Читать книгу Alas - Carolina Mónica Casabella - Страница 6

Оглавление

Hablar de fe

Hablar de fe nos lleva a 1972, en la cordillera de los Andes. Cuando el 13 de octubre 1972 un avión de la fuerza aérea uruguaya vuelo 571 que transportaba a 45 pasajeros, entre ellos los integrantes del equipo juvenil de rugby oriental Old Christians.

Fe, tragedia y milagro, expresión que refiere al accidente ocurrido en la cordillera de los Andes.

Un accidente en el cual sobresalen los valores humanos que hicieron posible la supervivencia de 16 personas.

Los sobrevivientes atrapados por las montañas nevadas a casi 4000 m. S. N. M. no tenían suficiente comida, sin agua, sin vestimenta adecuada, y tolerando temperaturas bajísimas.

Tenían que realizar pequeñas expediciones, de esta manera fueron conociendo más y más las montañas, de esta manera hallaron la cola del avión en la cual se encontraban las baterías necesarias para reparar la radio con intentos fallidos.

Tuvieron que alimentarse con cuerpos de sus compañeros fallecidos para de esta manera poder sobrevivir, eso fue muy duro para ellos.

Falta de alimentos y duras condiciones que se tuvieron que afrontar, de esta manera tuvieron que tomar la decisión antes de morir de poder alimentarse con los cuerpos de sus compañeros fallecidos.

Por las noches rezaban el rosario cada noche, ellos tenían fe de que se salvarían.

Una fe que nunca perdieron, fue esa fe que los sostuvo cada día. Elevaban plegarias y sentían que se salvarían, que las cosas cambiarían.

(Sus familiares sostienen que ellos por las noches también rezaban el rosario y que ellos sentían que estaban bien y que regresarían).

Tres de los sobrevivientes (Fernando Parrado, Roberto Canessa, Antonio Vizintin) con mucho sacrificio empezaron a caminar rumbo al oeste para llegar a los valles de Chile. Al día 3 de caminar decidieron que Antonio debería regresar al fuselaje.

De esta manera Roberto y Fernando siguieron caminando por siete días por las montañas de los Andes.

Luego de esa caminata por 10 días se encontraron con Sergio Catalán (el arriero, que a través de un papel y un río lograron que él lea ese papel, el arriero a caballo anduvo x 14 horas para ir a entregar ese mensaje, donde ni siquiera sabía si realmente eran ellos).

Gracias a ese acto logró salvarles la vida porque Sergio Catalán volvió con el ejército, con helicópteros, con equipos de rescate.

Ese mismo día se comenzó el rescate logrando rescatar a 6 sobrevivientes aquel día. Fue dificultoso el rescate por el clima de la montaña y algunos de ellos tuvieron que esperar una noche más.

Aunque esa noche tuvieron comida y especialistas se quedaron con ellos, al día siguiente terminó el rescate.

Testimonio de Carlos Páez (sobreviviente)

El avión cayó en los Andes y tuvimos que permanecer 70 largos días y sus noches. En aquella historia increíble de la cual seguimos hablando hoy.

De la cual se han hecho tres películas, se han escrito 26 libros.

Nueve documentales que la convierten sin duda como dice la National Geographic, en la historia más increíble de supervivencia protagonizada por la gente del común.

La cuestión es que el avión…

Agarramos hacia el sur y comenzamos a cruzar la cordillera por el paso del planchón. Salió uno de los militares de la cabina y nos dice:

“Señores, pónganse los cinturones por que el avión va a bailar un rato”.

Y efectivamente, nos ponemos los cinturones, el avión empieza a sacudirse, porque venía una zona de turbulencias.

Y de pronto un pozo de aire gigantesco, que bajamos 600 metros de golpe, inmediatamente caímos en un segundo pozo de aire, y de pronto, el golpe más brutal que te puedas imaginar cuando el avión choca con la panza y con el ala. El frío más brutal que entraba, el caos más absoluto, el criterio.

De pronto el silencio, porque el avión al perder los motores, se sentía el silencio solamente, el razonamiento contra la nieve.

Y los gritos hasta que después de esa carrera alocada, el fuselaje se detiene abruptamente.

Todos los asientos se van para adelante. Quedamos apretados todos dentro de un remolino de fierros.

Gustavo Nicolich (era el encargado de escuchar la radio, solía escucharla entre medio de las turbulencias de las montañas) y me acuerdo que entró dentro del fuselaje y me dijo quizá porque yo era el más chico me dice:

—Carlitos, tengo una buena noticia para darte.

Le digo:

—¿Qué pasó?

—Acabo de escuchar en la radio, una radio chilena donde el locutor dijo que dieron por finalizada la búsqueda del avión uruguayo y van a venir a buscar nuestros restos en febrero cuando vengan los deshielos”.

¿Cómo buenas noticias?, lo quería matar, imagínense que a ese chico malcriado, consentido y caprichoso le dicen que es una buena noticia que no nos busquen más.

Y él me agarró del cuello, me miró a los ojos y me dijo:

—Carlitos, ¿sabés por qué es buena noticia?

—¿Por qué? —le digo yo.

—Carlitos, tenemos que encontrar nuestros propios recursos.

Hoy mirando 47 años atrás puedo decir qué razón tenía mi amigo Nicolich, cuando me dijo que era buena noticia.

Porque ese día dejamos de sobrevivir y empezamos a vivir.

Para mí sobreviviente es aquel que está esperando que lo vengan a buscar, pero cuando uno se convierte en el timonel de su propio destino la historia cambia y ese día cambia.

Y nosotros salimos a pelear la historia, quizás seamos de los pocos seres humanos que hemos padecido la sensación de no existir más.

O sea que el mundo entero se había olvidado, yo no podía entender de que se llegaba a la luna en aquella época, se escuchaban las noticias que se seguía jugando al fútbol.

Que el 8 de diciembre se festeja el Día de las Playas en Montevideo y nosotros perdidos en los Andes.

Es algo que nos costaba mucho entender, que el camino va por uno, no por lo que les pasa a los demás.

Creo firmemente que de la Cordillera muchas cosas, aprendí muchas cosas que aprendemos durante toda la vida, digo a lo largo de la vida, pero si tuviera que rescatar las cosas más importantes fue primero que nada el trabajo en equipo.

Nuestra historia fue una historia netamente grupal. O sea que fue de trabajo en equipo. Está convertida de hecho en una de las historias monumentales de trabajo en equipo a tal punto que, en Estados Unidos, muchas universidades usan el libro nuestro Alive, como libro de cabecera para hablar sobre teamwork, como dicen los americanos.

Creo que fue una historia netamente grupal.

Después la toma de decisiones, nosotros tuvimos que tomar decisiones, durísima pero las tomamos.

Nosotros nos tuvimos que adaptar de golpe de la nada

de ser unos chicos mimados y consentidos, a tratar de vivir o sobrevivir en un medio que nosotros no conocíamos.

Y después para mí una de las cosas más importantes que hace referencia a una frase que aprendí hace poco tiempo, una frase de San Francisco de Asís que dice:

“Empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible y terminarás haciendo lo imposible”.

Yo aprendí hace poco esa frase, pero fue lo que nosotros hicimos.

Empezamos haciendo lo necesario, luego lo que era posible, y terminamos haciendo lo imposible.

Reapareciendo después de esos 70 largos días con sus noches en esa historia increíble de adaptación, de lucha permanente, de solidaridad, de amor, mucho amor también, porque aparte la lucha era por cosas muy simples.

Porque uno aprende en la Cordillera de las pequeñas grandes cosas.

Que son las que le dan el verdadero sentido a la vida.

Hay dos palabras para mí que son la cabecera de la historia.

Una es la humildad, pero no porque yo sea humilde, sino porque Dios nos hizo cada vez que nos la creíamos, nos pegó un garrotazo y nos dijo: “Señores, es por abajo”.

Fíjate que nosotros tuvimos el accidente del avión, recibimos la noticia de que no nos buscaban más, tomamos la decisión de alimentarnos de nuestros compañeros muertos.

Cuando estábamos organizándonos, viene una avalancha en que mueren 8 o sea que era como permanentemente el “no”, después encontrar la cola del avión y no poder hacer funcionar la radio que era donde estaban las baterías.

O sea que fue un permanente no nuestra historia.

Pero nosotros al no, gracias a la actitud, que es la otra gran palabra. Pudimos decirle que sí.

Al no, que ese fue el gran aprendizaje decirle que sí al no.

El rol de Dios:

Javier Methol:

A mí me salvó Dios, yo sabía desde un primer momento que yo salía.

Carlos Páez:

Dios fue tangible en la historia. Dios nos dio las herramientas para resolverlo, me acuerdo que había ido a una misa un mes antes y el cura decía: que donde hay una o más personas reunidas y se lo pidan en su nombre Él te lo iba a conceder, sentíamos la presencia de Dios.

El rosario nos unía, nos acompañaba.

La fe los llevó a la luz de salir de ese lugar.

La alegría de escuchar el sonido de los motores de los helicópteros cuando comenzó el rescate...

Ese día rescataron a seis sobrevivientes y a los demás sobrevivientes los fueron a buscar al día siguiente, pasaron una noche más ahí, pero no estaban solos, se quedaron dos profesionales (psicólogos) con ellos.

El regreso, ese rescate, ese regreso con esos 16 sobrevivientes es un emotivo reencuentro, la gente esperando con los carteles que decían “Bienvenidos a casa”.

Puedo decir que la fe pudo mover esas gigantes montañas de esa cordillera, puedo darme cuenta de la fuerza de la oración, también me doy cuenta de que la historia de estos 16 sobrevivientes y ganadores de una batalla con la muerte les dan fuerzas a todas esas personas que están mal, tristes, deprimidas, enfermas, con enfermedades terminales, son ese motor, si escuchan sus testimonios.

“Dios acompaña a los guerreros en cada batalla, pero la fe los hace sobrevivir y luchar, la fe los ayuda a que lleguen hacia el destino de esa meta que necesitan, desean y deben llevar”.

Entonces cuando sientas el cansancio, cuando el dolor te haga bajar los brazos, si sentís que ya no podés y no querés dar más pelea, acordate que un día en la cordillera de los Andes hubo 16 personas que le dieron batalla a la mismísima muerte y ganaron pasando por millones de situaciones y viviendo el día a día sin aferrarse a lo material, solamente la vida.

Alas

Подняться наверх