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PRÓLOGO

La libertad y la justicia son dos valores que coexisten con la humanidad desde el principio de los tiempos. Luchar por ellos y por los derechos de los más necesitados da sentido a todos los sufrimientos que se derivan, necesariamente, de esa lucha.

La corrupción solo genera dolor y daño. Dolor, por comprobar que aquellos en quienes has confiado para que gestionen el dinero público han defraudado esa confianza, se han aprovechado y se han lucrado, en contra del mandato que la sociedad les hizo en su momento. Daño, porque todo ese dinero del que vilmente se han apoderado, no se ha podido utilizar para sufragar las necesidades de todas esas personas a las que podría haber ido destinado y que, por la conducta delictiva de unos pocos, no llegó nunca.

La defensa de la sociedad, de tus conciudadanos y, en concreto, de aquellos más necesitados, es el mayor honor y la mayor responsabilidad que puede tener un funcionario público. Los niños no tienen por qué dar clase en barracones en colegios e institutos donde, a la primera de cambio, se inundan las «clases», donde rebosan los inodoros, a consecuencia del robo de dinero público que se podría haber destinado a construir centros docentes dignos. Los enfermos no deben sufrir las consecuencias de centros de salud, hospitales o centros de especialidades obsoletos porque a alguien se le ocurrió hacer negocio con el dinero que iba a destinado a mejorar esas instalaciones.

Pero si estas personas del primer mundo no deben sufrir las consecuencias de la corrupción, quienes no deben sufrirlas de ninguna manera son los más necesitados del tercer mundo, que con un euro de nuestro dinero son capaces de comer y beber agua potable por varios días.

Cuando al fiscal anticorrupción le llega una denuncia de corrupción política sabe a lo que se enfrenta: procedimientos largos, grandes y prestigiosos abogados, presiones…, pero cuando crees firmemente en la justicia, la libertad y la defensa de los más necesitados, todas esas circunstancias son accesorias, prevalece sin duda la necesidad de buscar la verdad para que se haga justicia, sin más.

Ese trabajo no sería posible sin el apoyo de la sociedad y la colaboración de aquellas personas que, jugándose su vida laboral, personal y familiar de manera valiente, denuncian hechos que, si no fuera así, nunca conoceríamos.

Tampoco sería posible sin juezas y jueces valientes que persiguen la verdad por encima de todo. Mucho menos sería posible sin policías y guardia civiles con una profesionalidad y una metodología de trabajo que nada debe envidiar a la de otros países.

La prensa independiente y comprometida con la justicia es un eslabón fundamental de nuestro estado democrático. Gracias a ellos, hemos conocido, y seguro seguiremos conociendo, que no es oro todo lo que reluce.

La lucha contra la corrupción tendrá momentos más álgidos y momentos más tranquilos, seguro, pero no acabará, porque forma parte de la esencia de la humanidad y se ha repetido a lo largo de la historia. Sin embargo, los corruptos y quienes se corrompan deben saber que siempre tendrán en frente a alguien que luchará para que la justicia y la libertad prevalezcan porque, en esa lucha, no hay tregua.

Vicente Torres

Fiscal anticorrupción de Valencia

Desmontando a un corrupto

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