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ОглавлениеCapítulo 1
Los problemas
El mundo anda desesperadamente patas arriba. Ello no se discute. La pobreza lleva a los niños a robar, a los jóvenes a matar y a las niñas a vender lo que nunca se debe comprar. El hambre afecta a cientos de millones de personas por todo el mundo; las estadísticas son tan enormes que se pierde el sentido de las proporciones, se hace difícil imaginar a países enteros con gente desnutrida. En Estados Unidos, los veteranos de guerra, barbudos y ojerosos, deambulan como fantasmas por las calles y los hoteles baratos están atiborrados con familias que perdieron sus casas. La crisis financiera de 2008 ya está en nuestro espejo retrovisor, pero no hemos arreglado el sistema que dio lugar a préstamos abusivos, a permutas por incumplimiento crediticio y a créditos hipotecarios impagables. Solo queda esperar la próxima mala noticia.
A menudo estamos abrumados por el sufrimiento, el miedo, la necesidad de echar la culpa a otro y la urgencia de encontrar una respuesta. Tal vez nos apresuremos a Facebook para ventilar nuestra justa indignación, a sabiendas de que esta reacción no resuelve nada. Queremos desesperadamente encontrar un punto fijo en el horizonte, un norte que nos ayude a orientarnos en medio de las voces cacofónicas de los medios de comunicación como CNN, la revista Forbes y las redes sociales.
Algunos se preguntarán si Jesús puede hacernos ese favor. Después de todo, Jesús tiene una manera de ir al grano. Jesús habla muy directamente sobre la pobreza y las riquezas, especialmente en el Evangelio de Lucas. Él nos dice que los pobres son bendecidos (Lc 6.20) y que los ricos están en problemas (6.24). Él nos dice que si lo seguimos y no miramos hacia atrás (9.62), si damos de comer a los hambrientos (14.13-34) y si damos limosna a los pobres (12.33), entonces tendremos tesoros en el cielo (12.34). Nos preguntamos, entonces, si este Jesús que habla tan directamente puede ayudarnos a evitar a los comentaristas y a los que discurren sobre lo divino y lo humano, y finalmente darnos la tranquilidad de saber que estamos haciendo lo correcto.
El Evangelio de Lucas nos dice mucho acerca de la manera como Dios quiere que su pueblo use sus posesiones en un mundo de injusticia. Pero como cualquier lector de los evangelios sabe, cuando uno recurre a Jesús a fin de buscar respuestas, quizás no le gusten las respuestas que recibe.
La ética de Lucas respecto a la riqueza
Lucas escribe ampliamente sobre la moral y el dinero, sobre cómo debemos pensar en la pobreza y qué debemos hacer con nuestras posesiones —lo que podemos llamar «la ética de la riqueza». Pero la ética de Lucas respecto a la riqueza es notoriamente complicada y un estudio cuidadoso de sus muchas enseñanzas sobre el dinero revela dos problemas:
1. Lucas parece contradecirse (Inconsistencia)
2. La ética de Lucas parece absurdamente irrealizable (Impracticabilidad)
La inconsistencia de Lucas
Como se señaló anteriormente, algunas personas que sienten el peso de la inequidad y la injusticia en el siglo XXI buscan respuestas en la Biblia. Pero, ¿qué sucede cuando esas respuestas no son sistemáticas? ¿Qué sucede cuando parece que aun Lucas, tal vez el autor bíblico más interesado en el tema del dinero, no registra un argumento coherente? Tal como lo explica un estudioso del tema, el problema con lo que escribió Lucas parece ser que «aunque Lucas de manera constante aborda el tema de las posesiones, no lo hace de manera consistente».2
Consideremos las tensiones entre los siguientes textos. En ocasiones, el Jesús de Lucas3 anima a la gente a dar limosna (Lc 11.41, cf. Hch 9.36; 10.2). A primera vista, esto puede parecer sencillo, pero luego surge la cuestión sobre cuánto debe dar uno. Hoy en día, podemos concebir la limosna en términos de monedas, o algunos billetes si uno se siente particularmente generoso, pero el Jesús de Lucas les dice a sus seguidores: «Vendan sus bienes y den a los pobres» (Lc 12.33, cursivas del autor).
¿Cuántas posesiones se deben vender para dar limosnas? ¿Una túnica? ¿Un juego de herramientas? ¿Tazones de barro? ¿El burro de la familia? Jesús no anda con rodeos. Le dice a un hombre rico: «Vende todo lo que tienes y repártelo entre los pobres» (Lc 18.22), y cuando el caballero se pone cabizbajo, Jesús aclara que por no hacer lo que él ha ordenado, el hombre no puede entrar en el reino de Dios (18.23-24), es decir, no «heredar[á] la vida eterna» (18.18). Por más severo que esto pueda parecer, encaja naturalmente con la afirmación categórica de Jesús: «Cualquiera de ustedes que no renuncie a todas sus posesiones no puede ser mi discípulo» (14.33, mi traducción). Asimismo, Jesús dice: «Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece» (6.20). En este contexto, puede que el autoempobrecimiento al pie de la letra no sea una mala idea, si de hecho es un prerrequisito para ser admitido al reino.
Por lo tanto, Jesús exige que nos despojemos con el propósito de dar a los pobres. De hecho, les dice a sus oyentes que tienen que renunciar a todas sus posesiones si es que quieren seguirlo. Esto suscita obvias cuestiones prácticas, pero desde una perspectiva exegética (es decir, de entender simplemente lo que Lucas está diciendo), el imperativo de renunciar a todas las posesiones no es un problema en sí mismo; es perfectamente plausible que un autor antiguo dijera algo que a un lector contemporáneo le parezca difícil de tragar. El problema exegético surge cuando uno lee en el Evangelio de Lucas acerca de todas las personas que no se despojan a sí mismos y que, sin embargo, no son censuradas por Jesús, aunque él claramente dijo que sus discípulos tenían que renunciar a todas sus posesiones.
Por ejemplo, cuando Jesús envía a sus discípulos a predicar que el reino de Dios se ha acercado (10.1-11), les dice que no lleven dinero, ni siquiera una bolsa para la comida (10.4). No necesitarán provisiones, explica él, porque pueden esperar ser hospedados y alimentados por la gente a la que le predican (10.5-9). Esto plantea entonces la pregunta: si los discípulos predican el mensaje de Jesús en los pueblos, ¿no debería la gente de los pueblos también renunciar a sus hogares y posesiones en respuesta a ese mensaje? Pero entonces, ¿dónde se hospedarían los discípulos? ¿Quién alimentaría a los discípulos? ¡Estarían de hecho cortando la rama sobre la cual se sientan!
Sin embargo, contrario a lo que uno pudiera inferir, no parece que los discípulos hubiesen dicho a la gente que renunciara a sus posesiones. Más bien, Jesús les dijo que bendijeran la casa en la que se alojaran (10.5) y curaran a los enfermos que estuviesen allí (10.9), lo cual parece indicar más bien con bastante fuerza que es legítimo que los oyentes de los discípulos no renunciaran a sus posesiones. De hecho, cuando uno pasa al segundo libro de Lucas, los Hechos de los Apóstoles, hay varios propietarios de casas que al parecer reciben una descripción positiva.4 Entonces, ¿piensa Lucas que está bien tener casas y posesiones o no?
Hay algunos textos en los que el Evangelio de Lucas parece encontrar un equilibrio entre el despojarse y la posesión de bienes. Por ejemplo, Juan el Bautista dice a los que tienen dos capas que renuncien a una, y que compartan su comida con los pobres (3.11). Al principio, esta división en partes iguales parece repetirse en el ejemplo de Zaqueo, que dice que les dará la mitad de sus posesiones a los pobres (19.8). Sin embargo, en vez de decir: « ¡Ya estás a mitad de camino!» (Como se podría esperar si la renuncia completa fuera un requisito previo para la salvación), Jesús exclama de manera concluyente: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa» (19.9).
Para complicar aún más el asunto, hay partes del texto de Lucas que suenan a socialismo. Por ejemplo, Lucas dice que en la comunidad de Jerusalén, «nadie consideraba suya ninguna de sus posesiones, sino que las compartían… pues no había ningún necesitado en la comunidad. Quienes poseían casas o terrenos los vendían, llevaban el dinero de las ventas y lo entregaban» (Hch 4.32, 34).5 Este texto es tan sorprendente que Karl Kautsky, secretario de Friedrich Engels (el coautor de El manifiesto comunista), argumentó, citando el libro de Hechos como evidencia, que la religión cristiana exige la implantación del comunismo.6
¿La limosna o el comunismo; el despojarse o la hospitalidad? ¿Cuál de estas alternativas realmente quiere Lucas que sus lectores adopten? Uno no puede vender su casa y luego ofrecer hospitalidad. Este es el mayor problema exegético de la ética de Lucas respecto a la riqueza: parece que se contradice. ¡Y mucho!
La impracticabilidad de la ética de Lucas
El segundo problema con la ética de Lucas respecto a la riqueza consiste en que algunas cosas que él enseña parecen que son no recomendables, irresponsables o poco prácticas. Esto no es un problema exegético en sí mismo, es decir, no es el tipo de problema que los eruditos del Nuevo Testamento suelen abordar. La tarea básica del erudito del Nuevo Testamento es sencillamente describir lo que dicen los autores bíblicos en términos que sean lo más acertado y objetivo posibles. Se esfuerzan para no permitir que sus compromisos religiosos ni suposiciones culturales distorsionen su lectura del texto del primer siglo. En consecuencia, no debería importarle a la exégesis del Nuevo Testamento si lo que Lucas o Jesús piensan es «práctico». La exégesis debería simplemente aclarar lo que Lucas o Jesús parecen haber dicho.
Este esfuerzo por ser objetivo es digno de elogio.7 Después de todo, incluso una persona religiosa comprometida que no se interesa en lo absoluto por la erudición todavía diría que quiere saber lo que Lucas o Jesús «realmente» dijeron, y la objetividad académica ayuda a este propósito. Sin embargo, la razón por la que la mayoría de la gente lee el Nuevo Testamento no es porque piensa que Lucas sea un artista literario a la par de Eurípides, que Santiago sea un filósofo del mismo calibre de Séneca o que Pablo sea tan gracioso como Luciano. Más bien, la mayoría de la gente lee el Nuevo Testamento porque es religiosa y porque cree que éste comunica verdades acerca de Dios, acerca de la interacción de Dios con el mundo y acerca de la manera cómo los seres humanos deben vivir.8 De manera que, si esquivamos la pregunta sobre si en realidad se puede poner en práctica lo que Jesús enseña en Lucas, sería como interrumpir la conversación justo en el momento cuando la cosa se pone interesante.
Habiendo dicho esto, es oportuno afirmar que hay muchas razones para pensar que la ética de Lucas respecto a la riqueza no es muy práctica ni deseable. Después de todo, si uno vende todo lo que tiene y da todo el dinero a los pobres, ¿no se convierte entonces en una persona pobre que necesita dinero? ¿Significa la venta de todo lo que uno posee que todavía uno puede ganar un salario? ¿Es coherente exigir que un discípulo de Jesús se despoje de lo que tiene y luego argumentar que esa persona deba ser atendida por otras personas que no se despojaron de todo lo que tenían? O, si uno tiene cierta inclinación a favor de la vía socialista, ¿qué se debe hacer con las personas que viven a costillas de la comunidad, que no trabajan tan duro como debieran y que no contribuyen al beneficio de todos? ¿Es eso sostenible como una práctica a largo plazo?
Menos piadosas pero probablemente más influyentes son las otras consideraciones de si la gente realmente quiere vivir de la manera que se presenta en el Evangelio de Lucas. ¿Estoy dispuesto a renunciar a todo excepto a un par de vestidos? ¿Quiero tener una multitud de invitados que coman en mi casa todos los días? ¿O, más aun, debo vender mi casa y obligar a mis hijos a dormir en la calle?
Entonces, ¿qué hacemos con la ética de Lucas respecto a la riqueza? Si las acciones que él requiere son totalmente imprácticas, y si sus contradicciones, aparentemente constantes, indican que él no ha considerado bien este asunto, ¿vale la pena tomarse la molestia con sus enseñanzas? ¿Cómo lidiar con el hecho de que Lucas y Hechos son parte del canon y están claramente muy interesados en la ética de la riqueza, aunque no sean tan buenos al explicar la ética de la riqueza? En resumen, ¿se puede rescatar la ética de Lucas respecto a la riqueza?
Aclaraciones: fortalezas y debilidades
La mayoría de los eruditos creen que sí se puede rescatar. El siglo pasado produjo una cantidad considerable de libros y ensayos que explican las enseñanzas de Lucas sobre la ética de la riqueza. Algunas de esas explicaciones parecen atractivas por razones prácticas (es decir, dicen cosas que se ajustan bien a nuestra práctica contemporánea), pero son menos convincentes exegéticamente. Otras tienen mucho que ofrecer exegética y prácticamente, pero puede ser que no satisfagan todas las objeciones. En cualquier caso, antes de iniciar nuestra discusión de los textos de Lucas en detalle, vale la pena examinar las opciones interpretativas que están sobre la mesa.
Las explicaciones académicas de las enseñanzas de Lucas sobre el dinero y la pobreza se dividen en cuatro categorías básicas, que podrían clasificarse como la explicación provisional, la explicación literaria, la explicación bivocacional y la explicación personalista. Examinaremos brevemente los contornos generales de cada perspectiva y cuáles son los puntos fuertes y débiles de cada una.9 En el transcurso de este proceso, también destacaré cómo cada perspectiva se relaciona con el tema de la normatividad moral de Lucas (es decir, cómo las personas deben actuar a la luz de las enseñanzas de Lucas). No quiero decir con ello que los eruditos que defienden cada punto de vista lleguen a sus conclusiones para lograr una «aplicación» particular, lo que sería un insulto a su objetividad. La intención es simplemente indicar que ciertas interpretaciones se prestan más naturalmente a conclusiones éticas particulares o ayudan al lector a evitar conclusiones éticas particulares.
La explicación provisional
El argumento básico de la explicación provisional es que las enseñanzas súper radicales de Jesús sobre el despojarse no estaban destinadas a todas las personas en todos los tiempos. Por el contrario, cuando Jesús pidió que la gente renunciara a sus posesiones, solo quería que lo hicieran durante el período interino de su ministerio terrenal, antes de su muerte, mientras los discípulos andaban con él hacia Judea. Esta explicación nota que la mayoría de las declaraciones de Jesús sobre el despojarse se encuentran entre 9.51 y 19.28 (la llamada narrativa lucana itinerante de Jesús), cuando Jesús y los discípulos caminan desde Galilea hasta Jerusalén, donde Jesús sería crucificado. La inminente crucifixión de Jesús domina así la narrativa y proporciona el marco de referencia para comprender todas las enseñanzas morales encontradas allí. Justo antes de la declaración categórica de Jesús sobre la renuncia a las posesiones, él declara: «El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo» (Lc 14.27). Esto se ha entendido como que Jesús literalmente esperaba que sus discípulos murieran con él en Jerusalén.
A la luz de esa situación única y urgente (es decir, la crucifixión), se avanza el argumento que los discípulos de Jesús tuvieron que liberarse de los lazos materiales y familiares para que no vacilaran respecto a morir por fidelidad a su Señor. Después de su muerte, la gente podría reanudar la ética de la riqueza más tradicional descrita en el Antiguo Testamento: la atención a la justicia para los vulnerables, el cuidado generoso de los pobres, la pervivencia de la propiedad privada, etc. Si esto fuera así, uno podría olvidarse tranquilamente del despojarse radicalmente de las posesiones, ya que era parte de la situación única que rodeaba la inminente muerte de Jesús.
A su favor, esta lectura reconoce que la ética de Lucas es parte integral de la tarea más fundamental de seguir a Jesús, una tarea que conlleva imitar el sacrificio que Jesús hizo de sí mismo en representación de su pueblo. Esta interpretación también parece atractiva porque libera al lector de la obligación de las exigencias invasoras y al parecer ilógicas de la renuncia completa; puesto que el lector no está en la misma situación histórica de los primeros seguidores de Jesús, no necesita seguir las enseñanzas que Jesús dio a esos primeros discípulos.
Hay, sin embargo, una serie de problemas con esta explicación. En primer lugar, es erróneo ver a Lucas 14.27 como un mero mandamiento para que los primeros discípulos murieran con Jesús en Jerusalén. La primera vez que Jesús invocó este tema en particular fue cuando dijo: «Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga» (Lc 9.23). Aunque el acto de tomar la cruz diariamente no excluye la posibilidad de una muerte literal como resultado de seguir a Jesús, es evidente que uno no puede morir físicamente cada día; como tal, el versículo probablemente se enfoca en la necesidad del sufrimiento y del sacrificio para los seguidores de Jesús, muchos de los cuales, a pesar de llevar su cruz diariamente, no morirían antes de que vieran el reino de Dios (9.27). Así que no debemos pensar que el mandamiento de llevar la cruz fue anulado después de la muerte de Jesús. Por lo tanto, es problemático afirmar que el mandamiento asociado, de renunciar a las posesiones de uno, también expiró el día en que Jesús fue crucificado.
Del mismo modo, los comentarios de Lucas sobre la pobreza y la renuncia no se limitan al período en que los discípulos acompañaron a Jesús a Jerusalén. En primer lugar, la enseñanza en Lucas 6.20 («Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece») no ocurre durante la narrativa de viaje (Lc 9.51–19.28). En segundo lugar, la renuncia a las posesiones por parte de los discípulos comenzó mucho antes del viaje a Jerusalén; Pedro, Jacobo, Juan y Leví dejaron todo para seguir a Jesús al comienzo de su ministerio en Galilea (cf. 5.11, 28). De la misma manera, los discípulos continuaron practicando el despojarse de sus posesiones y propiedades después de la muerte y resurrección de Jesús (Hch 4.34-37). Si la ética de la riqueza de Jesús solo se pretendía para un período interino antes de su muerte, los cristianos de Jerusalén aparentemente no recibieron el mensaje.
Por último, la enorme cantidad de espacio que Lucas dedica a la ética en su narrativa de viaje debe alejarnos de la explicación provisional. Lucas pasa mucho más tiempo hablando de ética que Marcos y Juan juntos, y mientras que la cantidad de material moral en su evangelio es similar a la de Mateo, Lucas ubica la mayor parte de ello en esta narrativa de viaje de diez capítulos. Parece inverosímil que Lucas pasara tanto tiempo elaborando sus argumentos morales10 si no consideraba que la moral prescrita allí era obligatoria para sus lectores. Por estas razones, pocos eruditos consideran que la explicación provisional sea una interpretación convincente de las enseñanzas de Lucas sobre el dinero.
La explicación literaria
Otra manera de explicar las inconsistencias e impracticabilidades de la ética de Lucas respecto a la riqueza es la de atribuir algunos de los versículos problemáticos a otras fuentes literarias. Los eruditos del Nuevo Testamento practican a menudo lo que se llama «crítica de las fuentes» o «crítica literaria». Recurriendo a la premisa que los autores de los evangelios sinópticos utilizaron algunas fuentes escritas anteriores en la compilación de sus evangelios, los eruditos bíblicos intentan identificar cuáles elementos de los evangelios canónicos vinieron de estos textos anteriores. En algunos momentos más ambiciosos, los eruditos también tratan de imaginar qué clase de comunidad podría haber sido responsable de la fuente del texto en cuestión. Todo esto es pertinente al tema de la ética lucana de la riqueza porque algunos eruditos sugieren que las inconsistencias en las enseñanzas de Lucas derivan de textos de fuentes que él utilizó, fuentes cuyas enseñanzas son realmente incompatibles la una con la otra.
Si bien los detalles de estas explicaciones literarias difieren, sus características principales son las mismas. Sus defensores primero argumentan que algunos de los versículos particularmente «radicales» en Lucas (por ejemplo, el mandamiento de despojarse en 12.33, o las fuertes condenas contra los ricos en 6.24 y 16.19-26) no surgen necesariamente del propio Jesús, sino que por el contrario fueron parte de la enseñanza de un grupo del primer siglo que era distinto de los seguidores originales de Jesús y que más tarde llegó a ser la iglesia apostólica. (A veces el grupo reconstruido se identifica con «ebionitas»11 o «radicales carismáticos errantes»12 o la «comunidad itinerante Q»). En algún momento dado, las enseñanzas del grupo más radical se escribieron y pusieron en circulación, y Lucas utilizó esos escritos, junto con otros, en la composición de su propio Evangelio.
El argumento implica que el mismo Lucas tenía una ética de la riqueza más moderada, y que él enfatizaba la generosidad en cuanto a la hospitalidad y dar limosna. Sin embargo, Lucas utilizó los relatos radicales sobre el despojarse y las condenaciones terribles contra los ricos contenidas en los textos de sus fuentes con el fin de criticar a la gente adinerada y egoísta en su propia comunidad (tal vez sin darse cuenta de que al hacerlo así, introdujo importantes contradicciones en las enseñanzas que él atribuyó a Jesús). De manera que las inconsistencias en la ética de Lucas respecto a la riqueza no reflejan inconsistencias en las enseñanzas históricas propias de Jesús ni en el propio pensamiento de Lucas; sino que se supone más bien que son las consecuencias de incluir textos de fuentes radicales dentro de un marco moral más moderado. El beneficio implícito de esta lectura es que el lector del Evangelio de Lucas no tiene que sentirse obligado a creer en la condenación terrible contra los ricos o a despojarse completamente, a menos que haya una necesidad sentida de identificarse con una secta no apostólica que desapareció hace mucho tiempo.
A pesar de la plausibilidad inicial de tal reconstrucción, las explicaciones literarias no han ganado mucho terreno en el ámbito académico más amplio. Algo de esto se debe a la vulnerabilidad de las reconstrucciones de las comunidades históricas que supuestamente están «detrás» de los textos de las fuentes que Lucas tuvo a su disposición. El constructo de un texto fuente constituye, por sí solo, un gran esfuerzo especulativo (por decir lo menos); el uso de los detalles de ese texto fuente para imaginar las características de la comunidad de donde surgió dicho texto complica la especulación mucho más. Es cierto que en las décadas de 1970 y 1980 —cuando florecieron las explicaciones literarias— se consideraba más plausible la identificación del texto de una fuente con «ebionitas» o «carismáticos errantes» o una «comunidad itinerante como Q». Desde ese entonces, sin embargo, cada una de estas reconstrucciones ha perdido aceptación, tanto por razones de crítica de las fuentes como por razones históricas.
Otra vulnerabilidad de las explicaciones literarias es su tendencia a separar de Jesús mismo los elementos que hacen difícil la ética de Lucas respecto a la riqueza. La erudición sobre el Jesús histórico ahora reconoce que el propio Jesús fue muy crítico de la riqueza, y que la veía como un grave peligro para la fecundidad espiritual (Mt 13.22; Mr 4.19; Lc 8.14) y de hecho para la inclusión en el reino de Dios (Mt 19.23-26; Mr 10.23-27; Lc 18.24-27). También es indiscutible que Jesús ordenó despojarse por completo de las posesiones, por lo menos en una ocasión (Mt 19.21; Mr 10.21; Lc 18.22).13 Tal erudición hace que sea más difícil dejar de lado las enseñanzas de Lucas sobre la renuncia y relegarlas a un texto de alguna fuente idiosincrática.
Finalmente, estas explicaciones literarias son difíciles de encuadrar con el creciente consenso sobre el nivel de destreza literaria de Lucas. Desde finales de 1980 y principios de 1990, los eruditos en Nuevo Testamento han pasado de ver a Lucas como un copista desventurado, a reconocer más bien que él, al igual que los otros evangelistas sinópticos, fue un narrador muy talentoso. Esto no niega que Lucas haya usado sus fuentes, pero revela lo problemático que es suponer que Lucas simplemente no pudo reconocer las grandes inconsistencias de la ética de la riqueza entre los diferentes documentos de sus fuentes. Además, parece descuidado argumentar que los mordaces textos de sus fuentes se introdujeron simplemente para amenazar a los ricos, cuando Lucas 14.33 afirma categóricamente que nadie puede ser discípulo de Jesús sin renunciar a todas las posesiones. De manera que, por mucho que Lucas haya usado fuentes en su obra, no es suficiente descartar las partes desagradables de su Evangelio como si fueran meros vestigios de sus fuentes. Por lo menos, la orientación básica de las tradiciones radicales surgen del propio Jesús, y Lucas las integra cuidadosa y positivamente en su Evangelio.
La explicación bivocacional
Aunque las hipótesis provisional y literaria no nos ofrecen recursos significativos para abordar los problemas asociados con la ética de Lucas respecto a la riqueza, la explicación bivocacional tiene mucho que se debe elogiar.
La premisa básica de la explicación bivocacional es que Lucas distingue entre dos grupos diferentes de personas que siguen a Jesús (por ejemplo, discípulos versus multitudes; el itinerante versus el no itinerante). Se argumenta que las enseñanzas de Jesús acerca de la renuncia y el despojarse estaban dirigidas a aquellos en (perdón por el anacronismo) «ministerio de tiempo completo», como los apóstoles y evangelistas. Por el contrario, otros adherentes del movimiento de Jesús son estimulados a seguir formas más modestas de generosidad y hospitalidad.
Esta solución tiene en cuenta una gran cantidad de datos: discípulos como Pedro y Leví, que siguen físicamente a Jesús, son, de hecho, los que dejan todo atrás (5.11, 27); se le dice al gobernante rico que venda todos sus bienes y que entonces «siga» a Jesús (18.23); cuando a los Doce y a los Setenta se les dice que no lleven provisiones o dinero, están siendo comisionados para la obra itinerante de proclamar el mensaje de Jesús de aldea en aldea (9.1-6; 10.1-11). Por el contrario, no se da ninguna pista de que Zaqueo deba salir de su casa para seguir a Jesús (19.1-10), lo que explicaría la aprobación de Jesús a su despojarse aparentemente menos exhaustivo; esto también explica el beneplácito de Jesús a aquellos que siguen con sus casas y simplemente ofrecen hospitalidad a los discípulos itinerantes (10.5-9). En breve, la solución bivocacional tiene mucho que elogiar.
Aun así, hay elementos importantes del texto de Lucas que la solución bivocacional no toma en cuenta. Lucas 14.33 dice que todos los que aspiran a ser discípulos de Jesús tienen que renunciar a todas sus posesiones,14 no solo aquellos en «ministerio de tiempo completo». Del mismo modo, se dice que las discípulas en Lucas 8 «los ayudaban [a Jesús y a los discípulos] con sus propios recursos» (8.3), lo que significa que no abandonaron sus posesiones para seguir a Jesús. De hecho, un examen más detenido de Lucas 22.35-36 revela que incluso los Doce no abandonaron todas sus posesiones al decidir seguir a Jesús, y que normalmente tenían dinero a su disposición.15 Finalmente, el libro de Hechos deja en claro que Pablo tenía un trabajo remunerado y tenía fondos suficientes a su disposición para satisfacer sus necesidades, las de sus compañeros y las necesidades de los pobres en su comunidad (Hch 18.3; 20.34-35), de modo que no se puede decir que convertirse en apóstol y evangelista implicaba que uno se despojara de toda su riqueza. Vemos pues que la explicación bivocacional no resuelve por completo nuestro problema, pero probablemente nos acerca a su solución.
La explicación personalista
La perspectiva final en esta indagación de la erudición sobre Lucas es la explicación personalista. Los defensores de esta explicación señalan la inconsistencia en la ética de Lucas descrita anteriormente y concluyen que esta diversidad tan compleja hace que debamos abandonar toda esperanza de encontrar en Lucas algún tipo de regla sobre el uso adecuado del dinero. En contra de esta explicación, se puede argumentar que Lucas considera el manejo del dinero como una de las formas clave de demostrar compromiso con el reino de Dios; como un barometro espiritual, el uso de las posesiones revela el amor para con Dios. Sin embargo, los personalistas argumentan que hay flexibilidad para que cada adherente al cristianismo decida por sí mismo (es decir, personalmente) cómo responder a Dios por medio de su riqueza.
A su favor, esta perspectiva describe de hecho la forma cómo la mayoría de los cristianos hoy responden instintivamente al tema de la riqueza. También es digno de elogio que esta explicación vincule la cuestión moral del dinero al tema más fundamental del amor de Dios, que es el centro generador de la ética de Lucas.16 Sin embargo, la principal vulnerabilidad de este enfoque es, una vez más, ese texto complejo de Lucas 14.33. Ciertamente, la advertencia severa de Lucas de que nadie puede ser discípulo de Jesús sin renunciar a todas sus posesiones parece contradecir directamente la flexibilidad intrínseca del esquema personalista. De hecho, los siguientes versículos de Lucas advierten que aquellos que rehúyen las duras exigencias del discipulado (sal que pierde su sabor) serán echados fuera (14.34-35). La imagen de ser «echado fuera» denota el castigo escatológico en Lucas (ver 13.25, 28), lo cual debe volvernos muy cautelosos de dejar de lado las exigencias de renuncia presentadas en 14.33.
Resumen
En resumen, el Evangelio de Lucas está repleto de declaraciones incendiarias, emocionantes y desgarradoras sobre la riqueza y la pobreza, la justicia y el juicio. Proporciona una ventana a lo que dice Jesús sobre el tipo de cuestiones que siguen siendo puntos álgidos para la sociedad contemporánea, y los cristianos desean desesperadamente que Jesús nos muestre un camino a seguir en la vertiginosa complejidad de la economía global del siglo XXI.
Sin embargo, después de una inspección detallada, parecería que el Jesús de Lucas enseña normas contradictorias. En un momento les dice a los discípulos que se despojen de sus posesiones y en la siguiente instrucción les dice que bendigan a los que les ofrecen hospitalidad. Lucas aparentemente comparte la confusión de su protagonista, oscilando entre respaldar la limosna, el despojarse y (algo que se parece a) el socialismo. Además, mucho de lo que supuestamente respaldan Lucas y Jesús parece totalmente impracticable en la sociedad contemporánea: ¿Cómo puede uno despojarse de sus bienes y no convertirse en una carga para los demás? ¿Cómo se puede renunciar a todas las posesiones y continuar con el cuidado de los pobres?
En el último medio siglo, los eruditos dedicados al estudio de Lucas han luchado con este asunto, a veces en formas que parecen ridículamente especulativas a quienes no son académicos, y en otras ocasiones en formas que parecen prometedoras, pero que no tratan con todos los datos textuales pertinentes. De manera que la pregunta para nosotros ahora es: a la luz de estos desafíos, ¿es realmente importante o útil hablar de la ética de Lucas respecto a la riqueza? Creo que sí.
Lo que sigue nos ayudará a orientarnos hacia la manera de entender la ética que se presenta en el Evangelio de Lucas.
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2. Luke Timothy Johnson, The Literary Function of Possessions in Luke-Acts [La función literaria de las posesiones en Lucas-Hechos], SBL Dissertation Series 39 (Missoula, MT: Scholars, 1977), 233.
3. El lector puede notar que este libro habla a veces de Lucas, del Jesús de Lucas y de Jesús. Esto no es para crear desacuerdo entre Lucas y Jesús; más bien, se debe al hecho que en ocasiones Lucas hace cosas con sus tradiciones de Jesús que Marcos y Mateo no hacen. No pretendo insinuar que Lucas hubiera tergiversado a Jesús (de hecho, el autor de este libro tiende a creer que Lucas es bastante cuidadoso al registrar la historia). Sin embargo, es totalmente adecuado enfocarse en Lucas como un autor y como un Evangelio, basándose en la convicción que el Evangelio de Lucas es Escritura, incluso en detalles que no se pueden atribuir con certeza al Jesús histórico.
4. Cf. Felipe, el evangelista: Hechos 21.8; Simón, el curtidor: Hechos 9.43; Cornelio: Hechos 10.48; María, la madre de Juan: Hechos 12.13; y Lidia: Hechos 10.15, 40.
5. Así también: «Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno» (Hch 2.44-45).
6. Karl Kautsky, The Foundations of Early Christianity: A Study in Christian Origins [Los fundamentos del cristianismo temprano: un estudio sobre los orígenes del cristianismo] (Londres: Orbach and Chambers, 1925), 331-347.
7. Esto no quiere decir que alguien sea verdaderamente objetivo (la historia de la filosofía moderna ha revelado que la objetividad pura es una quimera), pero hay muchas maneras en que uno puede ser más o menos objetivo.
8. De hecho, la inmensa mayoría de los eruditos del Nuevo Testamento son cristianos comprometidos que eligieron sus profesiones por la misma razón que los laicos leen la Biblia con devoción: desean conocer a Dios.
9. Los lectores estudiantes deben entender que cada una de las posturas descritas aquí es defendida con mucho más detalle de lo que con justicia se puede explicar ¡en un espacio suficientemente breve para mantener su atención! Así que, para ser justos con los eruditos que en realidad han elaborado sus puntos de vista con gran detalle (y sobre todo en alemán), he optado por debatir los temas básicos en abstracto, sin hacer referencia alguna a una figura en particular. Para una descripción y una crítica apropiadamente matizadas de los autores múltiples de cada explicación, ver LWE, 3-20.
10. Ver el capítulo 6 sobre la «teo-lógica» de la ética de Lucas respecto a la riqueza.
11. Los «ebionitas» eran una secta judeocristiana temprana que valoraba la pobreza voluntaria.
12. Cuando los eruditos hablan de «radicales carismáticos errantes» se refieren a predicadores itinerantes que realizaban milagros y tendían a practicar una especie de simplicidad asceta.
13. Para un resumen de la evidencia histórica de Jesús, ver Christopher M. Hays, «Ricos y pobres», en Diccionario de Jesús y los evangelios, eds. Joel B. Green, Jeannine K. Brown y Nicholas Perrin; trad. Rubén Gómez Pons (Barcelona: Editorial CLIE, 2006), 1002-1005.
14. El proponente más antiguo de esta perspectiva argumentaba que el término «discípulo» se refiere realmente solo a los Doce y los Setenta, y no al resto de los seguidores de Jesús (Hans-Joachim Degenhardt, Lukas, Evangelist der Armen: Besitz und Besitzverzicht in den lukanischen Schriften: eine traditions- und redaktionsgeschichtliche Untersuchung [Lucas, evangelista de los pobres: las posesiones y la renuncia de posesiones en los escritos lucanos: un estudio de la historia de la tradición y de la redacción] (Stuttgart: Katholisches Bibelwerk, 1965), 31, 39), pero esa sugerencia ha sido rechazada categóricamente. Ver David Peter Seccombe, Possessions and the Poor in Luke-Acts [Las posesiones y los pobres en Lucas-Hechos], Studien zum Neuen Testament und seiner Umwelt, serie B, vol. 6 (Linz: Fuchs, 1982), 101-05; LWE, 3-4.
15. Ver el capítulo 4.
16. Ver el capítulo 3.