Читать книгу Retos y aprendizajes para el turismo de naturaleza en Colombia - Daniel R Calderón Ramírez - Страница 6
ОглавлениеDANIEL R. CALDERÓN RAMÍREZ
INTRODUCCIÓN
El auge del turismo actual ha permitido que los viajes sean un motor de la economía de muchos países: para el año 2015, generó un desplazamiento de turistas internacionales que ascendió a 1.133 millones (Instituto Geográfico Agustín Codazzi [IGAC], 2018, p. 5). De esta forma, el fenómeno turístico ha facilitado el soporte de servicios para viajar a destinos de naturaleza considerados anteriormente como remotos e inaccesibles. Con las facilidades de viaje y un interés que va en aumento desde los últimos 30 años en conocer destinos de naturaleza, surge una modalidad de turismo especializado en el que el estado de conservación de la biodiversidad y las relaciones con las culturas locales cobran relevancia en la configuración de atractivos turísticos (Muñoz y Torres, 2010).
De esta manera, sin lugar a duda, las sociedades modernas encuentran en la naturaleza un espacio que se ha perdido y al cual cada vez más quieren volver por medio de actividades como el turismo de naturaleza. El deseo de un regreso a la naturaleza (Hiernaux, 2015, citado en Osorio et al., 2017, p. 718) es parte de las motivaciones de los viajeros relacionadas con un sentimiento de satisfacción al estar en contacto directo con la naturaleza en su forma más prístina. Este regreso a la naturaleza, además, puede llegar a contribuir a la conservación biológica y cultural a partir del desarrollo económico que el turismo de naturaleza genera (Ospina, 2017; Vargas, 2009).
Por lo tanto, surge el turismo de naturaleza como un fenómeno social masivo que plantea estrategias de conservación de la biodiversidad y valoración de la cultura local. Sin embargo, desde sus inicios, este tipo de turismo se ha realizado como una práctica empírica, guiada por la intuición y la racionalidad económica, que pretende darle sostenibilidad a la actividad (Vargas, 2009). Es por esta razón que indagar sobre las investigaciones relacionadas con el turismo de naturaleza permite ir más allá de las frecuentes y obvias definiciones que se establecen sobre esta modalidad de turismo e identificar perspectivas, limitaciones y retos reales.
El presente capítulo tiene el objetivo de realizar un estado del arte del turismo de naturaleza sobre la base de una investigación documental a partir de la búsqueda en bases de datos como Bielefeld Academic Search Engine (BASE), EBSCOhost, Catálogo Biblioteca Universidad Externado, SciELO, Académica Premier y E-Journals. Solo se tuvieron en cuenta artículos publicados entre 2002 y 2019 en revistas indexadas, revisados por pares académicos y en los que figuran como palabras clave turismo de naturaleza, en español.
Esta búsqueda dio como resultado 31 artículos: 24 son casos de estudio de países como Cuba, México, Ecuador, España, Colombia, Costa Rica, Chile, Portugal y Brasil (ver figura 1).
FIGURA 1. CASOS DE ESTUDIO POR PAÍSES
Nota. Elaboración propia.
Los temas de los artículos, en general, están relacionados con (1) planificación y gestión del turismo de naturaleza, (2) el turismo de naturaleza como estrategia de conservación, (3) el turismo de naturaleza como alternativa de desarrollo, (4) análisis de la oferta y la demanda del turismo de naturaleza, (5) teoría del turismo de naturaleza como fenómeno social, (6) turismo de naturaleza y sostenibilidad, (7) impactos del turismo de naturaleza, (8) turismo de naturaleza y teoría de sistemas, y (9) turismo de naturaleza y geografía (ver figura 2).
FIGURA 2. TEMAS RELACIONADOS CON EL TURISMO DE NATURALEZA
Nota. Elaboración propia.
Este capítulo trata los hallazgos del estado del arte del turismo de naturaleza de la siguiente manera: en la primera parte, Elementos conceptuales para definir el turismo de naturaleza, se abordan las principales conceptualizaciones sobre esta modalidad turística y se resalta la sostenibilidad como uno de sus ejes. Así mismo, se incluyen el espacio y el territorio como componentes fundamentales para el análisis sistémico del turismo de naturaleza, en el que el espacio es un elemento indispensable para la comprensión geográfica del funcionamiento de este tipo de turismo, ya que es el soporte primordial de las actividades turísticorecreativas.
En la segunda sección, El turismo de naturaleza como alternativa de desarrollo, se evidencian las múltiples alternativas al desarrollo convencional que se establecen alrededor del turismo de naturaleza. Sin embargo, poder alcanzar dicho desarrollo alternativo es uno de los retos que se deben considerar, principalmente cuando se tiene en cuenta que el turismo de naturaleza puede llegar a ser una estrategia de conservación, pero se debe superar la visión netamente economicista, que en muchas ocasiones es imposible dejar de lado.
La tercera parte, El turismo de naturaleza a partir de las actividades al aire libre, permite entender las motivaciones de viaje en el turismo de naturaleza; al respecto, los imaginarios de los turistas guardan una conexión más estrecha de lo que se piensa comúnmente.
La cuarta sección hace un recuento sobre la planificación del turismo de naturaleza; se enfatiza, principalmente, en el papel del Estado en generar arreglos institucionales, como la gobernanza para la sostenibilidad.
Como consideración final, se resaltan algunos retos y oportunidades del turismo de naturaleza a partir de las definiciones que se han propuesto para conceptualizarlo; la sostenibilidad, la participación y el empoderamiento de las comunidades locales son algunos de los principales retos.
1. ELEMENTOS CONCEPTUALES PARA DEFINIR EL TURISMO DE NATURALEZA
El turismo de naturaleza se ha definido por sus características relacionadas con la sostenibilidad, el contacto directo con el espacio biofísico y la interacción con las culturas anfitrionas. Es desde el análisis espacial biofísico que se entiende qué es el turismo de naturaleza, modalidad de turismo que se caracteriza por la oferta de paisajes y escenarios que se configuran desde la biodiversidad biológica y cultural, en los cuales existe un potencial de actividades lúdico-recreativas, de aprendizaje e interacción directa con el medio (Ballesteros, 2014; Elías, 2009; Martínez, 2017; Rivera, 2018).
Este tipo de turismo se diferencia del turismo convencional por las motivaciones y conductas de los turistas y por la singularidad de los recursos utilizados, que tienen un alto valor ecológico o paisajístico, y en muchas ocasiones se lleva a cabo en espacios protegidos por la legislación ambiental. (Martínez y Blanco, 2013, p. 133).
Las primeras conceptualizaciones de esta actividad están relacionadas, principalmente, con la sostenibilidad que se debe generar alrededor de las prácticas que se realizan en la naturaleza (Vargas, 2009). Desde este punto de vista, más allá de ver la naturaleza como un recurso extractivo, el desarrollo de un turismo en la naturaleza sugiere una forma diferente de entender la naturaleza con una visión no extractiva que permita su conservación (Becerra y Ramos, 2002; Elías, 2009). Tal vez desde este principio se fundamenta el turismo de naturaleza, el cual se desarrolla en un espacio que idealmente debería mantener la esencia natural y prístina que lo caracteriza.
En este sentido, el espacio es un elemento indispensable para la comprensión geográfica del funcionamiento del turismo de naturaleza, ya que es el soporte fundamental de las actividades turístico-recreativas (Rivera, 2018; Vargas del Río, 2015). Según Rivera (2018), el espacio donde se desarrolla el turismo de naturaleza es aquel donde “confluyen unas relaciones sociales con propiedades variables en el tiempo, definidas por la naturaleza de las interacciones entre los recursos territoriales, los agentes humanos y sociales y las unidades espaciales a las que se dota de un sentido común”. Esto genera una relación entre espacio y sociedad dada por la práctica de actividades turísticas en la naturaleza y que configuran la territorialización del turismo de naturaleza.
Según Donaire (2002, citado en Ballesteros, 2014), la naturaleza es un espacio para diferentes prácticas y tipos de visitantes. El autor destaca (a) la naturaleza como escenario, donde el turista no necesita adentrarse en ella, sino que se conforma con contemplarla a distancia; (b) la naturaleza como escuela, en la que hay una interacción para el aprendizaje y la comprensión del entorno natural; (c) la naturaleza como aventura, entendida como un reto para el turista; (d) la naturaleza como residencia, donde se establece un espacio para permanecer largos periodos de tiempo; y (e) la naturaleza domesticada (sin naturaleza), es decir, aquella que es transformada para su uso, como en el caso de los campos de golf (Donaire, 2002, citado en Ballesteros, 2014, p. 34).
Por esta razón, cualquier definición de turismo de naturaleza parte del uso de la naturaleza y de las acciones para su transformación, conservación y sostenibilidad, donde se considera que la materia principal la componen el patrimonio natural y el cultural, los cuales son resultado de la conservación (Fasio et al., 2012; Martínez, 2017). Para mantener esas condiciones ambientales ideales, ha sido necesaria la figura de protección ambiental que permita su conservación. Por este motivo, las áreas protegidas como parques naturales son los espacios que idealmente se utilizan para el desarrollo de esta práctica turística, cuyos objetivos de conservación de la biodiversidad son compatibles con el desarrollo de una actividad que debe estar enmarcada dentro de los parámetros de la sostenibilidad (Ballesteros, 2014; Vargas del Río, 2015).
Por otra parte, otro punto alrededor del turismo de naturaleza es la generación de incentivos económicos directos e indirectos para la conservación biológica (Zalles, 2018, p. 178). Esta es una de las afirmaciones más recurrentes, y en ella se identifican algunos de los beneficios que trae esta modalidad turística. Según Zalles (2018), la definición del uso de la tierra para el desarrollo turístico de naturaleza ha permitido que se proteja la cobertura vegetal de zonas con vocación turística, como en el caso de Mindo (Ecuador), donde la mejora del atractivo turístico mediante restauración forestal es un importante factor de agencia económica en cuanto al uso del suelo (Zalles, 2018).
A escala de paisaje, el turismo basado en naturaleza puede favorecer la conservación biológica en la medida que logra una realización de incentivos locales suficiente como para favorecer la reducción de presión extractiva sobre recursos vivos y el establecimiento de patrones de uso del suelo conducentes al mantenimiento del hábitat silvestre. En Mindo, el flujo económico asociado ha generado cambios en la estructura productiva de la parroquia, evidenciándose un desplazamiento laboral desde la ganadería y la pequeña agricultura hacia los servicios turísticos, aminorando presión sobre la cobertura forestal. (Zalles, 2018, p. 194).
En el caso de la investigación de Zalles (2018), el aumento de la cobertura vegetal es considerado como una estrategia para mejorar los atractivos y las actividades turísticas, como la observación de aves. Sin embargo, el autor reconoce que otras actividades relacionadas con el turismo de aventura no fomentan necesariamente la reforestación en Mindo, ya que este tipo de actividades no dependen de manera directa del entorno natural, como sí ocurre con actividades como la observación de aves y el turismo científico.
Así mismo, Zalles (2018) insiste, como un reto para la sostenibilidad, en la definición del uso del suelo para conservación y restauración en Mindo, la cual depende principalmente de la voluntad política por parte del gobierno territorial para poder fomentar el desarrollo turístico, de modo que este sea viable desde el punto de vista económico y se presente como una estrategia productiva para las comunidades locales.
Por otro lado, están las actividades de ocio que se realizan en la naturaleza, que en muchos casos se definen por ser educativas y activas físicamente, lo que hace que estén dirigidas a un segmento específico del mercado. Estas actividades están enmarcadas dentro de modalidades como el ecoturismo, el turismo activo o de aventura y el turismo rural o agroturismo (Ballesteros, 2014; Elías, 2009; Ramírez, 2014). De esta manera, se puede afirmar que el turismo de naturaleza actúa como un concepto sombrilla en el cual se incluyen las anteriores modalidades de turismo especializado, que se caracterizan por las actividades que se llevan a cabo al aire libre.
Adicional al componente del contacto con la naturaleza está la estrecha relación con la cultura local, por medio de la cual se pretende generar un vínculo que va más allá de la utilización de unos servicios. Un ejemplo es el turismo rural o agroturismo, que puede definirse como “una tipología propia de turismo en áreas rurales que rescatan la cultural local y conservan los ecosistemas naturales presentes en muchas áreas dispuestas para recibir a turistas que buscan nuevas opciones de descanso y recreación” (Ramírez, 2014, p. 224).
Por lo tanto, el turismo de naturaleza es factor de integración cultural in situ, donde se establecen el conocimiento cultural y la convivencia con la cotidianidad local y del visitante. Desde este punto de vista, en el turismo étnico, los visitantes son atraídos por zonas remotas, donde se fija el propósito de regresar a la naturaleza y apreciar o hacerse sensible a las relaciones entre la gente y la tierra (Goeldner y Ritchie, 2011, p. 312).
A partir de esa búsqueda de los valores culturales locales por parte de los turistas, se generan claras oportunidades y beneficios para las comunidades locales. Para Ramírez (2006, p. 102), los beneficios pueden ser nuevas perspectivas de trabajo, complemento de actividades económicas, demanda de productos naturales con fuerte valor agregado, mejoramiento en la capacidad de emprendimiento.
Además, Zalles (2018) identifica la gobernanza y la participación comunitaria en la toma de decisiones sobre el manejo y uso del suelo como instrumentos participativos ideales, que permiten que las comunidades locales sean partícipes en la construcción de su territorio. Estas comunidades, al reconocer los beneficios económicos y de mejoramiento de su calidad de vida, pueden contribuir a ser parte de las estrategias de conservación y reforestación.
De esta manera, el turismo de naturaleza está relacionado con el concepto de desarrollo sostenible, el cual “alberga los principios de sostenibilidad para el desarrollo y gestión de las zonas de destino turístico, la autenticidad sociocultural de las comunidades anfitrionas y la participación de todos los agentes” (Martínez, 2017, p. 2).
También el turismo de naturaleza se ha definido como turismo alternativo por ser una opción diferente de las modalidades de turismo convencionales, como el llamado turismo de “sol y playa” o el de masas, cuyo principal objetivo es la rentabilidad económica, de modo que se dejan de lado otros tipos de beneficios incorporados en las dimensiones ambiental, económica y social de la sostenibilidad (Martínez, 2017). Así mismo, el turismo de naturaleza se ha identificado como estrategia de otras alternativas de desarrollo (Florit y Dreher, 2009).
2. EL TURISMO DE NATURALEZA COMO ALTERNATIVA DE DESARROLLO
Definitivamente, en relación con las diferentes teorías y perspectivas del desarrollo, el desarrollo sostenible o sustentable es la propuesta más utilizada para definir los beneficios del crecimiento económico, social y ambiental del turismo de naturaleza (Florit y Dreher, 2009; Pérez et al., 2014). La definición de desarrollo turístico sostenible más empleada por diferentes autores es la propuesta por la Organización Mundial del Turismo (OMT):
Aquella actividad que atiende a las necesidades de los turistas actuales y de las regiones receptoras y al mismo tiempo protege y fomenta las oportunidades para el futuro. Se concibe como una vía hacia la gestión de todos los recursos, de forma que puedan satisfacerse las necesidades económicas, sociales y estéticas, respetando al mismo tiempo la integridad cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los sistemas que sostienen la vida. (OMT, 1995, citadao en Sánchez y Cebrián, 2015, p. 342).
Sin embargo, otros autores han realizado propuestas paralelas y complementarias sobre diferentes concepciones del desarrollo, las cuales han sido encontradas como emergentes en las investigaciones que han llevado a cabo sobre el turismo de naturaleza (Florit y Dreher, 2009).
Según Páez y Pérez (2018), el turismo de naturaleza es una actividad socioproductiva vinculada al proceso de gestión de desarrollo local. A partir de un caso de estudio en Cuba, los autores concluyen que, para poder alcanzar una gestión y un desarrollo local por medio del turismo de naturaleza, es necesaria una clara voluntad política desde el Gobierno central que permita descentralizar el poder, junto con la creación de instituciones de regulación del turismo que surgen a partir de las necesidades y los contextos locales.
Para los autores, el desarrollo local es considerado como un
proceso de construcción social y cambio estructural que desde un entorno innovador territorial desarrolla capacidades locales para gestionar políticas públicas, estrategias, programas y proyectos orientados a aprovechar recursos endógenos y exógenos y a articular armónicamente intereses nacionales, sectoriales y territoriales, fomentando transformaciones económicas, sociales, naturales […] en las localidades. (Torres, 2015, p. 23, citado en Páez y Pérez, 2018, p. 219).
Con relación a la definición de desarrollo local, hay una gran similitud con los objetivos productivos de sostenibilidad que el turismo de naturaleza busca alcanzar. Desde este punto de vista, la autonomía y la gestión de los recursos por parte de las comunidades locales son posibles a partir del empoderamiento de la comunidad (Escribano et al., 2015).
Sin embargo, y siguiendo a Páez y Pérez (2018), el contexto político cubano, con un gobierno fuerte, actor principal y regulador de cualquier sector productivo, ha sido uno de los principales obstáculos por superar y para permitir mayor participación y empoderamiento de las comunidades locales. No obstante, a pesar de dicho centralismo en el poder, una flexibilización por parte del Gobierno, principalmente en los últimos cinco años, ha hecho posible crear estructuras sociales comunitarias empoderadas en la participación del desarrollo local (Escribano et al., 2015).
Desde el punto de vista de una política económica que permite abiertamente el libre mercado, las instituciones son la base para la creación de un desarrollo sostenible para el destino turístico de naturaleza. Para Muñoz y Torres (2010), según su estudio de caso de la Patagonia chilena, las instituciones que posibilitan la consolidación de pequeñas y medianas empresas alrededor de los destinos turísticos de naturaleza son la clave para el desarrollo endógeno. La libertad de crear empresas competitivas es la base de la sostenibilidad. Sin embargo, esta competitividad también está relacionada con la cooperación, la confianza y la reciprocidad producto del capital social.
Por esta razón, Muñoz y Torres (2010) afirman que las relaciones sociales que se establecen en el desarrollo del turismo de naturaleza son la esencia que diferencia una iniciativa exitosa de otra que está condenada a no prosperar por la falta de articulación entre diferentes actores del territorio. Para los autores, las relaciones sociales –entendidas también como un capital social basado en la cooperación, la confianza y la reciprocidad– permiten que se funda un desarrollo sostenible, ya que se constituye una gobernanza capaz de articular diferentes visiones sobre la planificación y la gestión territorial.
Según Sandoval (2006), una forma de entender el turismo de naturaleza es a partir de las características de los actores involucrados en la cadena de valor, entre los que se destacan el visitante, el recurso tour y la industria del servicio. Sin embargo, desde un punto de vista más complejo, según Ashton y Ashton (1993, citados en Sandoval, 2006, p. 34) existen otros actores del turismo de naturaleza que se diferencian por sus características, como los consumidores, los tour operadores de salida, los operadores terrestres de entrada y las empresas turísticas locales. Además, las organizaciones no gubernamentales (ONG) y las entidades relacionadas con la protección de la naturaleza y las comunidades locales son actores indispensables en la regulación de la cadena de valor.
A partir de esta perspectiva, Sandoval (2006) hace una clara alusión al papel de las comunidades locales en la prestación de servicios turísticos, y los incluye como actores esenciales en la ejecución de los paquetes turísticos de naturaleza, en los que es importante tener en cuenta el conocimiento del territorio para la seguridad de los visitantes.
Según Chen (2005), el turismo de naturaleza en Costa Rica es reconocido por su capacidad de generar empleo y encadenamientos con otras actividades productivas. Así mismo, se reconoce que esta modalidad de turismo ha contribuido a dinamizar los mercados de trabajo regionales y locales, especialmente en las áreas rurales. El desarrollo de diferentes modalidades de turismo (turismo ecológico, turismo rural, turismo comunitario, turismo de aventura, etc.) ha permitido aumentar directa e indirectamente el número de empleos en el país, lo que ha favorecido en gran parte a las zonas rurales, ya que muchas de las áreas de conservación protegidas y no protegidas se encuentran en ellas.
En Costa Rica, el desarrollo del ecoturismo ha coadyuvado en la consolidación y ampliación de un sistema nacional de áreas protegidas públicas y privadas que ha tenido una gran importancia en la reducción de las amenazas de explotación de esas áreas mediante usos no sostenibles, y en la recuperación de terrenos alterados por la ganadería extensiva de décadas anteriores. Muchos de los pastizales se sustituyeron por medio de la regeneración natural, como en el Área de Conservación Guanacaste, lo que ha permitido recuperar la naturaleza con potencial ecoturístico. (Chen, 2005, p. 30).
Gran parte de las alternativas que tiene el turismo de naturaleza para generar una sostenibilidad económica se establecen a partir de la planificación, del ordenamiento y de la gestión. Las diferentes fases que forman parte de la planificación del turismo de naturaleza están orientadas no solamente a reducir potenciales impactos negativos, también a gestar un óptimo desarrollo económico de la actividad (Fasio et al., 2012; Patiño y Lois, 2016).
Así mismo, para autores como Dreher y Badel (2009), el turismo de naturaleza es estrategia de desarrollo regional y sustentabilidad territorial. La propuesta de un desarrollo regional parte desde una intersectorialidad del turismo de naturaleza, entendida como una gobernanza en la que diferentes actores relacionados con el tema llegan a acuerdos de gestión y regulación de la actividad y logran aumentar su sostenibilidad. “La intersectorialidad es entendida como la articulación de saberes y experiencias de planificación, realización y evaluación de acciones para alcanzar un efecto sinérgico en situaciones complejas, buscando el desarrollo social para superar la exclusión social” (Junqueira e Inojosa, 2007, citados en Dreher y Badel, 2009, p. 678).
Para llegar a esta intersectorialidad, es necesario comprender el turismo de naturaleza desde la teoría de sistemas, analizando la complementariedad y las interdependencias que se presentan entre los diferentes elementos que lo componen y, principalmente, entre los actores sociales que deciden sobre su gestión (Dreher y Badel, 2009).
Esto promueve la creación de una red turística conformada por los diferentes prestadores de servicios y entes administrativos, de modo que forma una complicada interconexión de partes y componentes que contribuyen a la planificación y organización del turismo y hacen de este un poderoso instrumento de desarrollo de una región (Oliveira et al., 2006, citados en Dreher y Badel, 2009, p. 679). Sobre la base de un caso de estudio en Brasil, los autores llegan a la conclusión de que articular diversas necesidades y visiones contradictorias de diferentes actores sociales es uno de los retos más difíciles de superar para alcanzar el desarrollo regional a partir del turismo de naturaleza.
Otros estudios realizados llegan a la conclusión de que el desarrollo endógeno es parte de los beneficios alcanzados por las comunidades locales cuando forman parte de estrategias de turismo de naturaleza (Patiño y Lois, 2016; Sánchez y Cebrián, 2015). Así mismo, a partir del desarrollo del turismo de naturaleza se ha podido detectar cómo aumentan la autoorganización de la comunidad local, el bienestar y la calidad de vida.
El turismo de naturaleza, asociado al desarrollo local, puede entenderse como un proceso reactivador de la economía y dinamizador de la sociedad, mediante el aprovechamiento eficiente de los recursos existentes en una zona determinada; capaz de estimular y diversificar la economía, generar empleo y mejorar la calidad de vida; siendo el resultado de un compromiso de solidaridad activa, que implica cambios en grupos e individuos. (Sánchez y Cebrián, 2015, p. 340).
Para Sánchez y Cebrián (2015), el territorio y la comunidad son dos elementos esenciales para alcanzar el desarrollo endógeno por medio del turismo de naturaleza. En este caso, el territorio se considera como un espacio cargado de identidad y representaciones culturales claramente visibles en la configuración de los paisajes naturales y culturales.
En un caso de estudio dentro del Parque Ecológico Ejidal de Cacalomacán, un espacio concreto en el área del nevado de Toluca (México), los autores identificaron y analizaron el papel que juegan los recursos naturales y paisajísticos, los cuales actúan como motores de desarrollo local, de crecimiento económico y de generación de empleos alternativos a los tradicionales del medio rural. Los autores concluyen que “el éxito de los proyectos comunitarios con miras hacia la sostenibilidad, dentro y fuera de los espacios protegidos, depende de la disponibilidad y voluntad de los actores implicados” (Sánchez y Cebrián, 2015, p. 361).
De esta manera, son múltiples las alternativas al desarrollo convencional que se establecen alrededor del turismo de naturaleza. Sin embargo, poder alcanzar dicho desarrollo alternativo es uno de los retos por considerar, principalmente cuando se tiene en cuenta que el turismo de naturaleza puede llegar a ser una estrategia de conservación (Ospina, 2017).
3. EL TURISMO DE NATURALEZA A PARTIR DE LAS ACTIVIDADES AL AIRE LIBRE
Desde el punto de vista de la oferta, el producto de turismo de naturaleza está dirigido a un segmento del mercado selectivo. Generalmente, este producto está apoyado por una interpretación del patrimonio ambiental y cultural, y en muchas ocasiones se establece una interacción directa entre el turista y la comunidad local, lo que enriquece la experiencia de vista (Ascanio, 2012, p. 99). Parte de esta experiencia se relaciona con el sentimiento de satisfacción de los turistas por contribuir en la conservación de las áreas naturales protegidas que visitan (Osorio et al., 2017; Ospina, 2017).
El comportamiento del turista de naturaleza ha sido estudiado desde perspectivas económicas y sociales que han servido de base para los estudios de mercado (Ospina, 2017). Basándose en la motivación del viaje y en las prácticas desarrolladas por cada grupo, Vera et al. (1997, citados en Ballesteros, 2014, p. 35) clasifican a los consumidores de turismo de naturaleza en los siguientes grupos: (a) aventureros, que buscan un reto en la naturaleza, la exploración y el desarrollo de una actividad física intensa; (b) naturalistas y admiradores de la naturaleza, interesados en conocer e interactuar con la dinámica ecológica del lugar; (c) campistas, que buscan un escenario para descansar en medio de la naturaleza; (d) turistas de naturaleza ocasionales, quienes participan de la naturaleza accidentalmente, como parte de un viaje más largo; (e) colectivos de estudiantes y gente mayor, grupos organizados con múltiples propósitos y que pueden seguir programas de educación ambiental, turismo científico y recreativo.
En cuanto a la oferta de actividades en el turismo de naturaleza, las de aventura y las deportivas se destacan como las más demandadas por diferentes tipos de personas. Según Ballesteros (2014), “las actividades deportivas son uno de esos elementos que pueden hacer más atractivo un destino turístico frente a otro que no tenga capacidad para acoger la práctica de deportes” (p. 38). Por lo tanto, las actividades deportivas y de aventura al aire libre son consideradas como excelentes complementos a la hora de ofertar destinos turísticos de naturaleza. Este tipo de afirmaciones han sido corroboradas por medio de investigaciones como la de Ballesteros (2014), en la que, a partir de estudios comparativos, se analiza el éxito de destinos turísticos de naturaleza en Europa.
Así mismo, Rivera (2018) afirma que el turismo activo, en el cual se practican deportes al aire libre, forma parte de las actividades más desarrolladas en la modalidad de turismo de naturaleza y, por ende, contribuye al éxito de los destinos turísticos. Según las investigaciones de Rivera (2018), entre los destinos turísticos de naturaleza más visitados en Europa durante los últimos veinte años se encuentran especialmente aquellos con atractivos naturales como montañas, donde se pueden practicar actividades de escalada, montañismo y senderismo; también se destacan los escenarios marítimos, en especial los litorales, ideales para los deportes acuáticos. Por lo tanto, Rivera afirma que la práctica de los deportes en los destinos turísticos de naturaleza se ha convertido en la imagen de marca de los destinos, y ello ha creado un imaginario en la sociedad que es utilizado como estrategia de mercado.
Por otro lado, Osorio et al. (2017) afirman que “el comportamiento del visitante de naturaleza tiene una explicación no solo a partir de sus motivaciones e interés ambiental, sino desde sus imaginarios” (p. 713). Según Osorio et al. (2017), “estos imaginarios se relacionan con unos modos de interacción con la naturaleza, en los que se concibe de una manera distinta el ambiente” (p. 718). Frente a estas diferentes perspectivas del ambiente, los seres humanos, principalmente las sociedades modernas, tienen un imaginario sobre el ambiente como (a) escenario para la acción, (b) sistema social, (c) un territorio emocional, (d) una fusión de la naturaleza con el ser humano y (e) la indivisibilidad entre naturaleza y ser humano.
Las investigaciones de Osorio et al. (2017), que se relacionan con entender las motivaciones de viaje en el turismo de naturaleza, permiten deducir que los imaginarios de los turistas guardan una conexión más estrecha de lo que se piensa comúnmente, ya que, “dependiendo del tipo de imaginario que se tenga construido sobre la naturaleza, será la manera en que el visitante se comporte con relación a ella y a su cuidado ambiental” (p. 725). Según los autores, este resultado hace posible realizar una gestión del turismo de naturaleza que, desde la educación ambiental, pueda generar sentimientos e imaginarios de los turistas hacia la preservación de la naturaleza de los destinos que visitan.
4. PLANIFICACIÓN DEL TURISMO DE NATURALEZA
Las actividades alrededor del turismo de naturaleza, por estar estrechamente relacionadas con los espacios naturales y, en muchas ocasiones, por llevarse a cabo dentro de áreas naturales protegidas, requieren de una planificación y de un ordenamiento que prevengan cualquier tipo de impacto negativo que pueda ir en contravía de los objetivos de conservación de los espacios naturales (Fundación Reserva Natural La Palmita, Centro de Investigación, 2016). De esta manera, se ha avanzado en crear instrumentos de planificación cuidadosos, que aseguren la sostenibilidad de la actividad.
López (2007) relaciona la planificación del turismo como una acción de ordenar el territorio para que pueda cumplir con dicha finalidad dentro de un marco de sostenibilidad. La planificación turística puede ser entendida como el instrumento de una política pública capaz de dar una orientación hacia cómo desarrollar el turismo sin que este genere impactos negativos irreversibles sobre el ambiente y la sociedad.
La planificación territorial del turismo es una de las nuevas herramientas, tal como se deduce del análisis de la evolución de las políticas territoriales y turísticas y también de la producción científica reciente sobre dichas políticas y sobre la innovación en la gestión pública. (López, 2007, p. 52).
El paradigma de la sostenibilidad ha dirigido el objetivo de realizar una planificación turística en la que se considera que el territorio es el espacio utilizado y transformado para el desarrollo turístico, el cual debe ser orientado desde la sostenibilidad. Como ya se explicó, el término “sostenibilidad” no es homogéneo, así como el concepto de “planificación turística” tampoco lo es. Esta es una gran ventaja a la hora de proponer medidas de planificación para las características y especificidades territoriales, que no admiten la homogenización de estructuras metodológicas que encaucen la complejidad territorial. Pero, por otro lado, la amplia gama de interpretaciones de lo que es sostenible y aquello que no lo es hace que el concepto, que orienta la planificación, sea cada vez más difuso.
Sin embargo, la planificación turística adopta, de algún modo, el concepto de desarrollo turístico sostenible
como un proceso de cambio cualitativo producto de la voluntad política que con la participación imprescindible de la población local adopta el marco constitucional y legal, así como los instrumentos de planificación y gestión a un desarrollo turístico basado en un equilibrio entre la preservación del patrimonio natural y cultural, la viabilidad económica del turismo y la equidad social del desarrollo. (Vera, 2001, p. 9, citado en López, 2007, p. 54).
Para que la planificación turística pueda cumplir su objetivo, debe tener un marco jurídico legal que le permita ser una intervención administrativa por medio de la cual las administraciones públicas, junto con la participación de los actores interesados, puedan dictar las orientaciones para el turismo sostenible. Por esta razón, la planificación turística puede ser considerada como una intervención del Estado para regular la actividad con el fin de que esta se desarrolle de forma sostenible. El Estado puede tener la voluntad política de generar arreglos institucionales, como la gobernanza, para que este proceso se realice de una manera participativa (López, 2007).
Por otra parte, se considera que la planificación del turismo de naturaleza debe estar acorde con una planificación territorial. El diagnóstico de la potencialidad del territorio y la identificación de impactos negativos y positivos al desarrollar un turismo de naturaleza son excelentes puntos de partida para determinar los atractivos naturales y culturales que forman parte de la oferta de un producto turístico (Díaz et al., 2013).
Una correcta ordenación de las diversas actividades/servicios que puede acoger el territorio debe basarse, por un lado, en la capacidad del medio construido y/o natural, y, por otro, el impacto que puedan llegar a causar las mismas [sic], buscándose la utilización óptima de los siempre escasos recursos existentes y una adecuada distribución de estas actividades/servicios en función de las características de oferta y demanda del espacio. (Fuenzalida et al., 2013, p. 121).
Según Fuenzalida et al. (2013), la evaluación multicriterio (EMC) que tiene en cuenta diferentes variables sociales y ambientales es parte del mejor método para la realización de una cartografía que pueda establecer un concienzudo diagnóstico que permita establecer el potencial territorial para el desarrollo del turismo de naturaleza. Para poder completar una planificación territorial para el turismo de naturaleza, los autores enfatizan en que además son necesarios
la formulación de políticas públicas y [el] diseño de nuevos planes de ordenamiento de los territorios urbanos y rurales, que orientarán el desarrollo en función de las capacidades de uso de los territorios y de las aspiraciones locales y facilitará[n] co-construir instrumentos normativos que aseguren a las poblaciones un desarrollo más sostenible. (Fuenzalida et al., 2013, p. 135).
En este sentido, por ejemplo, los estudios de Rivera-Hernández et al. (2018) han utilizado la identificación de los atractivos relacionados con el turismo de naturaleza para evaluar el potencial territorial de la oferta de actividades asociadas con el ámbito cultural, principalmente aquellas vinculadas al turismo rural. El trabajo de los autores ha podido profundizar sobre los retos y las realidades del turismo de naturaleza, en especial en México, en donde la planificación y el ordenamiento deben estar primordialmente enfocados en trabajar con la comunidad para fortalecer sus niveles de organización comunitaria y trabajo en equipo, lo que permite el empoderamiento de la comunidad para lograr una óptima gestión y regulación del turismo de naturaleza.
Otros autores han recalcado como ejes centrales de la planificación y del ordenamiento del turismo de naturaleza los procesos de zonificación a partir de la identificación y del análisis del uso y potencial de determinados espacios de un territorio con esta vocación turística. Según Hermosilla et al. (2011), la zonificación para el turismo de naturaleza requiere la delimitación inicial de unidades turísticas, entendidas como espacios homogéneos en donde es posible realizar esta actividad en el territorio. Los principales criterios utilizados para la zonificación son la delimitación de subcuencas, el uso de suelo, las principales unidades geomorfológicas, la división predial, los centros poblados, los atractivos y la planta turística.
Según los autores, la zonificación proporciona una visión particular de diferentes unidades geográficas donde es posible establecer los potenciales usos para realizar una actividad turística. También la zonificación brinda la posibilidad de hacer otras actividades productivas que puedan ser complementarias al turismo, como la ganadería o la agricultura, o la definición de áreas de uso mixto (Hermosilla et al., 2011).
Otras propuestas consideran analizar el turismo de naturaleza desde un enfoque sistémico complejo, con el objetivo de poder abarcar de una manera amplia las interrelaciones e interdependencias que se establecen entre todos los componentes que lo conforman (Montaño-Arango et al., 2012; Ochoa y Morales, 2016; Ramírez, 2006).
El solo conocimiento de que el fenómeno turístico no es un fenómeno simple y aislado, sino que responde a todo un sistema integral de fuerzas socioeconómicas, fuerzas sociales, necesidades y requerimientos, aspectos técnicos y humanos, obliga a considerar toda una serie de factores inherentes al mismo [sic], así como su entorno, de manera que la conducción de la actividad turística en un país cuente con herramientas [sic] más sólidas que la simple experiencia y el empirismo, que permiten manejar y dirigir el sector turístico de manera eficiente con tendencia a su posicionamiento y crecimiento en el mercado nacional e internacional. (Ramírez, 2006, p. 33).
Según Ochoa y Morales (2016), poder entender el turismo de naturaleza desde un enfoque sistémico permite establecer un modelo de planificación que incluya la gestión de cada uno de los elementos que lo componen. “El turismo se entiende como un fenómeno integral y multidimensional surgido como resultado de las interacciones de múltiples actores en diversos contextos espacio-temporales” (Campodónico y Chalar, 2013, citados en Ochoa y Morales, 2016, p. 26).
Ochoa y Morales (2016) proponen dentro del modelo sistémico la participación integral de todos los actores interesados por medio de una gobernanza. Si la toma de decisiones es parte de los beneficios del turismo, ¿cómo gobernar el turismo en los territorios? Desde la apuesta hacia una gobernanza que incluya diferentes tipos de actores no gubernamentales en la toma de decisiones, se debe realizar cualquier estrategia de planificación turística, principalmente aquellas de turismo especializado, como el turismo de naturaleza.
Una propuesta de los autores sobre la interacción de los actores es la creación de redes de complementariedad y colaboración que permitan crear estructuras horizontales para la planeación turística. Por otro lado, Montaño-Arango et al. (2012) proponen que una estrategia de desarrollo sistémico del turismo de naturaleza es la generación de un clúster regional en el que se establezcan interdependencias y complementariedades a partir de una planificación turística regional que pueda determinar el aprovechamiento de ventajas comparativas y competitivas en el establecimiento de la cadena de valor.
En Colombia, la entidad pública que más ha contribuido en la propuesta de instrumentos de planificación del turismo de naturaleza es Parque Nacionales Naturales de Colombia (PNNC), que está a cargo de la gestión y del manejo del ecoturismo en 27 áreas protegidas que han declarado tener una vocación ecoturística. El desarrollo del ecoturismo en estas áreas protegidas (AP) solo es permitido siempre y cuando el área posea un plan de ordenamiento ecoturístico (POE).
El POE es un documento técnico orientado a identificar y analizar las potencialidades, limitantes, amenazas y los retos alrededor del desarrollo del ecoturismo en las AP. A partir de dicha identificación y de ese análisis, enmarcados en una etapa diagnóstica, se evalúan posibles alternativas de control y manejo del turismo por medio de medidas restrictivas y de regulación de las actividades. Esta etapa se denomina ordenamiento. Finalmente, y a partir de la evaluación de la etapa de diagnóstico y la identificación de limitantes que puedan afectar la sostenibilidad de la actividad, se propone una etapa de plan de acción, en la que se asignan metas, objetivos, responsables y estrategias que permitan asegurar la sostenibilidad de la actividad ecoturística (Parques Nacionales Naturales de Colombia [PNNC], 2013).
Esta hoja de ruta hacia la planificación y el ordenamiento del ecoturismo se condensan en la Guía para la planificación del ecoturismo en Parques Nacionales Naturales de Colombia (2013). Esta guía, construida con el apoyo de entidades internacionales de cooperación, es el principal documento que orienta el POE de cada una de las áreas protegidas administradas por Parques Nacionales Naturales de Colombia. Acompañando al POE están los documentos de monitoreo y evaluación de impactos negativos, los cuales forman parte de la estrategia de ordenamiento. El POE de cada una de las AP es un excelente referente diagnóstico del desarrollo del ecoturismo para cada AP.
5. CONSIDERACIÓN FINAL. EL TURISMO DE NATURALEZA: OPORTUNIDADES Y RETOS PARA LA SOSTENIBILIDAD
Como ya se ha mencionado, el turismo de naturaleza es reconocido como una modalidad que está estrechamente relacionada con el desarrollo sostenible, y su campo de actuación se circunscribe a los hábitats naturales y a su biodiversidad, lo cual es una oportunidad para su conservación. Sin embargo, sobre la base de diferentes estudios realizados a nivel mundial, se ha podido probar que la actividad turística en general puede llegar a contribuir al deterioro medioambiental, incidir de forma negativa en un territorio y generar problemas socioculturales y económicos, lo cual es un reto para la sostenibilidad (Martínez y Blanco, 2013).
Sin lugar a duda, las diferentes conceptualizaciones y los distintos abordajes que se han tenido en cuenta para definir el turismo de naturaleza hacen que esta modalidad de turismo especializado tenga varios retos por superar. La sostenibilidad es uno de sus principales desafíos, ya que cualquier actividad que se realice en ambientes naturales puede generar fácilmente diferentes impactos negativos que en muchas ocasiones son difíciles de evitar. A esto se suma que la participación y el involucramiento de las comunidades locales no son tareas sencillas, pero tampoco imposibles, puesto que requieren de un esfuerzo y de voluntad para generar los canales de participación y empoderamiento de las comunidades.
La participación y el empoderamiento de las comunidades locales conforman uno de los beneficios que puede traer el turismo de naturaleza y que es evidente desde las diferentes perspectivas y alternativas del desarrollo que han podido ser posibles por medio de esta actividad. Por otro lado, la planificación y el ordenamiento del turismo de naturaleza se establecen como dos de las estrategias más necesarias para reducir cualquier tipo de impacto negativo y permitir una gobernanza que involucre a los diferentes tipos de actores, sus necesidades y percepciones sobre la forma como se debe gobernar el territorio y cómo gestionar a partir del turismo de naturaleza.
El turismo de naturaleza como oportunidad para la conservación puede servir de estímulo para adoptar medidas de mejora y conservación del ambiente. “Las actividades de ocio producen un incremento de los ingresos económicos que puede permitir realizar mayores inversiones en la conservación de los espacios naturales” (Martínez y Blanco, 2013, p. 37). Según los estudios de Martínez y Blanco (2013), cuanto mayores sean los recursos económicos obtenidos por el desarrollo turístico, mayor podrá ser la inversión en planificación y gestión del turismo que haga posible reducir los impactos negativos que afectan la conservación de los recursos.
De este modo, una alta inversión en infraestructura que reduzca los potenciales daños negativos sobre el ecosistema es lo que posibilita la conservación de los recursos. Sin embargo, esto puede plantear algunos interrogantes relacionados con la sostenibilidad. Por un lado, esto supondría altos niveles de turistas en las áreas protegidas, lo cual masificaría el turismo; por otro lado, los recursos también se pueden obtener con un alto costo en los servicios turísticos, con lo cual el turismo de naturaleza estaría enfocado en un sector económico alto.
Por otra parte, Martínez y Blanco (2013) enumeran algunos retos del turismo de naturaleza para la conservación: (a) se hace necesaria la articulación de una política de turismo en tres niveles: nacional, regional y local; (b) la política de turismo debe ser el resultado de un proceso participativo; (c) se requiere adoptar un enfoque integrador, en el cual el turismo sea parte de un desarrollo global; (d) debe existir una evaluación de impactos ambientales; (e) ha de existir una política de conservación ambiental; (f) el crecimiento del turismo de naturaleza debe ser limitado.
A pesar de la buena voluntad del turismo de naturaleza de ser fuente de conservación, los retos para la sostenibilidad deben enfocarse en superar la visión economicista y de racionalidad económica que en muchas ocasiones es imposible dejar de lado.
Las relaciones entre visitantes y espacios dedicados a la conservación de la naturaleza pueden entenderse como interdependencias en territorios con una vocación para el turismo de naturaleza. Inevitablemente, estas interdependencias se establecen en un contexto en el cual el mercado del turismo puede guiar los objetivos de conservación con una finalidad principalmente económica, con el riesgo de seguir encasillando la naturaleza de forma utilitarista, enmarcada dentro de los paradigmas del desarrollo.
El análisis del turismo de naturaleza desde un enfoque sistémico complejo permite abarcar las interrelaciones e interdependencias de cada uno de los elementos que constituyen la actividad, y esto hace posible plantear estrategias contundentes hacia un aprovechamiento sostenible. Sin embargo, aún queda mucho más por investigar e indagar sobre los retos y las posibilidades del turismo de naturaleza.
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