Читать книгу Resistencia civil contra los autoritarismos del siglo XXI - Dejusticia - Страница 5
ОглавлениеIntroducción
Reabrir los espacios para los derechos humanos en contextos de populismos autoritarios
César Rodríguez Garavito
Desde México hasta Turquía, desde Venezuela hasta India y otros países analizados en este libro, los derechos humanos enfrentan momentos críticos a manos de gobiernos populistas autoritarios de derecha o de izquierda. Para entender estos retos, y pensar cómo responder a ellos, es indispensable comenzar por una aclaración conceptual. ¿Cuál es la lógica de los populismos autoritarios del siglo XXI? ¿Y cómo ponen en vilo los logros de los derechos humanos del siglo XX?
En un libro fundamental, Jan-Werner Müller (2016) muestra lo que tienen en común los gobiernos contemporáneos de este tipo, que acceden al poder por la vía democrática y luego desmantelan las instituciones democráticas que los limitan, incluidos los derechos humanos. Los populismos autoritarios no comparten un color ideológico (vienen de la izquierda y la derecha por igual) ni una política económica, sino una afirmación moral tan categórica como excluyente: que existe un “pueblo real”, que ellos son sus únicos representantes legítimos y que los demás son enemigos de ese pueblo. Es la división entre un “nosotros” y un “ellos” convertida en plataforma política y jurídica.
“Chávez es pueblo” solía ser lema de campaña en Venezuela, una frase de insuperable parsimonia que captaba la identidad entre un líder y un pueblo supuestamente uniforme y unificado. Desaparecido el líder, el madurismo la reemplazó por otra de similar extensión: “Seamos como Chávez”. En la lógica populista, la política es un juego de todo o nada, un conflicto entre patriotas y enemigos de la madre patria, como suele decir el presidente venezolano Maduro.
Por eso un populista autoritario de signo político contrario como Jair Bolsonaro suena tan parecido. Para él, no hay opositores, sino “enemigos de la patria” o instrumentos de las ONG internacionales que en teoría quieren apoderarse de la Amazonía brasilera.
También son enemigos los medios y las instituciones que se interponen entre ellos y el pueblo. Son conocidos los ataques de Trump a los medios independientes por publicar “noticias falsas” que rectifican los “hechos alternativos” que el presidente fabrica. “Nosotros somos el pueblo; ¿quiénes son ustedes?”, le espetó Erdoğan a sus críticos en Turquía, mientras avanzaba en su purga de más de cien mil funcionarios, maestros, jueces, académicos y periodistas independientes.
De ahí que una prueba confiable para reconocer a un populista sea ver si altera la constitución o la ley para tomar las instituciones y los medios. Los populistas, en definitiva, son antidemocráticos. Es más: se valen de elecciones acomodadas y del lenguaje de la democracia para minarla. Por eso no son lo mismo que los autoritarismos del siglo XX, sino “dictaduras del siglo XXI”, como concluyeron antes que muchos otros los analistas de Provea, la conocida organización de derechos humanos venezolana.
La conclusión de Müller queda como advertencia: el mayor peligro para la democracia hoy en día “viene desde adentro del mundo de la democracia: los actores políticos que la amenazan hablan el idioma de los valores democráticos” (Müller, 2016: 6).
Los desafíos para los derechos humanos y la sociedad civil
Los gobiernos populistas más recientes, como el de Bolsonaro, siguen un guion bien afinado por sus predecesores durante la última década. El desafío se presenta en forma de narrativas políticas, reformas legales y medidas coercitivas encaminadas a debilitar una de dos características (o ambas): la legitimidad y la eficacia de los actores de derechos humanos y de la sociedad civil en general (Rodríguez Garavito y Gomez, 2018). Estas medidas se pueden clasificar en cinco tipos:
1 restricciones al financiamiento extranjero para las ONG;
2 campañas de desprestigio;
3 restricciones a los derechos fundamentales que asestan un golpe al corazón del trabajo de los medios independientes y las ONG;
4 cargas severas sobre la capacidad operativa de los actores de derechos humanos y la sociedad civil en general, y
5 cooptación de secciones de la sociedad civil.
Pero el desafío más profundo tiene que ver no con las estrategias, sino con los valores centrales para los derechos humanos. La visión populista autoritaria es, por definición, incompatible con estos derechos. Dividir las sociedades entre “nosotros” y “ellos”, entre patriotas y enemigos, implica reconocer derechos a unos y negarlos a los otros.
Si el contraste suena demasiado tajante, basta ver lo que sucede hoy en la India del reelecto Narendra Modi. Desconociendo los derechos protegidos por la Constitución de 1949, que fue herencia de precursores del movimiento contemporáneo de derechos humanos como Mahatma Gandhi y B. R. Ambedkar, el gobierno impulsa una plataforma fundamentalista hindú que busca dejar sin derechos a millones de ciudadanos musulmanes, a través de medidas como la Ley de Reformas a la Ciudadanía de 2020.
Reabrir los espacios
Pero los tiempos difíciles son también de resistencia y creatividad, como lo muestra la movilización masiva en las calles de India contra las medidas de Modi, o las protestas periódicas contra los ataques de Bolsonaro a las libertades constitucionales y los derechos de sectores como los pueblos indígenas, las comunidades afrobrasileñas y la población LGBTI. Esto se repite en Venezuela, donde la persecución del régimen de Maduro llevó a las ONG de derechos humanos a hacer un activismo tan creativo como valiente, que salió a las calles y se unió con los jóvenes que se movilizan en espacios tan inusuales como conciertos de rock. Como muestra este libro, los esfuerzos por reabrir los espacios para los derechos humanos son diversos y dinámicos.
En Turquía, otro de los países representados en los estudios de caso de este libro, le preguntaron al estratega político Ateş İlyas Başsoy, director de la campaña que le ganó la alcaldía de Estambul al partido del todopoderoso presidente Erdoğan en 2019, cuál era su receta. “El amor radical”, contestó Başsoy, que sonaba más como un líder espiritual que político. Pero los resultados le dieron la razón. Su candidato, el ahora alcalde Ekrem İmamoğlu, le ganó nítidamente al ungido por Erdoğan.
Si se lee el manual de campaña de Başsoy y se ve lo que hizo su candidato, la respuesta es menos emocional, pero igualmente elocuente. En lugar de imitar la estrategia populista de atizar el odio y las divisiones, los líderes proderechos como İmamoğlu están mostrando que el antídoto son los mensajes de empatía y esperanza. En vez de alimentar el matoneo ególatra de las redes sociales que divide a la sociedad entre “ellos y nosotros”, la fórmula antipopulista puede ser reconocer y tender puentes con los temores, las preocupaciones y la forma de vida de la otra mitad de la población. Por eso İmamoğlu no descalificó a los votantes religiosos de Erdoğan, sino que apeló elocuentemente a su descontento por el impacto de la crisis económica turca que afecta a toda la población.
El caso turco es uno más que demuestra que hay que enfrentar la política de odio con otras herramientas. La misma lección surge de los estudios recientes de sicólogos sociales y neurocientíficos, que muestran cómo los seres humanos nos parapetamos detrás de las murallas de nuestra tribu ideológica cuando el otro bando transmite mensajes de miedo y división. Las turbas antipopulistas que se encienden en redes sociales generan el mismo efecto que los trolls de internet: activan el temeroso chimpancé que llevamos dentro y redobla nuestras defensas y nuestros prejuicios. El resultado está a la vista: la polarización política degenera en la tribalización social de la que se alimentan los populistas autoritarios del mundo.
Todo lo cual recuerda un consejo brillante y ya antiguo de Saul Alinsky, el célebre activista social estadounidense. La rabia y la indignación ante la injusticia son un buen comienzo para el activismo político, porque encienden la voluntad de hacer algo. Pero la rabia es un combustible que se consume pronto; y para sostener la movilización por los derechos humanos en el largo plazo, como la que se requiere para revertir la ola populista actual, es indispensable pasar de la rabia a la esperanza. Esperanza es otra palabra para el amor.
Nuevas narrativas sobre los derechos humanos en tiempos de populismo autoritario
Este libro y la iniciativa de Dejusticia que lo originó buscan promover respuestas a los desafíos a los derechos humanos. Para ello, proponen una nueva mirada que se caracteriza por tres rasgos. En primer lugar, se trata de una escritura reflexiva, cuyos autores son los propios activistas que trabajan directamente en las organizaciones y en el terreno, y se detienen a pensar sobre el potencial, los logros y los desafíos de su conocimiento y su práctica.
En este sentido, el libro trata de amplificar la voz de los defensores de derechos humanos en las discusiones académicas y prácticas sobre el futuro del campo, que tienden a estar dominadas por investigaciones hechas desde la academia. Los textos combinan las fortalezas metodológicas y analíticas de la investigación académica con la experiencia práctica de los autores y las organizaciones y comunidades con las que trabajan. El objetivo es promover un género híbrido que contribuya a mantener y ampliar la ventana de reflexividad y de discusión dentro del campo de los derechos humanos.
Un segundo componente del género que se propone en este libro y en la serie de la que hace parte es la escritura narrativa. En parte por el dominio del lenguaje y el conocimiento jurídicos en el mundo de los derechos humanos, la escritura predominante es la de los informes técnicos y alegatos legales. Si bien ha obtenido logros notables durante décadas, este género les impidió a las organizaciones y a los activistas compartir de manera eficaz la realidad que conocen de primera mano: la de las víctimas, las campañas, los dilemas morales, las injusticias, las victorias, etc. Abrir el campo de los derechos humanos a otros actores, saberes y audiencias implica contar estas historias, y hacerlo bien.
En tercer lugar, las historias provienen del Sur Global, desde los países y las regiones que han sido más objeto que sujeto del conocimiento y las decisiones en los campos de los derechos humanos. En este sentido, los capítulos del libro intentan responder a los desafíos de un mundo más multipolar, a fin de contrarrestar las asimetrías organizativas, económicas y epistemológicas entre el Sur y el Norte que le restaron eficacia y legitimidad al movimiento global de derechos humanos. Los autores y autoras de los estudios son activistas-investigadores que pertenecen a organizaciones de derechos humanos y escriben desde ese ángulo geográfico y profesional para enriquecer el diálogo global sobre el futuro del campo.
Agradecimientos
Este libro forma parte de un proyecto de largo plazo, organizado por Dejusticia como parte de su trabajo internacional, que gira alrededor de un taller anual de investigación-acción para jóvenes defensores de derechos humanos. El taller desarrolla herramientas de investigación-acción, es decir, la combinación de investigación rigurosa e incidencia práctica en causas de justicia social. El propósito es fortalecer la capacidad de los participantes para producir textos en estilos híbridos que sean tanto rigurosos como atractivos para audiencias amplias.
Una iniciativa de largo aliento como esta requiere no solo un trabajo colectivo, sino el de toda una organización. Este texto y la apuesta de largo plazo que representa son un esfuerzo institucional de Dejusticia, que involucra, de una u otra forma, a todos sus integrantes. En el taller de 2017, reflejado en esta publicación, y en todo el proceso de los talleres y los libros, fue esencial la contribución de Meghan Morris, quien coordinó el proyecto del taller y del libro. Fueron igualmente importantes los tutores y mentores del taller y del libro: Nelson Fredy Padilla, Diana Rodríguez Franco, Krizna Gomez, Sebastián Villamizar Santamaría y Claret Vargas. Cualquier proyecto de esta naturaleza requiere un apoyo logístico considerable, que William Morales asumió con su usual eficiencia y solidaridad.
En la fase de publicación, Carlos Alberto Arenas, Ruth Bradley y Sebastián Villamizar Santamaría fueron traductores y editores ejemplares. Claudia Luque, desde Dejusticia, y Carlos Díaz y Federico Rubi, desde Siglo XXI, fueron los artífices del proyecto editorial y quienes, en suma, son responsables de que los lectores tengan este libro en sus manos.
Referencias
Müller, J.-W. (2016), What is Populism?, Filadelfia, University of Pennsylvania Press.
Rodríguez Garavito, C. y K. Gomez (eds.) (2018), Encarar el desafío populista: un nuevo manual de estrategias para actores de derechos humanos, Bogotá, Dejusticia.