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Prólogo

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Enero 1816

La nieve caía y cubría el terreno. Lady Katherine Wilson se ajustó la capa y se esforzó por evitar un escalofrío. La helada temperatura lograba filtrarse por debajo de su capa de lana, y extenderse por todo su cuerpo. Quería desesperadamente llegar a su destino y escapar del frío. Odiaba el invierno. Nunca había sido su época favorita del año y este día no marcaba una diferencia. Hubiera sido mejor quedarse en casa y sentarse frente al fuego en la sala de estar. Inclusive el salón de Fortuna hubiera sido preferible.

Aunque para ser honestos, todos los días, desde que su abuela había fallecido, estos estaban llenos de tristeza. Lo que ella no quería hacer era visitar a los abogados y comentar a detalle su pérdida. Su abuela se había marchado. ¿No había sufrido ya lo suficiente?

Finalmente llegó al despacho del abogado de su abuela y aproximándose a la entrada, tocó a la puerta. Katherine nunca antes había acudido a un abogado y no tenía idea de qué hacer. ¿Exactamente, cuál era el protocolo adecuado a tratar con un abogado? La escuela a la que había asistido no la había preparado para esta situación en particular. Probablemente pudo haber preguntado a Narissa o inclusive a Diana, pero no había querido agobiarlas con sus problemas.

La puerta se abrió y un caballero ya mayor cubrió la entrada. Tenía el cabello oscuro con mechones entrecanos a los lados. Su chaleco oscuro le daba una apariencia sombría que se reflejaba en sus ojos azules, como el hielo. Algo sobre él parecía familiar, pero Katherine no podía ubicarlo en su memoria. “Lady Katherine”, la saludó. “Por favor, aléjese del frío”.

¿Lo había conocido anteriormente? ¿Cómo la había podido reconocer de un simple vistazo? Tendría qué preguntarlo durante la reunión. “¿Sr. Adamson?”, dijo Katherine levantando una ceja. Quería asegurarse de que fuera el abogado con quien tenía la reunión.

“Sí”, respondió haciendo un gesto para que entrara y cerró la puerta.

Katherine se estremeció. El frío no la había dejado del todo, incluso con el calor del lugar que la envolvía. Lamentablemente, después de la reunión, tendría que caminar nuevamente de regreso a casa con ese horrible clima. Realmente deseaba que hubiera un carro disponible para ella, pero su madre lo había usado para pagar las llamadas.

“¿Puedo tomar su capa?”, preguntó el Sr. Adamson.

Ella quería mantenerla porque seguía estando un poco fría; sin embargo, pronto tendría demasiado calor y era mejor quitársela ahora. Además, no estaba segura de cuánto duraría su conversación. Katherine se quitó la capa y se la entregó. Él la colocó en un gancho cercano y luego se giró hacia ella. “Sígame. Se sentirá más cómoda en la oficina. Hay una chimenea y es mucho más caliente”.

El Sr. Adamson la condujo a la oficina y le señaló una silla. Él ocupó un asiento detrás del escritorio y revolvió algunos papeles antes de volver a mirarla. “Probablemente se esté preguntando por qué le pedí que me visitara aquí. Por lo general, yo realizo una visita como esta en la comodidad del hogar del cliente. Pero debido a la naturaleza de los últimos deseos de su abuela, estoy obligado a hacerlo aquí. Ella temía que si nos encontrábamos en casa de su padre, él intentara tomar el control de los bienes que le dejó a usted. No es que él pudiera...”. Se aclaró la garganta y continuó, “pero esto hará las cosas más sencillas para usted. No hay conflicto con el que lidiar y una vez que se marche, tendrá control de su herencia”.

¿Qué podría haberle dejado su abuela? Pensaba que su padre había heredado todas las posesiones de su abuela. No es que Katherine esperara que tuviera mucho. La mayor parte de la herencia ya se había entregado a su padre cuando su abuelo había fallecido. Era una consecuencia lógica. Su abuela vivía en una casa en el condado de Sussex, cerca de Heathfield. Siempre había supuesto que esa casa era la dote… “No estoy segura de entenderlo”.

Él le entregó una carta. “Todo se explica aquí. Es usted muy rica”.

Katherine tomó la misiva y rompió el sello. “Es de mi abuela...”. Había reconocido de inmediato su letra. Su corazón latía fuertemente en su pecho y lucho contra el impulso de llorar. Había estado dejando que su tristeza se apoderara de ella por más tiempo de lo que le hubiera gustado. Katherine extrañaba terriblemente a su abuela.

“Siga leyendo”, la animó el Sr. Adamson, haciendo un gesto hacia la carta. “Es importante que lea hasta el final”.

Katherine volvió su atención hacia las palabras de su abuela. ¿Qué tendría que haber dicho que no hubiera mencionado antes de fallecer?

Mi querida nieta:

Tu corazón debe estar apesadumbrado, y lamento el dolor que ahora estás sintiendo. Si pudiera eliminar todo tu dolor, lo haría, pero si estás leyendo esto, entonces ya no estoy más contigo. Mi muerte, aunque es doloroso, te da libertad de manera que tal vez nunca imaginaste. Mi hijo, tu padre, es duro y no te ha dado el amor que necesitas. Aprendió ese comportamiento de su propio padre.

Mi matrimonio fue arreglado y mi madre hizo lo necesario para asegurar que nunca me faltara nada. En Inglaterra, la propiedad es posesión inmediata del esposo de una mujer, después de decir sus votos matrimoniales. Mi madre no creía que una mujer debía ser controlada por un hombre. El amor no es el requisito principal en el matrimonio y, a menudo, no forma parte de los acuerdos contractuales. Ese fue el caso con mis propias nupcias. Un ducado, como el de Gladstone, se forjó en los lazos de muchas uniones. John no contaba con recursos y aceptó todas las estipulaciones contractuales antes de que me casara con él. Nunca fue mi deseo convertirme en duquesa, pero hizo que prácticamente mi padre salivara, pero estoy divagando.

Lo importante que tienes que entender es que nunca fui un peón, y tú tampoco necesitas serlo. Mi dinero lo controlaba yo, pero después de decir nuestros votos, se otorgó a John una suma cuantiosa. Él tenía su dinero y yo tenía el mío. Le proporcioné su herencia y después de eso tuvimos vidas separadas. Afortunadamente, John no desperdició su dinero y reconstruyó las propiedades de Gladstone. Charles es más hijo de él que mío. No permitas que te controle. Toma el control de tu vida.

Hay tantas cosas que quiero decirte, pero las últimas palabras más importantes que puedo dejarte, son estas. Cásate por amor y nada más. Mi patrimonio es para ti. Úsalo sabiamente, querida. Confío en que tomarás las decisiones correctas. Ahora, tienes la capacidad de elegir tu propio camino. La felicidad puede ser tuya, y también el amor.

Con todo mi amor,

Abuela

Katherine limpió una lágrima de su mejilla. Su padre no siempre era rudo, pero entendía a qué se refería su abuela. Él quería controlarlo todo y a todos a su alrededor. Odiaba sentirse frustrado.

Katherine miró al Sr. Adamson y preguntó: “¿Qué fue exactamente lo que mi abuela me dejó?”.

“Como la carta menciona, todo su patrimonio”, respondió con naturalidad.

“Entiendo, pero ¿en qué consiste su patrimonio?”. Reprimió su impulso de poner sus ojos en blanco. “Ella menciona que ahora soy rica. ¿Quiere decir que tengo fondos ilimitados?”.

“Ahora tiene una cuenta bancaria considerable. Aproximadamente hay diez mil libras en su cuenta”, respondió él. “También le dejó una granja de caballos en Sussex. Esas eran las propiedades principales de su abuela y tenía una cabaña cerca de Bath, que ahora le pertenece a usted. La granja genera alrededor de cinco mil libras por año”.

Katherine se quedó con la boca abierta. Eso era mucho dinero...podía hacer lo que quisiera, así como su abuela lo mencionaba en su carta, pero Katherine no había valorado por completo sus palabras hasta que escuchó lo que había heredado.

“¿Y mi padre no me lo puede quitar?”. Era una preocupación porque a su padre no le gustaba que nadie tuviera más que él. No podía hablar por la situación del ducado, pero esa cantidad de dinero de seguro lo rivalizaría. Él lo querría, así como tener el control de la granja.

“No”, dijo el abogado. “Los contratos son claros. Todo el dinero que ella tenía solo podía ser entregado a una mujer en relación directa con ella. La única manera en que su padre lo hubiera heredado habría sido si no hubiera mujeres que heredaran”. Levantó sus labios. “Incluso así, la primera mujer nacida de su línea de sangre directa, obtendría el control de los bienes. Un hombre solo podría conservar la custodia hasta que naciera una mujer. Es una propiedad matriarcal”.

Había tantas posibilidades disponibles para ella. No estaba segura de lo que debía hacer primero. Nunca en sus sueños más descabellados habría previsto que esto sucedería. La muerte de su abuela fue lo peor y lo mejor que le pudo haber ocurrido. ¿Por qué no le había contado que había heredado tanto de su parte? ¿Pensaba que hubiera hecho una diferencia en su relación? Su abuela siempre había significado mucho para ella.

“¿Hay algo que deba hacer?”. La mente de Katherine seguía conmovida por las noticias. “¿Puedo visitar la granja?”.

Su abuela siempre la visitaba. Nunca había estado en su propiedad en Sussex. Katherine tuvo un repentino deseo de estar entre sus bienes y el lugar que amaba. Podría ayudarla a sentirse más cerca nuevamente de su abuela. Podía ser tonto, pero lo necesitaba.

“No es necesario que usted haga algo. Todo ha sido puesto a su nombre. Todo lo que necesita hacer es aceptar su herencia. Si requiere algo más, por favor, hágamelo saber y me ocuparé de ello”. Le deslizó un montón de papeles. “Estos son para su archivo. Yo guardo una copia, en caso de que se pierdan y sí, para responder su pregunta, puede visitar la granja. Si así lo desea, puede mudarse permanentemente a Sussex. No hay ningún motivo para que permanezca en la propiedad ducal o bajo el cuidado de su padre”.

Eso resolvía todo para ella. Iría a casa, empacaría, luego partiría hacia la granja en Sussex. Viajar en invierno no era su favorito, pero estar lejos de su padre sería una bendición. Ni siquiera había contado a sus amigas cercanas lo horrible que podía llegar a ser. Diana y Narissa no tenían idea de lo difícil que podía ser para ella escabullirse de la casa o incluso obtener abiertamente el permiso para asistir a una función. Ella no vivía la vida despreocupada que creían que tenía. El motivo principal por el que había estado buscando un marido era para escapar del control de su padre. Ahora no tenía que casarse a menos que lo quisiera. Era libre de vivir su vida y de no preocuparse por nada nunca más.

“Muchas gracias”. Katherine se puso de pie. “¿Qué tan pronto puedo partir hacia allá?”.

“Puedo preparar un carruaje para llevarla en cualquier momento. ¿Cuándo desea partir?”. Se levantó y caminó rodeando su escritorio para aproximársele. “Los sirvientes ya saben de sus propiedades y esperan su llegada. Están ansiosos por conocerla. Todos amaban a su abuela”.

“Me gustaría ir a primera hora de la mañana”. Katherine no podía esperar para encontrarse con los criados. Si amaron a su abuela tanto como ella, tenían mucho de qué hablar. “¿Eso es demasiado pronto?”.

“En lo absoluto”, la tranquilizó. Tendré el carruaje listo. ¿Necesita un acompañante o lleva a su doncella?”.

Betty estaría encantada de acompañarla. Era la única sirvienta de la casa de su padre que le era totalmente leal a Katherine. “Mi doncella me acompañará”. Salieron de su oficina y el Sr. Adamson tomó la capa y la ayudó a ponérsela.

“Muy bien entonces”. Le sonrió. Cuando le había parecido frío en un inicio, ahora parecía casi paternal, o al menos era como ella imaginaba que un padre debía ser. “No olvide avisarme si necesita algo de mi parte. Viaje segura en su trayecto. Creo que la granja la sorprenderá gratamente. Es un lugar maravilloso. La he visitado muy seguido, debido a los negocios con su abuela”.

Ya le había agradecido, pero no parecía suficiente. Le había cambiado la vida en menos de una hora. Sí, realmente había sido su abuela quien le hacía la vida más llevadera, pero el Sr. Adamson era el portador de esa brillante noticia. “Estoy segura de que estaré bien, sin embargo, si algo surge, me aseguraré de informarle. Que tenga un buen día”. Katherine le hizo un gesto con la cabeza y salió de la oficina del abogado. Por primera vez en semanas caminó a casa con una sonrisa, incluso ni una sola vez, ni siquiera en pensamiento, se quejó del frío.

Las Posibilidades De Enamorarse

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