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PRÓLOGO


La publicación del segundo volumen de la colección Enigmas de las Américas, titulado La búsqueda del paso interoceánico es una magnífica noticia y realización, y también es un gran honor ser el prologuista de dicha obra. Debo destacar, muy especialmente, que la Universidad San Francisco de Quito USFQ publica esta bellísima edición coordinada por la profesora Sabrina Guerra cuando se conmemora el V Centenario de la Primera Circunnavegación al Mundo, iniciada por Fernando de Magallanes, navegante portugués naturalizado español, y concluida por el marino de la villa guipuzcoana de Guetaria, Juan Sebastián Elcano.

Si el primer volumen publicado, Geografía y expediciones del Nuevo Orbis, nos hizo navegar por el Atlántico, el Amazonas y el Río de la Plata, hasta llegar a las puertas del estrecho de Magallanes; el segundo volumen nos conduce a través de otra travesía y nos hace desembocar por el Cabo Deseado, hasta llegar al océano Pacífico. Por ello, considero que, si se me permite la osadía, dando continuidad a esta colección, sería muy oportuno pensar ya en un tercer volumen, dedicado a la navegación por el Pacífico y los descubrimiento de los extremos orientales e insulares de la buscada y ansiada Asia, aquel Cipango en cuya demanda partió Cristóbal Colón.

En relación con la búsqueda del paso interoceánico que permitió la comunicación con Asia, cabe realizar una serie de reflexiones sobre los objetivos y la política de la Corona española. España, a finales del siglo XV, se desborda de los contornos de la península ibérica con un dinamismo extraordinario que le lleva, tras la conquista de las Islas Canarias, entre 1402 y 1496 y la toma de Granada en enero de 1492, a proyectarse hacia el Atlántico. España buscaba el acceso por occidente a las Indias, por ende, a Asia. Sin embargo, el 12 de octubre de 1492 las embarcaciones españolas se encontraron, a medio camino, con lo inesperado, lo ignoto, lo asombroso: América. Repentinamente, España añadió a su inicial querencia asiática una irresistible vocación americana, lo que condicionará durante quinientos años —y hasta la actualidad— su historia, su política exterior, su economía, su sociedad y su lengua, al conformar en gran parte su identidad nacional.

España se hace americana, o si se quiere, se convierte en la parte más oriental de América. Una conclusión que se puede extraer al visitar Cádiz por primera vez es que allí, en sus calles, jardines y altanas empieza América. Durante este proceso, España adquiere además una Historia universal de largos y fructíferos siglos que abarca Europa, África, América y Asia.

No obstante, España, a través de los siglos, no renuncia a su primigenia vocación asiática. Gracias al paso interoceánico llega a Filipinas en 1521 y se instala definitivamente en 1571, y permanece allí y en las Carolinas, las Marianas, la isla de Guam, el archipiélago de Palaos y muchos otros puntos entre los años 1898 y 1899. Actualmente, España continúa con la búsqueda de una mayor presencia en Asia, mediante su despliegue diplomático, su presencia económica y comercial, y el Plan Asia 2018-2022, publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores, la Unión Europea y la Cooperación.

Finalmente, cabe hacer una última reflexión, concretamente sobre el concepto del término descubrimiento. Es evidente que los descubrimientos de América y el Pacífico lo son para los occidentales que ignoraban estas realidades geográficas, pero no para los pueblos que habitaban esas regiones. Sin embargo, también esas poblaciones descubren al otro, en su caso, a los españoles y otros europeos, cuya existencia ignoraban o de la que tenían solo vagas referencias. Tal vez sea más correcto emplear la palabra descubrimiento, en el sentido de un desvelamiento de lo que ya estaba allí previamente, pero cuya existencia se desconocía. Gian Lorenzo Bernini plasmó magistralmente este enfoque en su fuente de los cuatro ríos de la Plaza Navona de Roma. Al momento de esculpir el conjunto se ignoraba dónde se hallaba la cabecera del Nilo, por lo que la testa del personaje que representa a este gran río africano se representa velada, a la espera del descubrimiento geográfico que la desvele. Creo que el gran Bernini nos dejó una acertada interpretación de lo que significa un descubrimiento.

Antes de concluir este prólogo, debo mencionar que uno de los elementos característicos y de gran atractivo de la colección Enigmas de las Américas son los mapas que contienen sus ediciones. El volumen La búsqueda del paso interoceánico incluye dos tipos de mapas. Los del Renacimiento y el Barroco plasman el conocimiento, pero también el arte y la belleza, señas de identidad de estas dos grandes épocas de la humanidad. En cambio, la cartografía del siglo XVIII es más sobria, influida por un mayor rigor científico y por el neoclasicismo que se abre camino en la era de las luces. Pero los mapas de la primera categoría, los renacentistas y barrocos, presentan —en mi opinión— una característica extraordinaria: tienen banda sonora. Fue tal el impacto del descubrimiento de América, y de su descripción cartográfica, en el imaginario occidental que inspiró bellísimas composiciones musicales como The Indian Queen de Henry Purcell y Les Indes Galantes de Jean-Philippe Rameau, amante de la profusión de piezas musicales de la América virreinal española, contenida en los códices de las catedrales de Quito, Ibarra, México, Puebla, Lima y Cuzco, entre otras muchas, como el magnífico Hanaq Pachap compuesto en 1631 por Juan Pérez Bocanegra, en quechua. Tal vez los lectores de esta nueva edición de los Enigmas de las Américas se animen a recorrer sus páginas con esta música de fondo que, —sin duda—, los llevará a viajar a través de mapas y relatos acompañando a los distintos protagonistas de la gran aventura de la humanidad que fue la búsqueda del paso interoceánico.

Carlos Abella y de Arístegui

Embajador de España en Ecuador (2017-2020)

Enigmas de las Américas

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