Читать книгу El negocio del fútbol - Christian Solano Obando - Страница 11
DEFINIENDO LO MODERNO
ОглавлениеEn medio del encuentro Sevilla vs. Levante de la temporada 2011–2012 de la Liga Española, centenares de pelotas de tenis volaron desde las gradas del estadio Sánchez Pizjuán al terreno de juego. Esta acción tenía como fin protestar contra los organizadores de La Liga BBVA, que retrasaron el partido en casa de los andaluces media hora por dar preferencia a los últimos minutos del clásico Real Madrid vs. Barcelona.
Un episodio similar vivió la cancha del Eintracht Frankfurt de la Bundesliga en 2018, mientras se enfrentaban al RB Leipzig. Aquí las razones fueron dos: la programación de partidos de la Bundesliga los lunes y la fuerte animadversión de la hinchada de Las Águilas a un equipo patrocinado por una bebida energética que ha incluido su marca en el nombre del club de la ciudad de Leipzig. En las primeras de cambio del año 2020 varias hinchadas del fútbol alemán, entre ellas las del Unión Berlín, Bayern Munich y el Schalke 04, insultaron sin medida a Dietmar Hopp, dueño del Hoffenheim. ¿La razón? La organización de la Bundesliga aprobó una normativa que permite a cualquier persona o consorcio millonario quedarse con el porcentaje mayoritario de un club, cuando la tradición marca que este sea de los socios.
Todos estos hechos no están citados por azar en este texto; tienen algo en común y es la resistencia de los hinchas a las nuevas dinámicas de un mundo neoliberal y globalizado. Como lo vemos, el final de la primera década del dos mil trajo consigo un movimiento nostálgico de fanáticos del fútbol organizados bajo el lema: “Against the modern football” (“En contra del fútbol moderno”). El hincha ha tomado el lugar de veedor y guarda de las tradiciones sagradas del fútbol, pues este último, en tiempos de hoy, vive en una constante división y cambio. El juego se debate entre la remembranza del pasado y el vertiginoso ritmo del presente. El video arbitraje, los fichajes multimillonarios, los equipos chicos novedosamente ricos, las redes sociales, el consumismo, la moda, la globalización y la big data son elementos que han sido progresivamente instalados en este deporte con el ánimo de mejorar el espectáculo.
Todos estos cambios han generado un cisma dentro del deporte más popular del mundo fraccionando al fútbol en dos: “El fútbol de antes” y el “fútbol moderno”. Esta última división se enuncia con una curiosa nomenclatura teniendo en cuenta que el fútbol es una invención que viene de la mano de la modernidad; es decir, tiene como antecedentes históricos hechos determinantes para la configuración de los siglos XIX, XX y XXI.
El nacimiento del fútbol, situado en el último tercio del siglo, está precedido por hechos sociales, económicos, políticos y culturales tan significativos como el Renacimiento (1300–1600), el descubrimiento de América (1492), la Ilustración (1715–1789), la Revolución Francesa (1789–1799) y la boyante Revolución industrial (1760–1840), todos concebidos bajo la denominación histórica de la edad moderna. Así que, si nos ceñimos a una definición cronológica de lo “moderno”, tendríamos que acordar que el fútbol es, de hecho, moderno y no dejará de serlo, está enmarcado en un espacio-tiempo que lo define como tal. De esta manera, es necesario buscar otras definiciones sobre lo que es “moderno” que nos permitan entender cuándo el fútbol es moderno.
Para empezar a aclarar el panorama, hay que ser taxativos y recurrir a la definición más pragmática del término. Lo “moderno”, según la Real Academia Española de la Lengua, tiene entre sus acepciones dos que hacen causa común: “Perteneciente o relativo al tiempo de quien habla o a una época reciente” y “Contrapuesto a lo antiguo o a lo clásico y establecido”. Es decir, es algo “nuevo”. De hecho, la palabra “moderno” viene de “moda”. Bajo esa mirada, cabe perfectamente la definición de lo moderno dada por el filósofo Marshall Berman: “Ser modernos, decía, es experimentar la vida personal y social como una vorágine, encontrarte y encontrar a tu mundo en perpetua desintegración y renovación, conflictos y angustia, ambigüedad y contradicción”. (Berman, 1989)
Entonces; el “fútbol moderno” es un fútbol “nuevo, cambiante y caótico”. Para un deporte con casi dos siglos de existencia y cuyo éxito se basa en la simplicidad y en la permanencia de un modelo sin muchos retoques, los cambios en su desarrollo representan una tormenta de caos que puede modificar para siempre el sentido del juego. Cada propuesta para adicionar cosas al fútbol abre esa gran división histórica entre los conservadores y los reformistas quienes chocan constantemente cuando el statu quo puede verse trastocado. Muchos casos sirven para ejemplificar esta división. Empecemos con el expediente “Fútbol africano”, un episodio con múltiples implicaciones que enfrentó a la FIFA con el continente negro.
La cosa es así: a mediados del siglo XX Europa adoptó una fuerte postura frente a la posibilidad de incluir en FIFA a los países que integraban la Confederación Africana de Fútbol, un símbolo de la unión panafricana en pro de la emancipación e independencia de sus territorios del dominio de las potencias imperialistas. Mientras los conservadores del balón y la burocracia contemplaban como inadmisible que los africanos tuvieran el mismo peso de voto que los europeos ante el máximo ente del balompié mundial, los reformistas, con previas y medidas intenciones como el dirigente brasileño Joao Havelange, se enfrentaron al entonces presidente de FIFA, Stanley Rous, con el ánimo de removerlo de su cargo y mejorar las condiciones del fútbol africano, cosa que nunca pasó.
Otro ejemplo práctico: el discutido video arbitraje y la lucha vigente entre conservadores y reformistas: conservadores como el periodista Santiago Segurola, quien desde su orilla ideológica manifiesta que el VAR es otro intento de “americanizar” el juego. El español va lanza en ristre contra aquellos que quieren incorporar en el fútbol las principales características de los deportes norteamericanos, en los que la tecnología detiene el juego en nombre del espectáculo. Por el lado de los reformistas, se defiende al VAR enarbolando como bandera la búsqueda de justicia. El sacrificio de la fluidez del juego en nombre de la verdad, apelando a una figura panóptica que permitirá castigar al infractor y ofrecer redención al agredido.
Y ¿qué tal si hablamos de los torneos y sus números de participantes? La Copa Mundo ha pasado de 13 equipos desde su primera edición en Uruguay 1930 a una disparatada propuesta de 48 selecciones lanzada al público por Gianni Infantino, presidente de FIFA. Para unos es democratización, para otros, demagogia.
A esta lucha entre bandos tenemos que sumar el juego de prestidigitación corporativa que transformó la palabra “hincha” en la palabra “cliente”. Los hinchas fieles que acompañan a sus equipos ya no son otro condimento más del entorno de un club, sino consumidores de un servicio que pagan por ver desde las gradas o desde los canales premium de televisión. Ya no son parte de una institución, son clientes de la misma. Están afuera, mendigando por victorias perteneciendo a una colectividad artificial. La captación de la emoción para su posterior conversión en dinero es otro de los elementos que caracteriza a nuestro fútbol con respecto al juego de caballeros disputado en las canchas de Sheffield.
En resumidas cuentas, esa es y será la dinámica del fútbol mientras exista. La lucha por imponer voluntades que beneficien al espectáculo y mantengan el espíritu del juego. Un choque entre hinchas y negociantes, emociones y finanzas, talento e intensidad y entre industriales y artesanos. La victoria de las nuevas propuestas frente a la estructura tradicional del juego es la mejor definición del “fútbol moderno”.