Читать книгу Hacer ciencia en el siglo XXI - Claudia Liliana Perlo - Страница 13
ОглавлениеCiencia es el arte de crear ilusiones convenientes, que el necio acepta o disputa, pero de cuyo ingenio goza el estudioso, sin cegarse ante el hecho de que tales ilusiones son otros tantos velos para ocultar las profundas tinieblas de lo insondable.
Carl Gustav Jung
Correr velos y sumergirnos en lo insondable
Porque nos seduce lo insondable y nos aburre lo conveniente, es que en este apartado queremos compartir con el lector, preguntas que ya hace varios años inquietan nuestra tarea de investigación.
¿A qué se llama ciencia en el siglo XXI?
¿Para qué se investiga y cómo se involucran los investigadores con lo investigado?
¿Cómo se producen estos conocimientos? ¿Quiénes y cómo los validan?
¿En qué medida los nuevos descubrimientos ontológicos y epistemológicos del siglo XX han penetrado en la práctica de la investigación científica actual?
¿Qué conocimientos generados por la humanidad quedan por fuera del marco científico acreditado?
¿Qué relación guardan los conocimientos científicos con otros saberes que la humanidad produce fuera de este ámbito?
¿Quiénes y cómo se validan esos “otros” saberes?
¿Qué entendemos nosotros por ciencia en el siglo XXI?
¿En qué medida deberíamos preocuparnos por la cientificidad de los conocimientos producidos, cuando en algunos casos, otros saberes sociales también resultan igualmente válidos para comprender y transformar nuestro vivir?
Y más aún de manera arriesgada, me pregunto junto a mi amigo Jorge, ¿Y si este mundo no fuera para ser explicado sino para ser sentido y vivido? ¿Cuál sería la forma de entrar allí?
¿Cuál es el rumbo a tomar para quienes deseamos explorar con una cabeza que siente y un corazón que piensa en el siglo XXI?
Somos conscientes de la incomodidad que pueden generar estas preguntas, también somos conscientes de la ineludible responsabilidad de no esquivarlas, a pesar de que nos lleven por caminos inseguros, inciertos, resbaladizos y hacia respuestas que quizás no queramos oír. Así y todo creo que debemos sumergirnos en ellas y abordarlas.
Tampoco ignoramos que algunas de ellas fueron planteadas inquietantemente en el siglo pasado, Kuhn (1962), Feyerabend (1975), sí creemos, que a cien años o más, de grandes sismos ontológicos en el desarrollo científico, estas preguntas palpitan fuertemente en los corazones de los que han despertado, los semi-despiertos y hasta en los que aún dormidos sueñan la pesadilla de la fragmentación del UNIverso. (4)
No tenemos respuestas claras y precisas, por ello lo que sigue, son más presunciones y anhelos de cambio.
Despertar del sueño de la razón
El solo hecho de formularse estas preguntas evidencia que quien las formula, ha despertado o está desperezándose y se encuentra epistemológicamente situado fuera del paradigma tradicional. Desde una mirada tradicional positivista hay una perspectiva unívoca de la realidad y del hacer ciencia, que parte de suponer una realidad dada, objetiva, preexistente. En este sentido hacer ciencia supone observar, decodificar, comprobar y medir.
En los siglos XVI y XVII la visión medieval del mundo, basada en la filosofía aristotélica y la teología cristiana, cambió radicalmente. La noción de un universo orgánico, viviente y espiritual fue reemplazada por la del mundo como máquina y esta se convirtió en la metáfora dominante de la era moderna. (Capra, 1996:39)
Descartes fue el gran diseñador de esta nueva manera de conocer que generó dos mundos separados e independientes, el de la mente y el de la materia. Este paradigma luego fue completado y reforzado por el modelo mecanicista de Newton.
Desde nuestra perspectiva, esto es lo que predominantemente se entiende por ciencia hoy y es avalado en las instituciones académicas. La misma ciencia que permitió entrar en la modernidad, para expandirse y profundizar el desarrollo tecnológico innegable y relevante que tuvo la sociedad occidental, al mismo tiempo negó y destruyó física o ideológicamente toda otra forma de pensamiento y de relación con la realidad que no aceptara las premisas científicas establecidas por el racionalismo hegemónico. Históricamente siempre existieron disidentes, la desobediencia académica, considerada herejía (al mejor estilo medieval) fue duramente castigada, significaba el descrédito y el alejamiento de los círculos académicos y la sospecha de irracionalidad. Muchos ejemplos podríamos citar de la historia, uno significativo para mí lo es la ruptura entre Freud y Jung. Freud considerado el padre del psicoanálisis, expresa a su discípulo la intención de que éste continúe su legado, declarándolo su hijo intelectual. Freud sostenía vehementemente que la causa de la neurosis tenía un exclusivo origen en la represión sexual, que habitaba en el inconsciente individual. Jung, encontró estrecha su mirada, considerando que el alíbido no es solo sexual, ni individual, creía que dicha concepción reducía la dimensión humana. Vislumbraba un inconsciente que iba mucho más allá de lo biográfico o personal. Estudió los símbolos, arquetipos, mitología y tradiciones místicas que lo condujeron a concebir el inconsciente colectivo. Tampoco presentó repulsión por el mundo del espíritu, la magia, la cábala y la alquimia, en los que profundizó durante su estado considerado de “demencia”, luego de la ruptura con su maestro.
No pocos fueron los enfrentamientos y discusiones que Jung tuvo con Freud, ante lo que éste último consideraba tanta supertichería, que terminó con el castigo del hijo rebelde, fue apartado. Así lo expresó Freud en una carta a su discípulo desviado:
...En consecuencia, propongo que abandonemos nuestra amistad enteramente, no pierdo nada con ello pues mí único vínculo emocional con Ud., ha sido durante un largo tiempo, un delgado hilo, debido al prolongado efecto de pasados desacuerdos. Freud, Viena, Enero de 1913. (Grimaldi:2012)
En la actualidad existe una creciente revalorización de la teoría junguiniana, convergente con una fuerte búsqueda del sentido de la vida y un sutil y progresivo acercamiento entre los mundos que hasta ahora aparecían escindidos: materia y mente, cuerpo y emoción, lo natural y lo social, oriente y occidente. Asimismo consecuentemente con la sanción recibida, esta revalorización aparece en primer lugar en el seno de la práctica social psicoterapéutica y de la sociedad en general, antes que en el espacio paradójicamente creado para la generación de conocimientos: la academia y su espacio institucional, la universidad.
De manera muy similar, fue tomada como alocada la idea de la teoría de la deriva continental, originalmente propuesta por Alfred Wegener en 1912. Quien formuló la misma, a raíz de numerosas observaciones que indicaban que los continentes estuvieron unidos en eras geológicas pasadas. Estas evidencias incluyen la manera en que parecen encajar las formas de los continentes a cada lado del Océano Atlántico, como por ejemplo África y Sudamérica. Por supuesto que la idea fue originalmente descartada como ridícula por sus colegas, quienes no encontraron rigurosidad en sus argumentos. La idea recién fue tomada en cuenta en Europa, en los años cincuenta y confirmada por la comunidad científica una década después.
El desarrollo científico propio de la edad moderna desarrolló la lógica del pensamiento racional adulto y “consciente”, como la única y exclusiva forma de percibir la realidad. Por un lado, intuir e imaginar pareciera ser cosa de niños y eso no es cosa seria. Por otro, cualquier otro estado de conciencia que no respondiera a estas características era/es considerado una patología. El desarrollo científico se ha basado en la lógica racional, ahora bien, ya no podemos ocultar lo que la historia de las ciencias nos muestra. Ya no podemos desconocer el papel que juegan la intuición, la corazonada, y hasta lo que pareciera “demencia”, en los grandes descubrimientos científicos.
No ponemos en cuestión la necesidad de buscar argumentos y construir datos que nos permitan explicar la realidad. Sí nos preguntamos ¿Qué hubiera sido del desarrollo del conocimiento si no hubiéramos contado con seres humanos valientes y osados, dispuestos a pasar el ridículo y perder “prestigio” en pos de seguir adelante con sus intuiciones?
Está visto que, así como pensar distinto fue peligroso en el medievo, no fue/es muy diferente el riesgo en la época moderna. Por lo que para algunos, la búsqueda de alianzas y negociaciones para salvar la reputación y el pellejo constituyó una estrategia adecuada.
Una interesante alianza: Así en la tierra y así en el cielo
En este caso, la separación de la Iglesia de la producción de conocimiento al final de la edad media y en el ingreso a la modernidad, que en primer lugar constituyó un quiebre entre ciencia y fe, no tardó en derivar en una interesante alianza. Divididas las “unidades de negocio”, la ciencia ganó autoridad en el desarrollo de las cuestiones de la tierra y la iglesia se apropió de las cuestiones del cielo. De este modo la ciencia se ocuparía del cuerpo, la mente, la naturaleza y la Iglesia del alma y las cuestiones del espíritu. Asimismo la fuerte atmósfera positivista sedujo la ambición de la iglesia de “demostrar” su propia verdad y condujo a que ésta no se contentara con la eseidad del espíritu, doblegándose prontamente a participar bajo “las reglas del método”. Ejemplo de ello es la necesidad de la iglesia de justificar científicamente los milagros, a través de la recolección de evidencias y pruebas que “demuestren” la veracidad del poder del espíritu sobre la materia, aún con las gafas claras y objetivas con que se observa ésta. El milagro en primera instancia es sospechado, requiere de procesos probatorios de laboratorio para ser creído. La Iglesia se somete al tribunal científico, para hacer “fiable” sus datos, para no caer en la irracionalidad. De este modo va censurando a lo largo de su historia, la eseidad del milagro y racionalizando la fe, empobreciéndolos, transformando lo sobrenatural en natural, construyendo una religión aliada a la investigación científica. No nos faltan ganas, pero sería extenso adentrarnos aquí, (el lector puede suponerlas) en los profundos motivos por las cuales la iglesia se encontró a salvo en el refugio de la razón y no expuesta a la sensación del cuerpo e infinitud del alma.
Volver a la fuente
En el siglo XXI, ante la exacerbación y agotamiento del modelo positivista para dar respuesta a cuestiones que no se resuelven exclusivamente por este método; ante los sísmicos hallazgos del siglo XX que ponen en cuestión el modelo hegemónico y que además señalan un retorno a la integración del conocimiento; aparece una necesidad no científica, sino predominantemente social, de reconocer y revalorizar otras fuentes de conocimiento, que superando el reduccionismo científico permitan vincularnos más plenamente con la compleja realidad. Estas otras formas de pensamiento ligadas a la percepción del cuerpo y al desarrollo del espíritu fueron históricamente despreciadas por la racionalidad moderna, adjudicadas a los pueblos vencidos, pobres, “no desarrollados”, ya sean orientales u occidentales. Muestra de la escasa o poca efectividad de la irracionalidad, plasmada en el mito, en la magia, en la superstición, era (a vista de los otros) “el escaso desarrollo económico y tecnológico de estas comunidades”.
Durante todo el siglo pasado, desde el campo académico, aunque con las gafas tradicionales de la ciencia, la antropología ha realizado una excelente tarea de revalorización de los pueblos, sus culturas y sus saberes, devolviéndole legitimidad a la otredad.
Hacia finales del siglo pasado, el paulatino y gradual acercamiento entre oriente y occidente que ya mencionamos, ilustrado de manera maravillosa tanto en la obra de Capra (2009), como de Dalai Lama (2008) fue conduciendo a científicos y pensadores en general a la reconstrucción de nuestro fragmentado UNIverso.
En la actualidad no son pocos los científicos que viven esta multiplicidad de modelos, aunque con escasa integración con la realidad demandada por el sistema académico institucionalizado. Se percibe un celoso cuidado por parte de los científicos para abrirse al tratamiento de temas que por la ciencia modernas son considerados hoy tabú, y como todo tabú de eso no se habla.
Conozco muchos, pero muchos colegas académicos…gente destacada en su campo -psicología, neurociencia cognitiva, neurociencias básicas-, que en privado están sumamente interesados en los fenómenos psíquicos. Algunos de ellos han tenido éxito en el resultado de sus experimentos. ¿Entonces por qué no oímos hablar de eso? Porque la cultura en el mundo académico dice que no se puede. (Radín, D, 2006) (5)
Aún con disimulo, el pensamiento científico profesional y los profesionales formados en él se vinculan a través de su práctica con la población en general, generándose una comunicación más o menos encubierta entre estos sistemas. Ejemplo de esto, es que en el campo de la salud, ya no aparece una negación absoluta como en el siglo XX, de la efectividad de estos saberes holísticos y prácticas sistémicas tales como: acupuntura, homeopatía, medicina ayurvédica, antroposofía, logosofía, meditación, yoga, reiki, prácticas sufistas, bionergía, biodanza, neochamamismo entre otras. Alguna de estas prácticas, muchas de ellas fundamentadas en los desestabilizadores hallazgos científicos del siglo pasado, según su formalización y evaluación de sus logros por el sistema académico institucionalizado, han sido más o menos aceptadas y toleradas, como lo es el caso de la homeopatía y la acupuntura. En otros casos o bien son descalificadas, o bien consideradas abordajes “alternativos” a las prácticas “tradicionales” científicas. Asimismo ¡que paradójico resulta! denominar “tradicionales” a las prácticas científicas que emergieron en los albores de la modernidad, como “modernas”, suplementarias y superiores a las prácticas tradicionales curativas de los pueblos originarios.
Volver a la fuente significará, beber nuevamente, de las vivencias en el cuerpo, que intensamente estudió Francisco Varela (1992) aún enfermo durante sus últimos años de vida. Retomar las experiencias del camino, el conocimiento sin fronteras, sin jueces, ni verdugos que impongan su razón sobre nuestro corazón.
Afortunadamente cada vez más, tanto en el ámbito científico como en la población en general, nos encontramos con quienes participan en lo que denominamos la emergencia de una transformación silenciosa.
El silencio no es ausencia de palabras, el silencio es escucha, es tiempo de espera, es la inapreciable duda, es respeto, es reflexión, es integración. Desde esta perspectiva, no se gritan proclamas, ya no se plantean luchas, ni se busca derrotar a los paradigmas hegemónicos existentes. Lo que se pretende es abrirlos, ampliarlos y complementarlos con las múltiples visiones del mundo existentes.
Justamente el gran desafío del siglo XXI es el darnos cuenta de este movimiento sutil y certero, e integrar diversas perspectivas para comprender la compleja realidad holográfica en la que estamos inmersos.
Dejar de renegar para religar
Como hemos visto en nuestra historia, en el pasado, las reacciones al modelo establecido y predominante buscaban re-negar del modelo existente y asumir aisladamente nuevas perspectivas parciales de la realidad. Afortunadamente esto se está transformando y hoy existen líderes espirituales que expresan:
Quise comprender la ciencia, pues, porque me ofrecía un área nueva que explorar en mi esfuerzo personal por comprender la naturaleza de la realidad. También deseé conocerla porque reconocí en ella una manera irresistible de comunicar conocimientos obtenidos de mi propia tradición espiritual. (Dalai Lama, 2008:8)
Justamente el conocimiento sustancial del siglo XXI es abandonar los antagonismos y asumir lo complementario. El reto de esta época no es renegar, sino religar, buscando la integración, transformando el adversativo “pero” por la conjunción sumativa “y”. Este proceso no está ocurriendo de manera institucionalizada, como ya expresamos es emergente, sutil y silencioso, fluye de manera holográmica desde las subtotalidades (Bohm, 1988) sensibles de la realidad.
Este libro busca, cómo transitar dialógicamente este nuevo rumbo, a partir de un autoconocimiento, que nos permita tomar conciencia de la convivencia de estas perspectivas.
Estos saberes y prácticas ponen en inapreciable duda, el modelo predominante de un “conocimiento válido” para comprender y transformar la realidad. Arriesgadamente, nos preguntamos por la ciencia misma, como “modo superior de conocer” el UNIverso que nos rodea.
Estas nuevas perspectivas emergen de los desarrollos científicos más significativos del último siglo, la relatividad, la física subatómica, el construccionismo radical, la biología molecular, la fenomenología, la teoría de los sistemas, la cibernética, la complejidad, la termodinámica, entre otros. Algunos de estos cuerpos teóricos, han sido reconocidos por la comunidad científica con el mayor galardón de la academia como lo es el caso del talentoso premio Nobel Ilia Prigogine. Sin embargo, estos logros no han impactado en la transformación de la concepción de la ciencia y su quehacer; el que se encuentra aún fuertemente ligado a la filosofía cartesiana, la física mecanicista newtoniana y a las ciencias naturales organicistas.
A este punto podemos afirmar que esta manera de hacer ciencia, no solo se ha empobrecido por no aceptar otras formas de conocimiento validadas por el método tradicional científico, sino fundamentalmente por no estar actualizada con los propios desarrollos disciplinarios que la misma ciencia, en el seno de sus instituciones, valientemente produjo.
Como señalamos al principio, quizás estos nuevos desarrollos nos dicen lo que no estamos dispuestos a oír.
¿Será que el investigador no investigado, desecha de su realidad, (a riesgo de no dar cuenta profundamente de ella) todo aquello que lo desafía a sí mismo?
¿Tal vez porque darse cuenta de estos nuevos desarrollos científicos implique un sismo ontológico en su vida personal?
Los nuevos planteos ontológicos y epistemológicos envuelven una cosmovisión del UNIverso que quiebra definitivamente la ciencia moderna sin conciencia, basada en un desarrollo científico y tecnológico desmesurado, que arriesga nuestra vida en el planeta constituyéndose en la ruina del alma. (Rabelais) (6)
En la construcción de una nueva sociedad, la transformación silenciosa que integra diversos sistemas de conocimientos, se corresponde con una humanidad que se relaciona reticularmente respetando al otro como legítimo otro. Esto significa paridad, equidad entre alter y ego. Implica otorgar legitimidad al otro en tanto otra versión del yo. En esa legitimación lo reconozco al otro tanto como a mis propios derechos. El Otro- semejante tiene el mismo estatuto de existencia que yo.
Finalmente, ensayando alguna respuesta para la pregunta osada de mi amigo Jorge, surge otra pregunta más. ¿Qué hacemos estudiando la vida? ¿Y si la vida fuera misterio inasible a nuestra racionalidad? Tal vez ya sea demasiado tarde para esta pregunta y no podamos retroceder con el desarrollo de nuestro neocortex. En ese caso, ¿Cómo sigue esto? ¿Qué es lo próximo?
Cuando concebimos la vida también como un misterio, el conocimiento aunque necesario, resulta insuficiente para vivir, tan solo apacigua nuestro espíritu inquieto de exploradores y enriquece nuestro cerebro sagaz. Eso estamos haciendo al escribir este libro. ¡Buscamos hacerlo despiertos y sintiéndonos vivos! Entonces conocer (vivir) e investigar (aprender) ¡es la maravillosa vida misma!
4. De ahora en adelante así aparecerá escrito este vocablo, sepa el lector que no se trata de un error de tipeo, (adjudicable siempre al pobre corrector editorial!!) sino de una intención de sentido, con serios fines didácticos.
5. Citado por: Arntz; W. Chasse, B; Vicente, M. (2006) Op. Cit.
6. Citado por Morin, Op. Cit (2000: 207)