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PRÓLOGO

Es inevitable que parta con una alusión personal. En el año 2010, estuve con Deborah Meier en la gran conferencia en educación que organiza la American Educational Research Association (AERA) todos los años en Estados Unidos y que atrae a miles de asistentes. En este foro, tanto los grandes exponentes a nivel mundial, como aquellos que están dando sus primeros pasos en la investigación, se reúnen para presentar sus estudios sobre políticas educativas, teorías curriculares, y el sinfín de temáticas que dan vida a las discusiones pedagógicas que hoy componen nuestro campo de estudio. Específicamente, el 2010, Deborah asumió la tarea de comentar las diferentes ponencias que conformaban una mesa sobre alternativas pedagógicas para democratizar la educación. Entre esas ponencias estaban las de Matthew Knoester y la mía. Doy esta pequeña reseña porque es mi experiencia personal con ellos la que me permite afirmar que ambos autores tienen mucho que aportarnos a través de este libro. El tono personal del texto, mezclado con ejemplos tomados de sus propias experiencias y articulados con sólidos argumentos, debiera permitir que un lector chileno, y es de esperar, de otras regiones latinoamericanas, concuerden conmigo.

Sin embargo, permítanme agregar un par de ideas más a partir de lo reseñado. Mi mención de AERA no pretende ser una mera anécdota. Por el contrario, cuando observo en un país como el nuestro, en donde temas referidos a la escuela están tan centralizados en un Ministerio de Educación, concentrando la toma de decisiones en todo tipo de materias referidas tanto al quehacer escolar como al ámbito investigativo correspondiente, me recuerdo que en AERA no cabían expresiones tipo “la literatura internacional dice” –como lamentablemente solemos escucharlo con demasiada frecuencia en nuestro país–, porque simplemente no existe una sola literatura internacional. La diversidad de voces en AERA –que también encontramos en la Associação Nacional de Pós-Graduação e Pesquisa em Educação (ANPED) de Brazil, o la Red ESTRADO que, aunque con una temática más focalizada sobre el trabajo docente, tiene un alcance Latino Americano–, nos debe recordar que la escuela, el gran legado de la era moderna, no es algo que simplemente se gerencia, se planifica o se administra. La escuela se delibera, se reflexiona, se construye. No puede haber una única voz que, proclamándose especialista silencie otras voces, más aún a aquellas que siendo críticas habitan cotidianamente en la escuela. Son ellas las que están dando la dura lucha para que la escuela no termine siendo una obra ingenieril más.

En ese contexto, Deborah Meier, es una voz como otras, pero tampoco es cualquier voz. Recordándonos el modo de construir pensamiento que tuvo el gran teórico de la educación John Dewey, Meier ha construido consistentemente en el tiempo, una teoría educativa desde su propia práctica como directora, sin abandonar la tarea que es propia de todo profesor: hacer de su experiencia fuente de conocimiento profesional. A través de ella, ha pensado en el valor y los riesgos que provienen de políticas educativas pensadas sin mayor conexión con las escuelas, y ha reflexionado seriamente cómo las escuelas pueden ser más inclusivas en términos de clase y multiculturalidad, pero sin dejar que estos temas se entiendan fuera de contexto. En Meier, no puede haber verdadera inclusión sino se construye desde un modo de pensar y experimentar la democracia al interior de la escuela. En ese contexto, los exámenes estandarizados, foco de este libro, podrán originar muchos análisis respecto de sus sesgos y beneficios, pero dicha reflexión será en vano, si no se contextualiza bajo lo que verdaderamente da sentido a las escuelas. En ello, por cierto, como lo leerán en este texto, Deborah Meier es categórica: las pruebas estandarizadas, incluso con todos sus correctivos, representan un peligro a la vida democrática de las escuelas.

De Matthew Knoester me resulta mucho más fácil hablar, tras 15 años de amistad y compañerismo. Compartimos en el llamado Seminario de todos los viernes organizados por Michael Apple, otro teórico fundacional de la teoría curricular. Por diversas consideraciones raciales, lingüísticas y de pertenencia cultural, de Mathew siempre he apreciado su gran respeto y valoración por el trabajo de otros y su tremendo deseo de conocer los modos de entender el mundo más allá de las fronteras de su propio país norteamericano. No es lo común. Por supuesto, a eso se agrega un trabajo investigativo perseverante que toca temáticas de lectura escolar crítica, exclusión cultural en las escuelas, y, por supuesto, de alternativas democráticas en educación. En ello, ha tenido particular cuidado de no separar teoría de práctica, entendiendo por aquello, no el realizar simultáneamente actividades prácticas y teóricas dentro de los ámbitos que investiga, sino el saber articular ambos procesos en su investigación, escuchando y aprendiendo de aquellos que pertenecen al ámbito escolar. Su propia vinculación con Deborah Meier tiene mucho de esto, habiendo sido Deborah su directora mientras trabajaba como profesor en una escuela de Boston, hace ya algunas décadas atrás. En este texto, se vuelven a unir para pensar juntos, desde sus propios frentes y compromisos educacionales, acerca de un tema tan contingente, y a la vez, tan global.

Como se suele decir, un libro se entiende más si se conoce a los autores, y espero que mi presentación de ellos contribuya en este sentido. Por lo pronto, que ayude a visualizar desde un principio lo que debería esperarse de él, aunque, por cierto, no me corresponde a mí fijar los límites comprensivos del texto. En primer lugar, que no es un libro pensado para impactar a la política educativa, aunque ciertamente, hay muy buenas ideas en él que ojalá pudiesen ser tomadas en cuenta por tanto “policy maker” local. Es un libro que brota de la experiencia de comunidades concretas y cuyas propuestas están orientadas a ser reflexionadas y aterrizadas por comunidades igualmente concretas más allá de un ministro de Educación de turno. En segundo lugar, que no ofrece soluciones técnicas. Podrá dar buenas sugerencias, y más de una de ellas podrá ser acogida por algún lector e implementada en su aula con sus estudiantes. No obstante, ni una de ellas servirá de mucho, si no va acompañado de una pregunta angular: ¿Cómo va a ayudar a dicha aula o escuela a ser más democrática? Dicha pregunta no es técnica, sino política, y ese lente ningún lector debiese dejarlo de lado. Lo tercero, por tanto, se desprende de lo anterior. No separa lo teórico con lo práctico como dos esferas que se saludan, pero no conviven. Este libro nos ayuda a pensar en cosas abstractas sin dejar de pensar en el trabajo del día a día; y a pensar en soluciones aplicables, sin dejar de lado las consideraciones más complejas que dan sustento y sentido al quehacer pedagógico. En palabras de algunos autores brasileños, contribuye a pensar mejor cómo en la escuela podemos llegar a ser práctico-pensantes.

Por cierto, el tema más complejo siempre será el de la aplicabilidad de ideas que surgen en un contexto geográfico, y que luego son movilizadas hacia otro tan distinto, como el nuestro, generando interrogantes no solo dadas las diferencias culturales, sino porque, además, están mediadas por relaciones tan asimétricas en términos de recursos económicos y poder político, las que también se han dado a nivel de sistemas educativos. Estoy consciente de que cada lector tendrá el deber de dar respuesta a este punto. No obstante, son pocos los asuntos que, en un contexto determinado, pueden movilizar tantas voluntades para enfrentar sus embates. La neo liberalización de la educación, con el autoritarismo gerencial que produce; la estandarización de los contenidos curriculares, con el reduccionismo evaluativo que genera a través de la cuantificación de “aprendizajes”; y la medición, con la racionalidad positivista basada en la “evidencia” que silencia tantas tradiciones democráticas en las escuelas, hoy generan a nivel mundial múltiples formas de organización y resistencia en comunidades y colectivos de profesores, estudiantes y padres; y la creación de una variedad de contra-propuestas y alternativas. Este libro, aporta una de ellas, y, por tanto, debe ser leído, reflexionado y discutido dentro de ese contexto más amplio de lucha y trabajo democrático.

Imaginándome este texto en mano de mis colegas argentinos, peruanos o brasileños, o en todos esos profesores chilenos que han tenido la generosidad de conversar conmigo sobre estos temas en los últimos años, de manera especial el Centro de Estudios Eduardo de la Barra, que ha liderado múltiples movilizaciones en favor de la democratización de la educación en el país, me entusiasma los tipos de cuestionamientos y diálogos que podría llegar a provocar. Creo en la deliberación y el impulso que este genera en la creación de lazos comunes y solidaridades. Libros como este pueden constituir un momento de ese diálogo más grande que traspasa fronteras y ayuda a pensar en espacios públicos más allá de los propios Estados. En dicho movimiento, espero que este libro suscite otros tantos que también reaccionen y amplíen los márgenes en los que hemos estado pensando la educación en las escuelas. En cierto sentido, en estas páginas, el Norte, en la figura de Deborah y Matthew, nos aportan algunas perspectivas. Pero su aporte quedará trunco si desde el Sur no replicamos de vuelta. Como siempre, este quedará colgando como el gran desafío.

EDUARDO CAVIERES FERNÁNDEZ

Universidad de Playa Ancha

Centro de Estudios Avanzados

Más allá de las pruebas/Beyond testing

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