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Introducción

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Este libro es el resultado de un proyecto de investigación bianual, denominado “La incorporación a la producción agropecuaria de sujetos en situación de vulnerabilidad. Trayectorias y modalidades de inserción”.

Nos planteábamos analizar posibles situaciones de inicio en esta actividad en un contexto en el cual se constatan fuertes procesos de reestructuración en la mayoría de las producciones agroalimentarias, cambios tecnológicos y aumentos de escala, lo que ha dado lugar a situaciones de diferenciación y expulsión de agentes productivos.

Nuestro interés no se centraba en grandes empresas que se incorporan al sector para diversificar su portafolio de inversiones, y que recurren a diferentes mecanismos para captar el capital necesario para llevar adelante sus actividades –entre ellas, la figura del fideicomiso–. Tampoco en pequeños inversores o hobby farmers interesados en la búsqueda de un nuevo estilo de vida. Más bien apuntábamos a estudiar casos en que sus protagonistas se caracterizan por una inserción precaria en el mercado de trabajo, que inician actividades productivas de base agropecuaria orientadas al mercado como mecanismo de sustentación de sus familias. Por lo tanto su perfil se diferencia de las situaciones anteriormente esbozadas no sólo por su proyecto personal en relación a la actividad, sino también por las restricciones que enfrentan para acceder al capital fijo y circulante, aspecto que incide en su manera de organizar la producción.

Su incorporación a la actividad agraria puede darse a partir de la iniciativa personal, si bien en estos casos puede existir una suerte de emprendedorismo “forzado” por la necesidad. O bien el propio inicio puede producirse a partir de la intervención de diferentes instancias institucionales. Dentro de éstas pueden mencionarse algunas propuestas de desarrollo que contemplan la conversión de destinatarios de planes sociales en autoempleados.

Nos interesábamos por el fenómeno de inicio en la actividad en aquellas áreas donde la actividad agropecuaria cumple un rol fundamental como vertebradora de la economía de los distritos. Tomamos a la provincia de Buenos Aires como base para nuestro estudio debido a varios factores: su tradicional importancia para moldear el capitalismo agrario argentino y como región en la que se manifiesta particularmente el proceso de agriculturización, especialización e intensificación productiva. En ella la tierra es un recurso de valor elevado en términos relativos, disputada por actores diversos, desde productores familiares hasta pooles de siembra. Otro rasgo que contribuyó a esta elección es que en nuestras entrevistas a informantes calificados se nos mencionó la existencia en esta provincia de requerimientos de asistencia técnica para el inicio de actividades productivas, formulados por sujetos expulsados del mercado de trabajo, particularmente en la etapa que siguió a la crisis de 2001 en Argentina.

Analizamos situaciones de inicio en la actividad a través de emprendimientos individuales y en menor medida asociativos desarrollados en pequeñas localidades, tres de las cuales constituyen cabeceras de partido. Se trata de cuatro distritos donde se verificó el fenómeno de expansión agrícola y en particular del cultivo de la soja, así como procesos de desplazamiento de la ganadería, con los consiguientes cambios en los patrones de empleo rural (figura 1).

Provincia de Buenos Aires


Figura 1. Localización de los partidos seleccionados para la investigación

Los cuatro ámbitos se caracterizan por el tamaño reducido de su población. Existe en ellos un bajo desarrollo de actividades industriales y no se perfilan nuevas dinámicas que hayan compensado los efectos de los procesos de reestructuración de las actividades agropecuarias. A pesar de estas características, que influyen sobre las modalidades concretas que asumen los microemprendimientos desarrollados, pensamos que algunos de los rasgos encontrados pueden ser extrapolables a pequeños productores de áreas periurbanas, cercanas a ciudades de mayor tamaño relativo.

Dada la escasez de antecedentes previos en la temática, nuestra investigación procuró un abordaje multidimensional. Combinó técnicas cualitativas de relevamiento y análisis de la información –entrevistas en profundidad a diversos tipos de informantes a nivel nacional y local y a casos de productores que desarrollan emprendimientos– con el reprocesamiento de datos estadísticos, que nos permitió comprender más cabalmente la evolución del contexto en que se inscribían. En ese sentido queremos agradecer especialmente a las personas que nos posibilitaron acceder a sus perspectivas y experiencias de vida, así como a algunos técnicos de organismos públicos que nos facilitaron el contacto con algunas de ellas: Mauro Cecchi, Emilio Dubra y Virginia Roca.

Para acercarnos a la temática planteada, podíamos partir de abordajes clásicos en las ciencias sociales agrarias centrados en el concepto de producción familiar, entendida como aquella que si bien engloba situaciones heterogéneas, tiene como denominador común el acceso a medios de producción por parte de la familia y su rol fundamental en el proceso productivo, tanto en la gestión como en la ejecución directa de las tareas. No obstante la condición de “nuevos” productores –que entre otros aspectos, supone la carencia de antecedentes previos en la actividad y de un proceso de socialización donde se transmiten saberes y prácticas– y la índole de sus trayectorias ocupacionales previas –que conjugan actividades no agrarias y urbanas– tornaban insuficiente este abordaje.

Otros conceptos, también desde las ciencias sociales agrarias –como el de pluriactividad y el de la nueva ruralidad– permiten dan cuenta de las crecientes interrelaciones entre lo rural y lo urbano, por lo que hemos recurrido a ellos en otros trabajos. Particularmente el segundo da cuenta de la presencia de ‘nuevos actores’ en el medio rural. La cuestión que se nos planteaba es que algunos de los emprendimientos eran desarrollados no ya en el espacio rural sino en el medio urbano, debido a la falta de acceso a la tierra que caracteriza a estos sujetos. Por otra parte, una inserción ocupacional no resuelta moldeaba su desarrollo como productores.

En este sentido podemos pensar a estos sujetos como vulnerables, ya que se iniciaron en la actividad agropecuaria en función de los fuertes procesos de reestructuración experimentados por los mercados de trabajo, tanto urbanos como rurales, con su incidencia en los niveles de empleo, en la calidad de éste –ya sea en términos de estabilidad como de beneficios sociales asociados– y en las exigencias de calificación que se plantean para acceder a los puestos de trabajo. Sin dejar de considerar la especificidad de lo rural-agrario, pusimos la mirada sobre aportes ya clásicos provenientes de la sociología de la nueva cuestión social, que visualizan al trabajo como soporte privilegiado de inscripción en la estructura social. La premisa fundamental de estos enfoques es que la posición ocupada por un individuo en la división social del trabajo tiene relación con su participación en redes de sociabilidad y sistemas de protección. La vulnerabilidad –zona intermedia entre la integración y la exclusión– conjuga la precariedad del trabajo y de los lazos relacionales, si bien estas asociaciones no actúan de manera mecánica, como nos advierte Castel, uno de los autores más emblemáticos de la corriente europea de abordaje de la cuestión. Así, en numerosos grupos populares la precariedad de las condiciones de trabajo a menudo es compensada por la densidad de sus redes sociales.

En la mayoría de los países latinoamericanos, tradicionalmente caracterizados por la importancia de las ocupaciones informales, los lazos comunitarios han cubierto, si bien parcial y fragmentariamente, los déficits incurridos por el Estado en materia de protección social. En este contexto se ha empleado el concepto de vulnerabilidad para captar con mayor precisión el impacto provocado por las reformas estructurales de los 90 –en materia de apertura externa, privatización y desregulación–, en tanto éstas conllevaron una mayor exposición a riesgos por parte de una gran masa de la población.[1]

Si bien el caso argentino se muestra como distinto a las imágenes tradicionales de América Latina, y tampoco coincide con las europeas, creemos que la noción de vulnerabilidad presenta ciertas potencialidades, en tanto nos invita a un abordaje multidimensional y procesual –diferente a la estaticidad del concepto de pobreza–, y nos permite incluir sectores no necesariamente carentes de recursos básicos para su subsistencia pero expuestos a procesos de exclusión. En áreas donde la ruralidad tiene un peso importante, el empleo del concepto nos permite dar cuenta de los impactos de los profundos cambios acontecidos en los mercados de trabajo agrarios, que se suman a sus debilidades de larga data en términos de generación de empleo.

Nuestro trabajo de investigación se centró entonces en sujetos que iniciaron la actividad agropecuaria desde una situación de vulnerabilidad, reconociendo que ésta asume diferente intensidad según los casos, hasta englobar hogares en los cuales se percibe una importante acumulación de desventajas (Saraví, 2006). Nos guiaban, entre otros, los siguientes interrogantes: ¿Qué mecanismos desarrollan estos sujetos para hacer frente a las barreras de acceso al sector? ¿Cuál es la relevancia de las redes sociales en que participan en el inicio de la actividad agropecuaria y en el grado de consolidación de sus emprendimientos? ¿Cuál es el significado de la actividad agropecuaria dentro de sus estrategias familiares de vida? ¿Existe un proceso de construcción de nuevas identidades, asociada al desarrollo de esta actividad? ¿Cómo impactan procesos más generales sobre la viabilidad de tales estrategias?

En los siguientes capítulos se abordan algunos de estos interrogantes. El denominador común que los caracteriza es el intento de articular conceptos teóricos con el material empírico, extrayendo algunas implicancias para las políticas públicas y las estrategias de intervención. Se combinan diferentes niveles de análisis, aunque el énfasis en el nivel micro o macro aparece más o menos reforzado, según el eje temático de cada capítulo.

La primera contribución del volumen, “Trayectorias vitales y microemprendimientos agrarios. Interfases micro-macro en los pueblos pampeanos”, considera a las actividades productivas autónomas como punto de llegada de trayectorias ocupacionales previas, en donde éstas “sintetizan” el aprovechamiento que los sujetos pueden hacer de la estructura de oportunidades existente, a partir de la puesta en juego de sus capacidades profesionales y sociales, así como de sus subjetividades y proyectos vitales (Novick y Benencia, 2001). Así, las trayectorias no sólo cobran relevancia para entender la peculiar mirada de los sujetos sobre los emprendimientos desarrollados, sino también para “leer”, a partir de éstas, tendencias hoy presentes en las áreas rurales pampeanas.

El siguiente capítulo, “Redes sociales y autoempleo agropecuario en sectores vulnerables” aborda la problemática de los vínculos establecidos desde dos puntos de vista: como forma de acceso a diferentes bienes y servicios, y como mecanismos de construcción de identidad. Combina así una dimensión de índole instrumental con otra simbólica; para ello, examina el contenido de las relaciones (alrededor de ciertos ejes como son la cooperación, la confianza, el conflicto), así como su carácter (simétrico/asimétrico), en función de las (posibles) disparidades de recursos –en sentido amplio– entre los sujetos involucrados en tales intercambios.

“La construcción social del mercado en nuevos productores en situación de vulnerabilidad” es el tema central del siguiente capítulo, que aborda una dimensión de gran pertinencia y resaltada como problemática por la mayoría de los informantes consultados. El análisis toma un emprendimiento asociativo hortícola como base para desarrollar reflexiones más generales, analizando los desafíos a superar en el establecimiento de canales de comercialización y el rol asumido por las instituciones locales. Asume una perspectiva diacrónica –considerando los problemas que se fueron planteando, ya sea desde la oferta como desde la demanda–, y el grado de ajuste de los mecanismos que se van delineando al perfil de los sujetos que protagonizan el emprendimiento.

El cuarto capítulo, “Los microemprendedores y sus estrategias en el contexto de las transformaciones productivas pampeanas”, considera algunas características centrales de la evolución de la estructura agraria de esta región que permiten comprender las estrategias delineadas por los actores para hacer frente a las barreras de acceso a la actividad y posibilitar su permanencia. Tales rasgos contribuyen a entender la viabilidad de sus iniciativas y los “márgenes de acción” efectivamente disponibles. Desde otro punto de vista, permiten plantear algunas hipótesis en relación a la capacidad de inclusión del agro pampeano actual.

El rol de las instituciones presentes en los espacios rurales es analizado por el siguiente capítulo, “Desarrollo local, autoempleo y políticas educativas: Un acercamiento a los CEPT y CEA de la provincia de Buenos Aires”. Su autora aborda la implementación de las políticas de educación agraria en relación con el desarrollo local, centrándose en dos tipos de establecimientos de educación media, los Centros Educativos para la Producción Total y los Centros de Educación Agrícola de la provincia de Buenos Aires. Compara las propuestas educativas y las actividades que se llevan a cabo relacionadas con el fomento del desarrollo local y el autoempleo, teniendo en cuenta la importancia que éstas adquieren en algunos de los emprendimientos analizados.

Por último, el capítulo 6, “Algunas cuestiones que inciden en el accionar de los programas sociales y de desarrollo rural” nos invita a reflexionar sobre las diferentes dimensiones que afectan la concepción e implementación de los programas destinados a los sectores subordinados del agro, a través del análisis de sus aspectos institucionales, objetivos, los perfiles de sus beneficiarios y las competencias profesionales de los agentes que en ellos intervienen. Los resultados a los que arriban los programas son así visualizados como una consecuencia de un juego en donde interactúan estos y otros elementos, de allí que su reconocimiento resulta de interés para contribuir a entender la lógica y funcionamiento de los mismos.

El panorama que surge de estos abordajes es plural e ilustra la complejidad del desarrollo rural planteado en un sentido abarcativo e incluyente. Nos remite a la pertinencia de los estudios sobre los sujetos sociales agrarios, ya sea “nuevos” o “preexistentes”, en un país como la Argentina, donde la vitalidad del campo –en el sentido restringido del término y también como ‘campo’ de estudio– es, sin lugar a dudas, innegable.

Bibliografía

Castel, R. (1997), La metamorfosis de la cuestión social, Buenos Aires, Paidós.

Kaztman, R., F. Filgueira, G. Kessler, L. Golbert y L. Beccaria (1999), Vulnerabilidad, activos y exclusión social en Argentina y Uruguay, Santiago de Chile, Oficina Internacional del Trabajo.

Novick, M. y R. Benencia (2001), “Nota de los editores”, Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo, año 7, Nº 13, pp. 3-4.

Pizarro, R. (2001), La vulnerabilidad social y sus desafíos: una mirada desde América Latina, CEPAL, Serie Estudios estadísticos y prospectivos Nº 6.

Saraví, G. (2006), “Nuevas realidades y nuevos enfoques: exclusión social en América Latina”, en Gonzalo Saraví (ed.), De la pobreza a la exclusión. Continuidades y rupturas de la cuestión social en América Latina. Buenos Aires, Prometeo, pp. 19-52.

[1]. Desde esta perspectiva se alude tanto a la inseguridad e indefensión experimentada en las condiciones de vida a consecuencia de eventos económico-sociales traumáticos, como al manejo de los recursos y las estrategias empleadas para enfrentar sus efectos (Pizarro, 2001). A pesar de las evidentes similitudes de la terminología, creemos que esta aproximación a la cuestión se distancia de la tradición francesa, con su énfasis en los aspectos derivados del funcionamiento del sistema social. Varios autores, a pesar de adoptarla, hacen hincapié en que los recursos que poseen las familias dependen de las estructuras de oportunidades provistas por el Estado, el mercado y la sociedad, por lo que necesariamente deben abordarse sus lógicas de producción y distribución (Kaztman, et al., 1999; Pizarro, ob. cit.).

La otra agricultura

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