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¿Y ahora qué pasa?

Así decía el primer título que pensamos para este libro. En las últimas semanas de 2020, aquella canción apareció en nuestras memorias: “Y ahora qué pasa, eh?”, cantaba la banda punk Los Violadores en 1985, en los escenarios encendidos por la democracia.

Mientras terminábamos de trabajar en los textos que siguen, el aborto estaba saliendo de la clandestinidad en la Argentina. La marea verde había vuelto y millones estábamos pendientes de la votación de una ley. Otra vez. En las redes sociales, entre los posteos de las sesiones en el Congreso, los comentarios sobre los discursos de les legisladores y las fotos de la calle de nuevo movilizada, aparecía una imagen del 8 de marzo de 1984, el primer día internacional de la mujer en la posdictadura: “No más muertas por abortar”, dice la pancarta, un cartón blanco adosado a un palo, escrito en letras mayúsculas que probablemente fueron rojas, sostenido por una mujer cuyo nombre no conocemos pero que sabemos que estuvo allí, hace treinta y siete años, exigiendo lo que ahora, mientras escribimos este texto, estamos por conseguir.

Las luchas sociales atraviesan décadas, formas, etapas, capas, bifurcaciones, derrotas, hasta que logran construir realidades más justas. Surgen de cuestionar lo que se postula como realista en cada presente. De imaginar más allá de lo que se impone como posible. De crear derechos. Viven también momentos contradictorios como este: una demanda igualitaria y democratizadora, la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, se conquista al final de un año tristísimo, durante el cual decenas de miles de personas fallecieron en el país a causa de la pandemia y millones empeoraron sus condiciones de vida en la Argentina y en el mundo.

“¿Y ahora qué pasa?” es entonces una pregunta sobre qué hacer con lo que 2020 hizo con nosotres.

Empezamos a pensar este libro a mediados del año de la pandemia. Lo que llamamos “la agenda de derechos humanos” estaba estallada: todo lo que siempre ocurre aparecía reforzado, los conflictos y los problemas recrudecían y sus consecuencias estaban en carne viva. El esfuerzo del Estado para aminorar los estragos no podía abarcarlo todo. Y mientras algunos de sus brazos cuidaban y distribuían recursos, otras mediaciones institucionales habituales funcionaban a media máquina, pesadas, trabadas, o directamente hacían lo contrario a proteger derechos.

La idea de que la pandemia mostró la desigualdad estructural se instaló rápido y casi como un lugar común, algo que se dice fácil y desde afuera, que no genera rispideces, que se toma como obvio. Pero la respuesta sobre qué compromisos y responsabilidades derivan de esa constatación todavía está en el aire. ¿Y ahora qué pasa?

A la vez, en torno de cada uno de esos conflictos y de esos problemas nos encontramos con una trama social activa, dinamizada, de la que somos parte. Estos capítulos surgen de las conversaciones con compañeres de estos espacios –con quienes en varios casos los escribimos en conjunto–, con grupos y organizaciones que contuvieron parte del desastre. Durante 2020 desplegaron estrategias efectivas y una renovada imaginación organizativa que fortalecerán las luchas.

En noviembre de 2019, celebramos los cuarenta años de nuestra organización, creada durante 1979 por madres y padres de jóvenes desaparecides, a quienes todavía hoy no pudimos encontrar. En marzo de 2021, se cumplirán cuarenta y cinco años del comienzo de la dictadura. Las cifras redondas marcan el paso del tiempo y su carga simbólica muchas veces sirve para pensar lo hecho y proyectar.

Los textos que forman parte de este libro se despliegan entre estas dos cuestiones: las urgencias de un presente marcado por la fragilidad y los debates abiertos, de cuyo destino depende la posibilidad de moldear un movimiento social por los derechos humanos cada vez más amplio, capaz de construir consensos igualitarios. Capaz también de multiplicar los encuentros para celebrar que una lucha que atravesó el tiempo logró que el mundo sea hoy más justo que ayer.

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