Читать книгу Actividades físicas y deportes adaptados para personas con discapacidad - David Sanz Rivas - Страница 7

Оглавление

CAPÍTULO 1

LA ACTIVIDAD FÍSICA ADAPTADA (AFA)

LA ACTIVIDAD FÍSICA ADAPTADA DENTRO DE LAS CIENCIAS DE LA ACTIVIDAD FÍSICA Y EL DEPORTE

ANÁLISIS TERMINOLÓGICO EN REFERENCIA A LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD

SITUACIÓN ACTUAL DE LAS POBLACIONES OBJETO DE ESTUDIO

ÁMBITOS DE APLICACIÓN Y TIPOS DE PROGRAMAS DE ACTIVIDAD FÍSICA ADAPTADA (AFA)

ÁMBITOS DE APLICACIÓN DE LAS AFA

TIPOS DE PROGRAMAS DE ACTIVIDAD FÍSICA ADAPTADA

LA ACTIVIDAD FÍSICA ADAPTADA DENTRO DE LAS CIENCIAS DE LA ACTIVIDAD FÍSICA Y EL DEPORTE

Tomando como partida el Real Decreto 1670/1993, por el que se ha regulado hasta la fecha el título oficial de Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (CAFD en adelante) en el Estado Español, la materia de Actividades Físicas para Poblaciones Especiales (o denominaciones afines) se ha englobado dentro de otra materia más amplia denominada Actividad Física y Salud. Según el Diccionario de la Real Academia Española, especial es aquello “que se diferencia de lo común o habitual” (RAE, 2005, pág. 593). Por tanto, consideraremos como especial a todo aquel colectivo que se encuentre apartado de la “norma” en cuanto a sus condiciones físicas, fisiológicas o sociales. Dicha situación podría ser tanto temporal como permanente, condicionando en muchas ocasiones el desarrollo evolutivo y/o madurativo del sujeto, amén de su propia calidad de vida. La forma en la que abordemos la actividad física destinada a estos colectivos buscará, entre otros muchos objetivos, la salud integral de la persona, ya sea a nivel personal o colectivo.

Sin embargo, esto nos obliga a hacernos la pregunta de ¿qué entendemos por normalidad? Son varias las aproximaciones al concepto de normalidad que se pueden hacer, entre las que podríamos destacar, por ejemplo: a) desde un punto de vista estadístico, considerando todo aquel colectivo o persona que se alejara o acercara a la media de unos parámetros considerados “normales” para la población en la que se encuentre o compare; b) desde un punto de vista psicológico, que sería cuando el individuo o grupo se adaptara al medio y/o exigencias que se le plantean, por lo que no aparecerían notorias conductas disruptivas o de falta de autocontrol; c) desde un punto de vista cultural, cuando la persona o grupo se ajustara a una serie de pautas de comportamiento establecidas por la sociedad en la que resida, o d) desde un punto de vista legal, en el que la normalidad se estableciera en base a unos parámetros estipulados por juristas. Desde el punto de vista de la salud, consideraríamos “normal” a toda aquella persona que no tuviera una alteración notable de su estado de salud. Por ejemplo, en Estados Unidos el término poblaciones especiales hace referencia “a las personas con discapacidad” (DePauw y Gavron, 2005, pág. 115), mientras que en Finlandia hace referencia a “los discapacitados, los mayores y las personas que sufren enfermedades crónicas” (Koivumaki, 1987; en DePauw y Gavron, 2005, pág. 115).

Si partimos de la premisa de que un colectivo especial posee una serie de características que lo diferencian del grueso de la población, ello implicará que nuestra intervención será adaptada a aquél, aunque consideramos que cualquier intervención desde las CAFD debe estar adecuada a un colectivo o persona en cuestión, independientemente de si tiene o no una alteración de su estado de “salud”. Esto nos lleva a abordar el esclarecimiento terminológico del término acuñado dentro de las CAFD como Actividad Física Adaptada (AFA en adelante), aunque en la bibliografía actual se acuñan otros términos similares como Educación Física Especial, Educación Física Adaptada o Deporte Adaptado.

En 1977, se reunió en Quebec (Canadá) un relevante grupo de expertos, y desde aquella reunión se empezó acuñar el término Actividad Física Adaptada, fecha en la que comenzó su andadura la Federación Internacional de Actividad Física Adaptada (IFAPA: International Federation for Adapted Physical Activity), organización centrada en la investigación y en el desarrollo académico de la AFA. Con el objetivo de poner en común los avances en este ámbito, se decide organizar un simposio bianual de carácter internacional denominado ISAPA (International Symposium on Adapted Physical Activity), que viene desarrollando sus actividades hasta la fecha y en el que participan importantes investigadores en torno a esta área de estudio.

Para Sherrill (2004), AFA es un término global al servicio de la promoción de un estilo de vida activo y saludable, con el fin de mitigar problemas psicomotores que interfieren en el desarrollo personal del ser humano. Los beneficios que la práctica de actividad física pueden reportar a colectivos especiales son numerosos a nivel físicobiológico, social o psicológico, a saber (Barrios, 2000; Warburton, Nicol y Verdín, 2006):

a) Sistema cardiovascular:

• Fortalecimiento del músculo cardíaco, mejorando la contractilidad del corazón. Un entrenamiento con un mayor componente aeróbico permite aumentar la capacidad de las cavidades cardíacas, mientras que uno de tipo más anaeróbico aumenta el grosor del miocardio. Una de las consecuencias de tales mejoras es un aumento del volumen sistólico (Warburton, Gledhill, Jamnik, Krip, y Card, 2004).

• Disminución de la frecuencia cardíaca (FC) en reposo y durante el ejercicio.

• Aumento de la capilarización cardíaca, mejorando el transporte de oxígeno a todos los tejidos y músculos del organismo. A su vez, también mejora el retorno venoso (Warburton, Gledhill y Jamnik, 1999).

• Prevención de enfermedades cardíacas (p. ej., infarto de miocardio), reduciendo así el riesgo de mortalidad derivado de ellas (Wessel et al., 2004).

• Mejora del flujo sanguíneo (Hambrecht et al., 2000), evitando la aparición de cardiopatías (p. ej., isquemia coronaria) derivadas de la formación de placas ateromatosas1 (Franklin, Swain y Shephard, 2003).

• Mantenimiento de la elasticidad arterial (Gokce et al., 2002).

• Reducción del riesgo de hipertensión arterial debido a un descenso de la resistencia periférica del flujo sanguíneo (diámetro de las arteriolas o viscosidad de la sangre) o del gasto cardíaco (volumen sistólico o FC).

b) Sistema respiratorio:

• Mejora de la capacidad pulmonar, unida a una disminución del volumen residual respiratorio.

• Mejora de los músculos respiratorios.

• Disminución de la frecuencia respiratoria por un aumento de la capacidad vital (CV).

c) Sistema metabólico y endocrino (Berg, Halle, Franz, y Keul, 1997; Halle, Berg, von Stein, Baumstark, Koning, y Keul, 1996):

• Aumento del consumo basal (gasto energético).

• Disminución de los lípidos (León y Sánchez, 2001).

• Disminución del colesterol, con un aumento del colesterol HDL y una disminución del colesterol LDL en los tejidos y arterias.

• Ayuda a la prevención y el control del sobrepeso o la obesidad, y contribuye al mantenimiento de un peso adecuado (Seidell, Cigolini, Deslypere, Charzewska, Ellsinger y Cruz, 1991).

• Incremento de la sensibilidad a la insulina, reduciendo el riesgo de aparición de diabetes mellitus tipo II (Dunstan et al., 2005).

d) Aparato locomotor (Warburton, Gledhill y Quinney, 2001):

• Mantenimiento de los músculos con un tono y capacidad funcional adecuados, remarcando la función de sostén que posee la columna vertebral.

• Conservación de la flexibilidad de las articulaciones, permitiendo una mayor relación con el medio y una autonomía mayores.

• Mantener íntegros los tejidos de las articulaciones sometidos a rozamiento y desgaste (cartílago articular).

• Reducción de la pérdida de calcio y otras sales minerales en los huesos, implicada directamente en la aparición de osteoporosis.

e) Nivel psicológico, social y emocional:

• Disminución de la ansiedad o depresión (Dunn, Trivedi y O’Neal, 2001).

• Mejoría en aspectos como autoconcepto, autoestima, competencia percibida, autoeficacia o imagen corporal (Tortolero, Taylor y Murray, 2000).

• Disminución del estrés (Dua y Hargreaves, 1992) y la agresividad (Norris, Carroll y Cochrane, 1992).

• Parece que la actividad física se asocia a un descenso del estado de ánimo negativo, de la desesperación y del distrés emocional, aminora la soledad e incrementa la felicidad (Page y Tucker, 1994; Tortolero et al., 2000).

• Mejora de los niveles de relajación, la actividad sexual y el sueño.

• A nivel social favorece el compañerismo, la cooperación, la mejora de las relaciones afectivas o la solidaridad.

f) Piel:

• Eliminación de toxinas, mejorando la transpiración mediante el sudor.

g) Otros beneficios:

• Disminuye el riesgo de aparición de cáncer (Lee, 2003), especialmente de algunos como el de mama, por estimulación del sistema inmunitario, o el de colon, por estimulación del peristaltismo intestinal (Thune y Furberg, 2001).

h) Mitiga los efectos adversos sobre la funcionalidad del organismo derivados del envejecimiento (figura 1.1).

Vemos cómo la actividad física regular puede desempeñar un papel importante, tanto desde el punto de vista de la prevención primaria, disminuyendo el riesgo de padecer ciertas enfermedades (p. ej., diabetes mellitus tipo II, hipertensión o cardiopatía isquémica, entre otras), como desde la prevención secundaria, formando parte del tratamiento precoz de algunas enfermedades, mejorando su control y disminuyendo la morbimortalidad asociada. En todo caso, esta actividad física va a contribuir a la mejora de la calidad de vida de quien la realiza, y en el caso de los colectivos especiales que nos ocupan, permitirá determinadas mejoras sobre las estructuras o funciones corporales con un estado alterado de su salud.

La propuesta, desarrollo y consecución de objetivos o los beneficios anteriomente planteados, entre otros más específicos que abordaremos más delante, dentro de la AFA pueden ser atendidos desde áreas tan diferentes como la Pedagogía, la Psicología, la Gestión, la Fisioterapia, la Psicomotricidad, la Medicina, la Arquitectura, la Sociología, la Recreación, la Historia o las Ciencias de la Actividad Física o del Movimiento (Doll Tepper y DePauw, 1996) (figura 1.2).

Órgano/sistemaEfectos del envejecimientoEfectos de la actividad física
CardiovascularDescenso del consumo máximo de O2, FC máxima y volumen de eyecciónIncremento del consumo máximo de O2, mantenimiento de la FC y VE, incrementando la capacidad volitiva
RespiratorioDescenso de la CV y del FEV*Incrementa la sensibilidad a la respuesta ventilatoria, mejorando los parámetros pulmonares funcionales
NeurológicoDesciende el número de axones, la velocidad de transmisión nerviosa y la propiocepciónMantenimiento de los tiempos de respuesta, mejorando el equilibrio (menor riesgo de caídas)
Tejido conectivoDisminuye la flexibilidadAumenta la producción de colágeno y la flexibilidad
MuscularDisminuye la fuerza y contractilidadIncremento de la masa muscular y de la fuerza
EsqueléticoDisminuyen los niveles de calcioIncremento de los niveles de calcio y densidad ósea
CartilaginosoAtrofiaMejora del espesor del cartílago y protección de las articulaciones
EndocrinoDeficiente captación de glucosaDisminuye la resistencia a la insulina

Figura 1.1. Efectos del envejecimiento y de la actividad física sobre los principales órganos (traducido y adaptado de Kirkendall y Garrett, 1998).

* Volumen espiratorio forzado en 1 segundo.

Pero la falta de un consenso claro en torno a este término, “Actividad Física Adaptada”, sigue vigente en la actualidad, y otras definiciones aportadas al respecto han ido apareciendo en los últimos años a medida que se han ido diversificando las posibilidades o colectivos de trabajo.

Para la propia Sherrill, AFA es “una teoría y práctica multidisciplinarias relacionadas con las actividades a lo largo de la vida de aquellas personas cuya estructura funcional o apariencia única requieren un conocimiento experto para: a) adaptar y adecuar ecosistemas, y b) facilitar los cambios necesarios para un acceso igualitario, integración e inclusión, bienestar a lo largo de la vida y posibilidades de éxito a través del movimiento y empowerment2” (Sherrill, 1994; en Pérez, 2003, pág. 232).

Según las conclusiones del Congreso Mundial de Actividad Física Adaptada de Quebec en 1998: la “Actividad Física Adaptada se define como un cuerpo de conocimiento multidisciplinario dirigido a la identificación y solución de las diferencias individuales en la actividad física. Es una profesión de prestación de servicios y un cuerpo académico de estudio que apoya una actitud de aceptación de las diferencias individuales, aboga por mejorar el acceso a estilos de vida y al deporte, y potencia la innovación y la cooperación en la prestación de servicios y la adaptación de las normativas. La Actividad Física Adaptada incluye, además de otros aspectos, la Educación Física, el deporte, la recreación, la danza y las artes creativas, la nutrición, la medicina y la rehabilitación” (Sherrill; en Drouin, 1998).


Figura 1.2. Áreas de estudio en torno a la actividad física adaptada (adaptado y traducido de Doll-Tepper y DePauw, 1996, pág. 2).

Otra definición, a destacar por su simplicidad, es la que realiza Doll-Tepper (2001), quien consideraba la AFA como “todo movimiento, actividad física y deporte en los que se pone especial énfasis en los intereses y capacidades de las personas con condiciones limitantes o problemas de salud o de las personas mayores”.

Finalmente, queremos apuntar la definición dada por la Federación Internacional de Actividad Física Adaptada (IFAPA), que define AFA como “un cuerpo de conocimientos interdisciplinario dedicado a la identificación y solución de las diferencias individuales en actividad física. Es una profesión de servicios y un campo académico de estudio que se basa en una actitud de aceptación de las diferencias individuales y en la defensa del acceso a un estilo de vida activo y al deporte, y promociona la innovación y cooperación para ofertar programas y sistemas de empowerment. AFA incluye, pero no está limitada a, la Educación Física, el deporte, la recreación, la danza y artes creativas, la nutrición, la medicina y la rehabilitación (IFAPA, 2004; en Hutzler y Sherrill, 2007).

Como podemos observar, AFA es un concepto aglutinador, amplio y generalista, de tal forma que de él se derivan otros términos como los de “juego adaptado”, “deporte adaptado” o “Educación Física Adaptada”, entre otros. Por lo tanto, consideramos que la AFA recoge todos los ámbitos de la actividad física que no recoge la AF “formal”, y no hace referencia tan sólo, como tradicionalmente se ha entendido, a las personas con discapacidad, sino también a otros grupos con connotaciones determinadas tales como el de tercera edad, drogodependencias, reclusos, poblaciones marginales, etc.

Además, vemos que esta última definición incluye muchos de los aspectos que deben ser recogidos por cualquier definición, y que Hutzler y Sherrill (2007) concretan en: a) especificar las dimensiones y propósitos de una profesión; b) delimitar los límites del conocimiento base de una profesión y sus prácticas; c) clarificar la naturaleza de los servicios proporcionados, y d) indicar las poblaciones a las que van destinados tales servicios. Este último aspecto es del que, en nuestra opinión, adolece esta definición, que sí recogen otras de las apuntadas anteriomente. Sin embargo, los propios Hutzler y Sherrill (2007) nos indican una aplicación de las prácticas a realizar en AFA, en relación con los componentes recogidos en la International Classification of Functioning, Disability and Health (ICF) (OMS, 2001) (figura 1.3).

Existe actualmente una discusión en la literatura especializada sobre si este campo de estudio es un área de conocimiento (o disciplina) o una profesión, ambos términos incluidos en la definición apuntada anteriormente. Esta controversia resulta de interés para nuestro objeto de estudio. De hecho, son varios los profesionales que pueden ser prestadores de servicios, de ahí que la investigación o formación que podamos hacer en este campo de estudio pueda realizarse desde varias perspectivas o disciplinas (ver figura 1.2).


Figura 1.3. Ejemplo específico de prácticas en AFA respecto a las categorías de la ICF durante la planificación de la AFA (adaptado y traducido de Hutzler y Sherrill, 2007, pág. 12).

Cabe indicar aquí que términos como discapacidad (el cual abordaremos en el siguiente epígrafe) son categorías establecidas desde una perspectiva social (Shogan, 1998). El crear categorías, respecto a una norma, no hace más que identificar subpoblaciones en función de una serie de parámetros comunes que, en el caso de la ICF, aglutina la presencia de una alteración en una estructura o función corporal, la limitación a la hora de hacer una actividad o la restricción en la participación en una actividad o área de la vida cotidiana. Cualquier definición o conceptualización de las AFA debería tener en consideración los componentes de la ICF y determinar de forma consensuada los cambios propuestos en los servicios y apoyos (p. ej., compañero asistente en clases con grupos numerosos), equipamiento empleado (p. ej., balón con mayor diámetro para facilitar el bote), variables del entorno (p. ej., reducir el tamaño de la pista de bádminton), estructura de las tareas (p. ej., impulsión de una silla de ruedas en lugar de correr), las reglas (p. ej., doble bote en tenis en silla de ruedas) y las instrucciones (p. ej., ayudas táctiles como complemento a las indicaciones verbales) (Hutzler y Sherrill, 2007). Estos ejemplos no hacen más que identificar áreas de investigación que permitan ayudar a comprender y optimizar los programas de intervención en AFA, independientemente del ámbito de su aplicación.

Cuando nos referimos a si la AFA es una disciplina o campo de estudio, aludimos a que recoge el conocimiento base que subyace y dirige la prestación de servicios y proporción de actividades a personas con limitaciones personales y/o sociales (Hutzler y Sherrill, 2007, pág. 15). En este sentido, Reid y Stanish (2003) añaden que, además de la búsqueda de conocimiento como principal motivación, está la utilización de una metodología y terminología propias. Esta consideración de AFA como disciplina sucede especialmente en Europa, donde ésta incluye la educación física, ciencia del deporte, recreación y rehabilitación como áreas de subespecialización dentro de la AFA (DePotter, Van Coppenolle, Djobova, Dobreva, Wijns y Van Peteghem, 2003).

Aunque el término “disciplina emergente” ha sido usado por algunos investigadores de reconocido prestigio en el ámbito de las AFA (p. ej., Sherrill, 1998), la investigación es el medio a través del cual un cuerpo de conocimientos o disciplina crece y se desarrolla (Reid y Stanish, 2003). Estos autores apuntan una serie de criterios que deben reunirse para que un área de estudio sea considerada como una disciplina, a saber: a) dominio identificable en el que se planteen cuestiones vitales; b) una teoría sustancial y una tradición pública reconocida; c) una estructura conceptual única; d) integridad única; e) reconocimiento de los métodos y procedimientos utilizados; e) reconocimiento de los procesos y de los productos, y f) utilización de un lenguaje claro y correcto que garantice la comunicación. El trabajo realizado por Reid y Stanish (2003) analiza las publicaciones aparecidas en una de las revistas más relevantes en AFA (Adapted Physical Activity Quarterly), dada su especificidad y su inclusión en dos áreas del Journal Citation Reports, donde se analizan sus publicaciones durante el período comprendido entre 1984 y 2000. Las conclusiones más reseñables de dicho trabajo, en relación con los criterios que debe reunir para ser considerada una disciplina, las resumimos a continuación:

• Se cumple el primer criterio de un cuerpo de conocimientos propio, al existir numerosos trabajos específicos de poblaciones especiales, tanto en esta revista como en otras.

• No existe predominancia de técnicas y metodología propias, sino que suelen aplicarse unas procedentes de otras disciplinas.

• Existe disparidad en el establecimiento de un marco conceptual en el que se desarrolla la investigación, si bien muchos de ellos proceden de disciplinas como la psicología del deporte, el aprendizaje motor o el desarrollo motor. De hecho, muchos trabajos han tenido como objetivo primordial determinar si el modelo teórico creado en otras disciplinas se cumple en personas con discapacidad o en contextos de AFA (p. ej., Tripp, French y Sherrill, 1995). Por ello, no cabe considerar que cumpla el criterio de posesión de un marco conceptual único.

• La mayor parte de la terminología empleada procede de otras disciplinas como la cinesiología, la educación especial, la educación física o la rehabilitación, y son menos los términos específicos como paraolimpíadas, goalball, boccia, quad rugby, twin-basketball, entre otros (p. ej., Evaggelinou y Grekinis, 1998).

A tenor de la discusión planteada en párrafos anteriores, Reid y Stanish (2003) consideran que la AFA no puede ser considerada como una disciplina, sino como un campo de estudio profesional, con una base de conocimiento interdisciplinario.

Una profesión hace referencia a la ocupación de un servicio, normalmente tras la realización de unos estudios superiores o especializados, la cual está guiada por unos códigos éticos y tiene unos órganos de representación formales (Reid y Stanish, 2003). La consideración de la AFA como una profesión comienza al principio de la década de 1970, cuando se empezaron a ofertar los primeros programas de formación (Sherrill y DePauw, 1997). Baker y Wade (1995) realizan un análisis acerca de la consideración de la Educación Física como una profesión, mientras que nosotros, partiendo del trabajo de Reid y Stanish (2003), analizaremos las implicaciones específicas de esos criterios para la AFA:

a) Es en esencia una actividad intelectual. Dada la heterogeneidad de personas que trabajan en el campo de las AFA (p. ej., voluntarios), este criterio es difuso, si bien la investigación en este campo cumpliría este requisito.

b) Basa su conocimiento en la investigación. Cabe indicar que dicho conocimiento no ha sido equitativo para las diferentes subdisciplinas que podemos en contrar en las AFA. Por ejemplo, en el caso del deporte adaptado, si bien el origen de éste se ubica a mi tad del siglo pasado, la investigación ha desempeñado en él un rol menor en la evolución que se le asigna a las AFA desde la década de 1980 (Reid y Prupas, 1998). Así, podemos encontrar numerosas revistas con trabajos de investigación en relación con las AFA, mientras que las específicas existen en menor medida (p. ej., Adapted Physical Activity Quarterly o Palaestra).

c) Deben existir objetivos prácticos, apoyados por la investigación. No cabe duda de la naturaleza práctica de las AFA, si bien hay multitud de propósitos, determinados por las características, necesidades y orientaciones que se dé a la citada práctica.

d) Autoorganización. Existen numerosas organizaciones que tratan de coordinar las directrices de los programas de intervención para con estas poblaciones.

e) Capacidad de comunicación. Aquí se hace referencia a las numerosas fuentes bibliográficas en las que podemos encontrar trabajos en relación con las AFA.

f) Servicio público. Dada la voluntariedad que suele acompañar a la puesta en práctica de programas de AFA, así como la persecución de una serie de objetivos y beneficios a nivel biológico, psicológico y/o social, este criterio podría considerarse cumplido.

Por esta justificación que hemos apuntado anteriormente, Reid y Stanish (2003, pág. 215) consideran que la AFA incluye muchos de los criterios para que ésta sea considerada como una profesión.

A tenor de lo apuntado anteriormente, resulta complejo decantarnos por considerar la AFA como un campo profesional, donde los argumentos parecen ser más sólidos, que una disciplina o ámbito de estudio con entidad propia, ya que recoge argumentos de los dos. En opinión de Hernán Ariel Villagra, en los Cursos de Verano de la Universidad Politécnica de Madrid (2007), es posible que el mercado laboral acabe demandando a aquellos profesionales que satisfagan las necesidades específicas de estas poblaciones, sin importar tanto la titulación específica del profesional en cuestión. En cualquier caso, no debemos olvidar que el International Council in Sport Sciences and Physical Education (2007), reconoce la Actividad Física Adaptada como una disciplina de investigación con entidad propia, junto con otras dieciocho, a saber: 1. Pedagogía del Deporte; 2. Sociología del Deporte; 3. Historia del Deporte; 4. Filosofía del Deporte; 5. Psicología del Deporte y del Ejercicio; 6. Biomecánica; 7. Fisiología del Ejercicio; 8. Ciencias del Entrenamiento; 9. Comparativa Educación Física y Deporte; 10. Cineantropometría; 11. Psicología Neuromotriz, Control y Aprendizaje Motores; 12. Ciencias Políticas del Deporte; 13. Instalaciones Deportivas; 14. Información Deportiva; 15. Derecho Deportivo; 16. Gestión Deportiva; 17. Medicina del Deporte, y 18. Visión y Deporte.

Finalizaremos este apartado indicando una serie de reflexiones críticas que Hutzler y Sherrill (2007) apuntan en su ar tículo reciente acerca de las perspectivas internacionales en torno a la definición del concepto de Actividad Física Adaptada:

• Es probable que la AFA siga prosperando como una profesión si se la considera un campo de estudio multidisciplinario (o disciplina) o una subespecialización de la educación física, las ciencias del deporte o la cinesiología.

• La categorización apuntada en la ICF de la OMS (2001) puede servir como marco teórico para la integración de la discapacidad y los estudios sobre motricidad, así como para especificar las poblaciones objeto de estudio.

• La AFA abarca la participación en diferentes contextos (inclusión, integración o segregación).

• La subespecialización de la AFA podría incluir la educación física, deporte, recreación y rehabilitación. Algunos países optan por subespecializaciones en componentes académicos separados, mientras que otros prefieren un enfoque multi-disciplinario.

• Los estándares para proporcionar servicios de AFA varían en función del país y de los recursos disponibles. Esta cuestión también podemos extrapolarla a la hora de estimar los recursos disponibles para hacer investigación de calidad en este campo. No obstante, dichos estándares requieren diversas competencias, tanto para los especialistas como para los generalistas que haya en los diferentes puestos laborales afines.

• La AFA es un campo de estudio con una creciente evidencia empírica de base, que debe avanzar en la elaboración de un cuerpo único de conocimientos.

• En algunos países el término AFA no es el más utilizado, coexistiendo con otros como deporte adaptado, terapia deportiva o terapia psicomotriz, los cuales pueden tender a integrarse dentro de las AFA o a permanecer como entidades aisladas.

En nuestro caso, y teniendo en cuenta el eje vertebrador en torno al cual vamos a desarrollar esta obra, consideraremos las AFA como un cuerpo de conocimientos interdisciplinario dentro de las CAFD para la investigación y programación de nuestras intervenciones en cualquiera de los colectivos o grupos que estableceremos como objeto de nuestra intervención, y, en definitiva, donde los esfuerzos irán encaminados al diseño de estrategias de éxito que permitan el acceso a toda persona “especial” a la práctica de actividad física, educativa o deportiva en entornos lo más normalizados posible (figura 1.4).

ANÁLISIS TERMINOLÓGICO EN REFERENCIA A LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD

Creemos oportuno apuntar aquí los términos que pueden hacer referencia a alguna de las dimensiones que nos permitirían catalogar a una persona o población como especial desde el punto de vista de la actividad física, tal y como nos ocupa en la presente obra. A principio de la década de 1980, la Organización Mundial de la Salud acuñó tres términos que todavía en nuestros días se suelen utilizar, de una forma más o menos acertada (OMS, 1980):


Figura 1.4. Definición que aportamos al término “Actividad Física Adaptada”.

• Deficiencia (impairment). Dentro de la experiencia de la salud, la deficiencia es toda pérdida o anormalidad de una estructura o función psicológica, fisiológica o anatómica. La deficiencia representa la exteriorización de un estado patológico y, en principio, refleja alteraciones de un órgano.

• Discapacidad (disability). Dentro de la experiencia de la salud, una discapacidad es toda restricción o ausencia (debido a una deficiencia) de la capacidad para realizar una actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal para un ser humano. La discapacidad representa la objetivación de una deficiencia, reflejando alteraciones en el ámbito de la persona.

• Minusvalía (handicap). Dentro de la experiencia de la salud, una minusvalía es una situación desventajosa para un individuo determinado, consecuencia de una deficiencia o una discapacidad, que limita o impide el desempeño de un rol que es normal en su caso. La minusvalía representa la socialización de una deficiencia o una discapacidad, reflejando las consecuencias culturales, sociales, económicas y ambientales que para el individuo se derivan de la presencia de esa deficiencia o esa discapacidad.

Vemos que cualquiera de los términos expuestos (figura 1.5) parte de una enfermedad o trastorno de la persona, que hace referencia a una situación intrínseca en el estado de salud de esa persona con respecto a la norma. Sin embargo, consideramos que la relación entre tales términos no siempre es una relación lineal, ya que puede existir una deficiencia sin que se produzca una minusvalía, o una minusvalía puede ser consecuencia de una deficiencia sin que medie un estado de discapacidad. Por ejemplo, una persona que tenga una amputación simple al nivel de una falange de uno de los dedos de sus manos presenta evidentemente una deficiencia, sin que ello le suponga una discapacidad (no la limita para hacer las actividades consideradas normales en su caso) ni una minusvalía (no va a encontrar el rechazo del entorno que la rodea ni va a estar limitada su participación en él).

Si analizamos las diferencias entre estos términos bajo el parámetro de la socioafectividad, nos encontramos que, en el caso de los dos primeros, no podemos intervenir, es decir, en la deficiencia y la discapacidad. De hecho, sólo podríamos hacerlo mediante estrategias de intervención basadas en la prevención y/o rehabilitación, puesto que es algo propio del sujeto que puede condicionar su desarrollo socioafectivo. Sin embargo, el término minusvalía refleja claramente una situación desventajosa que la propia sociedad hace evidente y relevante, por lo que constituye un elemento de incursión directa en el desarrollo de relaciones del sujeto con el resto de la población. Aquí sí podemos intervenir y procurar que la desventaja se iguale, de forma que desaparezca lo que podríamos considerar como “minusvalía social”. Un caso práctico lo puede constituir un lesionado medular que utilice la silla de ruedas, a quien consideraríamos minusválido si para acceder a su puesto de trabajo dependiera de los demás para subir las escaleras, pero, si por el contrario contamos con una rampa de acceso al edificio, el sujeto será autónomo y no dependerá de los demás, pese a tener una discapacidad.


Figura 1.5. Diferenciación terminológica y su descriptor más característico aplicado a la deficiencia musculoesquelética (Reina, Sanz y Mendoza, 2003; pág. 20).

Extrapolando esta diferenciación terminológica a la propuesta por la OMS con la International Classification of Impairments, Disabilities and Han dicaps de 1999 (ICIDH), encontramos un claro paralelismo con la terminología expuesta anteriormente, de manera que (Reina, Sanz y Mendoza, 2003; pág. 21):

• Impairment = deficiencia. Hace referencia a la función y estructura del sujeto, siendo toda pérdida o anormalidad de la estructura del cuerpo, o de las funciones psicológicas o fisiológicas.

• Activities = actividades. Hace referencia a la limitación en la actividad por parte del sujeto, pudiendo estar limitadas en su naturaleza, duración o calidad, al igual que en la naturaleza y funcionamiento a nivel de la persona.

• Participation = participación. Hace referencia a la restricción en la participación, de manera que la naturaleza y la extensión de la persona están relacionadas con las situaciones de su vida en relación con las deficiencias, condiciones de salud y factores contextuales. La participación puede estar restringida en su naturaleza, duración y calidad.

En 2001, la OMS desarrolla la International Classification of Functioning, Disability and Health (Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud), a la que nos referiremos como ICF (OMS, 2001), y que citamos brevemente en el epígrafe anterior. El objetivo principal de esta nueva clasificación es brindar un lenguaje unificado y estandarizado, y un marco conceptual para la descripción de la salud, el bienestar y los estados relacionados. Debemos tener presente que la ICF no versa únicamente sobre personas con discapacidades, siendo válida para todas las personas, considerándose de aplicación universal (Bickenbach, Chatterji, Badley y Ünstün, 1999). Ha pasado, pues, de ser una clasificación de “consecuencias de enfermedades” (versión de 1980) a ser una clasificación de “componentes de salud” (versión de 2001).

Esta clasificación está en clara consonancia con un concepto actual de salud, cercano a las ideas de bien integral y equilibrio personal, social y ambiental. Por lo tanto, pensamos que la concepción actual de salud guarda una estrecha relación con la adopción de un estilo de vida saludable, en el que la realización de la actividad física esté adaptada a las posibilidades de práctica de la persona, respondiendo, a su vez, a sus necesidades e intereses. Ello contribuirá, unido a otros factores, como una correcta alimentación o el descanso adecuado, a incrementar la calidad de vida de la persona (Sánchez Bañuelos, 1996). A su vez, Devís (1998; pág. 369) indica que hemos pasado “de una actividad física relacionada con la salud… de higiene, a la noción de bienestar”. Coincidimos, pues, con Devís en que “la salud es el logro del elevado nivel de bienestar físico, mental, social y de capacidad de funcionamiento, así como del reducido nivel de enfermedad que permitan los cambiantes y modificables factores políticos, sociales, económicos y medioambientales en los que vive inmersa la persona y la colectividad” (Devís, 2000; pág.16).

Siguiendo a Generelo (2001; pág. 117), hemos pasado de una concepción tradicional de la salud, que compete exclusivamente al sector sanitario, a una perspectiva de miras mucho más general, y que abre las competencias a equipos multiprofesionales, en los que deben tener cabida los profesionales de las CAFD (figura 1.6). Así, la salud será uno de los componentes esenciales de lo que denominamos comúnmente “calidad de vida”, que incorpora un conjunto de aspectos psicoafectivos (bienestar o salud mental), físicos (autonomía), sociales y cognitivos (autopercepción de la salud y de la enfermedad).

CONCEPTO RENOVADOCONCEPTO TRADICIONAL
PositivoNegativo
Dinámico (se construye continuamente)Puntual (presencia o no de enfermedad)
Perspectiva integral (más general)Perspectiva parcial
Competencia multiprofesionalCompetencia del sector sanitario
El sujeto participa en la construcciónEl sujeto es pasivo, “paciente” de la enfermedad

Figura 1.6. Diferencias entre la concepción tradicional y la actual de salud (Generelo, 2001; pág. 117).

Volviendo a la propuesta del ICF (OMS, 2001), se presentan dos listados básicos de dominios o componentes que hacen referencia a la salud de la persona: a) funciones y estructuras corporales, y b) actividades-participación. El concepto de funcionamiento acuñado en el título de la clasificación se puede considerar como un término global, que hace referencia a todas las funciones corporales, actividades y participación, de manera similar a como la discapacidad engloba las deficiencias, limitaciones de la actividad o restricciones en la participación, tal y como vimos en la clasificación anterior. Una de las principales aportaciones de la ICF reside en la identificación de una serie de factores contextuales que interactúan con el resto de constructos (figura 1.7).

Veamos y analicemos cada uno de los elementos que se contemplan en esta nueva clasificación de componentes de la salud. Cuando seguimos hablando de deficiencia, hacemos referencia a problemas en las funciones3 o estructuras corporales4, ya sea por una desviación significativa respecto a la “norma”, ya sea por la pérdida de alguna de esas funciones o estructuras (figura 1.8). Dichas deficiencias deben ser parte o una expresión de un estado de salud, pero no indican necesariamente que esté presente una enfermedad o que el individuo sea considerado un enfermo. Los componentes actividades y participación cubren el abanico completo de dominios que indican aspectos relacionados con el funcionamiento, tanto desde una perspectiva individual como social. Por un lado, la actividad es la realización de una tarea o acción por parte de un individuo, por lo que una limitación de la actividad estaría constituida por las dificultades que ese individuo puede tener en el desempeño o realización de determinadas actividades. Por su parte, la participación sería el acto de involucrarse en una situación vital, de manera que una restricción en la participación estaría constituida por los problemas que un individuo puede experimentar al involucrase en determinadas situaciones, en las que la actividad física y deportiva será considerada como una más. Por lo tanto, la mayor o menor afectación de alguna o varias de esas estructuras o funciones es lo que va a determinar la menor o mayor capacidad para que el individuo pueda desempeñar las actividades que son normales en su caso, así como su participación en ellas.


Figura 1.7. Interrelación de conceptos de la ICF.

Así pues, nos encontramos ante un amplio espectro de discapacidades o colectivos que pueden ser objeto de nuestra intervención como docentes o profesionales de las CAFD. La propuesta de clasificación de los colectivos especiales que realizan Simard, Caron y Skrotzky (2003) se articula en torno a los sistemas psicosomáticos afectados, para los que establecen, de forma simplificada, un diagnóstico (figura 1.9).

Por su parte, Kelly (1995) enumera un amplio grupo de discapacidades y problemas de salud que supone un consenso para acotar las áreas de trabajo en el ámbito de la educación física y la recreación con personas con discapacidad, a saber5: retraso mental, sordera y deficiencia auditiva, habla y trastornos del lenguaje, ceguera y deficiencia visual, alteraciones del comportamiento, problemas de aprendizaje, parálisis cerebral, distrofia muscular, espina bífida, amputaciones, lesión medular, problemas posturales, artritis juvenil reumatoide, enanismo, osteogénesis imperfecta, autismo, lesión cerebral traumática, problemas cardiovasculares, tuberculosis, nefritis, asma, anemia, hemofilia, leucemia, diabetes, envenenamiento, multidiscapacidad, sordoceguera, déficit de atención e hiperactividad, SIDA y problemas de toxicomanías.

FUNCIONES CORPORALESESTRUCTURAS CORPORALES
Funciones mentales / intelectualesEstructuras del sistema nervioso
Funciones sensoriales y del dolorOjo, oído y estructuras relacionadas
Voz y funciones del hablaEstructuras involucradas en la voz y el habla
Funciones cardiovasculares, sistemas hematológico, inmunitario y respiratorioEstructuras de los sistemas cardiovascular, inmunitario y respiratorio
Funciones de los sistemas digestivo, metabólico y endocrinoEstructuras relacionadas con los sistemas digestivo, metabólico y endocrino
Funciones genitourinaria y reproductoraEstructuras relacionadas con los sistemas genitourinario y reproductor
Funciones musculoesqueléticas relacionadas con el movimientoEstructuras relacionadas con el movimiento
Funciones de la piel y estructuras relacionadasPiel y estructuras relacionadas

Figura 1.8. Funciones y estructuras corporales dentro del contexto de la salud (OMS, 2001).

CATEGORÍASTRASTORNOSDIAGNÓSTICO
Limitaciones psíquicasMentalesPsicosisNeurosis
Retraso mentalDebilidad mental leveDebilidad mental mediaDebilidad mental grave
SocioafectivosAlteraciones en la infanciaAlteraciones en la adolescenciaAlteraciones en adultos y mayores
Drogas y alcoholismoToxicomanías
Limitaciones somáticasOrganomotoresParálisisAsma y otrosTrombosis y otrosDiabetesSobrepeso
SensoriomotoresCegueraSorderaApraxia
Relacionados con la maternidad (prevención)Embarazo (estado)
Relacionadas con el envejecimientoSenilidad
CoronariosInfarto

Figura 1.9. Clasificación de los colectivos especiales según los sistemas psicosomáticos afectados (Simard, Caron y Skrotzky, 2003; pág. 13).

Estableciendo un símil con la conceptualización clásica del comportamiento humano basado en el procesamiento de la información, ubicaremos las discapacidades sensoriales (visuales o auditivas) en el nivel perceptivo, donde la incidencia del déficit de la persona se refleja primordialmente en la captación y el análisis de la información que recibe del entorno en el que se encuentra (figura 1.10). En segundo término, ubicaremos las discapacidades intelectuales, en las que la disfunción reside en la capacidad de la persona para procesar la información del contexto y tomar decisiones, amén de en otros problemas comportamentales debidos a alteraciones de la conducta. En última instancia, encontraremos las discapacidades físicas, en las que el problema se circunscribe al ámbito motor de la persona, limitando o condicionando su capacidad para de senvolverse con su cuerpo en la actividad físicomotriz en la que participa.

Volviendo a la ICF, encontramos que las actividades vitales que pueden ser objeto de una restricción en la participación de la persona con discapcidad son las siguientes: a) aprendizaje y aplicación de conocimientos; b) tareas generales y demandas; c) comunicación; d) movimiento; e) cuidado personal; f) áreas de la vida doméstica; g) relaciones interpersonales; h) áreas superiores de la vida, e i) vida comunitaria, social y cívica.

Desde el punto de vista de las actividades físicas y deportivas, objeto de esta obra, prestaremos una mayor atención a aquellas que requieran nuestra intervención para superar las restricciones que pudieran limitarlas, principalmente la comunicación, el movimiento o las relaciones interpersonales.

Autores como Kiernan, Butterworth, Schalock y Sailor (1993) o Verdugo (2002a) indican que la discapacidad no está fijada ni dicotomizada, siendo más bien fluida, continua y cambiante, dependiendo de las limitaciones funcionales de la persona y de los apoyos disponibles en el ambiente personal. La mayor o menor disponibilidad de recursos facilitadores, la presencia de unas características personales más positivas por parte del sujeto, o la menor presencia de barreras, entre otras cosas, contribuirán a que la persona con una deficiencia cualquiera pueda realizar actividades en la medida en que ésta se lo permita, minimizando la restricción en la participación en tales actividades. Es aquí donde entraríamos a analizar los factores contextuales que indicábamos anteriormente (figura 1.7). Algunos de estos principales factores serían:


Figura 1.10. Principales problemas que existen atendiendo a las fases del procesamiento de la información.

• Productos y tecnología: p. ej., una persona con una tetraplejía precisará una silla de ruedas eléctrica para tener cierta independencia en su vida diaria.

• Entorno natural y cambios del entorno realizados por el hombre: p. ej., las adaptaciones que se hacen en una playa para que puedan acceder usuarios en silla de ruedas.

• Apoyo y relaciones: p. ej., una persona con una ceguera puede tener una mayor autonomía en la vida diaria con el apoyo de un perro guía.

• Actitudes: p. ej., en un entorno educativo donde tenemos a alumnos con discapacidad integrados en el aula ordinaria de Educación Física, vamos a conseguir una mayor participación e integración de esos alumnos si contamos con unas actitudes positivas hacia la práctica deportiva integrada de los propios alumnos y de los compañeros de clase, pero también una actitud de esfuerzo por parte del profesor/a.

• Servicios, sistemas y políticas: aquí entrarían todos los protocolos de intervención que las autoridades públicas y/o privadas contemplan para atender a los colectivos con discapacidad, orientados siempre al desarrollo de su autonomía, mejora de su estado de bienestar y, por último, a incrementar su integración en la sociedad en la que viven.

De una forma más concreta, los factores ambientales ejercen un efecto en todos los componentes del funcionamiento y la discapacidad, y están organizados partiendo del contexto/entorno más inmediato al individuo, llegando hasta el entorno general. Tales factores tendrán un efecto facilitador o de barrera en función de las características del mundo físico, social o actitudinal, y entre ellos distinguimos:

• Factores individuales, presentes en el contexto/entorno inmediato del individuo, incluidos espacios como el hogar, el lugar de trabajo o las escuelas. Están incluidas las propiedades físicas y materiales del ambiente a las que el individuo debe enfrentarse, así como el contacto directo con otras personas como la familia, amigos, compañeros o desconocidos.

• Factores sociales, donde encontramos las estructuras sociales formales e informales, servicios o sistemas globales existentes en la comunidad, o la cultura, y que tienen un efecto sobre los individuos. Este nivel incluye organizaciones y servicios relacionados con el entorno laboral, actividades comunitarias, agencias gubernamentales, servicios de comunicación y transporte, leyes, reglas formales e informales, actitudes e ideologías.

Los factores personales son un componente más de los factores contextuales, pero su consideración es más compleja debido a la gran variabilidad social y cultural asociada a ellos. De esta manera, algunos de los factores personales que podríamos considerar son, entre otros: el sexo, la edad, otras condiciones de salud asociadas, el estilo de vida, el ideario de la persona, la educación recibida, su profesión, su personalidad o sus experiencias pasadas, ya sean de actividad física u otra dimensión de la persona (p. ej., actitud para consigo mismo en caso de una discapacidad adquirida de forma traumática).

Por lo tanto, dentro de los factores contextuales, en los que distinguimos entre factores ambientales y personales, podremos diferenciar entre elementos facilitadores y barreras/obstáculos, a saber (INSERSO, 2003; pág. 21):

• Facilitadores: son todos aquellos factores del entorno de una persona que, cuando están presentes o ausentes, mejoran el funcionamiento y reducen la discapacidad. Por ejemplo, la disponibilidad de una tecnología asistencial adecuada o la existencia de servicios de apoyo que intentan aumentar la participación de las personas con discapacidad en determinadas áreas de la vida (educación, empleo…). Los facilitadores pueden prevenir o evitar que un déficit o una limitación de la actividad se convierta en una restricción en la participación.

• Barreras/obstáculos: son todos aquellos factores del entorno de una persona que, cuando están presentes o ausentes, limitan el funcionamiento y generan discapacidad. Por ejemplo, un ambiente físico inaccesible, un producto no utilizable por todos o un servicio existente que, sin embargo, no es accesible para las personas con discapacidad.

SITUACIÓN ACTUAL DE LAS POBLACIONES OBJETO DE ESTUDIO

La Constitución Española (López, 1997) reconoce a todos los españoles la igualdad ante la Ley y, en su artículo 9.2, establece el derecho a la igualdad de oportunidades, que corresponde garantizar a los poderes públicos mediante la promoción de las condiciones necesarias para que esa igualdad sea efectiva, y mediante la remoción de aquellos obstáculos que impidan o dificulten la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social. En este sentido, la práctica de actividades físicas y deportivas no está exenta de ese derecho, tal y como se recoge en los artículos 27.1, 27.2 y 148 de la Carta Magna. Además, en el Art. 49, refiriéndose a las personas con discapacidad, se ordena a los poderes públicos que presten la atención especializada y el amparo especial necesario para el disfrute de sus derechos.

Desde el punto de vista legal, se han ido sucediendo documentos que se han hecho eco de la situación de las personas con discapacidad en la sociedad y así, en España, la Ley 13/82 de 7 de abril de 1978, Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI), desarrollando el artículo 49 de la Constitución Española, establece los principios de normalización, sectorización de servicios, integración y atención individualizada, que deben presidir las actuaciones de las administraciones públicas, de cualquier nivel y área, en relación con las personas con alguna discapacidad. Dicha Ley ha sido coetánea del Programa de Acción Mundial para las Personas con Discapacidad (PAMPD), aprobado por la ONU en 1982 (INSERSO, 2003; pág. 23). La LISMI reconoce la minusvalía en los siguientes términos:

“Toda persona que a causa de un determinado suceso (anomalía, enfermedad o accidente) presenta un deterioro o maduración incompleta de sus facultades físicas, psíquicas o sensoriales, o varias a la vez, que afectan actualmente o en un futuro, de una manera grave y prolongada, su capacidad de adaptación al entorno, con posibilidad de restauración parcial, que estará en relación inversa con la gravedad del proceso o directa con una atención social adecuada”.

A partir de documentos legislativos como la LISMI han ido surgiendo otra serie de iniciativas promulgadas por los poderes públicos y los agentes sociales, encaminadas todas ellas a la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad. El año 2003 fue declarado por la Unión Europea el “Año Europeo de las Personas con Discapacidad”, lo que a nuestro entender es una iniciativa más encaminada a la concienciación social de las necesidades de este colectivo, ya que, tal y como recoge la Carta de los Derechos Humanos de la ONU, se debe perseguir la igualdad de oportunidades entre los miembros de una sociedad. Ese impulso iniciado desde las autoridades europeas se ha traducido en nuestro país en una serie de iniciativas encaminadas a incrementar el proceso de integración social, tales como la Ley 41/2003, de 18 de noviembre, de protección patrimonial de las personas con discapacidad; la Ley 52/2003, de 10 de diciembre, de disposiciones específicas en materia de Seguridad Social, o la Ley 53/2003, de 10 de diciembre, sobre empleo público de discapacitados. Pero algunas de las leyes aprobadas más relevantes en este sentido han sido la Ley 51/2003, de 2 de diciembre, de igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las personas con discapacidad, o el II Plan de Acción para las personas con discapacidad 2003-2007 (INSERSO, 2003), así como otros planes como el Plan Nacional de Accesibilidad 2004-2012. Referente al II Plan de Acción anteriormente citado, aprobado en sesión del Consejo de Ministros de 5 de diciembre de 2003, éste se organiza en cuatro grandes áreas (INSERSO, 2003; pág. 14):

• Atención a personas con grandes discapacidades.

• Políticas activas de inserción laboral para personas con discapacidad.

• Promoción de accesibilidad de entornos, productos y servicios.

• Cohesión de los Servicios Sociales para personas con discapacidad.

El informe 4/2003 del Consejo Económico y Social, en sesión ordinaria del pleno de 17 de diciembre de 2003, indica que las situaciones de discapacidad sufren un incremento continuo debido, entre otras causas, al envejecimiento de la población y a la supervivencia de enfermedades y accidentes que antes eran mortales (CES, 2004). Ante esta situación, se aprobó en nuestro país la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia.

Según la Encuesta sobre deficiencias, discapacidades y estado de salud (EDDES), realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 1999, en España viven en torno a 3,5 millones de personas con alguna discapacidad, lo que supone el 9% de la población de ese año. No obstante, debemos considerar este número relativo, ya que los criterios utilizados en tal encuesta no fueron homogéneos (CES, 2004; pág. 12). Sin embargo, el porcentaje mostrado por la EDDES nos permite hacernos una idea de la gran presencia de este colectivo dentro de nuestra sociedad.

En la figura 1.11 se muestra cómo la prevalencia de las situaciones de discapacidad se incrementa con la edad de forma lineal, aunque cabe indicar que casi 2/3 de la población afectada la componen personas mayores de 65 años. El notable aumento de la esperanza de vida se encuentra entre las principales razones de la fuerte asociación entre discapacidad y edad, ya que la prolongación de la vida supone una mayor exposición al riesgo de padecer alguna. Vemos cómo es a partir de los 50 años cuando se empieza a registrar un crecimiento más acelerado, por lo que la mayoría de personas con discapacidad en edad laboral se concentra entre los 50 y los 64 años. Según resultados de la misma encuesta, la prevalencia entre los menores de 6 años es 22 de cada mil personas, suponiendo una cifra en torno a los 50.000 niños. Cuando analizamos las cifras en las edades de educación obligatoria (6-16 años), las cifras aumentan hasta alrededor de 80.000 niños (figura 1.12).


Figura 1.11. Tasas de prevalencia de la discapacidad según el sexo y la edad (Fuente: INEEDDES, 1999; en CES, 2004; pág.13).


Figura 1.12. Prevalencia por deficiencias en el grupo de edad de 6 a 16 años (Fuente: INE, 1999).

En la figura 1.12 se hace una distinción entre unos grandes grupos de deficiencias contemplados durante la realización del estudio anteriormente citado, entre las que se encuentran las mentales (con la mayor prevalencia en ambos sexos), visuales, auditivas, del lenguaje, osteoarticulares o viscerales. Cando analizamos los resultados ampliando el margen de edad desde los 6 hasta los 64 años y mayores de 65 años, respectivamente (figura 1.13), encontramos que las deficiencias osteoarticulares, visuales y auditivas manifiestan una mayor prevalencia, siendo algunas de las discapacidades a las que prestaremos una mayor atención en esta obra.

Por lo que respecta a las causas que dieron origen a la situación de discapacidad (figura 1.14), la enfermedad común es la principal causa, con un repunte más notable para el grupo de edad de más de 65 años debido a la involución propia del envejecimiento. Las causas congénitas se encontrarían en segundo lugar, seguidas por los accidentes laborales y de tráfico, siendo estos últimos objeto de una atención muy grande para reducir su incidencia por parte de entes como la Dirección General de Tráfico. Recomendamos la obra de Puga y Abellán (2004) para un análisis pormenorizado de las repercusiones sociales, sanitarias o políticas de la EDDES de 1999.


Figura 1.13. Distribución de las deficiencias por grandes grupos de edad (Fuente: INE, 1999).

CausaDe 6 a 64 años> 65 años
Congénita279.61362.557
Problemas en el parto69.2663.111
Accidentes de tráfico62.48230.869
Accidente doméstico29.01362.144
Accidente de ocio25.51418.537
Accidente laboral94.19754.838
Otro tipo de accidente39.37955.433
Enfermedad común849.7452.124.057
Enfermedad profesional63.48154.966
Otras causas211.200680.279
No consta4.71312.936

Figura 1.14. Causas que originaron las deficiencias, por grandes grupos de edad (Fuente INE, 1999).

ÁMBITOS DE APLICACIÓN Y TIPOS DE PROGRAMAS DE ACTIVIDAD FÍSICA ADAPTADA

ÁMBITOS DE APLICACIÓN DE LAS AFA

Llegados a este punto, queremos exponer una breve estructuración de los posibles ámbitos de intervención de la AFA: educativo, deportivo, terapéutico, recreativo y preventivo (Ríos, 2003; Sanz y Reina, 2002) (figura 1.15). El elemento común a cualquiera de tales ámbitos es que nos servimos de la actividad física para la consecución de unos objetivos que difieren, en mayor o menor medida, de uno a otro.

Ámbito educativo

En el ámbito educativo se pretende el desarrollo integral del alumno, procurando ofrecerle una práctica de actividad física dentro de un aula lo más normalizada posible, y donde deberemos realizar algunas modificaciones, más o menos significativas, en algunos de los pasos o niveles de nuestra intervención docente. Hay que conocer las características principales de los alumnos con necesidades educativas específicas (NEE), así como los recursos que el centro puede brindar para que ese alumnado se encuentre en un entorno lo más normalizado posible. De esta manera, conseguiremos que el alumno con NEE se sienta incluido en su grupo de iguales, mejorando aspectos de salud psicosocial. En este ámbito nos serviremos de cualquiera de las tareas motrices que planteamos dentro de las clases de Educación Física, enmarcadas en cualquiera de los bloques de contenidos establecidos en el currículo (juegos y deportes, actividades en el medio natural, condición física o expresión corporal). Por lo tanto, resulta importante conocer cuáles son las orientaciones metodológicas que permitan que nuestra intervención docente sea más efectiva y eficaz.


Figura 1.15. Ámbitos de aplicación de las Actividades Físicas Adaptadas.

Ámbito deportivo

En el ámbito deportivo cobra importancia el rendimiento y/o resultado de aquellas personas que lo practican, por lo que los niveles de organización son mayores en tales prácticas. La distinción que realiza Arráez (2000) entre juego y deporte nos ayudará a dirimir la diferenciación que podemos establecer entre ambos términos. De esta manera, el juego es: a) una acción o actividad que forma parte del repertorio del comportamiento del ser humano; b) una actividad sin objetivo externo a la misma, y c) una actividad que causa placer, convirtiéndose éste en el auténtico “motor interno” del juego. En cambio, el deporte es: a) un género particular del juego, poseyendo por tanto, en parte, las características esenciales de aquel, actividad autotélica, desinteresada y placentera; b) un juego de carácter activo, agonístico y competitivo, lo que se constituye en auténtica esencia de aquél y c) un juego altamente reglado e institucionalizado. El ámbito del rendimien to deportivo para personas con discapacidad ha tenido una gran evolución en nuestro país desde la celebración de los Juegos Paralímpicos de Barcelona en 1992, siendo España una de las principales potencias mundiales en cuanto se refiere a deporte adaptado. Esa evolución ha sido paralela a la tecnificación de los métodos de entrenamiento de los deportistas con discapacidad.

Ámbito terapéutico

El ámbito terapéutico se sirve de la actividad física como un recurso importante para complementar los procesos de readaptación, reeducación o rehabilitación de personas con algún tipo de disfunción, sobre todo cuando ésta se adquiere de forma traumática. Concretamente, la rehabilitación busca otorgar capacidades perdidas a la persona para que pueda desenvolverse en su medio habitual, por lo que nos servimos nuevamente de la AFA como objeto de estudio y campo de acción de la rehabilitación (Castellote, 2003). En este sentido, Josep Oriol Martínez (2003; pág. 21) indica que, en el ámbito de las Ciencias de la Salud, el desarrollo de actividades físicas o deportivas para personas con alguna discapacidad es de vital importancia en la aplicación de planes integrales de salud, orientados principalmente a:

• La conservación, y si es posible la mejora, de las capacidades físicas, sensoriales o mentales afectadas, dentro de los programas de readaptación funcional.

• Fortalecer la autoestima, aumentando la confianza en sus positivas capacidades y verdaderas competencias.

• Favorecer su salud, en su concepto más amplio, tanto física como psíquica y psicosocial.

Un buen ejemplo de la aplicación de las actividades físicas y deportivas en este ámbito es el programa Hospisport, que es un programa de iniciación al deporte adaptado para personas con movilidad reducida que estén ingresadas en centros hospitalarios o sociosanitarios (p. ej., Instituto Guttmann de Barcelona). El objetivo general del programa es favorecer el proceso de readaptación y reinserción social de las personas con discapacidad física ingresadas para su rehabilitación en los hospitales o bien ingresadas en centros sociosanitarios, utilizando el deporte como estímulo y complemento de la rehabilitación. El programa agrupa a los pacientes por características, posibilidades e intereses deportivos, y les ofrece la posibilidad de realizar una o dos sesiones por semana en diferentes instalaciones deportivas adaptadas. Hospisport ofrece la oportunidad de continuar durante un largo período de tiempo haciendo deporte en las mismas instalaciones y con los mismos monitores, una vez que el paciente ha recibido el alta hospitalaria.

Ámbito recreativo

Cuando nos referimos al ámbito recreativo, nos referimos a la práctica de actividad física que la persona realiza en su tiempo libre, que la Real Academia Española (RAE, 2001; pág. 1.475) define como “el tiempo del que dispone una persona al margen de sus ocupaciones habituales”. De acuerdo con Laura Ruiz (2002; pág. 55) consideramos el tiempo libre “como aquel tiempo en el que no hay obligación de realizar una determinada tarea y que, en la mayoría de personas, es un espacio deseado y elegido libremente”. Por su parte, el ocio sería “la parte del tiempo libre empleado en actividades con las que disfrutamos, haciendo referencia más a la actividad que al tiempo” (Ruiz Rivas, 2002; pág. 56). El ocio, por tanto, poseerá unas características propias tales como: a) es libre y voluntario; b) es motivante en sí mismo, siendo las actividades gratificantes para la persona; c) es hedonístico, buscando la satisfacción, el placer y el disfrute, y d) cumple funciones importantes como el descanso, la diversión y el desarrollo personal.

Los beneficios que aportan las actividades de ocio han sido descritos por varios autores y abarcan varias dimensiones de la persona (ver revisión de Ruiz Rivas, 2002; pág. 57):

• Físicos: combate el estrés, permite la rehabilitación de determinados déficits, etc.

• Cognitivos y conductuales: ayuda al aprendizaje y mejora las habilidades sociales, desarrolla la creatividad, etc. A su vez, es un buen instrumento para el aprendizaje y desarrollo de conocimientos y destrezas, permitiendo trabajar mediante el juego contenidos curriculares diversos: áreas perceptivas, motrices, verbales, afectivosociales, etc.

• Emocionales: favorece el crecimiento personal y el desarrollo de la autoestima al proporcionar experiencias positivas de éxito, de competencia personal y autoconfianza.

• Sociales: permite a la familia disponer de tiempo libre para sus propias ocupaciones, un mayor apoyo social y grupos de ayuda. También se previenen problemas de aislamiento y, muy especialmente, es un recurso para la integración, ya que a través de las actividades planteadas se inician y consolidan relaciones, educándose en la solidaridad y el respeto.

Así pues, las actividades físicas que podemos realizar en este ámbito estarán enmarcadas en contextos de intervención como clubes de tiempo libre, colonias y/o campamentos, campos de trabajo, ludotecas, terrenos de aventura, casas de la juventud, casas de la cultura, centros de información juvenil o centros cívicos, entre otros (Ruiz Rivas, 2002).

Ámbito preventivo

Dentro del ámbito preventivo ubicaríamos toda actividad física que se hace con el fin de mejorar la salubridad de la persona. Ello implica la superación de la concepción tradicional de la salud, en la cual los comportamientos para con la actividad física eran pasivos y cualquier problema de salud se solventaba acudiendo a los profesionales sanitarios. Tal y como vimos en la concepción actual de salud, es preciso que la persona adopte e integre en su vida unos hábitos saludables, tales como una correcta alimentación, un descanso adecuado y, por supuesto, una actividad física regular.

Desde nuestra perspectiva, consideramos que las aportaciones que podemos hacer desde cualquiera de los otros cuatros ámbitos de intervención pueden ser muy variadas, previniendo la aparición de problemas de tipo fisiológico, físico o psicosocial.

TIPOS DE PROGRAMAS DE ACTIVIDAD FÍSICA ADAPTADA

Cada uno de los programas de actividad física que planteemos para un colectivo especial en cualquiera de los ámbitos vistos hasta ahora podrá realizarse de diferentes formas, en función del nivel de integración que consigamos dentro la actividad física catalogada como “formal”, es decir, aquella actividad física practicada por personas que no tengan ningún tipo de discapacidad o disfunción de sus condiciones normales. Detallaremos un poco más cada uno de los programas que podemos clasificar en función de su relación con la actividad física formal (figura 1.16):

a) Programas segregadores. Se refiere a los programas en los que aquellas personas que tengan una discapacidad o condición especial realizan la actividad física al margen del resto de componentes de la sociedad o grupo en el que se hallen inmersos. Un ejemplo lo encontraríamos cuando se celebra un campeonato deportivo para un colectivo determinado (p. ej., Copa del Rey de Baloncesto en Silla de Ruedas), al margen del deporte equivalente para personas sin discapacidad (p. ej., Copa del Rey de Baloncesto ACB6).

b) Programas paralelos. Este tipo de programas significa un avance en la normalización de las prácticas deportivas y de actividad física para colectivos especiales, ya que implica el compartir las instalaciones, materiales, horarios, entre otros, dispuestos para su actividad equivalente para el resto de la población. El ejemplo más claro de este tipo de programas lo hayamos en el Movimiento Olímpico-Paralímpico en el cual, desde Seúl ’88, los Juegos Olímpicos y Paralímpicos se volvieron a celebrar en la misma ciudad organizadora y en las mismas instalaciones. La diferencia reside en que no comparten el mismo momento de celebración, ya que los Juegos Paralímpicos se celebran una vez han finalizado los Olímpicos. Otro ejemplo lo tenemos en determinados torneos del circuito profesional de tenis (ATP), donde, durante la celebración del torneo, transcurre igualmente su equivalente de tenis en silla de ruedas, concretamente en los Grand Slam.

c) Programas integrados. Este tipo de programas implican que debe existir una “convivencia” entre ambos colectivos durante la realización de la actividad física en cuestión. Sin embargo, para la correcta práctica conjunta debemos realizar una serie de adaptaciones en las tareas o en el programa que permitan que las personas con discapacidad puedan tomar parte en la actividad de una forma lo más normalizada posible. Por ejemplo, las adaptaciones, en cualquiera de los elementos del currículo, que podemos hacer dentro de la clase de Educación Física son un buen ejemplo de la intervención que debemos llevar a cabo para desarrollar un programa integrado.

d) Programas Inclusivos. Este tipo de programas representa la total normalización en la práctica, en la medida en que no hacemos distinción en nuestra intervención o tareas planteadas en función de las características de las personas que en ella toman parte. Así pues, nuestras actividades estarían planteadas de manera que, independientemente de las limitaciones en la práctica que tenga una persona, ésta tiene las mismas oportunidades de participación y práctica que el resto de participantes.

No obstante, creemos que las posibilidades de llevar a cabo un determinado tipo u otro de programa, dependerá de las posibilidades de práctica que tenga la persona, amén de los factores personales y contextuales que expusimos en el epígrafe anterior al explicar la ICF.


Figura 1.16. Diferentes tipos de programas de actividad física adaptada (AFA) en relación con la actividad física formal (AF).

Actividades físicas y deportes adaptados para personas con discapacidad

Подняться наверх