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Ada Lovelace y el progreso de la ciencia

Augusta Ada Byron nació el 10 de diciembre de 1815 en el centro de Londres, en el hogar familiar de su padre George Gordon, lord Byron, el poeta más famoso de la Inglaterra de su tiempo.

Un mes después del nacimiento de Ada, el matrimonio se separó y su padre se mudó a Francia. Byron lamentó la separación en su largo y muy leído poema Las peregrinaciones de Childe Harold:

¿Es tu rostro como el de tu madre, mi preciosa niña,

Ada, única hija de mi casa y de mi corazón?

La última vez que vi tus jóvenes ojos azules, sonreían,

y entonces nos separamos, –no como nos separamos ahora,

sino con esperanza–.1

Byron nunca volvió a ver a su hija. Murió de fiebres en 1824 mientras luchaba en la Guerra de Independencia de Grecia.

Ada fue educada por su madre, Anna Isabella, conocida como Annabella. Annabella era hija de sir Ralph Milbanke, miembro del Parlamento, que poseía grandes estados e intereses mineros en el condado de Durham, y formaba parte de un influyente grupo de intelectuales y reformadores sociales radicados en el norte de Inglaterra. La futura lady Byron recibió una buena educación para su época, sin ser atípica para una mujer de su condición social, estudiando con tutores privados.


Boceto de lord y lady Byron, hacia 1815, dibujado por la amante de él, lady Caroline Lamb, que se refirió a él como «loco, malvado y peligroso». National Library of Scotland, John Murray Archive.

Aprendió matemáticas y astronomía de William Frend, un pensador radical, muy conocido tanto por su religión no conformista como por sus extrañas ideas matemáticas. Byron, cuya educación matemática era más modesta, teniendo como consecuencia grandes dificultades incluso para hacer bien sus cuentas, al principio elogió a su mujer llamándola «la princesa de los paralelogramos»,2 pero posteriormente la parodió, en su famoso poema Don Juan, como doña Inés, cuya «ciencia favorita era la matemática»3 y cuyos «pensamientos eran teoremas».4 En el futuro, lady Byron fue una reconocida reformadora de la educación, y estableció un cierto número de escuelas que seguía los principios del reformador educativo suizo Pestalozzi, que combinaban el aprendizaje de los libros con el trabajo físico y las habilidades prácticas. Lady Byron es una de las sesenta y tres personas a las que se conmemora en el Reformers’ Monument, en el cementerio de Kensal Green de Londres, junto con John Stuart Mill, Joseph Priestley y Elizabeth Fry.


Lady Byron, Anna Isabella Milbanke, en 1833, grabado de William Henry Mote a partir de un retrato de William John Newton. Oxford, Bodleian Library, 1707 d.84.

La vida de Ada Lovelace coincidió con un periodo de extraordinario incremento de la prosperidad en Gran Bretaña, desde el final de las debilitantes guerras napoleónicas en 1815 hasta la triunfal Gran Exposición de 1851. La exposición fue visitada por más de seis millones de personas, que vieron muestras de veinticinco países, con un lugar prominente reservado a la ingeniería británica y a sus logros técnicos. La energía a vapor fue clave para esa innovación. La «Puffing Devil» de Richard Trevithick de 1801 fue el primer vehículo a vapor; el primer ferrocarril comercial se inauguró en 1825; y las nuevas máquinas a vapor, junto con otras innovaciones de la ingeniería, transformaron la industria. La política estable de Gran Bretaña y los años de paz impulsaron la inversión en ferrocarriles, fábricas y embarcaciones, lo que permitió la explotación de los recursos de Gran Bretaña y del Imperio, y llevó a un crecimiento económico sin precedentes.


El salón principal de la Gran Exposición, tomado de la obra Dickinson’s Comprehensive Pictures of the Great Exhibition, 1851. © Victoria and Albert Museum, Londres.

No solo la élite científica, sino un creciente número de no-científicos, mujeres y hombres, empezaron a interesarse por las últimas ideas. Las conferencias y demostraciones públicas eran muy populares, y el congreso anual de la British Association for the Advancement of Science, recientemente fundada, atraía a varios cientos de personas. Las matemáticas fueron una parte cada vez mayor de estos avances, al aumentar la comprensión de su importancia en el estudio de los fenómenos naturales y sociales –observar las estrellas, registrar las mareas o analizar las cosechas–. La utilización de esos resultados para la navegación, la ingeniería o la agricultura aumentó la demanda de información fiable, que se publicaba en forma de tablas, todas ellas producidas con cálculo manual. Estaba surgiendo la ciencia de la estadística, con el análisis de los datos de la guerra de Crimea de Florence Nightingale, que proporcionaron poderosas pruebas a favor de la necesidad de luchar contra las infecciones en los hospitales. Aunque la nueva investigación matemática continuó siendo una actividad principalmente de caballeros aficionados o personas empleadas para otros fines –como enseñar en las universidades, servir en el ejército o la armada, o trabajar como contables–, aumentaron las posibilidades para que hombres instruidos, y algunas mujeres, se dedicaran a las ciencias matemáticas.


«Diagrama de la Rosa» de Florence Nightingale, que demostraba que la primera causa de muerte entre las fuerzas británicas en la guerra de Crimea eran las enfermedades infecciosas (las zonas azuladas), no las heridas (zonas rojizas). Fue la cubierta del libro England and Her Soldiers, escrito por Nightingale y Harriet Martineau en 1859 para hacer campaña por ello. Wellcome Library, Londres.

Durante el siglo XIX, las iniciativas filantrópicas, como las escuelas de lady Byron, consiguieron que una educación elemental gratuita estuviera al alcance de casi todo el mundo. Las matemáticas tomaron la forma de «matemáticas prácticas», con la aritmética y la geometría, necesarias para la contabilidad, y las mediciones topográficas o la navegación. Quienes tenían la oportunidad de aprender más, en las escuelas para niños y, de manera más informal, para niñas, podían, como la propia lady Byron, aprender suficiente álgebra como para resolver ecuaciones simples, o estudiar geometría mientras hacían observaciones astronómicas. La geometría euclidiana, que se estudiaba en profundidad, alcanzó un estatus valioso a la hora de desarrollar hábitos de pensamiento riguroso, algo que también sucedió gracias a sus usos prácticos. Su estudio comenzaba con un cierto número de afirmaciones sobre líneas y puntos y, siguiendo ciertas normas establecidas previamente, se utilizaban dichas afirmaciones para demostrar teoremas sobre formas geométricas. Hasta los primeros años del siglo XX, la mayor parte de los alumnos universitarios tenían que estudiar también a Euclides, y aprobaban a menudo los exámenes memorizando las complicadas demostraciones. Lord Byron fue a la Universidad de Cambridge, pero no tuvo que hacer ninguno de esos exámenes, puesto que los miembros de la Cámara de los Lores estaban exentos.

Sorprendentemente, las matemáticas estaban extendidas en la cultura popular: las damas jóvenes resolvían ejemplos de problemas de Euclides por placer; revistas periódicas como The Ladies’ Diary publicaban preguntas matemáticas y respuestas de las lectoras; la astronomía era una actividad popular, y a veces los poetas utilizaban compleja imaginería matemática en sus escritos. Coleridge, por ejemplo, describía cómo una bandada de estorninos «tomaba la forma de un área circular, se inclinaba, formando ahora un cuadrado, ahora un globo, ahora un orbe completo que se convierte en una elipse... ahora un semicírculo cóncavo».5


Lady Byron entre el público en la primera World Anti-Slavery Convention [Convención mundial contra la esclavitud] en 1840, organizada por el cuáquero William Sturge. En esta pintura de 1841, de Benjamin Robert Haydon, aparece a la izquierda de otra mujer que lleva un gran sombrero negro. © National Portrait Gallery, Londres.

Estudios más avanzados, en universidades o academias militares, podían incluir el cálculo y la geometría necesarios para comprender cálculos de intereses, las mareas o la balística. Los primeros profesores de Ada Lovelace, William Frend y el doctor William King, habían recibido ese tipo de educación. Sin embargo, sus mentores posteriores, Charles Babbage y Augustus De Morgan, invirtieron grandes esfuerzos para que aquel planteamiento cambiara: querían modernizar la educación matemática para que reflejara las nuevas ideas que habían surgido en Francia y Alemania, en las que el cálculo, como la geometría euclidiana, se sometía a deducción rigurosa a partir de las reglas.


Imágenes de la vida de estudiante en Somerville, uno de los primeros Colleges para mujeres en Oxford, tomado de The Graphic, julio de 1880. The Principal and Fellows of Somerville College, Oxford.

En la primera mitad del siglo XIX, mujeres con talento como Mary Somerville o Ada Lovelace solo podían aprender matemáticas más avanzadas a través del estudio privado y el acceso informal a bibliotecas o reuniones científicas. No obstante, la situación empezó a mejorar poco a poco: prueba de ello es que Augustus De Morgan fue profesor en el Ladies’ College, fundado en 1849, en Bedford Square en Londres, una de las primeras instituciones en el mundo en ofrecer educación superior a las mujeres. El Girton College, la primera facultad en Oxford o Cambridge abierta a mujeres, se fundó en 1869, y hacia finales de siglo varios cientos de mujeres pudieron estudiar matemáticas hasta obtener el nivel de licenciatura.

1 George Gordon, lord Byron: Las peregrinaciones de Childe Harold, canto 3, estrofa 1.

2 George Gordon, lord Byron, carta a Lady Melbourne, 18 de octubre de 1812, en Leslie A. Marchand (ed.): Famous in My Time: Byron’s Letters and Journal, volumen II, 1810-1812, Londres, John Murray, 1973, p. 231.

3 George Gordon, lord Byron: Don Juan, canto 1, estrofa 12.

4 Ibíd., estrofa 13.

5 Samuel Taylor Coleridge: Coleridge’s Notebooks: A Selection, Seamus Perry (ed.), Oxford, Oxford University Press, 2002, p. 39.

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