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CAPÍTULO UNO
ОглавлениеUn mes más tarde…
El aire tenía una nitidez fresca, pero al menos era penetrante. Katherine se sentó en el carruaje y revisó su entorno. Tattersall estaba lleno de actividad. Varios caballeros ya se encontraban alrededor del patio para ver los caballos, mientras los sacaban a correr por el perímetro del lugar. Si quería ver la caballería, tendría que salir del carruaje y unirse a ellos.
Se mordisqueó el labio inferior y después respiró hondo. Esto era lo que quería. Su abuela le había legado una granja de caballos y Katherine estaba determinada a dirigirla. Quería asegurarse de que pudiera ser independiente y no solo una joven de sociedad juzgada. Su valor no estaría determinado por un hombre o por estar atado a él. Katherine estaba decidida a hacerlo por ella misma. Su abuela le había confiado su granja de caballos y ella haría todo lo posible por que prosperara.
Solo tenía que salir del carruaje y prepararse para soportar todas las actitudes condescendientes de los caballeros. Una mujer no asistía a la subasta de Tattersall con el propósito de comprar un caballo.
No estaba segura de que, incluso, le permitieran comprar un caballo o bien, cualquier cosa. Había momentos en que haber nacido mujer, era una verdadera desventaja. Por ahora no podía pensar en algún momento en que hubiera sido beneficioso ser una mujer. Katherine suspiró y respiró profundamente. Abrió la puerta del carruaje y salió.
Nadie se detuvo a mirar en su dirección. Lo consideró una buena señal y siguió avanzando hasta llegar a la terraza. Tattersall celebraba su subasta al exterior, en el patio rodeado por tres lados por una amplia terraza sostenida por pilares. Los posibles compradores y curiosos se reunieron al centro. Después de que todos estuvieron juntos, los caballos serían liberados para correr por el perímetro. Una vez que lo completaran, se ofrecerían a la venta.
Katherine se pasó las manos por el vestido azul claro de lana, alisando la tela, después ajustó la capa cubriéndose del frío. Se aseguró de que las cintas de su amplio sombrero estuvieran firmes. Sería mejor para ella si no captaba la atención de nadie. Podía hacer sus selecciones y dejar un billete de banco como pago, y luego seguir su camino. Los caballos que comprara podían ser entregados en su granja. En teoría todo parecía bien. La agitación nerviosa en su estómago sugería que algo podría salir mal.
Alcanzó la reja a lo largo del perímetro y esperó a que soltaran los caballos. El viento soplaba por su rostro congelando sus mejillas. Katherine miró ansiosa hacia el prado. Debió haber traído a su mozo de cuadra. Seguiría siendo su decisión la compra, pero tenerlo allí con ella, le hubiera dado algo de credibilidad. ¿Por que no lo había considerado antes de aventurarse hacia Tattersall?
“Mmmh”. Se cortó su respiración cuando un caballero que se encontraba cerca, la aventó hacia un lado. “Por favor, señor”, dijo ella. Katherine no pudo evitar el enojo en su voz. “Ponga atención hacia dónde mueve sus brazos. Casi me tira al piso”. Le dolía el costado donde la había golpeado.
“Perdone”, dijo el caballero. “No era mi intención...”.
“Por supuesto que no lo era”, lo reprendió. “¿Siempre se comporta tan brusco cuando está en sociedad?”.
Él levantó una ceja. “Esto no es exactamente la sociedad...”.
Por supuesto que estaba en lo cierto. Esto no era una velada, ni un baile, pero seguía siendo una reunión de la alta sociedad. No todos podían permitirse comprar un caballo. Estaba dispuesta a apostar que en Tattersall se encontraban más ‘lords’, que cualquier otro hombre de la clase trabajadora. Katherine se encontró con la mirada del caballero y las palabras se congelaron en su garganta. Conocía a este hombre en particular. Era el marqués de Holton, y se lo habían presentado mientras su amiga, Diana, ahora condesa de Northesk, había sido cortejada por su marido. Katherine se había sentido atraída por el marqués, pero él se había comportado muy grosero con ella durante la presentación teatral a la que asistían en ese momento. “Lord Holton”, finalmente logró expulsar las palabras.
Él se detuvo bruscamente al escuchar que ella mencionaba su nombre. Lord Holton entrecerró la mirada y la observó. Su sombrero cubría gran parte de su rostro, más de lo que había pretendido cuando se lo había puesto por la mañana. “¿Lady Katherine?”.
Ella asintió. Durante un momento pensó que él no la recordaría. Posiblemente era su sombrero que impedía que él viera completamente su rostro. Al menos, eso era lo que esperaba. “Sí, mi lord”.
“¿Qué rayos está haciendo en Tattersall?”.
“Bueno”, comenzó ella. “¿No es obvio?”. Hizo un gesto hacia el potrero. “¿Qué se hace generalmente en una subasta de caballos?”. Él frunció el ceño. “Una dama no viene aquí a comprar un caballo”. Lord Holton cruzó sus brazos sobre el pecho. “Ella envía a alguien a que actúe en su nombre. ¿Qué pensaba usted al presentarse aquí? Por favor, dígame que no viene sola”.
Ella mordisqueó su labio inferior. Ella no podía hacer tal cosa. Katherine había venido sola y no se disculparía por tener el control de su vida. “¿Y si lo estuviera?”.
Él sacudió su cabeza y sus labios formaron una tenue línea blanca. “¿Su padre sabe que usted está aquí?”.
Su padre, el duque de Gladstone nunca le prestaba atención, al menos, no del tipo positivo. Él mimaba a su heredero, su hermano Kendrick, pero la ignoraba a ella. Cuando ella dio aviso que se mudaba a la granja de caballos que su abuela le había legado, a él no le había importado. Al menos cuando él se percató de que no podía tomar el control de ella. “Mi padre tiene asuntos más importantes de qué preocuparse, más que de mi paradero”.
Lord Holton frunció el entrecejo. “Necesita un guardián”.
Ella encontró su mirada y no titubeó ni una sola vez. Permitir que este hombre la intimidara solo le daría la ventaja. Katherine se negó a permitirle cualquier control sobre ella, por pequeño que fuera. “Es cuestión de opinión”.
El primer caballo salió del corral corriendo alrededor del perímetro. Katherine se apartó de él y puso un poco de distancia entre ellos, pero no había dejado de escuchar lo que había dicho en voz baja.
“Dios la salve de los vándalos...”.
Bueno, no necesitaba preocuparse por ella. Ella no necesitaba que la ayudara. Katherine era capaz de cuidarse sola...
Bennett no podía creer que lady Katherine Wilson estuviera en Tattersall. La subasta de caballos no era lugar para una mujer de crianza suave. Su padre debía tener más cuidado con su reputación y con la de ella también. Lady Katherine podría considerarlo una acción inocente, pero había muchos más caballeros que damas asistiendo, y ella había venido sola.
Su falta de acompañante la dejaba abierta al escándalo y a los malvados con intenciones lascivas.
La mantuvo a la vista, irritado por la intención dividida. Bennett quería ignorarla, pero no podía. No estaba en él dejar a una dama necesitada, aunque ella se diera cuenta o no de que lo necesitaba. Una dama sola no estaba segura, y de alguna manera él tenía que asegurarse de que ella se diera cuenta de este hecho. Sir Goliath, el semental que había visto fue sacado del corral para que corriera por el perímetro. Tenía una fina cubierta castaña y una oscura melena negra. Su cola tenía el mismo tono medianoche que su melena. Sus músculos se ondulaban mientras daba una vuelta alrededor del área cercada. El caballo era hermoso y exactamente lo que había estado esperando. Cuando inició la subasta, pujó por él.
Lady Katherine se había alejado un poco de él, pero eso estaba bien. Ella seguía en su línea de visión y lo suficientemente cerca como para poder acercarse en caso de que ella lo necesitara. Dejaron salir del corral al resto de los caballos para que corrieran por el perímetro, pero a él no le importó. Ya había visto al caballo que había venido a comprar.
Después de que todos los caballos terminaron su carrera y todos pudieron verlos, comenzó la subasta. Varios caballos fueron subastados antes de que el semental apareciera en la cuadra. Lady Katherine había estado observando, pero aún no ofertaba nada. Bien. Necesitaba mantenerse fuera de los asuntos a los que no pertenecía.
La subasta había iniciado para Sir Goliath. Lady Katherine gritó su oferta sorprendiendo a Bennett. Qué demonios...se aproximó a ella y se inclinó para susurrarle en un tono áspero. “¿Qué está ud. haciendo?”.
“Pujo por el semental”, dijo ella. “Creo que por mi grito quedó claro”.
Él la fulminó con la mirada. Su grito lo había distraído de su propia intención de conseguir al caballo. Gritó una cantidad mucho mayor que el último postor. Katherine le devolvió la mirada y gritó otra oferta. “Usted no ganará el caballo”, le dijo él. “Yo me quedaré con Sir Goliath”.
“Necesito ese caballo”, dijo ella con súplica en sus ojos. “No me lo quite”.
Él ignoró su súplica sincera. Bennett había querido a ese caballo, incluso desde antes de que ella empezara a apostar por él. No iba a pujar más alto para evitar que ella cometiera un error, sino porque su intención era ganar el caballo para él, como había sido su intención. Después de que ganara el caballo, le podría explicar todo.
Él codiciaba ese caballo desde que había escuchado acerca de la línea de Sir Goliath. Bennett intentaba competir con el semental en la próxima carrera de estacas de primavera.
Katherine gritó de nuevo, esperando ganarse al caballo. Él la superaba a cada paso. Él contaba con los fondos para ir tan alto como quisiera. Aunque fuera la hija del duque, dudaba que tuviera suficiente dinero para ganarle. Sentía placer al ganar. Cuando terminó la subasta, se volvió hacia ella con una sonrisa de satisfacción. “No debió haberse molestado”.
Ella pisoteó con enojo. “Usted no tiene escrúpulos”.
“Querida”, dijo en tono condescendiente. “La salvé de usted misma”.
“Oh...”, ella pisoteó de nuevo. “Lo odio. No sabe lo que ha hecho, pero puedo prometerle que hoy, usted no me salvó de nada. Destruyó planes que había estado elaborando cuidadosamente desde hace meses”.
“No hay necesidad de hacer tanto escándalo. Solo es un caballo. ¿Cómo podría obtenerlo haciendo que usted destruyera algo?”. Levantó una ceja burlona. “Hay otros caballos”. Hizo un gesto a otro semental que estaba siendo subastado mientras discutían. “Eso servirá para lo que sea que usted pudiera necesitar”.
Ella levantó la barbilla desafiándolo. “No, no lo hará, maldito patán”. Lady Katherine sacudió la cabeza y lo miró como si estuviera tragando algo muy desagradable. “Solo hay un caballo que funciona para lo que había planeado y usted me lo quitó. Sabía que yo no le agrado mucho desde esa noche en el teatro, pero no creía que me odiara”.
“Yo no la odio”. Eso sugeriría más sentimientos o pensamientos de los que le hubiera dedicado. Era una chica encantadora, con cabello oscuro y llamativos ojos azules, pero no le interesaba de ninguna manera. “Compré el caballo porque lo quería. El deseo de poseerlo, no tiene nada que ver con usted. Sir Goliath será un corredor”.
“Imbécil”, ella estaba enfurecida. “Para empezar, él es la razón de que viniera a la subasta.” Lady Katherine apretó sus labios con fuerza. “No necesito ninguna explicación de usted sobre la calidad de caballo que es Sir Goliath”.
Se alejó de él y no le dio ninguna otra oportunidad de que hablara. Él no pudo evitar seguir mirándola mientras ella dejaba el patio. Todavía tenía que liquidar el pago de Sir Goliath, antes de poder marcharse. Bennett volvió a considerar su primera impresión sobre Lady Katherine. Seguía creyendo que era un demonio, pero descubrió que le gustaban sus explosiones. Si tuviera la oportunidad, se tomaría el tiempo para conocerla mejor. Tal vez la llamaría y averiguaría sus motivos por querer adquirir a Sir Goliath. Quizás podría ofrecerle una rama de olivo de algún tipo...