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Para mí ha sido un gran honor que me encargaran la preparación de la tercera edición del Atlas conciso de los músculos, que se basa en el gran trabajo que Chris Jarmey ha hecho en las dos ediciones anteriores. Han cambiado muchas cosas desde la segunda edición, pero he intentado mantener el mismo formato conciso y de fácil consulta que ha convertido esta obra en un recurso popular.

Por supuesto, el tiempo pasa y pocas cosas permanecen inalteradas, y eso incluye la anatomía. Con el tiempo surgen nuevos hechos, modelos e hipótesis merecedores de consideración y, finalmente, de aceptación. Se han realizado nuevas investigaciones sobre la fascia y el movimiento vivo que han dado lugar a nuevas teorías sobre la transmisión de la fuerza miofascial y la continuidad de nuestra arquitectura viva. Aunque mi intención no es actuar con exceso de celo, sí que quiero que esta última edición se vea como un producto de estos nuevos conocimientos sobre la función de los músculos y la fascia (o, para ser más exactos, de los tejidos conectivos) tanto en la transmisión de la fuerza como en el movimiento humano (o movimiento vivo).

Para entender y apreciar bien el nuevo y convincente modelo de biotensegridad basado en las sinergias musculares y la cinemática cerrada de cuatro barras, primero debemos familiarizarnos con la falacia del antiguo modelo de origen e inserción —articulación de perno de dos barras y fuerzas externas— sobre el que se construye la biomecánica moderna. Para comprender el presente y el futuro, en primer lugar debemos entender el pasado. Hoy en día, el estudio de la anatomía se basa en una tradición con cientos de años de antigüedad; la anatomía era el reflejo de la visión y las creencias de los primeros anatomistas. Muchos de los nombres asignados a los músculos tenían poca o ninguna relación con sus funciones, pero sí que reflejaban lo que veía el anatomista, por lo que los músculos recibían nombres como menor o mayor, largo o corto, anterior o posterior, etc. Incluso la palabra «músculo» tiene su origen en la palabra latina musculus, que significa «pequeño ratón».

Como anatomista clínico, me encanta la historia de la anatomía y, sobre todo, la historia que explica la nomenclatura anatómica de tejidos, órganos, músculos y sistemas. Ahora sabemos que no hay ningún músculo responsable de un movimiento específico y que el cerebro no piensa en términos de músculos, sino en términos de culminación de un movimiento. Aceptemos y abracemos la rica historia, el lenguaje y las definiciones anatómicas, a la vez que asumimos la necesidad de nuevas explicaciones, nuevos modelos y una nueva comprensión de la anatomía basados en principios científicos profundos y en la continuidad.

JOHN SHARKEY, licenciado en ciencias y anatomista clínico

(British Association of Clinical Anatomists)

Atlas conciso de los músculos

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