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1.

Diciembre de 2014. Casa Rosada

La sala, de reluciente boisserie, era el mudo testigo de lo que estaba pasando. Sus paredes crujían, en señal de repudio, pero nadie parecía enterarse. En torno a la gran mesa oval, estaban reunidos todos los representantes de la vieja patria. “Ella” presidia la reunión, a su lado, la escoltaban dos desconocidos de impecable traje de marca. Todos callados, leían el documento que estaban por firmar. Monseñor levantó la vista y, confundido, balbuceó:

—¡Pero esto no es lo acordado!

—Padre, los tiempos han cambiado —contestó uno de los desconocidos—. ¡Se necesitan soluciones drásticas!

—Y usted, ¿quién es? —se atrevió, indignado, a preguntar monseñor.

—Ferluci, un servidor —dijo sonriente—, pero en realidad, no importa quién soy. Lo que tiene que entender es que este es el único camino para detener lo que está pasando. O acaso, monseñor, prefiere que la ola de saqueos y matanzas continúe...

Fue un golpe difícil de digerir. Él sabía lo que pasaba afuera. Hacía un año que sufría viendo a su país desgarrándose debido a la lucha de unos contra otros. Pero lo que le hacían firmar era inadmisible. Inconsciente, quizás envalentonado por sus investiduras, exclamó:

—Señores, ¡esto es el fin de la república! ¡Están entregando el poder absoluto a un gobierno y sin límite de plazo!

El silencio reinó en la sala. Como respuesta, solo se escuchó el seco sonido de su nuca al quebrarse.

—Entiendo que estamos todos de acuerdo —dijo ella, sacándose los anteojos Chanel—, procedamos a firmar...

Aquel fin de año fue violento como ninguno. Quizás por eso las noticias no generaron la reacción de nadie. Tal vez, ya no había quién pudiera reaccionar. El documento que acababan de firmar le daba superpoderes al presidente. Un Poder Ejecutivo que a criterio de todos, menos de ellos claro, estaba en retirada. La clase política esperaba su salida, pero nadie ofrecía soluciones. La vieja regla política de esperar el momento adecuado regía todas las acciones. Adelantarse significaba arriesgarse a sufrir la sequía e ira del gobierno federal. Separarse muy tarde podría significar quedar “pegado” al modelo. Así, todos esperaban. Gobernadores, intendentes, ministros de la Corte, legisladores, todos “dejaban hacer”. Nadie, excepto algunos que emitían tibios reclamos, intentaba nada más que esperar el “timing del Tigre”. Mientras tanto, la ciudad ardía. Las altas temperaturas, como todos los años, habían hecho colapsar el sistema eléctrico. Los saqueos espontáneos o dirigidos jaqueaban el orden público. Las fuerzas de seguridad dejaban las calles liberadas para ladrones y oportunistas mientras aprovechaban para hacer sus propios reclamos, justos quizás, pero a costa de los ciudadanos. Los piquetes abundaban y los cacerolazos también, pero los oídos estaban acostumbrados, habían sonado tantas veces que parecían parte del mobiliario urbano.

Tanto en la prensa escrita como en las redes sociales apenas se mencionaba el fatal accidente del monseñor y solo en una carta de lectores se hacía mención del cierre del único diario no oficial que quedaba. En un país donde los gobernantes eran impunes por excelencia, la impunidad vigente era alarmante. Las leyes, como siempre, se votaban en forma maratónica en la última sesión extraordinaria del año y, entre la variopinta cantidad de temas sobre los que legislaban, se colaban los que el Ejecutivo necesitaba. Siempre había sido así y a nadie sorprendía, solo que esta vez ya no había retorno. Los congresistas no lo sabían, pero ya no habría más reuniones, aquella sería la última vez que sesionarían. La república se extinguía ante la pasividad de sus ciudadanos.

Con el fin de diciembre y el éxodo a las costas, la sociedad entera, como siempre lo hacía, se olvidó de todo. De los saqueos y las muertes, de las cacerolas y los reclamos. El verano calmó las aguas e, ingenuos, los ejecutivos de la City porteña, festejaban desde algunas de nuestras playas las noticias de fondos frescos que comenzaron a llegar del exterior, los recursos extraordinarios que se obtendrían por Vaca Muerta, el fin del cepo y la baja del dólar...

Argentina 14/25: solo en unión se puede construir

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