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Presentación

¡Qué bueno es tener entre nosotros a escritores nuestros! Ya estamos acostumbrados a que el pastor y doctor Darío López nos regale escritos suyos como testimonio de vida y de ministerio.

Si existe una palabra con la que podemos resumir la teología del Nuevo Testamento, ésa es: padre. Esto es lo nuevo que vino a revelarnos nuestro Señor Jesucristo acerca de nuestro Dios y creador del universo. “¡Padre!” evoca más sentimientos que razones; es difícil apropiarnos de aquel que es trascendente.

La raíz de la mayor parte del ateísmo práctico y teórico no es argumento, sino actitud; no es intelecto, sino sentimiento; no es amor a la verdad, sino miedo a la verdad. “¡Padre!” nos invita a experimentar, a conocerlo con transparente franqueza; es actitud, antes que aptitud. “Padre” nos invita a abrirnos en lugar de cerrarnos; nos abre la mente para que, a continuación, la alimentemos debidamente en la defensa y confirmación del evangelio (Fil 1.7).

La oración siempre será sacerdotal; nos dirigimos a nuestro Padre cargados de problemas, conflictos y posibilidades. Cuando dialogamos con Él, amamos nuestra tierra, amamos lo que nuestro Padre ama. Y entonces, devueltos al mundo en el que a Él le plugo ubicarnos, volvemos con esperanza, con imaginación y con “ora-acción”.

Nuestro autor, a lo largo del análisis textual del Padrenuestro, nos regala algunos detalles de interpretación para encaminarnos en los propósitos de la reflexión. Detalles que nos ayudarán a ubicar mejor al texto en su contexto, para proponernos al “Dios que habla hoy” en nuestra circunstancia, y ver su posible transformación.

El autor es insistente y recurrente al proponer que nuestra experiencia con el “Padrenuestro” no sea sólo personal (Padre), sino también grupal, comunitario (nuestro). ¡Qué difícil resulta el aprendizaje comunitario en la fe evangélica! Éste es un desafío en el cual debemos ir aprendiendo a ver, no dos mundos, sino uno solo. “Dios bendice a buenos y a malos”. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia radica en que, para quienes lo amamos, Él es nuestro Padre. Ese eclipse de trascendencia e inmanencia debe verse en la vida comunitaria de la iglesia de las partes A y B del Padrenuestro.

Estamos invitados en el desarrollo de este libro a experimentar una oración que “sana, libera, transforma e integra”. Una vez más insistimos en que la práctica comunitaria de la oración debe ser llevada a la ora-acción. Dice el autor: “en realidad una oración que no rompe la puerta de salida al mundo, no es una oración que el Señor desea”.

En mi experiencia pastoral comunitaria, tuve la oportunidad de considerar el contenido del Padrenuestro como una propuesta litúrgica para la congregación. Su estructura era la del servicio litúrgico. Por ejemplo, cuando llegábamos a la frase “pan nuestro de cada día”, levantábamos las ofrendas, las cuales no tenían otro propósito que compartir con el pueblo del Señor lo que nos daba en su gracia. Cuando escuchábamos “hágase tu voluntad”, empezaba la exposición bíblica (del sermón, de la homilía), pues el fin de ella era motivarnos, encaminarnos hacia la voluntad del Padre aquí y ahora. Igualmente, las alabanzas tenían que ser escogidas de acuerdo con lo que indicaba el Padrenuestro. Asimismo, al escuchar “perdónanos nuestras deudas”, se invitaba a la congregación a ese abrazo rico y comunitario entre los hermanos como señal del perdón y la reconciliación, profundizando de ese modo nuestra comunidad. A lo largo de dos años, por lo menos, cada domingo nos dejábamos guiar en nuestra liturgia por el Padrenuestro.

Hay que prepararnos para leer juntos este libro. No lo haga solo; quizá sea motivo para tener un compañero o un grupo de oración. Juntos nos ayudaremos a realizar una lectura creyente del Padrenuestro, que está presente y no está callado, obrando en medio de nosotros. Despertando en nosotros el deseo de hacer lo que a Él le agrada y nos da el poder para hacerlo (Fil 2.13).

Finalmente, me imagino a nuestro querido autor sentado frente al mar, contemplando la hermosura de su inmensidad; llevado por la naturaleza a la sorprendente presencia de nuestro Padre, Señor y Creador. En esa riqueza contemplativa, de repente el toque del Espíritu lo devuelve al barrio, con aptitud comprometida con el Reino, aquí y ahora.

Este libro nos ofrece preguntas comprometedoras, exigentes, relacionadas con el experimento del “Padrenuestro” en nuestro país, lleno de limitaciones y miseria humana.

Alejandro Silva García

Director Nacional de Liga Bíblica Perú

El padrenuestro

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