Читать книгу Gripe existencial - Claudio Sepúlveda - Страница 11

LA TIERRA DE ABEL Recorrí la tierra de Abel y nunca hice hincapié en mis pertenencias. Otras son las llagas de las que hablo y me acusan. Otros son los que invadieron el valle. Me pregunto qué fue de mis padres y miro lánguido el tiempo esfumarse. ¿O será que aún veo soldados aquí dentro y debo considerar que las bestias sueltas no logran ver que estoy enfermo? Entonces pienso en un beso tuyo, un caramelo de hartazgo, un pequeño estado que me haga sentir bien. Todos partieron, pero yo sigo aquí, disfrutando el camino de los que se marcharon. Mas esta claridad es absurda y larga al entrar en el laberinto y me pregunto, ¿qué he logrado?

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Puedo decir que la magia está en nosotros y jamás en el óxido de allá afuera. Todavía me estremezco al alzar la traba de la puerta, el mal tiempo se fue, pero siempre es hoy desde que la levanto. Gritemos por una oportunidad y dime si me equivoqué, ya los usurpadores se fueron y vuelven a mí en sueños, como buscando a la amada. Y cancelé cuentas impagas como vulgar ladrón para sentirme vivo. Quizás esto sea todo y no reconozca lo verdadero, pero lo que me atrae es un mero sentimiento humanitario que tarda en llegar, como líquido lacerante que atraviesa las arterias.

Gripe existencial

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