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Capítulo 2 A quién le importa

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Sos un tarado. Si la mina te gusta, ¿por qué te fuiste?, me djo Tomy mientras acariciaba a Domingo.

Pero vos sabés cómo es con nosotros.

Pero me estás diciendo que habían chapado antes y que después, cuando le dijiste, te volvió a chapar, boludo, ¿te agarró cagazo?

Nah, mirá si va a ser eso, boludo, no. Me dio paja.

No es paja, eso es lo que hacés cuando pensás en minas como Valeria.

Valentina, le corregí como si hablara de la madre de mis hijos.

Eso. Cuando no te las pudiste coger. Lo que sentiste ayer fue vergüenza y es un garrón porque no te pasaba desde hacía bocha.

Bueno, qué se yo, no se, Tomy. Es todo una cagada.

Sí y vos no lo hacés mucho más fácil. ¡Abandonaste el partido cuando estabas ganando!

No voy a aceptar una metáfora futbolística de alguien que sigue preguntando qué es el offside cada vez se juega el mundial.

Dale, sacá a pasear al perro y vamos a bailar.

No había muchas opciones un domingo a la noche, así que terminamos en Bach, que es un antro de lesbianas. Pero nos dejan pasar porque vamos desde antes de transicionar, es casi como si fuéramos a la casa de una tía, pero mejor.

La primera vez que entré a Bach me llamaba Camila, tenía dieciséis años y una novia, Gabi. Era 1999 y al atravesar la cortina de terciopelo rojo pesado sonaba un himno A quién le importa, pero la versión original de Alaska, que es una canción en la que ella básicamente dice que es una fiestera y que le cabe coger sin forro y que ya fue todo.

Nunca había estado en un lugar así. A Gabriela la había conocido en el colegio, habíamos sido de esas amigas que se contaban todo hasta que un día nos besamos, a los once años, y no dejamos de besarnos nunca hasta que nos separamos a los veintipocos. Y en el medio no estuvimos con otras personas. Bueno, ella no sé, yo sí lo sé: solo estuve con ella. Solo la besé a ella. Fue la primera y la última chica con la que estuve antes de cambiarme el nombre.

No más entramos me volví loco, loca. Todas nos parecíamos un poco. Pelo corto o en una colita, jeans sueltos, camisa, chomba, reloj, zapatillas.

Igual había femmes, obvio, sino no habría funcionado. Porque en ese momento no era como ahora que decimos cosas como que no hay dos sexos y que somos todos monstruos. En el noventa y nueve había varones y mujeres. Putos o tortas y paquis. Y dentro de las tortas había chongas o femme. A veces a las femme les decíamos lipstick, pero se entiende. La onda era medio de complementariedad, o sea, ahora no estaríamos de acuerdo. Ahora quedaría medio mal decir que si sos chonga solo te gustan las femeninas porque es reproducir el binarismo del sistema heteronormativo patriarcal. Pero a mí me gustaba que Gabi se pusiera una pollera y moviera el culo bailando cumbia. Si te gustaba eso, Bach era el paraíso.

Así nos sentimos cuando entramos y nos dieron la fichita de consumición obligatoria. Sí o sí tenías que comprar algo que saliera por lo menos un peso para poder cambiar la ficha por una de otro color y ahí poder salir.

Cruzamos la pista que estaba semi ocupada por unas mesas de madera con sillas con asiento de mimbre. El piso ya estaba cubierto de cáscaras de maní. Había botellas de litro de cerveza apoyadas en los rincones y minas apretando contras las paredes. ¡Estábamos en casa!

Empezamos a ir todos los fines de semana. Unos meses después ya ni fila hacíamos. Pero, repito, no íbamos de levante porque yo siempre fui de una sola mujer. Solo que era nuestro lugar preferido. Nadie nos cuestionaba nada, a veces cogíamos en el baño.

Era un poco incómodo pero teníamos más privacidad que en nuestras casas y todavía no podíamos entrar a ningún telo, por menores y por tortas. Así que nos refugiábamos en esos cubículos de puertas de madera que dejaban al descubierto parte de las piernas por abajo y la cabeza por arriba. El nuestro era el de la izquierda, que estaba más alejado de la puerta. Pero del baño de varones, que como no los dejaban entrar, no lo usaba nadie. El de mujeres sí era para hacer pis y para ver cómo las femmes se maquillaban haciendo una o con la boca al estilo telenovela de la tarde de canal nueve.

Esa primera noche escribimos nuestras iniciales en la plancha central de madera de la puerta y las rodeamos con un corazón. En realidad, lo hizo Gabi, para las dos. Y ahí quedó que ese era nuestro baño. Nuestro nidito de amor le decíamos, un poco en chiste y un poco con tristeza.

Sigo yendo a Bach. Pasaron mil años, pero es donde me siento cómodo. Sé que puedo encararme a una mina y no va a pasar nada malo. Que puedo agarrarme un pedo para veinte y todo va a estar bien, que las chicas me van a subir un taxi y voy a llegar a mi casa. Que puedo hacer echar a cualquier flaco cis que se ponga denso y que todas me van a saltar a defender. Es mi casa.

Hubo una época, antes de empezar a militar, en que además iba a la marcha del orgullo con las chicas de Bach. Alquilábamos una carroza, que era un camión con acoplado con el piso que llegaba reluciente y a la media hora ya apestaba a birra derramada y sudor marica. Poníamos luces rítmicas y Thalía a todo volumen.

No llevábamos banderas porque no era un grupo político. Lo nuestro era la fiesta, el roce, el chape furtivo que nos hacía enredar los collares símil hawaianos que nos colgábamos sobre las musculosas de morley blanco.

Era la única tarde en el año en la que podía besarla a Gabi en la calle. Bailar a los gritos, tomar birra del pico con otras tortas, fumar un porro. A mis viejos les decía que me iba a los bosques de Palermo y como no había celulares, era fácil sostener la mentira. Nadie te sacaba fotos. Había algunos medios, pero nada que ver a lo que es ahora. Ya ni voy a la marcha, igual. O voy cada tanto, cuando Tomy se pone muy pesado con que soy un trans aburguesado y esas giladas.

Bueno, ese domingo fui con Tomy a Bach. Pedimos unas birras y nos sentamos en la barra a hablar con Silvi. No logré seguir la charla, me pasé toda la noche mirando el teléfono para ver si Valentina me escribía. Y para escribir yo mensajes que borraba antes de mandar.

Che, no, sacame el teléfono.

¿Tan mal estás, boludo?

No, pero no la quiero bardear.

Pero decile que venga, si total no labura temprano ella.

¿Cómo sabés eso vos?

Me lo dijiste vos, Ema, que la flaca es periodista.

Ah, bueno. A veces el escabio me pone medio paranoico. Pero en realidad es que soy inseguro, me dice Mirtha, que tengo que trabajar mucho en eso, en el rechazo. Al toque se me pasa, pero justo con una mina que me gusta es más difícil, por eso me había ido esa noche de Matienzo, después de besarme con Valen.

Ya fue, me voy a dormir.

Esperé el bondi en Córdoba mientras se armaba una lluvia que duró toda la noche. Me puse la capucha y abrí Tinder. Pasaba las fotos casi sin mirarlas, como cuando hacés zapping en la tele pero en realidad lo que querés es dormir pero es demasiado temprano y te da miedo despertarte a las dos, totalmente desvelado. Mucha mina de espaldas mostrando el culo. Mucha pareja heterosexual buscando hacer un trío. Algunas con fotos de viajes, lugares exóticos pagados con la tarjeta de crédito de los viejos. Recepcionistas de salones de depilación buscando un novio que las saque del aburrimiento. Una me llamó la atención, era morocha, con una boca divina, gruesa, ojos redondos color miel y unas tetas chiquitas y preciosas. Le di me gusta. Esperé. Me subí al colectivo. Seguí esperando. Recién cuando llegué a casa, empapado, la piba me respondió. Guillermina se llamaba, era vestuarista y trabajaba como administrativa en un estudio de… no sé, algo contable.

qué tal?

bien, vos? ¿Qué hacés despierto tan tarde?

Cómo me la baja ese tipo de charlas, dios. ¿Por qué las minas se ponen maternales si quieren coger, pensarán, les habremos hecho creer que eso nos calienta?

vengo de un bar

ah, y no había ninguna chica linda

ja ja ja sí, había había pero no estaba para eso hoy

y cómo para qué estás?

no sé… ver una peli, hablar un rato

che, pasamos al whatasp?

Intercambiamos números de teléfono. En su estado tenía una frase de esas tipo “soltá que todo va a estar bien”, me pareció medio cheta. Pero estaba buena y en su perfi en Tinder tenía una foto en la marcha del orgullo.

qué te gusta?

en qué sentido?

te gustan los chicos o las chicas?

me gusta todo

Era la indicada. Por lo menos hasta olvidarme de Valentina.

por dónde vivís?

en Núñez pero estoy en Palermo ahora

Sí, bueno, pero no iba a salir a esa hora. Eran las cuatro y pico y ya estaba acostado en casa.

qué hacés mañana?

tengo un curso los lunes, pero salgo tipo nueve

querés que vayamos a tomar algo?

dale, re

Las tortas en general no mandan fotos en bolas, no sé bien por qué, creo que se les juega algo con el patriarcado, pero claro, Guille era bisexual, así que a modo de saludo me regaló una foto suya mostrándome unas tetas para el campeonato. Redondas, con unos pezones en los que podría entretenerme un rato largo. De esos pezones rosados que parecen hechos para ser chupados por amantes calientes. Con el teléfono en la mano, mirando la foto y paseando por blogs de porno, me hice una paja. Y me fui a dormir.

Amores como el nuestro

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