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Capítulo 1 Seres humanos
ОглавлениеAsí comenzó el libro...
¿Sera que los distintos órdenes aplican en distintas cosas o que en todas las cosas aplican todos los órdenes? Una gran duda... una respuesta difícil...
Sin pensarlo, sin verlo en aquel momento, sin siquiera mirarlo atentamente, ese simple trozo de papel con tres palabras escritas a mano, sirvió para ejemplificar cómo pueden variar los enfoques en diferentes situaciones de la vida, de forma totalmente “personal”, todas absolutamente respetables de acuerdo al punto de vista de cada uno, considerando que posiblemente todas las situaciones podemos interpretarlas en “cualquiera de los órdenes o en todos y cada uno de ellos”. Reconocemos que es tan “personal” que nadie puede ayudarte o hacerlo por vos.
Este ejemplo, como cualquier otro, debe ser tomado como ilustrativo solo para reflexionar sobre nosotros mismos y nuestras decisiones particulares, ya que cada persona usa sus propios zapatos y siente la vida totalmente a su manera. Si bien es cierto que en algunas situaciones aplicar un ejemplo o dar el ejemplo con nuestras actitudes puede ayudar a que los demás entiendan de qué hablamos o se sientan identificados de alguna manera, tengamos en cuenta que nuestra vida no es la vida de los demás, incluyendo a aquellas personas con las que mantenemos un contacto muy estrecho. Ni siquiera la de nuestros propios hijos. La libertad de pensamiento y los sentimientos de cada uno son absolutamente personales.
Pareciera que nuestra vida es tan personal que algunas veces estamos en total soledad. ¡Todo un tema! Nacemos solos y morimos solos. Somos una unidad independiente dentro de un universo general. Nos desarrollamos dentro de grupos, grandes o pequeños. Unimos nuestra vida a otras personas. Normalmente nos gusta sentirnos acompañados, pero... ¿por qué no coincidimos totalmente en los puntos de ver las cosas?, ¿por qué tenemos realidades diferentes en cada persona?, ¿será simplemente porque provenimos de distintas familias, culturas, costumbres?... ¿o será que, aunque estemos rodeados de gente, en realidad estamos solos con nosotros mismos? Muy difícil. Posiblemente debemos esforzarnos en mirar correctamente para poder “ver” una respuesta. Lo cierto es que no vamos a encontrar respuesta mirando fuera de nosotros. Tendremos que ver hacia adentro de nosotros. ¿Significa esto que en realidad estamos solos y que simplemente tenemos cables que nos conectan al universo que nos rodea? Quién sabe. ¿Sera necesario buscar estas respuestas?... Muy personal.
Encontramos distintos tipos de realidades en distintas personas, distintas vivencias, distintos enfoques, lo que habla de la diversidad de la inteligencia humana. Por otro lado, tenemos realidades que son verdades absolutas que a veces no sabemos mirarlas correctamente. Pertenecemos a un universo con el cual nos movemos y respiramos, somos parte de él. No podemos pensar que somos seres totalmente independientes si ni siquiera podemos elegir cuándo, dónde y cómo nacer. Sin embargo, nuestras decisiones, puntos de vista y forma de enfrentar las cosas son totalmente particulares en cada uno. Por supuesto cuando somos adultos y podemos decidir por nosotros mismos. Pero... ¿qué pasa cuando recién nacemos y somos totalmente dependientes? Entonces… ¿estamos solos o no? ¡Estamos vivos! ¡Qué bueno!
¿Acaso no es suficiente estar vivos?, respirar, vibrar, amar, disfrutar, ¿no alcanza? Seguramente no, todos tenemos una bipolaridad en algún punto. Sabemos que esto es necesario para reconocer y valorar los opuestos. Y esto nos lleva a tener estos interrogantes que también forman parte de nuestro viaje por la vida. Qué sencillo sería vivir día a día, sin ambiciones, sin preguntas, sin apuros, pero... ¿seríamos nosotros mismos? Aunque cada uno tenga su propia respuesta, lo cierto es que no somos un bloque de piedra uniforme enclavados en una montaña, sino que por el contrario, estamos en continuo movimiento por la vida y eso nos acerca diferentes visiones de nuestra propia realidad que siempre son intrigantes. Esa realidad influye en nuestros sentimientos y los modifica continuamente, haciendo que en algunas oportunidades no lleguemos a entender la forma en que sentimos la vida, nos confundamos y no sepamos cómo encarar ciertas circunstancias que se nos van presentando. Los sentimientos son un tema complejo. ¡¡Difícil definición!! Tenemos un corazón que late y cambia el ritmo de las pulsaciones conforme a distintas situaciones por las que vamos atravesando. Algo nos dice, seguro... pero ¿qué es lo que lo impulsa?, nuestro cerebro, en el que teóricamente yace nuestra inteligencia. Entonces... ¿nuestra mente influye en nuestros sentimientos? o por el contrario ¿nuestros sentimientos dominan nuestra mente? Qué duda... y nadie puede ayudarnos. La respuesta la tenemos nosotros, “si es que es necesario hallar una respuesta”. Cuántas veces estamos muy seguros de alguna decisión importante que elegimos tomar y nuestro corazón nos tiende una trampa mortal, o... cuántas veces sentimos cosas muy claras y nuestra mente nos traiciona. Somos solo humanos, ¿cuál es el mix correcto? Frases como: “somos lo que queremos ser”, o “somos lo que creemos o creamos o soñamos”, aparecen como dudosas. Lo más acertado parece ser que “somos lo que sentimos”, pero si nuestra mente influye en nuestros sentimientos y estos a su vez influyen en nuestra mente, difícil definición... y es solo tuya.
Somos seres humanos, ¡”seres humanos”! ¡¡Qué bárbaro!! Solamente eso, nada más y nada menos. ¿Seremos capaces de poder entender lo que eso significa? Tenemos la suerte de poseer la capacidad de equivocarnos, de errar en algunas elecciones de la vida, de hacer algunas cosas mal. Sí, es una suerte. Y también es una suerte que podamos entenderlo y reconocerlo, si es que lo reconocemos. Cuando descubrimos que nos equivocamos, esto nos hace sentir totalmente “humanos”. Sería terrible no tener la capacidad de reconocerlo y de ese modo creernos o sentir que somos algún tipo de ser súper extraordinario, dueños de todas las verdades y conectados directamente a las más altas esferas del cielo, por lo cual nuestra palabra sería indiscutible y nadie debería intentar ponerse a nuestra misma altura. Creeríamos ser similares a Dios. Y por supuesto, la “culpa” siempre sería de otros y estaríamos librados totalmente de ese sentimiento infame. ¿...? ¿Nos pasó alguna vez? ... ¿Será que a todos nos pasa alguna vez? Seguramente en muchas ocasiones y después de adquirir cierto grado de experiencia en alguno de los senderos en los cuales nos movemos habitualmente, sea laboral, cultural, sexual, espiritual o de cualquier índole, nos sentimos muy seguros de nosotros mismos y de la forma en que nos desempeñamos. Y obtenemos resultados ampliamente satisfactorios en nuestros logros cotidianos. Esto nos hace sentir que realmente somos muy buenos en lo nuestro y que nadie puede hacerlo mejor que nosotros. Incluso cuando tenemos que trasmitirle nuestros conocimientos a otra persona, no aceptamos que dude u opine acerca del procedimiento que realizamos. En definitiva... ¿quién es el que sabe? ¿Qué pasa con nosotros en esos momentos? No estamos aceptando, ni siquiera contemplando la posibilidad de que alguna otra persona pueda tener una visión más amplia y posiblemente más práctica, para realizar la misma actividad, o quizá no... No lo sabemos. Simplemente no reconocemos que a lo mejor no somos los mejores y que alguien más pueda enseñarnos algo que seguramente le sumara a nuestra experiencia, o le restara.
Sí, seguramente nos pasa a todos en algún momento. Y ahí perdemos esa hermosa capacidad de reconocer que no somos perfectos, que somos solamente “seres humanos”. Pero cuidado... así como podemos tener errores por nuestra condición de humanos, así también sabemos que somos los seres más desarrollados del planeta y los encargados de conducir los hilos que manejan, no solo nuestras vidas, sino también, absolutamente todo lo que nos rodea y con lo cual convivimos permanentemente... ¿Lo sabemos?, ¿tenemos conciencia de eso? Seguro que lo sabemos, aunque algunas personas jamás se pusieron a pensar en esto. Y tal vez está bien que así sea. Quién sabe.
Lo cierto es que somos tan brillantes, estamos tan llenos de energía que siempre intentamos descubrir o inventar cosas nuevas. Nuestro espíritu emprendedor está en constante movimiento y siempre estamos atentos a tratar de mejorar nuestra calidad de vida. Hacemos cosas que aceleran nuestros sentimientos y tratamos de disfrutar la vida a pleno. Por supuesto cada uno a su manera, aunque muchas veces no podemos comprender muy bien cómo, a diferentes personas las movilizan cosas tan distintas... ¿Esto es bueno o malo?... la respuesta es solo para vos. Indudablemente que siempre hay un porcentaje o margen de error que debemos corregir y sería bueno que lo descubramos lo antes posible para que no nos afecte de manera negativa ni a nosotros, ni a otras personas. Es muy importante que sepamos reconocer y aceptemos “hacernos cargo” de nuestros errores, para poder solucionarlos lo mejor posible. Todos sabemos y somos conscientes de cuando estamos haciendo algo mal. No podemos mentirnos para conformarnos. No podemos negar hechos que son realidad. Debemos enfrentar las circunstancias tal cual se nos presentan. ¿Acaso el reconocer que tenemos o cometemos errores nos resta en algo como personas?, ¿acaso alguna persona no se equivocó nunca?, ¿conocemos a algún ser humano perfecto?...
“Simplemente abriendo los ojos y mirando alrededor de nosotros vemos respuestas personales. Posiblemente no haga falta mirar alrededor, quizá un espejo alcance y tal vez ni siquiera haga falta abrir los ojos”.
Mirando hacia adentro podemos ver un “ser humano” y al abrir los ojos para ver hacia afuera también veremos “seres humanos”... ¡Bendita coincidencia! Seguramente este debería ser el trampolín que impulse nuestros juicios... o… prejuicios... y nuestras reflexiones acerca del verdadero valor de la vida. Seguramente esta es la mejor verificación técnica que podríamos hacerle al vehículo que nos transporta por el maravilloso “viaje de la vida”. Seres humanos, nada más... y nada menos. La pucha…