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La línea argumental

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El sentido de una charla no deja de ser más que decir algo con sentido. Para ello es fundamental que identifiquemos nuestra línea argumental, el hilo conductor que une todos los elementos de la narración y hace que cada idea esté conectada.

Fíjate por ejemplo en este libro. Hemos empezado con una historia que nos ha servido para introducir el poder de las charlas. Luego, hemos hablado del valor de las ideas y lo que tus experiencias pueden ofrecer, y los estamos usando como base para introducir el hilo argumental.

No tendría sentido que te hablara del hilo argumental sin primero convencerte de por qué has de hablar en público. Cada elemento tiene su función, y la línea argumental nos permite ordenarlos de forma que todos estén conectados.

Esta línea debería ser visible desde el principio para que la charla despierte el interés del público. Plantéate el ejercicio de encapsular el hilo argumental en una frase que no supere las quince palabras, pero que proporcione un contenido potente.

¿Cuál es la idea precisa que quieres construir en el interior de la mente de quienes te escuchan? ¿Cuál es la idea clave de tu charla? Habitualmente esta será la que definirá tu línea argumental, y los demás elementos le servirán de apoyo.

Ten en cuenta que solo se puede regalar una idea a una mente dispuesta a recibir ese tipo de idea. El público tiene que saber adónde te diriges, y así podrá seguirte.

Suena fácil, ¿verdad? O quizás no tanto. Construir una línea argumental a veces puede ser un trabajo difícil, y es habitual que los conferenciantes lo hagan de la manera equivocada.

La forma equivocada de condensar una charla es incluir en ella todo lo que uno cree que debe decir, pero recortando cada uno de sus elementos para que parezcan más breves. Déjame decirte que las líneas argumentales que conectan un número elevado de conceptos no funcionan.

Cuando uno pasa rápidamente de un tema a otro de forma resumida se produce una consecuencia drástica: los temas no impactan con fuerza. Tú conoces el trasfondo y el contexto de lo que estás diciendo, por lo que las ideas que aportas te pueden parecer profundas. Pero para el público que llega a tu trabajo virgen es muy posible que la charla le resulte conceptual, árida o superficial.

En realidad, se trata de una ecuación muy simple: una charla llena de conceptos equivale a una charla en la que esos conceptos están poco explicados.

Para decir algo interesante debes dedicar cierto tiempo a ocuparte de, primero, demostrar por qué importa lo que estás contando y, segundo, complementar todos los argumentos que aportas con ejemplos, historias y datos reales.

El problema es que explicar el porqué y acto seguido proporcionar ejemplos es algo que requiere su tiempo. Para ello debes reducir el conjunto de temas que abordar y limitarlo a un solo hilo conectado. En cierto sentido cubres menos, pero la repercusión será significativamente mayor.

Recuerda que el secreto del éxito de una charla depende a menudo de lo que se deja fuera de ella. Como en muchos otros ámbitos de la vida, menos puede ser más, y con la línea argumental filtraremos lo que de otro modo acabaríamos diciendo.

Al final, podemos ver una charla como si de un viaje se tratara, una aventura que emprenden juntos el que habla y su público. La línea argumental traza el sendero que sigue el recorrido, y el conferenciante es el guía del viaje.

Como cualquier guía turístico, el conferenciante debe empezar allí donde se encuentra el público, evitando dar saltos imposibles o cambios inexplicables de dirección. Tener claros todos los pasos del viaje te permitirá llegar al destino, un lugar nuevo y hermoso que tu público ha tenido la oportunidad de descubrir contigo.

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