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Dago, la bendición del tolueno

El adicto

Te despertaste tosiendo, ahogado por una mezcla de sangre, bilis y saliva. Aún sientes las quemaduras del tolueno en tu faringe y ni siquiera sabes quién eras antes de esto.

No recuerdas qué pasó ayer, ni antes de ayer, menos el día anterior a ese, no sabes en qué año vives, tampoco qué día es hoy y, por sobre todas las cosas, no entiendes ni el hoy ni el mañana. Eres el desperdicio de una existencia fallida.

Solo retienes algunos recuerdos vagos, borrosos, lejanos y dolorosos, de aquellos tiempos en que aún te quedaba algo de mente. Tratas de sepultar esas visiones alegres porque te da pena al acordarte quién eras y seguramente te bajaría la angustia y las ganas de llorar, y esa sensación es mejor ahogarla en la bolsa, ya que la bolsa es lo único que sirve para detener el sufrimiento.

Ahora estás pensando en que no hay nada mejor que estar recostado aspirando neopren. No hay nada mejor que un par de aspiradas y dejar de pensar, porque pensar es pura tristeza y, además, hace rato que dejó de tener sentido el tratar de entender qué es lo que pasa. Sabes que lo mejor es dejar de sentir, dejar de existir por un rato, aspirar para pasar la angustia y olvidar toda la mierda de tu vida. Dago, solo necesitas aspirar de tu bolsa y dejar que este mundo sin sentido te pase de largo.

Has escuchado varias veces que te llaman Dago, y por eso crees que es tu nombre, pero podría ser cualquier otro; eres uno de tantos, un perdido de la sociedad. Pero ¿qué sabe el resto? Todos con su ropa limpia y su techo para dormir, con comida todos los días, de esa que no huele a podrido. ¿Qué saben ellos?, ¿qué?, ¿acaso han andado todo cagados por la calle pidiendo monedas?, con esa maldita vergüenza, todo el tiempo, con el alma encorvada de tanto tener que bajar la mirada, de tanto evitar esos ojos que te miran con asco, con ese mismo asco que te tienes tú mismo. No los culpas por despreciarte, porque tú te desprecias aún más; es esta mente traicionera que te hace pensar en puras cosas dolorosas. No es como la bolsa, la bolsa es buena, y cuando puede te da un par de aspiradas, te agarra y te vuelve poderoso; ahí ya no importa el resto. Si tú eres mejor que ellos, si quisieras los dejarías a todos botados llorando. Con un par de aspiradas a la bolsa, todos los problemas desaparecen.

Tratas de levantarte con algo de dignidad, estás todo mareado y con hambre, a esta hora ya está calando el frío. Revisas si le queda algo a la bolsa, pero en el fondo sabes que está todo seco y vas a necesitar pedir monedas para comprar un poco más; si fuera posible: un tarro. Esa mierda de tarro te dura por lo menos una semana y, además, te quita el frío y el hambre de una, no necesitarías nada más.

Pero no tienes plata ni siquiera para comer y te está sonando la guata, sabes que tienes que ir a buscar algo para llenarte; aunque, quién necesita comer si estando arriba eres invencible. Mejor consigue algo para aspirar, porque después te pega la sensación de soledad y vienen los escalofríos. No te preocupes de comer, busca mejor unas aspiradas de neopren que te llenen de verdad.

¡El zapatero del block 15! Él pega las suelas con neopren. Anda a pedirle un poco, el viejo no te lo va a negar, pero anda a pedirle pan duro primero, que crea que andas buscando comida; eso lo dejará tranquilo. Y ahí le dices que necesitas pegar unos palos para los muebles de tu vieja, que aproveche de darte un poco para eso, pídele pan y pegamento, pero no de la cola blanca, porque esa no pega.

¿Y si el viejo no quiere darte?, mejor vas y le robas el tarro grande. Total, él tiene dinero, tiene el departamento que le dio el SERVIU y trabaja todos los días del año, no lo necesita. En cambio, tú sí lo necesitas, estás botado en la calle y nadie te ha dado nada, mejor anda a robarle el tarro.

Acércate a su departamento, la puerta está abierta, está sacando unos pedazos de cueros viejos. Pasa de largo y devuélvete, que no te note angustiado, que no te note con los tiritones. Está descuidado. Aprovecha que salió y métete a su casa; agarra el martillo y pégale en la cabeza; que suene como una nuez, se lo merece por no darte el neopren.

¡Qué hiciste, Dago! ¡Lo mataste!

Las viejas sapas te van a acusar.

¡Arráncate, mierda!

Agarra el tarro y llévate el martillo, arráncate por la quebrada de atrás, que no te pillen. Llévate el neopren, si eso es lo único que importa. Corre para que no te lleven preso, Dago, escápate de todo.

El eufórico

Aspira fuerte, que eso se lleve todas las preocupaciones.

Si aspiras todo, estará bien. Otra aspirada profunda y comienza a sentir alivio, de a poco va llegando la euforia. Si igual el viejo tenía la culpa, tenía ese tarro grande solo para tentarte, él debió saber que pasaría eso. Si ellos saben que no deben dejarte las cosas a mano, no es tu culpa Dago. Además, valió la pena romperle la cabeza. Si con este tarro grande vas a tener para varios meses, solo no tienes que dejarlo destapado, si no esto se seca y pierde todo su poder.

Aprovecha y aspira hondo, absorbe toda la fuerza, vuélvete invencible, así nadie se va a meter contigo. Ese golpe que le diste al viejo fue algo especial, cayó muerto de una, con este martillo que te robaste puedes rajar a cualquiera. Pobres los que te busquen, ahora todos tendrán que respetarte, al que te encuentre lo agarras a martillazos y listo.

Caminaste toda la noche, ya no tienes ni frío ni hambre, con unas aspiradas y solo se siente el fresco de la noche, nadie te puede impedir hacer lo que quieras. Puedes ir de una ciudad a otra caminando, puedas dejar de dormir y si corres llegarás a otro país, a otros lados donde todos te van a ver y sentirán miedo, porque eres importante y ese martillo te hace imponente. Dale unos golpes al aire, para que vean lo fuerte que eres.

Allá en el puerto hay unas peleas callejeras, de esas que organizan los traficantes. Esas peleas son peligrosas, pero tú ya te rajaste a un viejo, y seguro puedes pegarles a todos. Si total, eres poderoso y ese martillo puede partirle la cabeza a cualquiera. Los narcotraficantes se reparten los barrios con las peleas, si los agarras a martillazos vas a poder quedarte con todo un barrio, y ahí no vas a tener más problemas, ahí sí la vida va a ser fácil. Solo oculta el martillo, porque si no, te van a tener miedo y no van a querer pelear; escóndelo y sácalo cuando ya esté arreglado, así no se podrán echar para atrás.

El peleador

Atrás de las bodegas del mercado, con el fétido olor a pescado podrido, allá te fuiste a meter, les ofreciste combos y ellos de burla te metieron en esto. No saben nada de lo que va a pasar, no importa cuánto se rían, si al final tú eres invencible, con el diablo metido adentro, puro poder de neo, un par de aspiradas y te vuelves fuerte. No importa que hablen, no importa que te crean tonto, un par de martillazos y los vas a dejar a todos callados, nadie te va a volver a faltar el respeto.

Qué importa que las apuestas sean en tu contra, si ellos nunca han sabido nada. Te llevan al potrero a empujones, no saben con quién se están metiendo. Entre los mirones apiñados del público te insultan y escupen, son puros cobardes; el piojento con que vas a pelear te mira con desprecio, pobre infeliz que no sabe lo que le espera. No saben con quién se están metiendo. Estos hijos de puta no saben quién eres, después van a andar cagados de miedo.

Ya te dieron la campana, empieza a pegarle, agarra el martillo que guardaste en tu pantalón y rájalo a martillazos.

Busca la mierda de martillo, ¿dónde mierda se te fue a caer?

Reacciona, Dago, solito te metiste en las patas de los caballos.

¿Qué mierda estás haciendo, Dago, metiéndote en peleas callejeras?

Mal momento para empezar a entrar en razón, de tanto asfixiarte con neopren se te han atrofiado todas las neuronas, no conectan para nada, pero igual hay un grupo que se esfuerza en mantenerte cuerdo y vivo. Cada día cuesta más, tú mismo te estás matando y en este momento esas neuronas que aún se resisten te están diciendo que la cagaste y seguro te van a patear y tirar a la calle como el perro que eres. Estás jodido, lo poco que te queda de sano, las pocas conexiones que logras hacer, lo único que te dicen es lo condenado que estás. Ni te fijaste que el compadre mide el doble que tú, jurabas que le meterías un par de martillazos, pero no fuiste capaz siquiera de conservar el martillo. ¿En qué pensabas?, si él está bien alimentado y entrenado. Tú eres un saco de pellejos arrugados y carcomidos por la calle, te has pegado todas las enfermedades y lo único que haces es tirar unos golpes al aire y creerte karateka. Ahora, de lo único que estás consciente es que, si el neopren deja tu cuerpo, empieza a darte la miseria, y esa mierda es lo que te está dando ahora; tremenda bajada. Al menos con el neopren no hubieras sentido nada mientras te sacaban la cresta. Lo mismo que el día a día, con el pegamento no sientes cómo el mundo te patea y humilla a diario, la vida deja de doler y te sientes feliz, como cabro chico por un rato, creyéndote fuerte. Te abandonó el poder, ahora estás todo cagado y encima eres consciente de que es por tu culpa.

El bestia de mierda te mandó un mangazo que te llegó de lleno, te llegó a desencajar la mandíbula y te dejó tambaleando. Aprovechando eso, te mandó una patada en la cabeza que te llegó a retumbar.

Cagaste, el próximo golpe te manda para el otro lado, el próximo no lo vas a aguantar, pero… ¿sabes, Dago?, ya no es tan así. La mezcla de dolor y adrenalina, el golpe seco y la certeza de morir lograron el milagro. Esa última neurona útil, con todo lo extremo de la situación, logró conectar con una neurona ya muerta y la resucitó; y esta, a su vez, prendió las que están cerca de ella y todas ellas las de su alrededor, causando una reacción en cadena. Cada neurona resucitó a la más cercana y así te vas volviendo más y más consciente, más y más inteligente, y en una fracción de segundo, todas tus neuronas despertaron. Por primera vez en tu vida todo tu cerebro está funcionando, todas tus facultades están andando y una verdadera lucidez gobierna tus pensamientos.

Dago, estás utilizando todas tus facultades, estás usando el 100 % de tu cerebro, tus pensamientos son rápidos y el mundo parece que se mueve muy lento. Sabes qué sucederá ahora y después de eso, y qué pasaría si hicieras esto o aquello. Todo es predecible, tu mente es más rápida y aguda, lo suficiente como para entender realmente qué está sucediendo antes de que ocurra.

El iluminado

Ahora está todo claro, después de ese golpe viene otro que te azotará en el piso, donde se te partirá el cráneo. Seguirás vivo y consciente, pero luego aprovechará para patearte en el piso varias veces. El dolor te hará devolver todo lo que tienes dentro, salpicarás con sangre sus pies, y eso lo enfurecerá aún más. Tomará tu cabeza y la estrellará varias veces en el pavimento hasta que te termines de reventar y mueras horriblemente. Está claro que ese golpe que viene es tu muerte; por lo tanto, Dago, debes esquivar ese golpe.

Creo que debes intentar algo diferente, no debes moverte a lo loco. Apoya tu peso en el pie izquierdo, baja tu centro de masa y muévete suavemente a un costado, lo justo para que él esté seguro de que te va a golpear, pero lo suficiente como para esquivarlo. Dale la certeza de que te pegará, pero quítasela en el último instante. Luego de eso, vas a verlo trastabillar, aprovecha eso para darle un golpe seco en la tráquea; comenzará a ahogarse y su vista se irá a blanco. Aprovecha eso y da un paso a su espalda, tómalo por los hombros, da un paso hacia atrás y con un suave movimiento lo tumbarás contra el suelo. Él se azotará la nuca en el cemento y morirá inevitablemente; aprovecharás su mismo peso para acabarlo. El resultado de la pelea será inesperado, los apostadores estarán furiosos y pensarán que don Choco arregló la pelea para cargárselos con sus pocas monedas.

Don Choco no se quedará tranquilo con eso, después de todo mataste a uno de sus esbirros y encima lo acusarán de haber amañado una pelea. Te buscarán, pero no podrán encontrarte; tú eres más inteligente que ellos. Te escapas y te escondes bien, las calles son tu hábitat, sabes cómo moverte sin ser notado, pero, igual hay algunos que te reconocen, eres el payaso de la villa, saben que vives en la calle, pero conocen a quien te conoce y les darán la información a los matones de don Choco, quienes llegarán donde tu vieja. Tratarás de evitarlo de mil formas, pero siempre será tarde, los matones se desquitarán con ella. Esa es su ley: absolutamente nadie se caga a don Choco. Y tú, al menos de adicto, no le causabas demasiados problemas a tu madre, y por tu culpa va a morir sufriendo.

No, Dago, lo mejor no es esquivar el golpe, no es una buena idea, es mejor que te peguen de una y te maten como lo mereces. Sabes que asfixiándote no ibas a durar mucho más y, después de todo, no le importabas a nadie. Sin embargo, esa no es toda la verdad, ya que tu vieja te saldrá a buscar después de que le lleguen con el chisme de que te vieron peleando en el puerto. Hará preguntas, se enterará de lo del viejo, se preocupará y saldrá a buscarte. Muchas de las cosas que diga serán incómodas para los traficantes y luego irá a los pacos, y ellos son corruptos, se dedican a tapar todo lo que se pudre en el puerto, les hacen la pega a los mafiosos. Se darán cuenta de que tu vieja se enteró de algo y, para mantenerla callada, le sacarán la chucha y la dejarán botada en una zanja. Pasará la noche en la calle, pero no la amedrentarán y te seguirá buscando, y así llegará donde el Rucio, otro mafioso, y ese es peor, es más macabro y manipulador. La usará para molestar a don Choco, la hará salir en la tele, y ella va a hablar y llorar. Cuando el Rucio termine de usarla, la van a engañar y se ensañarán para que sufra, jugarán a que te encuentran, la ilusionan y luego le pasan el cadáver de otro vago, y así varias veces. Y ella no va a descansar y se terminará enfermando y muriendo, con demasiada pena porque no te encuentra, y no sabe qué te pasó.

No, Dago, no puedes dejar que eso pase, si ganas o pierdes terminan jodiendo a tu vieja, la única que te ha querido y protegido. Estás igual de cagado que siempre, pero ahora eres consciente de que lo que te pase también le pasa a ella. Habría sido mejor morir ahogado por tu vómito en el frío. Total, ahí te habrían encontrado y ella se habría quedado tranquila. Pero ya es tarde para eso, no te van quedando salidas, debes buscar la forma de modificar esta realidad, de cambiar las cosas que han pasado, para no terminar perjudicando a tu vieja; necesitas rescribir tu historia.

El trascendido

Dago, piensa en la forma de hacerlo y busca en tu mente el camino para lograrlo, en el recoveco más oscuro de tus pensamientos. Ahí atraviesa el túnel que alterna entre las luces y las sombras, viaja por todo el túnel hasta llegar a la salida, de ahí toma el camino de la alameda, recórrelo y cuenta las hojas que caen de los álamos. Cuando llegues al número más grande que recuerdes haber pensado, entonces dobla a la izquierda y llegarás a un sendero entre la maleza.

El sendero te llevará a una desolada colina donde crece un viejo cedro al que ya no le quedan hojas; del cedro cuelga una fruta extraña y podrida, come de ella y te revolverá el estómago. Entonces vomita todo lo que guardas dentro, de tus jugos saldrán gusanos que removerán la tierra bajo tus pies; en ese preciso lugar debes comenzar a cavar.

Luego de remover varias capas de tierra, encontrarás un saco de arpillera, abre las costuras y encontrarás varios huesos humanos azumagados. Busca entre ellos un fémur más largo de lo normal, palpa el costado del hueso y recórrelo a su largo; sentirás el relieve de unos arabescos tallados en él. Lee los símbolos y recordarás caracteres conocidos, describen una dirección en un poblado remoto, el cual está a varios siglos de distancia.

Deberás recorrer lo necesario hasta llegar al lugar, que en ese momento ya estará en ruinas. Busca la casa con una reja verde, a la que le quedan solo algunas tejas; verás que está casi en completa ruina. Sin embargo, no deberás entrar en ella. Rodea la casa y, en la parte posterior, encontrarás la madriguera de algún animal quimérico que nunca debió existir.

Entra a hurtadillas en la madriguera, la recorrerás de forma incómoda hasta llegar a un orificio, debes dejarte caer por el foso y, mientras caes, debes pensar en aquello por lo que aún tienes que vivir. Extiende tu brazo más fuerte y aférrate a lo primero que alcance tu mano, aférrate con tu alma y quedarás colgando del balcón del teatro del diablo. Trepa usando lo que te quede de fuerzas y, sin dar vuelta a mirar el escenario, desciende por las escaleras de caracol y sal por la puerta gris tras las butacas rojas del teatro. Al atravesar la puerta te encontrarás en la baranda de un tren, este tren recorre las montañas en la noche. Sin bajar del tren, debes caminar hacia atrás hasta llegar a unas cortinas de terciopelo, las cuales se abrirán a tu paso, y al voltear, encontrarás una mesa con un mantel de color conchevino.

Sobre la mesa encontrarás un cuerno y una copa, una pluma y una vara, todos acomodados en una especie de rombo; debes evitar tocar la vara. En lugar de eso, levanta un poco el mantel y agáchate para pasar bajo la mesa. Gatea como cuando eras un bebe y al poco andar te darás cuenta de que es una mesa larga como de una gran cena. Están sirviendo un banquete, ves los pies de los comensales a los lados de la mesa; procura no molestarlos. Ve recto hasta llegar a un castillo de naipes gigantes, recorre el castillo y busca la sota de pica. Usa esa carta como puerta y llegarás a una casa de muñecas.

Debes salir de la casa de muñecas, debes aprovechar que la niña está viendo el atardecer en su ventana, y así poder bajar por los cajones de la cómoda. Cuando llegues hasta el tercer cajón, debes colarte dentro; ahí te darás cuenta de que estás en un pasillo oscuro lleno de puertas con distintos símbolos. Recorre el pasillo hasta llegar a la puerta con el símbolo de infinito, ábrela y encontrarás una pared de ladrillos, vuelve a cerrar la puerta y te darás cuenta de que hay un esquinero con una lámpara y un reloj de arena. Ves que el cable de la lámpara está justo al lado de tu pie, debes tropezar con el cable para que el esquinero se tambalee y caiga el reloj de arena, el cual se romperá en el piso.

El reloj roto ha desperdigado su arena y esta arena esparcida en el piso parecerá un firmamento lleno de estrellas. Debes recoger granos de arena, uno tras otro, hasta llegar a los diecisiete granos. Debes tener ocho en tu mano izquierda y nueve en tu mano derecha; luego, debes ponerlos en tu bolsillo y volver a abrir la puerta. El muro de ladrillos habrá desaparecido y podrás entrar a través de ella. Pisa un par de veces y ya no sentirás tus pies, tu cuerpo se empieza a fundir con aquel lugar en que has entrado, tu mente cae en un sueño profundo y, después de un parpadeo, al abrir los ojos te das cuenta de que has llegado a la dimensión 89.

El protagonista

Dago, en este lugar tienes las herramientas para cambiar tu realidad y la de todos los que te rodean. Siempre deseaste ser otra persona, o que el resto te viera con otros ojos, ser alguien aceptado socialmente, pues ahora en lugar de cambiar tu persona, puedes cambiar la sociedad que siempre te despreció. Esas cartas que se han formado con retazos de papel, dibujos y conceptos extraños, son fragmentos de otras existencias perdidas en el tiempo y el espacio. Si logras combinar esos fragmentos con tu realidad, esta se modificará irremediablemente.

¿Comienzas a escuchar otra voz en tu cabeza? Ignórala por completo, no sabe nada de lo que está ocurriendo, solo está aquí por diversión, y tú no tienes tiempo para la diversión.

En lo que has entrado se trata de un juego interdimensional, donde te estás apostando tu realidad contra la de un ser que ha llegado de una u otra forma aquí; al igual que tú, busca reconstruir su realidad. No puedes dejar que él lo haga primero. Si no, te perderás en este lugar al igual que todo lo que existe en el mundo que conoces.

Quien primero termine logrará borrar de la existencia a su rival; sin embargo, construir una realidad desagradable podría ser peor que dejar de existir. Piensa bien, Dago, qué es lo que estás creando. Por fin eres tu propio dios, pero puede que termines siendo una deidad desgraciada.

Bien, ya tienes una realidad estable, pero esta realidad está cargada de desgracias. Si usas esta realidad, será un escenario mucho peor del que huiste. No puedes usar esta realidad, Dago; debes construir otra.

Fíjate en cómo juegas, utiliza tu mente privilegiada y construye una realidad más cuerda de la que provenías. Sin embargo, esta realidad que estás cimentando es tan racional que has dejado morir a tu madre, ya que es la única forma de cortar con aquella patológica dependencia que te ha convertido en un ser humano inútil. Esta realidad te conviene, pero tampoco es lo que tú quieres, necesitas volver a empezar una vez más.

Dago, estás buscando una realidad en la que seas afortunado, pero eso no te está llevando a nada. Se te está acabando el tiempo, tus acciones se agotan y tus posibilidades disminuyen. Cada realidad que tratas es peor a la anterior, y debes entender que tus acciones no pueden solucionar todo, tu mundo es horrible y solo has logrado remediarlo parcialmente. Debes renunciar a la perfección; si no, nunca construirás algo estable. Debes aceptar que no puedes cambiar todo lo malo que te ha ocurrido, que de una u otra forma, te tocará enfrentar las cosas como son.

Dago, debes aceptar que no hay salida posible: o construyes una realidad con lo que tienes o tu mundo completo desaparece. No pienses en lo que te tocó vivir, de una u otra forma trata de adaptarte.

Dago, has sido negligente, ya no queda más tiempo y el juego terminará eligiendo la realidad más estable, debes procurar que tu realidad sea mejor que la de tu antagonista, debes procurar anularlo en este momento y aferrarte a lo que has logrado fundar.

Ahora, toma los restos de realidad que te quedan y despierta en el mundo que has logrado construir. Debes aceptar esta realidad inestable que tú has creado.

El ganador

Dago, ahora este es tu mundo, los fragmentos de realidad no eran los suficientes, por lo que tu mundo es inconexo e incoherente.

El tiempo se ha distorsionado, puede que estés viviendo el día de mañana, y que mañana sea el próximo año o varios siglos atrás. Si doblas en esa esquina, es probable que aparezcas en otra parte, el tiempo y el espacio están completamente trastocados.

No puedes diferenciar tu persona de las otras personas, en un instante todos son Dago, y al rato todos son distintos seres; una sola mente que los aglutina o un millón de pensantes independientes. Todo ha dejado de tener razón y aquello a lo que te aferrabas puede que en un momento exista y en otro ya no. Es imposible basar tu presencia en cómo te ven los otros, ya que no sabes ni siquiera si el resto es real o solo es efecto de tu mente; ahora lo único válido es tu pensamiento más puro y primitivo. Dago, ahora lo único real eres tú.

En este mundo lo mejor es no entender nada, dejar de pensar; apaga tu cerebro y deja que tus pensamientos sean ahogados. Eres demasiado consciente para esta irracionalidad que te tocará vivir, toma la bolsa de neopren y da algunas aspiradas, apaga tus pensamientos y deja que el tolueno, nuevamente, te vuelva un desperdicio de persona.

Dago, por tu bien, debes aspirar hondo y dejar que tus pensamientos mueran, debes dar una gran bocanada para dormir definitivamente esta lucidez. La única forma de tolerar esto será apagando tus neuronas, una a una debes ir matándolas hasta que la última pizca de razón que te quede sea suficiente para sobrevivir.

Dago, debes aspirar tolueno para recibir el premio de la ignorancia y soportar esta existencia sin sentido, no hay otra forma de que resistas este mundo que carece de lógica, no hay otra salida más que volver a ser el sobrante social que no logra adaptarse y es mirado en menos por todos.

Dago, aspira profundo de tu bolsa de neopren y no seas consciente de que este caótico mundo te ha dejado a un lado. Da una angustiante aspirada más y ya no importará si el mundo tiene sentido o no. Deja que esa última aspirada queme tu faringe y te haga caer en un profundo sueño.

Dago, simplemente deja que este absurdo mundo exista y le seas totalmente ajeno. Dago, refúgiate en la piadosa bendición del tolueno.

La paradójica dimensión 89

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