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PRÓLOGO de Facundo Manes

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“Sentate a escribir”, fue mi respuesta. Me acuerdo de que hacía calor, eran las primeras semanas del año y Daniel me comentó sobre un problema de salud que lo obligaba (como muchas veces sucede) a cambiar de planes. Tenía que enfocarse en su recuperación y en nuevos proyectos. Salir por arriba. Escribir un libro era una oportunidad impensada hasta poco tiempo atrás. Este libro.

Parece que me hizo caso porque Daniel, evidentemente, se sentó a escribir. Todavía no estábamos atravesando la pandemia (al menos no declarada en nuestro país como tal) que desató esta enorme crisis sanitaria, social, económica y, cada vez más, emocional. Pensar la Argentina por aquel tiempo que parece un siglo fue muy distinto a tener que repensarla a partir de lo que nos pasó y pasó en el mundo. Seguramente antes habíamos pensado en las décadas de estancamiento y la enorme gravedad de la situación social y económica que nuestra sociedad viene padeciendo generación tras generación, mientras que ahora nos planteamos la profundización de aquel diagnóstico. Los datos de pobreza e indigencia dolían, y ahora duelen más. La inequidad en la distribución del ingreso ya era costumbre. Y ahora es peor. La calidad de la educación obligatoria preocupaba.

Y ahora, a la fuerza, debemos construir modos y modelos nuevos, y privilegiar el derecho de que cada uno de los chicos y cada una de las chicas de nuestra patria tenga al menos la posibilidad de tener clases de alguna manera. La desinversión en el sistema de salud era alarmante, y hoy nuestra peor pesadilla es el colapso. Y a pesar de este panorama tremendamente crítico, no podemos ponernos de acuerdo. Los sesgos, la lucha por el pedacito de poder que a uno le toca, el privilegio de los intereses particulares o sectoriales por sobre los generales no cede ni siquiera frente a este panorama estrepitoso. Deberíamos preguntarnos ya y a viva voz: ¿por qué no aprovechamos el tremendo sacudón que nos generó la pandemia y, entre todos, tratamos de salir por arriba y ponernos a escribir una nueva historia? Para eso vamos a tener que trabajar mucho, pero fundamentalmente hacer tres cosas: ser creativos, ser solidarios y dejar de hacer lo que venimos haciendo hace décadas y décadas. Debemos intentarlo.

De una vez por todas tenemos la obligación de planificar un país para los que vendrán. Nuestra sociedad es profundamente desigual. Desde hace décadas, cada vez hay más argentinos que, no solo, no pueden planificar su futuro, sino que ni siquiera pueden pensar su presente. Ese es el testimonio más claro de que hemos fracasado. Esto nos tiene que avergonzar y obligar a establecer acuerdos, consensos, pactos pero de verdad, de esos que firman unos y se siguen implementando años después, que den lugar a políticas de Estado, no solo a políticas circunstanciales que, por valiosas que sean, contribuyan a resolver problemas coyunturales. La misión consiste en dejar atrás la pelea política que inmoviliza o nos lleva de un lado a otro, para dar lugar a la cooperación. Lograr que lo que trascienda sea el Estado y no los gobiernos. Privilegiar –como dice el preámbulo de nuestra Constitución– el bienestar general.

Una pregunta importante es si queremos intentarlo. Y la gran pregunta es cómo lograrlo. Las páginas que siguen son un puntapié inicial para responderla. Ponen el foco en el potencial argentino que da el conocimiento. Allí radica la revolución que necesitamos. No podemos pensar en igualar oportunidades si no garantizamos una educación obligatoria de calidad que genere las condiciones para una educación superior al servicio del país. Porque eso es lo que nos permitirá optimizar todo lo bueno que ya tenemos. Pensar que lograremos mayor producción y riqueza sin mayor inversión en educación, ciencia, tecnología e innovación es arrancar al revés. Es el conocimiento lo que nos dará la llave para reinventarnos.

“Un avión argentino de cuatro motores” es una propuesta de política de Estado para nuestro país. Piensa a la Argentina desde un lugar diferente, asumiendo lo que hemos venido haciendo. Aceptarlo es un gran avance. Propone una Argentina del futuro basada en consensos, en el diálogo social (el de verdad, no el de las fotos), que valore lo mejor que tenemos. Pero, fundamentalmente, nos deja un aporte esperanzador: tenemos con qué hacerlo.

La pandemia nos paralizó, acrecentó nuestra vulnerabilidad y nos hizo más débiles. Las consecuencias ya las estamos viviendo y sabemos a ciencia cierta que los próximos tiempos serán aún más difíciles. Sin embargo, la historia de la humanidad nos muestra una y otra vez que las grandes crisis generaron grandes transformaciones sociales. Esta tragedia que estamos viviendo también nos permite pensar en oportunidades. Pero no hay forma de aprovecharlas si no hacemos algo diferente, algo mejor. Depende de nosotros.

Estados Unidos versus China

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