Читать книгу Interrupciones - Clelia Inés Moure - Страница 2
ОглавлениеInterrupciones
Por una poética de la lectura
Clelia Moure
Moure, Clelia Inés
Interrupciones : por una poética de la lectura / Clelia Inés Moure. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Tercero en Discordia, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-987-8492-45-2
1. Ensayo Literario Argentino. I. Título.
CDD A864
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.
ISBN 978-987-8492-45-2
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.
Impreso en Argentina.
Índice
I. La tenaz persistencia de la memoria
II. La escritura y la fragilidad
2. Sobre lo irrefragable
3. Sobre lo indecible
4. Sobre la imposibilidad de escribir
5. Extraer la piedra de la locura
6. La mirada de la Medusa
7. La soledad del escritor
8. Una biblioteca ciega
2. Estado de cosas
3. Sobre la emoción y las palabras
4. La escritura y la melancolía (un problema musical)
5. La melancolía y la mirada (sobre una foto familiar)
6. “¿Y qué importa dónde esté mi cuerpo?”
1. Tiempo teatral y tiempo vital
2. La literatura forma parte de lo que soy
3. El deseo de escribir
4. Nombrar el deseo
5. El cuerpo afectado del poema
La cura literaria (a modo de conclusión)
Bibliografía
Introducción
Porque nadie sabe nada del sentido que la lectura da a la obra, quizás porque ese sentido, siendo deseo, se establece más allá del código de la lengua.
Roland Barthes. Crítica y verdad
Este conjunto de textos está animado por una convicción paradójica: la certeza de que sólo la incertidumbre puede salvar el pensamiento.
Lo que acabo de señalar es algo más que una idea personal; es lo aprendido por los filósofos de todos los tiempos en el movimiento espontáneo de la meditación, cuyo pulso es el deseo de saber y de comprender un determinado fenómeno, pero cuyo camino obligado es la vacilación, los avances y retrocesos ante las dificultades de la materia de estudio o ante las dudas más tenaces, que obligan a mantener los ojos abiertos, la mente alerta, el tacto y el oído bien dispuestos. Ese aprendizaje es su legado, y yo estoy infinitamente agradecida por ello.
Uno de los placeres de la escritura y de la lectura está dado por la posibilidad de explorar nuevas formas. He sido y sigo siendo una feliz lectora. Con el deseo (tal vez ingenuo, tal vez omnipotente, pero ciertamente honesto) de hacer felices a otros, este conjunto de textos se atreve a internarse en el camino de dicha exploración y propone la meditación y el relato como discursos íntimamente conectados. Esa conexión íntima no es una simple combinación armoniosa; los dos discursos se necesitan y se potencian, en la medida en que uno permite la mejor posibilidad del otro. Éste no es, desde luego, un descubrimiento mío; lo he aprendido de mis maestros. El primero, omnipresente en mi escritura, es y será Jorge Luis Borges, el cuentista, el poeta y el ensayista (lo es simultáneamente en cada uno de sus textos). Mi admiración por los inclasificables y extraordinarios ¿ensayos?, ¿cuentos?, de Otras inquisiciones lejos de obturar mi deseo de escribir ha sido un feliz estímulo para atreverme a intentarlo, para permitirme cruzar dos registros discursivos que pueden parecer ajenos pero nunca lo han sido. En esa discontinuidad discurre eficazmente el pensamiento, se explica a sí mismo; la idea se vuelve posible entramada en el verosímil del relato.
El segundo maestro a quien le debo infinita gratitud es Roland Barthes. También él ha explorado las nuevas formas del ensayo. La de Barthes -dice Nicolás Rosa en un prólogo memorable- “es una retórica amorosa hecha de susurros, de hesitaciones, de vibraciones […] la palabra semiarticulada vacila, la palabra caída desfallece en el discurso quebrado pero intensamente logrado donde la verdad siempre triunfa al fracasar.”1 La concepción barthesiana del texto y de la lectura, que renovaron el panorama crítico de la segunda mitad del siglo veinte, y cuyas derivaciones siguen provocando pensamiento y sentido muchos años después de su desaparición física, determinaron para siempre mi forma de leer y me animaron a escribir mis lecturas, porque su reflexión teórica justifica y habilita la horizontalidad en la producción del sentido: no hay sentido único ni Estado literario; el texto es una red sin límites ni centro, un campo metodológico, un espacio donde el sujeto trabaja y produce; un territorio siempre nuevo que merece ser cartografiado. Estos dos maestros son el único lujo que me permito; mi manera de leer les debe casi todo a ellos.
Se me reprochará tal vez la generalidad de los temas que abordan estos breves ensayos. Parece pretencioso que no me limite a un área modesta del conocimiento y que me atreva a hablar de la soledad, de la emoción, de la poesía, del silencio, de la escritura y la lectura, de la memoria y el olvido. Pero no me ha parecido demasiado porque llevo toda mi vida pensando en ellos. Son los grandes temas de la humanidad, de la filosofía, de los novelistas y poetas más célebres, lo sé, pero son también los temas de cada hombre y de cada mujer, y sobre todo, de cada niño. Mucho de lo reflexionado en este volumen recoge poderosas intuiciones de la infancia. Y en más de una ocasión, la reflexión adulta no las ha superado. Ha podido, a lo sumo, desplegar los términos del problema.
Me obligo a dar una breve explicación del título y de la dinámica de este conjunto de textos. Empleo el término “interrupciones” en un sentido –otra vez- barthesiano. Me refiero a aquel memorable comienzo de su artículo “Escribir la lectura”:
¿Nunca les ha sucedido, leyendo un libro, que se han ido parando continuamente a lo largo de la lectura, y no por desinterés, sino al contrario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿no les ha pasado nunca eso de leer levantando la cabeza? (Barthes 1991 [1970]: 35)
Esta es en mi experiencia la paradigmática escena de lectura, repetida cada vez, en cada recorrido. Esa suspensión es necesaria para ver lo que el texto señala o evoca, aquello que da a entender y lo que resuena en sus pliegues, porque cada pliegue marca la dirección de la mirada o de la memoria. En términos de Michel Foucault, se trata de aquella suspensión que se configura en el “hablo” de la escritura literaria, aunque no vaya a dar necesariamente en un “digo” esto o aquello.2
La interrupción es una discontinuidad sin la cual no habría nunca conexiones heterogéneas ni producción de sentido ni texto como travesía. De esa suspensión, además, el lector regresa transformado: ya no será nunca el mismo. Hay en esta comprensión de la actividad lectora una poética, por cuanto se desprende de ella que la lectura es una práctica, un hacer que garantiza la existencia de cada texto en un tiempo real, en un espacio preciso, y por su condición activa y productiva es -tanto como la arquitectura, la música, la pintura- una de las bellas artes.
Cierro esta breve introducción con un señalamiento obvio pero necesario: he aprendido a pensar con la literatura, por la literatura. En ella encontré siempre y sigo encontrando ideas, conjeturas, certezas, convicciones y preguntas que no me habría planteado sin ella. En cada texto el lenguaje se pone en acción, una acción del cuerpo, del pensamiento y de la voz. Por eso la lectura me lleva a escribir, a prolongar el deseo del texto comunicando el sentido que tiene para mí: un momento de su indetenible devenir, apenas una de sus infinitas metamorfosis.
Mar del Plata, octubre de 2021
1 Rosa. Nicolás. Prólogo a Lo neutro. Notas de cursos y seminarios en el Collège de France, 1977-1978. México: Siglo XXI editores, 2004. Recogido dos años después en: Relatos críticos. Cosas animales discursos. Buenos Aires: Santiago Arcos editor, 2006. Pp. 77-107.
2 Estoy recordando el breve ensayo de Michel Foucault: El pensamiento del afuera, de inspiración blanchotiana, publicado en 1986 por la editorial valenciana Pre-textos.