rusconi menciona que el planteamiento de Lindblom, cuando introduce la “persuasión” frente al mercado y la autoridad, se limita a relevar un abuso en las formas de control por parte del sistema de las grandes empresas privadas sobre el control poliárquico (gobernado por muchos) o democrático.
2 Cabe señalar que Gian Enrico Rusconi es amplio conocedor de los textos de Habermas. Ha sido editor en Italia de muchas de las obras del alemán e incluso, es quien hace la Introducción en la antología de J. Habermas en aquel país: Agire comunicativo e lógica delle scienze social, Bologna, 1980.
3 Por variables se entiende a la relación que explica un concepto; por Indicador se entiende la cuantificación y/o cualificación verificable de manera tangible.
4 Disponible en <https://datos.covid-19.conacyt.mx/>, consultado el 13 de febrero de 2021.
* Profesor–investigador adscrito al Departamento de Procesos Sociales de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Lerma. Correo electrónico: <c.aguilar@correo.ler.uam.mx>