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PRÓLOGO
ОглавлениеEl escenario contemporáneo de imágenes que nos envuelve en forma cotidiana provoca una fundada confusión. El creciente desarrollo de las tecnologías de circulación de información y entretenimiento que se suman a los canales tradicionales de comunicación visual demanda una mirada atenta e invita a una decodificación incesante. La colección Caleidoscópica ofrece aquí un título más en este conjunto que aspira a una comprensión de las imágenes en sus sentidos variables, y que pretende hacer un aporte a la compleja operación de alfabetización visual, si es que existe tal posibilidad. En este marco, este libro indaga laboriosamente en las cuestiones teóricas e históricas acerca del estatuto de la imagen, las representaciones y sus relaciones con lo social.
Un horizonte vertical. Paisaje urbano de Buenos Aires (1910-1936) propone una exhaustiva exploración sobre las representaciones del entorno y del espacio habitable de la ciudad de Buenos Aires en un análisis que cruza una multiplicidad de imágenes e historias, paisajes urbanos, planos y proyectos urbanísticos. El período comprendido abarca desde la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo hasta la del cuarto centenario de la primera fundación de la ciudad, momento de grandes transformaciones materiales en el tejido urbano de Buenos Aires. En su libro, Catalina Fara sugiere, en el marco de los estudios visuales, un intercambio fluido entre las representaciones y los discursos políticos, literarios y proyectuales.
Este marco conceptual, en estrecha vinculación con la historia del arte, presenta una maleabilidad que lo habilita a los diálogos transdisciplinares. En el caso de este libro, las herramientas teóricas utilizadas para abordar el espacio natural y cultural del paisaje urbano y los modos en que el mismo es practicado, representado, conceptualizado y cartografiado son las de la historia de la arquitectura y las de la geografía. Estos entrecruzamientos constituyen una de las mayores riquezas de este volumen. La autora enfoca pues una narrativa que analiza tanto la urbanística, el espacio habitable y su desarrollo como sus representaciones pictóricas, fotográficas y literarias, junto con los poderes económicos y las políticas que impulsaron los desarrollos urbanos.
Catalina Fara interroga los discursos y las imágenes que construyeron la representación de Buenos Aires y se pregunta así por los modos en que imágenes y palabras se interpelan mutuamente y se vinculan con el espacio habitado. Tales preguntas remiten a problemas teóricos que involucran en especial la cuestión de si los discursos pueden plasmarse visualmente y, a su vez, si hay un sentido textual que las imágenes producen. Por otro lado, el libro aborda las relaciones entre imágenes en diversos registros y soportes, y los modos diferentes que tienen de significar según el canal de comunicación al que pertenezcan.
Pero estas preguntas generales en Un horizonte vertical se canalizan a través de los sentidos que las representaciones proyectan sobre los lugares. Uno de los problemas que el libro plantea es si el corpus seleccionado de imágenes de paisajes de Buenos Aires conforma un imaginario que construye una identidad de la ciudad. El concepto de imaginario al que Catalina Fara refiere involucra representaciones, ideas, imágenes, discursos críticos o textos literarios con los cuales “una sociedad urbana ejecuta un autorretrato”. (1) Estas representaciones materializadas producen un efecto en su entorno y, por su fuerza simbólica, devienen activadoras del desarrollo urbano y de las apropiaciones por parte de los distintos actores sociales. En este sentido, la perspectiva de este libro adhiere a la idea de que las imágenes no meramente representan o ilustran, sino que construyen, suscitan en forma dinámica lo que muestran. Como sugiere el historiador del arte Horst Bredekamp, las imágenes sostienen un rol de agente activo que construye sentido en relación con las respuestas emocionales, intelectuales y físicas de quienes están comprometidos con ellas, y también por su capacidad de mover al espectador. (2)
Entonces, ¿cuál es el sentido que puede reconocerse en el imaginario de Buenos Aires entre los años 1910 y 1936? La respuesta se vincula con la idea de que en Buenos Aires operó una transformación de ciudad moderna que representó a la nación como metrópolis cosmopolita de carácter universal. La idea dominante es el rumbo de progreso y la noción de ciudad latinoamericana que soñaba con ser europea.
Estos sentidos, sin embargo, no se produjeron en el período señalado sin tensiones o inestabilidades. Asociadas a las políticas hegemónicas se exhiben también los fracasos, los descuidos de tales aspiraciones o los movimientos que traccionaban las apropiaciones de los usuarios, así como las tradiciones que se defendían de los avances de la modernidad. Estos constituyen algunos de los elementos que conforman los sentidos de lo que se transita y habita. En el contexto de las representaciones dominantes convivieron una multiplicidad de experiencias del habitar la ciudad y la calle, y un entrecruzamiento de identidades diversas de grupos sociales y clases que conformaron el centro y los suburbios, o los barrios y el arrabal. Junto al paisaje metropolitano, con sus comercios, edificios altos y transportes modernos, otras imágenes se hacían igualmente presentes: las del barrio, el puerto, los espacios de abandono o decadencia. En representaciones románticas o realistas, los márgenes de la modernización fueron parte de los imaginarios críticos que se enfrentaron a otros más oficiales.
Las tensiones se produjeron asimismo en la dimensión temporal. Dentro de la modernidad urbana la ciudad conjugaba tiempos diversos. Por un lado, era un presente, pero también exhibía huellas de un pasado de campo, colonial o decimonónico, trazos que a menudo se quisieron olvidar o hacer desaparecer, y otras veces preservar por distintas razones en los complejos movimientos de los rastros materiales que deja la memoria política o ideológica. Lo viejo y lo nuevo cohabitan. La ciudad era, a la vez, un futuro aspiracional en una arquitectura que busca trascender y enviar un mensaje a las generaciones venideras.
La mirada hacia el futuro y la modernidad son, en el horizonte crítico, elementos asociados. Pero además, la ciudad moderna era inseparable de los nuevos soportes en los cuales su propia representación circulaba: en fotografías, revistas ilustradas, carteles, tarjetas postales. Estos dispositivos no solo representaban, también hacían a la modernidad de la vida urbana. De este modo, artefactos, representaciones, apropiaciones y la capacidad de decodificar las experiencias y sus signos son fenómenos que interactúan entre sí y se activan mutuamente.
Este libro se aleja de un relato tradicional. No es una historia de las representaciones del paisaje urbano, tampoco de los artistas que lo han representado. Es un análisis de la diversidad y complejidad de soportes que conforman los hilos que traman los sentidos de la ciudad y lo social, de la ciudad y lo visual. Análisis que discurre en relación a un momento histórico en el cual la representación del paisaje urbano irrumpió frente al tradicional paisaje natural como símbolo y raíz de lo nacional. Un horizonte vertical conforma una narrativa que ayuda a comprender los usos de las imágenes en sus variadas y heterogéneas funciones, documentales o simbólicas, y sus amplios y múltiples significados que se abren o acotan. Comprender, entonces, la capacidad de mirar, valorar, analizar y contextualizar imágenes requiere de las habilidades afectivas e intelectuales que también utilizamos para aprehender el lenguaje. Por lo tanto, texto e imagen no son intercambiables, sino que se desarrollan en una alianza de producción y apropiación de significados.
Sandra Szir
1- Raffaele Milani, El arte del paisaje (Madrid, Biblioteca Nueva, 2015).
2- Horst Bredekamp, Teoría del acto icónico (Madrid, Akal, 2017).