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Los fundamentos

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Casi todo el mundo ha experimentado el miedo a hablar en público alguna vez, y para muchos este miedo es incluso mayor que la muerte. Pero ¿cómo es posible? No hay ninguna tarántula oculta tras el micrófono, ni el público te atacará con lanzas si lo haces mal. ¿Por qué, entonces, tanta angustia?

Pues porque hay mucho en juego, no solo en la experiencia del momento, sino en nuestra reputación a largo plazo. Y esto era lo que más temía Monica Lewinsky.

Resulta que hace unos años salió a la luz un escándalo entre el presidente estadounidense de entonces, Bill Clinton, y Monica Lewinsky. Monica fue criticada y humillada en público por la aventura que tuvo con el presidente, pasando por una experiencia tan intensa que a punto estuvo de destruirla. Diecisiete años más tarde, Monica se encontraba en el escenario de TED para dar su charla.

Como te imaginarás, “nerviosa” es poco para describir cómo se sentía Monica. Temía quedarse en blanco frente al escenario, no saber transmitir lo que pretendía… y lo peor: que la gente la juzgara de la misma forma que había hecho años atrás.

Monica estaba aterrada, pero sabía que lo que tenía que decir era algo valioso. Tras prepararse mentalmente, subió al escenario y usó ese miedo como motivación para dar su charla.

Al día siguiente, la charla de Monica tenía más de un millón de visualizaciones en internet, llena de comentarios entusiastas sobre su actuación. Muchas personas recibieron la charla como un regalo, e incluso gente que la había criticado hacía años le pidió disculpas por juzgarla.

Monica solo tomó algo que le importaba profundamente y lo reconstruyó en las mentes de sus oyentes. Y esa es precisamente tu misión como conferenciante.

Ese algo que debes transmitir es una idea: una construcción mental con la que los demás pueden quedarse, de la que pueden apartarse, que pueden valorar, y que en ciertos aspectos puede cambiarlos.

Una idea puede cambiar la visión del mundo de la gente. Si logras invocar una idea poderosa en la mente de las personas, habrás hecho algo asombroso. Les habrás ofrecido un regalo de valor incalculable. En un sentido muy real, un trocito de ti se habrá convertido en parte de ellos.

Lo más probable es que haya en ti muchas más cosas dignas de compartir de lo que tú mismo eres consciente. Has vivido una vida que es tuya y solo tuya. Hay experiencias que has tenido solo tú. Hay visiones que puedes extraer de algunas de esas experiencias y que merece la pena compartir. Solo hace falta averiguar cuáles son.

Piénsalo un momento: ¿cuál es la idea que más te gustaría esparcir en la mente de los demás? La posibilidad de hablar en público puede ser el empujón que necesitas para comprometerte con un proyecto de investigación serio, y aprender de aquello que en el futuro te gustaría transmitir.

Ten en cuenta que, para que al público le merezca la pena el tiempo que dedica a tu charla, lo que digas tiene que basarse en algo con cierta profundidad. El estilo sin sustancia es espantoso; y, al igual que el público nos está prestando su atención, nosotros hemos de darles algo de valor.

Recuerda que lo más importante es acabar creando ese patrón en la mente de tus oyentes, y que el lenguaje que utilices debe ser compartido por quien habla y quien escucha.

Si empiezas solo con tu lenguaje, tus conceptos, tus ideas preconcebidas y tus valores, fracasarás. Empieza con los suyos. Solo a partir de ese territorio en común, quienes escuchan podrán empezar a construir tu idea en el interior de su mente y abrirás la posibilidad a que se inspiren para cambiar el mundo.

Resumen del libro

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